Fue concebida para uso y disfrute de Gabriel de Borbón (1752-1788), hijo de Carlos III. Se trataba de que el joven infante dispusiese de un palacete propio, que le permitiera alejarse del protocolo oficial y pasar unos días de asueto, dando rienda suelta a su afición favorita, la música.
Se construyó entre 1771 y 1773, casi al mismo tiempo que la Casita del Príncipe, otro pabellón de recreo existente en el Real Sitio de El Escorial, diseñado igualmente por Villanueva, que fue destinado al hermano de aquel, a la sazón Carlos IV.
Popularmente, las dos 'casitas' son conocidas como de Arriba -la del Infante- y de Abajo -la del Príncipe-, por su ubicación a cotas de altitud muy desiguales, provocadas por la inclinación del Monte Abantos.
Diseño arquitectónico
Ambos palacetes son fruto de la fascinación que el rey Carlos III tuvo por el Monasterio de El Escorial, considerado por los círculos ilustrados como un paradigma arquitectónico, y que significó el resurgir del Real Sitio, tras su primera época de esplendor, en tiempos de Felipe II.
Llevado por su atracción hacia este lugar, el monarca designó en 1768 a Juan de Villanueva como arquitecto de la orden jerónima, titular en aquel entonces del monasterio.
Villanueva pudo así entrar en contacto con la obra de Juan de Herrera, que ejercería una notable influencia en su carrera, y al que respetó profundamente en sus primeras creaciones escurialenses, que, por su cercanía con el monasterio, presentaban rasgos marcadamente herrerianos.
No es el caso de la Casita del Infante. El arquitecto aprovechó su situación periférica para desarrollar un diseño mucho más libre y personal, a partir de modelos italianos, puestos al servicio de la melomanía del infante.
Su principal reto fue garantizar que la música se pudiera escuchar dentro y fuera del edificio. De ahí que éste se asemeje a una caja de resonancia, donde la segunda altura, reservada a la celebración de recitales, cumple una función acústica por medio de un sistema de vanos -con ventanucos y buhardillas al exterior y tribunas al interior-, por los que se propaga la música.
La 'casita' está hecha enteramente en piedra de granito. Es de planta cuadrangular y se articula a partir de un distribuidor central, rodeado de ocho estancias, que se disponen simétricamente.
El distribuidor se cubre con una cúpula octogonal, alrededor de la cual se extiende la segunda altura antes señalada, a la que se accede desde una escalera de caracol.
Esta organización parece remitir a los postulados de Andrea Palladio (1508-1580), autor de la célebre Villa Rotonda, en la ciudad italiana de Vicenza, que tanta influencia ha ejercido sobre la arquitectura europea de los siglos posteriores.
De hecho, estaríamos ante una de las tres obras palladianas de Juan de Villanueva, junto con el Museo del Prado y el Observatorio Astronómico.
Alzado, sección y planta (Fernando Chueca Goitia).
Con respecto a los jardines, fueron proyectados axialmente, tomando como referencia los ejes de la 'casita', que se prolongan hacia fuera, a través de dos terrazas principales. La composición es geométrica, con parterres de boj de forma cuadrangular y rectangular.
Entre los elementos ornamentales, destacan las fuentes, la mesa de piedra con ocho asientos y, especialmente, las dos esfinges que custodian la portada de columnas jónicas de la fachada principal.
Los jardines fueron objeto de una especial atención por parte la reina María Josefa Amalia de Sajonia (1803-1829), tercera esposa de Fernando VII, quien ordenó su ampliación con terrenos de los bosques colindantes y la instalación de diferentes cenadores.
A finales del siglo XIX, fueron plantadas diferentes sequoyas, entre otras especies de coníferas. Se trata de árboles de gran altura, que desvirtuaron el concepto original de Juan de Villanueva.
Interior
La Casita del Infante ha perdido la práctica totalidad de su decoración primitiva, como consecuencia del expolio napoleónico, pero también del mal uso que se le dio a finales del siglo XIX, cuando fue utilizada como almacén de herramientas durante las labores de reforestación de los montes escurialenses.
Además, el palacete sufrió un incendio en 1930, que destruyó parte de sus cubiertas. Durante el franquismo, se procedió a su restauración, a partir de un proyecto de Fernando Chueca Goitia (1911-2004), y a su acondicionamiento como residencia de Juan Carlos de Borbón, durante su etapa de estudiante en el Colegio Alfonso XII, de San Lorenzo de El Escorial.
A pesar de todo, aún se conservan algunos relojes, lámparas de araña, bronces y porcelanas de la época de Fernando VII.
En el terreno de la pintura, sobresalen el fresco de Las cuatro estaciones, de Vicente Gómez Novella, realizado sobre la cúpula del distribuidor central, y diversos óleos de Mariano Sánchez Maella, con vistas de la costa mediterránea.
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