El Palacio de Cañete, también llamado del Marqués de Camarasa, se encuentra casi listo para su reapertura, después de más de dos años de obras, destinadas a acondicionarlo como un nuevo espacio cultural del Madrid de los Austrias.
Este viejo caserón tardorrenacentista, situado en el número 69 de la Calle Mayor, forma parte del conjunto de edificios de titularidad municipal que hay distribuidos en el entorno de la Plaza de la Villa, entre los que figuran, además del palacio, inmuebles tan emblemáticos como la Casa de Cisneros y la Casa de la Villa.
Con el traslado del Ayuntamiento de Madrid al Palacio de Comunicaciones, todas estas dependencias perderán la función administrativa que tenían hasta ahora para ser utilizadas con fines preferentemente culturales y museísticos.
Según ha anunciado el propio consistorio, el Palacio de Cañete contará con una biblioteca, una sala de exposiciones y un salón de conferencias, al tiempo que será la sede permanente de la Casa Sefarad Israel, institución a la que han sido cedidos aproximadamente 1.400 metros cuadrados.
Un poco de historia
El palacio se comenzó a construir a finales del siglo XVI, si bien las obras se extendieron a los primeros años del siglo XVII.
Desde sus orígenes hasta mediados del siglo XIX, ha sido usado como residencia nobiliaria. Aquí vivió el Marqués de Falces y de Cañete en el siglo XVIII y, posteriormente, el Marqués de Camarasa, quien promovió algunas reformas en el año 1817.
En 1849, el edificio se convirtió en la sede del Gobierno Civil, una institución actualmente desaparecida.
En 1985, el Ministerio del Interior lo traspasó al Ayuntamiento de Madrid, que lo utilizó como oficinas. Su puesta en marcha como espacio cultural está prevista para el otoño de 2010.
Descripción general
Fachada meridional y jardín (a la izquierda de la imagen).
El Palacio de Cañete ocupa una manzana entera, delimitada al norte por la Calle Mayor, donde se encuentra el acceso principal, al sur por la Calle del Sacramento, al oeste por la Calle de la Traviesa y al este por la Calle del Duque de Nájera.
En consonancia con las corrientes artísticas imperantes en el momento de su construcción, fue levantado siguiendo el modelo palaciego de los Austrias, un estándar arquitectónico de clara influencia herreriana, con el que fueron erigidas las residencias nobiliarias madrileñas de los siglos XVI y XVII.
En líneas generales, el citado prototipo queda definido por un trazado de planta cuadrangular, dos o más alturas de órdenes, portadas manieristas y torres con chapiteles, en las esquinas.
La mayor parte de estos rasgos son visibles en la actual configuración del palacio, a pesar de las transformaciones que éste ha sufrido con el paso del tiempo.
Incluso la remodelación llevada a cabo en 1817, que puede ser considerada como la más importante en la historia del edificio, fue muy respetuosa con la fisonomía original.
Estas obras fueron realizadas por el arquitecto Fermín Pilar Díez, quien optó por mantener las torres laterales de la fachada principal, a diferencia de otras reformas de palacios históricos acometidas en el siglo XIX.
Es el caso del cercano Palacio del Duque de Abrantes, en el número 86 de la Calle Mayor, que perdió sus torreones a finales del siglo XIX.
Fachada septentrional, en la Calle Mayor.
Por su fecha de construcción, el inmueble está más cercano al estilo herreriano que al barroco. De ahí la casi total ausencia de ornamentación, hasta el punto de prescindir de los órdenes clásicos en el recubrimiento de los vanos, que quedan conformados por simples estructuras adinteladas.
La sencillez es también la característica dominante en la portada principal, aunque, en este caso, sí que cabe hablar de rasgos arquitectónicos de cierta elaboración, como las pilastras dóricas que dan forma al acceso y el entablamento con triglifos, ubicado en la parte superior.
Un aspecto singular de la portada es su situación lateralizada, en la base de una de las torres y no en el punto central de la fachada, lo que introduce una nota de asimetría, poco habitual en la arquitectura palaciega del Madrid de los siglos XVI y XVII.
No ocurre lo mismo en lo que respecta a los otros elementos de la fachada, todos ellos dispuestos simétricamente, empezando por las dos torres laterales, continuando con los vanos y concluyendo con los balcones salientes y el escudo labrado en piedra del primer piso, elementos, estos últimos, incorporados durante la reforma de principios del siglo XIX.
El edificio se alza sobre un terreno desnivelado, razón por la cual presenta únicamente dos plantas en su flanco septentrional (sin contar las torres) y tres por el meridional. Está hecho en ladrillo visto, con zócalo de piedra de granito.
El jardín de la Calle del Sacramento
A los pies de la fachada sur, hacia la Calle del Sacramento, se extiende un pequeño jardín de planta cuadrangular, que podrá ser visitado por el público en horarios determinados, una vez que el palacio sea inaugurado como espacio cultural.
Con tal motivo, se ha derribado la tapia de ladrillo que lo ocultaba a la vista, sustituyéndola por una moderna verja metálica, que permite su contemplación desde la vía pública. El trazado y los elementos ornamentales también han sido modificados, en aras de garantizar el mayor rigor histórico posible.
Debe tenerse en cuenta que, durante los años en los que el edificio tuvo un uso administrativo, el jardín tenía una configuración asimétrica, resultado de las diferentes intervenciones efectuadas en el siglo XX, con una finalidad más funcional que estética.
La existencia de una calle lateral, que estaba conectada con el exterior a través de una puerta de garaje, o de una caseta adosada a la tapia se explica en estos términos.
Aspecto de la Calle del Sacramento en febrero de 2009. A la derecha puede verse la tapia del jardín, que ha sido derribada para darle visibilidad.
Vista del jardín del palacio, desde la Calle del Sacramento, tras la demolición de la tapia en el año 2010.
El jardín que ahora se abre ante nuestros ojos es un reducido espacio arbolado, que se articula alrededor de una plazoleta central, adornada con una fuente. En ella confluyen cuatro calles, separadas por praderas de césped, recientemente plantadas.
La fuente presenta una estructura muy sencilla. Se trata de un simple pilón de granito, de planta circular, con un pequeño surtidor en el centro. Antes de las obras de reforma del palacio, tenía instalado un moderno grupo escultórico, que ha sido eliminado. En él se representaba a Neptuno conduciendo un carro con forma de concha, tirado por dos caballos.
La retirada de esta escultura, de autor desconocido, se ha hecho con la intención de recrear el aspecto primitivo que pudo tener el recinto. No en vano se piensa que el pilón sí que puede ser antiguo, aunque no es posible precisar su origen exacto.
Vista parcial del jardín. La fuente puede verse en la parte inferior de la fotografía, hacia la izquierda.
Grupo escultórico que presidía la fuente hasta la reforma del jardín (fotografía del Ayuntamiento de Madrid).
De jardín en jardín
Con la próxima apertura del jardín del Palacio de Cañete, ya serán tres los recintos ajardinados de carácter histórico que pueden visitarse en el corazón mismo del Madrid de los Austrias.
Tal vez el más popular de todos ellos sea el jardín del Palacio de Anglona, accesible desde la Plaza de la Paja, que fue diseñado en 1761 por Nicolás Chalmandrier.
Mucho menos conocido es el Huerto de las Monjas. Se trata del único resto que se conserva del Convento del Sacramento, fundado en el siglo XVII en la calle homónima.
Este último rincón, quizá uno de los lugares más apacibles y tranquilos de la ciudad, está decorado con una preciosa fuente, que estuvo emplazada en el desaparecido
Palacio de Montellano, según nos informó Mercedes Gómez en su estupendo blog
Arte de Madrid.
La recuperación de este tipo de enclaves constituye una excelente noticia para todos los madrileños, sobre todo teniendo en cuenta que las últimas peatonalizaciones llevadas a cabo por el ayuntamiento han tendido a eliminar las zonas ajardinadas y de ornato para crear grandes superficies de paso. Esperemos que cunda el ejemplo.
Fuente del Huerto de las Monjas.
Pérgola del jardín del Palacio de Anglona.