Detalle de la Casa de Campo en el plano de Pedro Teixeira (1656).
La creación de este espacio supuso un paso de gigante para las intenciones urbanísticas del monarca. Se trataba de organizar un entramado de 'naturaleza urbanizada', que buscaba la conexión de los distintos palacios reales existentes en Madrid, por medio de grandes masas forestales.
Este ambicioso plan quedaba articulado en dos ejes principales (del Alcázar a la Casa de Campo y de ésta a El Pardo, a través del Manzanares), que todavía perviven, incluso más reforzados que antes, al constituirse en siglos posteriores el Real Sitio de la Florida y la Moncloa, germen de algunas zonas verdes actuales, como el Parque del Oeste, la Ciudad Universitaria y la Dehesa de la Villa.
Vista satelital de Madrid. A la izquierda pueden verse las zonas verdes herederas del plan de Felipe II (fuente: Geo-airbusds).
La ordenación de la Casa de Campo corrió a cargo del arquitecto Juan Bautista de Toledo, que se puso al frente de un nutrido equipo de técnicos, artistas y artesanos, entre los que destacaban el también arquitecto Gaspar de Vega y el jardinero real Jerónimo de Algora, el primero del que dispuso la monarquía española.
Pero el verdadero ideólogo de la Casa de Campo fue el propio monarca, que, al margen de su papel como promotor, participó activamente en su diseño y ejecución, en contacto directo con Juan Bautista de Toledo, con quien mantenía una plena sintonía.
El periodo de mayor intensidad constructiva fue el comprendido entre 1562 y 1567, año en el que fallecían Juan Bautista de Toledo y Jerónimo de Algora. A esas alturas ya estaban prácticamente terminados los jardines de El Reservado, que rodeaban el palacete, no así los estanques, que no se completaron hasta 1570. En 1580 se procedía al cerramiento de la finca.
Como se apuntó en la entrega anterior, casi no se intervino sobre el edificio, más allá de diferentes obras de saneamiento, dada la fuerte humedad del lugar, una pequeña reforma de los cuerpos laterales, encaminada a corregir la asimetría inicial, y el cegamiento de algunos arcos, de cara a un mejor aprovechamiento interior.
La construcción de los estanques
Los primeros trabajos que se desarrollaron en la Casa de Campo fueron grandes infraestructuras hidráulicas, que no solo pretendían garantizar el abastecimiento de agua y evitar los daños de las torrenteras, sino que también tenían una clara finalidad recreativa.
Fueron realizados por diferentes ingenieros y fontaneros venidos de los Países Bajos, con especial mención a Adrian van der Müller y Pietre Jansen. En estas tareas también intervinieron Juan Bautista de Toledo y Jerónimo de Algora, artífice, este último, de la presa que permitió desviar el cauce del arroyo Meaques, que discurría casi pegado al palacete, con los consiguientes problemas de humedad.
Una pieza clave fueron los embalses, ya que, además de las funciones que acabamos de citar, eran utilizados como reservas de peces, que se destinaban al consumo humano, aunque algunas de las especies, por su colorido y tamaño, se cultivaban también para el ornato. De hecho, uno de los méritos que motivaron la contratación de Müller fue su acreditada experiencia en “criar pescados”.
Los peces habían sido introducidos artificialmente en la Casa de Campo, traídos desde diferentes zonas húmedas. La primera gran repoblación de la que se tiene constancia tuvo lugar en 1572 y procedía del cercano Manzanares, donde eran abundantes las bogas y los barbos.
El arroyo Meaques, a su paso por la Casa de Campo.
Se construyeron cinco estanques contiguos y, aunque no está documentado, cabe pensar que tomasen como base una pequeña laguna natural previa. Se alimentaban del arroyo Meaques, de régimen preferentemente pluvial, con lo que, en época de lluvias intensas, era frecuente que sobrepasaran sus propias lindes.
Tenían planta rectangular y habían sido levantados con las técnicas que, en aquellos momentos, se empleaban en los Países Bajos, esto es, presas de doble muro de fábrica, rellenas interiormente con tierra compactada.
Identificación de los estanques en el plano de Pedro Teixeira (1656).
En su célebre plano de 1656, Pedro Teixeira los identifica con los nombres Grande, del Norte, del Medio, Longuillo y de la Higuera. Los cuatro primeros eran de gran envergadura, mientras que el quinto debía ser minúsculo, ya que no aparece dibujado en el mapa, tan solo enunciado (eso, o que quedase fuera de la perspectiva). Al menos tres de ellos tenían en su punto central lo que parecen surtidores o, quizá, pequeñas islas.
Podemos hacernos una idea de cuál era su aspecto gracias al cuadro Paisaje de la Casa de Campo (1634), de Félix Castello, donde, a pesar de estar reflejados en lontananza, llegan a ocupar casi una sexta parte del lienzo.
Los embalses estaban comunicados entre sí por medio de canalizaciones y algunos podían ser navegados por embarcaciones ligeras. Se encontraban separados por estrechas lenguas de tierra, que fueron plantadas en 1570 con una partida de doscientos a trescientos chopos, provenientes de Aranjuez.
En ese año se dieron por concluidas las principales obras hidráulicas de la Casa de Campo, como prueba el hecho de que Pietre Jansen, al que nos hemos referido más arriba, decidiera regresar a Holanda. Su hijo Juan permaneció en Madrid y tomó su relevo.
El lago actual
Los cinco estanques que centran nuestra atención han sufrido todo tipo de avatares a lo largo de los siglos. Pese a ello, subsisten de alguna manera en el actual lago de la Casa de Campo, que, con sus más de 80.000 metros cuadrados de superficie y casi tres metros de profundidad media, fue formado a partir de la conjunción parcial de aquellos.
La primera gran transformación se produjo en el siglo XVIII, al construirse un nuevo embalse, denominado Estanque Chico. A diferencia de los anteriores, que estaban dispuestos de manera contigua, éste estaba situado en un enclave exento, a cierta distancia del núcleo principal, en un lugar actualmente ocupado por unas pistas de tenis, en las inmediaciones de la desaparecida Iglesia de la Torrecilla.
La primera gran transformación se produjo en el siglo XVIII, al construirse un nuevo embalse, denominado Estanque Chico. A diferencia de los anteriores, que estaban dispuestos de manera contigua, éste estaba situado en un enclave exento, a cierta distancia del núcleo principal, en un lugar actualmente ocupado por unas pistas de tenis, en las inmediaciones de la desaparecida Iglesia de la Torrecilla.
Tenía una superficie de 5.135 metros cuadrados. Su finalidad era la cría de pescados y, más en concreto, de tencas, lo que le valió el sobrenombre de Estanque Tenquero. Pero también era conocido como de la Sartén, tal vez por la presencia de una diminuta península, semejante al mango de ese utensilio de cocina.
A principios del siglo XX todavía existía, como prueba el plano de 1910 que reproducimos más abajo, no así en tiempos de la Segunda República (1931-1939), cuando la Casa de Campo pasó a manos del Ayuntamiento de Madrid. En una memoria redactada en 1933, Manuel Muiño, concejal de Vías y Obras, se lamentaba de que estuviera "abandonado y en seco".
Con respecto a los cinco embalses primitivos, llegado el siglo XIX solo se mantenían tres. Dos de ellos fueron unidos y modelados dentro de un nuevo perímetro curvilíneo, aunque, en honor a la verdad, ya formaban una única masa de agua desde tiempo atrás, toda vez que las lenguas de tierra que los separaban habían quedado inundadas, tras años de abandono.
Estas lenguas no fueron eliminadas con las obras y todavía seguían en pie en 1933, como así se desprende de la siguiente descripción de Muiño: "el embalse está dividido por más de su mitad por un paso del terraplén formado sobre una estacada de espiga de seto, división que no es perceptible a simple vista por estar normalmente cubierta por las aguas".
No nos olvidamos del tercero de los embalses citados, el más occidental de todos, que el rey Alfonso XIII (r. 1886-1931) se reservó para la práctica del patinaje sobre hielo. Fue desecado una vez acabada la Guerra Civil (1936-1939) y sobre su solar se extiende hoy día una amplia explanada, cercana a la Glorieta de Patines, que se utiliza como aparcamiento.
El Estanque Chico, el Lago Grande y el Lago de Patinar en un plano de 1910 y en una fotografía aérea de 1977 (fuente: composición propia a partir de imágenes de HISDI-MAD).
- La Casa de Campo, una mirada a su pasado renacentista (3): los jardines (próximamente)
Bibliografía
La Casa de Campo, más de un millón años de historia, de José Luis Fernández, Ángel Bahamonde, Paloma Barreiro y Jacobo Ruiz del Castillo. Lunwerg Editores, Madrid, 2003.
La Casa del Campo, de Pedro Navascués, Carmen Ariza y Beatriz Tejero. En Agricultura de los Jardines, de Gregorio de los Ríos. Ediciones Amberley, Madrid, 2009.
La Casa de Campo, de bosque real a parque madrileño, de Luis Miguel Aparisi Laporta. Ediciones Amberley, Madrid, 2009.
Memoria sobre la labor realizada por el primer Ayuntamiento de la Segunda República Española, de Manuel Muiño Arroyo, Artes Gráficas Municipales, Ayuntamiento de Madrid, 1933.
Bibliografía
La Casa de Campo, más de un millón años de historia, de José Luis Fernández, Ángel Bahamonde, Paloma Barreiro y Jacobo Ruiz del Castillo. Lunwerg Editores, Madrid, 2003.
La Casa del Campo, de Pedro Navascués, Carmen Ariza y Beatriz Tejero. En Agricultura de los Jardines, de Gregorio de los Ríos. Ediciones Amberley, Madrid, 2009.
La Casa de Campo, de bosque real a parque madrileño, de Luis Miguel Aparisi Laporta. Ediciones Amberley, Madrid, 2009.
Memoria sobre la labor realizada por el primer Ayuntamiento de la Segunda República Española, de Manuel Muiño Arroyo, Artes Gráficas Municipales, Ayuntamiento de Madrid, 1933.