lunes, 2 de marzo de 2015

Monumento nacional a los héroes de las guerras coloniales

Centramos nuestra mirada en el desaparecido Monumento nacional a los héroes de las guerras coloniales, una colosal estructura de treinta metros de alto -el equivalente a un edificio de diez plantas-, que estuvo emplazado en el Parque del Oeste.


Fotografía de António Passaporte (1927-36). 
Fototeca del Patrimonio Histórico.

A principios del siglo XX Madrid fue adornada con diferentes monumentos que recordaban a los héroes del llamado desastre de 1898, una serie de conflictos bélicos que provocaron la pérdida por parte de España de sus últimas colonias de ultramar (en concreto, Cuba, Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam).

Fueron erigidos, entre otros, el célebre el Monumento a Eloy Gonzalo, que preside la Plaza de Cascorro; el dedicado a Vara de Rey y a los héroes de El Caney, en el Paseo de la Infanta Isabel; y el que ahora ocupa nuestra atención, sin duda el más ambicioso de todos ellos y uno de los hitos conmemorativos más grandiosos que se hayan hecho jamás en nuestra ciudad.


Fotografía de Otto Wünderlich (1920-36). Fototeca del Patrimonio Histórico.

La idea de este monumento surgió nada más arrancar el siglo XX, a partir de una iniciativa de la Cruz Roja, que apoyaron encendidamente intelectuales tan destacados como Ramiro de Maeztu, Pío Baroja y Azorín, como una expresión del movimiento regeneracionista que triunfaba en la época.

Sus escritos crearon una corriente de opinión favorable, que llevó a la constitución de una comisión encargada de recabar fondos y de convocar un concurso para su construcción. Estaba dirigida por el General Marqués de Polavieja y su secretario era el Comandante Burguete, quienes habían combatido tanto en Cuba como en Filipinas.


Fotografía de Otto Wünderlich (1920-36). 
Fototeca del Patrimonio Histórico.

En las bases del concurso se indicaba que el monumento no solo debía rendir homenaje a los héroes de guerra, sino también al pasado colonial de España. También se especificaba que tenía que ser de gran envergadura y que debía contar con una especie de capilla donde se pudiesen “esculpir los nombres de los conquistadores y de todos aquellos que perdieron su vida”.

El 2 de noviembre de 1906 el Ayuntamiento de Madrid, con el alcalde Alberto Aguilera a la cabeza, acordó cuál iba a ser su enclave, “un lugar apropiado del Parque del Oeste y en sitio principal que permitiera que fuese visto a su entrada en Madrid por los viajeros que llegaban a la capital por la estación del ferrocarril del Norte”.

El monumento debió levantarse en los meses siguientes, en lo alto de una loma próxima al Paseo de Camoens, donde hoy se erige la estatua ecuestre de Simón Bolívar. Su presupuesto fue de un millón de pesetas, una cantidad financiada inicialmente por la Cruz Roja, aunque las principales aportaciones provinieron de la suscripción popular.


Monumento a Simón Bolívar.

El arquitecto Mariano Belmás fue el autor del proyecto. Concibió un basamento escalonado de tres metros y medio de altura, que servía de asiento a un cuerpo arquitectónico de aire clasicista, todo ello realizado con materiales pétreos, procedentes de Segovia y Monóvar.

Éste estaba formado por columnas de ocho metros, dispuestas en círculo, que soportaban un entablamento octogonal, con frontones triangulares en cuatro de sus lados. Como coronación había un globo terráqueo de quince metros de circunferencia, hecho en hierro, sobre el que se apoyaba un fuste con una mujer alada, que portaba en la mano derecha una corona de laurel y en la izquierda una cartela con la palabra ‘Patria’.

Antes de decantarse por este grupo escultórico, Belmás barajó la posibilidad de rematar el conjunto con una gran cruz. Así puede comprobarse en el siguiente dibujo del Museo de Historia de Madrid, que él mismo realizó en el año 1903.




Además de la citada escultura, el monumento contaba con otras nueve. Cuatro leones custodiaban la base, mientras que, en la parte superior, descansaban las estatuas de dos descubridores (Núñez de Balboa y Magallanes) y dos combatientes (Vara de Rey y Fernando Villaamil, que no solo murió heroicamente, sino que también protagonizó la primera vuelta al mundo a vela de un buque-escuela español). Fueron realizadas por Aurelio Cabrera y Gallardo.

Con todo, el grupo escultórico más importante era el que llevaba por título Patria, obra de Julio González Pola, que se encontraba dentro del cuerpo principal, bajo la cubierta. Medía 3,5 metros de alto y representaba a una mujer, símbolo de la nación española, que recogía en sus brazos a un soldado que había dado la vida por ella.

Esta escultura recibió la primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes, celebrada en 1908. En el Palacio Real de El Pardo se conserva una reproducción en bronce del boceto original y en el Museo del Ejército existe otra versión, hecha también con este material.


Fotografía de Francisco José Pórtela Sandoval (1997).

El monumento poseía numerosas inscripciones, donde figuraban los nombres de los héroes de las campañas militares de Cuba y Filipinas, mezclados con los de descubridores y conquistadores. Estaban situadas en el entablamento superior, tanto en su parte interna como externa, así como en una serie de escudos, que sostenían con sus garras los leones de la base.


Servicio Histórico Militar.

Con el estallido de la Guerra Civil (1936-39), el conjunto quedó prácticamente destruido. Aunque con posterioridad ha habido varios intentos de reconstrucción, como el que protagonizó el escritor Francisco Anaya en 1954, ninguno de ellos llegó a prosperar.

No queremos despedir el presente artículo sin una breve referencia al Monumento a la memoria de los conquistadores del Nuevo Mundo, una arquitectura efímera de la que, creemos, Mariano Belmás tomó prestados varios elementos para su diseño. Fue llevado a cabo por Custodio Teodoro Moreno, con motivo del enlace de Fernando VII y María Cristina de Borbón el 11 de diciembre de 1829. 


Museo de Historia de Madrid.

Bibliografía

La Marina y el 98 en la escultura española, de Francisco José Portela Sandoval. Cuadernos Monográficos del Instituto de Historia y Cultura Naval, CSIC, Madrid, 1997.

Dibujos en el Museo de Historia de Madrid: arquitectura madrileña de los siglos XIX y XX, edición a cargo de Carmen Priego, con la colaboración de Eva Corrales y Ester Sanz. Museo de Historia, Madrid, 2010.

10 comentarios:

  1. Hola Jesús. Interesante post. Del protagonista del mismo, el monumento a los caídos en las guerras coloniales, no lo conocía, era muy aparatoso, al igual que el dedicado a los conquistadores del nuevo mundo.
    Hoy en día, es impensable que se realicen monumentos de este tipo, pero en esos años, parece que contra más grande mejor.
    Un abrazo.

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    1. Hola José. Eran otros tiempos; entonces se tenía una concepción de los monumentos muy diferente, no solo en lo que respecta a la forma, sino también temáticamente. ¿Te imaginas hoy día que alguien levantara un monumento a la patria, con lo denostado que está este concepto en este país con tantas convulsiones identitarias?

      Muchas gracias y un abrazo, Jesús

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  2. El monumento debía ser impresionante, desde luego fruto de una visión del arte y su función, y la sociedad del momento. En cualquier caso, una pena que se perdiera, como tantas cosas, de forma tan lamentable.
    El artículo es interesantísimo, y completo, y al menos a mí me descubre un tema nuevo. Muchas gracias, Jesús.

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    1. Hola Mercedes. Muchas gracias por tu comentario y me alegro mucho de que te haya gustado!!! Es una pena que este monumento se haya perdido, como tantos otros del Parque del Oeste, pero aquí se libró una cruenta batalla, que asoló lugares y vidas. En cualquier caso, y aunque muy desfigurado, el parque sigue siendo preciosos!!!

      Abrazos, Jesús

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  3. A mi también me descubre un montón de cosas que no conocía. Su enclave era muy acertado, como se ve en la segunda foto, a pesar de que hoy estaría más oculto por los grandes árboles del parque del Oeste. La mujer alada recuerda bastante a la de Metrópolis y yo diría que también se fijaron en él, conceptualmente, para el monumento a la constitución. Es una pena, en definitiva, su pérdida. Muchas gracias por el magnífico artículo, su espléndida documentación, ¡ah! y el enlace con Camões.
    Un abrazo

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  4. Hola Antonio. Completamente de acuerdo con lo del enclave, aunque, personalmente, creo que un monumento tan ambicioso como ése, debería haberse levantado en una zona urbana, más transitada. Es verdad lo del parecido con la "victoria" del Edificio Metrópolis (no había caído en ello) y sus vínculos conceptuales con el Monumento a la Constitución, al menos en lo que respecta a ese basamento convergente y a la presencia de una "capilla" en el centro (¡cómo afinas!). Por cierto, estuve en la Colección Abelló y salí encantado, muchas gracias por el recordatorio y por la recomendación de comprar el catálogo (como así hice).

    Muchas gracias y un abrazo, Jesús

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  5. Mi bisabuelo era Aurelio Cabrera. Muchas gracias por la información. Un saludo

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  6. Hola, soy argentino, mi bisabuelo fue condecorado por el Ejercito español y murió de fiebre amarilla durante la guerra de Cuba, está enterrado en el Cementerio de San Cristobal, en la Habana, y me ha emocionado mucho saber que existía un monumento a los caídos en esas últimas campañas coloniales españolas. Les mando saludos

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  7. ¿No resulta irónico (y sangrante) que en su lugar haya hoy una estatua de Bolívar? Esto en se me hace impensable en Francia o en el Reino Unido, por ejemplo. Es para hacérnoslo mirar.

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    1. Completamente de acuerdo. Al payaso enano de Bolívar ni agua

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