lunes, 30 de abril de 2012

El Dos de Mayo madrileño, en Sevilla

Viajamos hasta Sevilla, en busca de una singular representación del Dos de Mayo madrileño, que se encuentra en el espectacular recinto de la Plaza de España, obra maestra del arquitecto Aníbal González.



Este espacio, proyectado para la Exposición Iberoamericana de 1929, alberga 48 bancos, uno por cada una de las provincias españolas, cuyos respaldos están decorados con composiciones de azulejos, que aluden a hechos históricos identificativos de cada lugar.

Los murales cerámicos fueron realizados por varios autores, entre los que cabe destacar a Ramos Rejano, José Mensaque, Pedro Navia y Manuel García Montalván, además de la fábrica Los Remedios (propiedad de José Laffite) y la Alfarería Bernal.

Madrid está representada con lo mejor que tiene: su pueblo. El mismo que se levantó heroicamente el 2 de mayo de 1808, mientras políticos, aristócratas, clérigos, jerarquía militar y realeza contemplaban pasivamente cómo los franceses se hacían con el país.


Fuente: Leyendas de Sevilla.

La escena que identifica a nuestra ciudad y a nuestra comunidad se corresponde con la defensa del Cuartel de Artillería de Monteleón, comandada por los capitanes Luis Daoíz y Pedro Velarde, quienes, desoyendo las órdenes de acuartelarse de sus superiores, se pusieron al frente de un puñado de hombres y mujeres, entre vecinos y militares insurrectos.


El Cuartel de Monteleón, durante su derribo en 1868.

Como testigo de aquella batalla, queda el humilde arco que preside la Plaza del Dos de Mayo, en el barrio de Malasaña, el único resto que nos ha llegado del viejo Cuartel de Monteleón. A sus pies se sitúa el grupo escultórico que rinde homenaje a Daoíz  y Velarde, realizado por Antonio Solá en 1822.

Pero, volviendo a Sevilla, sorprende saber que el hecho histórico que inicialmente se había elegido para representar a Madrid estaba vinculado con Fernando VII, tal vez el monarca más odiado de nuestra historia.


Museo Balaguer (Vilanova i la Geltrú, Barcelona).

Afortunadamente, se dio marcha atrás y se optó por el levantamiento popular del Dos de Mayo, a partir de una reproducción del cuadro La defensa del parque de Monteleón, que pintó Joaquín Sorolla en 1884.

La composición de azulejos que Sevilla dedica a Madrid se completa con varios escudos, dos vistas de la ciudad (una del Palacio Real y otra del Museo del Prado) y un mapa provincial, que se destacan en medio de una profusa ornamentación floral.

lunes, 23 de abril de 2012

Primer depósito elevado del Canal de Isabel II

La Calle de Santa Engracia alberga una de las estructuras de uso industrial más bellas de España. Se trata del primer depósito elevado del Canal de Isabel II, que se construyó entre 1908 y 1911, para que el agua llegara sin dificultades a las zonas más altas de Madrid.



Este problema se evidenció a finales del siglo XIX y principios del XX, coincidiendo con la expansión de la ciudad hacia el norte, donde fácilmente se superan los 660 metros de altitud. Por encima de esta cota, era imposible garantizar el suministro mediante los viejos depósitos enterrados, los primeros que utilizó el Canal para recibir y almacenar el agua procedente del río Lozoya.

En 1900 vio la luz el Proyecto de Distribución del Agua, que supuso el final de estas grandes cisternas de inspiración romana y el inicio de la era de los depósitos elevados, que, gracias al principio de los vasos comunicantes, eran capaces de llevar el agua a todas las viviendas.

El primer depósito elevado del Canal de Isabel II fue proyectado siete años después, en 1907. Consiste en una torre de 36 metros de altura, en cuyo interior, en la parte superior, descansa un enorme vaso metálico, que tiene una capacidad de 1.500 metros cúbicos.


Fuente: Ayuntamiento de Madrid.

La función de este recipiente era regular la presión del agua destinada a los barrios de Salamanca, Chamberí y Cuatro Caminos, entre otros núcleos surgidos con el ensanche.

Su llenado era posible gracias a una central elevadora, situada en las inmediaciones, que captaba el agua desde un depósito subterráneo próximo y la bombeaba hasta lo más alto de la torre. Para llevar a cabo este proceso, era necesaria una maquinaria dotada con una potencia de 1.400 CV.

La central en 1912. Fuente: Canal de Isabel II.

Los artífices de este complejo fueron los ingenieros Luis Moya Idígoras, que se responsabilizó del depósito, y Ramón de Aguinaga, autor de la central, quienes contaron con la colaboración de Diego Martín Montalvo.

Moya  fue más allá de las típicas 'torres de agua' y concibió una obra de absoluta modernidad, aunque claramente influenciada por el historicismo de la época.

Se aprecian así reminiscencias medievalistas y, más en concreto, mudéjares, no sólo en el tipo de fábrica utilizado, con claro dominio del ladrillo sobre la piedra, sino también en las formas, que emulan construcciones militares.

Incluso, tenía previsto revestir el tambor de la cúpula con azulejos blancos y verdes, al más puro estilo del mudéjar aragonés, idea que finalmente no pudo ser ejecutada.

El depósito tiene planta de poliedro de doce lados, sobre los cuales se levantan sólidos contrafuertes, concebidos para soportar los 1.500 metros cúbicos de agua que, como se ha dicho, era capaz de almacenar el recipiente superior. En su interior, es cilíndrico.



La torre se estrecha y se hace circular en su parte más alta, para poder alojar la cúpula con tambor que sirve de corona. Está hecha en zinc, lo que confiere al conjunto un aire todavía más sugerente.

Con respecto a la central elevadora, es de planta rectangular y está realizada enteramente en ladrillo. Destacan sus grandiosos paneles acristalados, enmarcados en esbeltas arcadas, y su chimenea exenta.

El depósito y su central estuvieron operativos hasta 1952. En 1985, la Comunidad de Madrid, por entonces presidida por Joaquín Leguina, procedió a su restauración y a su acondicionamiento para uso cultural.

La rehabilitación corrió a cargo de Javier Alau y Antonio Lopera Arazo, quienes respetaron escrupulosamente las características originales. Su trabajo fue reconocido con el Premio Europa Nostra.

En el año 1986 fue inaugurada la Sala de Exposiciones del depósito, con una muestra sobre el pintor Salvador Dalí. En la actualidad sigue funcionando como espacio cultural, especializado en el campo de la fotografía.

Fuente: Google Earth.

viernes, 20 de abril de 2012

La Casa de Campo, más de ochenta años como parque municipal

Tal día como hoy, un 20 de abril de 1931, el Real Sitio de la Casa de Campo se convertía en un espacio público, bajo titularidad municipal, tras procederse a la incautación de los bienes de Alfonso XIII por parte del Estado.

La medida, llevada a cabo sólo seis días después de proclamarse la Segunda República, permitió al pueblo de Madrid disfrutar de lo que, desde tiempos de Felipe II, había sido una de las posesiones más preciadas de la Corona.

Todo ello quedó escenificado el 1 de mayo siguiente, con la apertura de puertas y la llegada de miles de familias madrileñas, que, literalmente, asaltaron el recinto. Sin duda alguna, fue una manera muy especial de celebrar la Fiesta del Trabajo.

La fotografía inferior, obra de José María Díaz Casariego -por aquel entonces reportero gráfico de la revista Crónica- da cuenta del ambiente multitudinario de aquella histórica jornada.



Según distintas estimaciones de la época, fueron más de 200.000 los ciudadanos que acudieron a la Casa de Campo ese día y los sucesivos, como puede apreciarse en esta nueva foto, igualmente tomada por Casariego.



Pocos días después, el 6 de mayo, tuvo lugar el solemne acto oficial mediante el cual se hacía entrega al Ayuntamiento de Madrid de la antigua finca real.

La imagen adjunta, realizada por Félix Albero y Francisco Segovia, capta el momento en el que el notario Pedro Tobar (en el centro de la mesa) lee la escritura de propiedad, desde la misma Casa de Campo. A la derecha aparece Indalecio Prieto, Ministro de Hacienda, y, a la izquierda, se sitúa Pedro Rico, Alcalde de Madrid.

martes, 17 de abril de 2012

La Fuente del Pequeño Tritón

Artículo actualizado el 21 de noviembre de 2014.



Nos dirigimos al Retiro, en busca de la Fuente del Pequeño Tritón, a la que tradicionalmente se le ha atribuido un origen renacentista o barroco, aunque en la actualidad parece quedar demostrado que fue hecha a mediados del siglo XIX.

Está ubicada muy cerca de la Puerta de Hernani, uno de los dieciocho accesos con los que cuenta el parque. Se halla junto a la Fuente de las Sirenas, con la que forma un eje longitudinal que se prolonga hasta la Fuente de los Galápagos, en el vértice noroeste del Estanque Grande.

A pesar de su situación, la fuente no procede del Buen Retiro, sino del Real Sitio de la Casa de Campo. Aquí estuvo hasta 1943, año en el que fue trasladada a su enclave actual, en el contexto de la remodelación paisajística llevada a cabo por Cecilio Rodríguez (1865-1953), en el entorno de la Puerta de Hernani.


La fuente en 1931, en el Paseo de los Plátanos de la Casa de Campo.

Sobre su datación, ha habido siempre dos posturas: quienes pensaban que era del siglo XVIII (como así consta en la base de datos del propio Ayuntamiento de Madrid) y quienes defendían que fue realizada en el siglo XVI o en la primera mitad del XVII, cuando la Casa de Campo alcanzó su momento de mayor apogeo constructivo.

Sin embargo, hoy día sabemos que la fuente es decimonónica. En un informe publicado el 8 de noviembre de 2014, Alberto Tellería Bartolomé, perteneciente a la asociación Madrid Ciudadanía y Patrimonio, deja claro que la pieza se corresponde con un modelo comercializado por M. Ducel, una fábrica francesa surgida en el siglo XIX, especializada en la fundición en hierro de ornamentos artísticos.


Fotografía del Ayuntamiento de Madrid.

Alberto Tellería cree que la fuente fue encargada en Londres en 1851, coincidiendo con la Gran Exhibición de la Industria de Todas las Naciones, que M. Ducel aprovechó para presentar su catálogo de objetos de fundición.

Esta hipótesis cobra fuerza si se tiene en cuenta que, por esas fechas, la Casa de Campo se había quedado prácticamente sin elementos decorativos. No resulta descabellado pensar que fuese comprada para compensar ese vacío.

En concreto, estamos hablando de la estatua ecuestre de Felipe III, que fue llevada en 1848 desde la Casa de Campo a la Plaza Mayor, y de la Fuente del Águila, que fue desmantelada para ser colocada en el Campo del Moro, aunque finalmente acabó en San Lorenzo de El Escorial.


La fuente en su primitiva ubicación, en una fotografía atribuida al jardinero Javier Winthuysen Losada (1874-1956).

La fuente ha tenido varios nombres en sus casi dos siglos de historia. Ha sido conocida como Fuente del Niño, como Fuente del Príncipe y, en tiempos de la Segunda República (1931-1939), como Fuente del Ruiseñor.

Su denominación actual hace referencia al motivo principal del grupo escultórico: un niño tritón, coronado con una rama de laurel, que cabalga a lomos de un pez, de cuya boca sale un chorro de agua.

Todos estas figuras se sostienen sobre una taza conformada por dos delfines, con las colas hacia arriba, si bien cabe suponer que inicialmente fueron tres, dado el vacío existente en uno de los ángulos de la basa triangular que sirve de apoyo. El conjunto mide un metro de altura.



Existen otras esculturas como la del Retiro, salidas de la fábrica de M. Ducel, en ciudades como Bilbao o Blérancourt (Francia). Incluso el madrileño Palacio de Liria llegó a tener una fuente, hoy desaparecida, con un grupo idéntico al del Retiro.

Bibliografía

La Casa de Campo, de bosque real a parque madrileño, de Luis Miguel Aparisi Laporta. Ediciones Amberley, S.L. Madrid, 2009.

La Fuente del Pequeño Tritón (de la Casa de Campo al Parque del Retiro): Un enigma casi resuelto, de Alberto Tellería Bartolómé. Madrid Ciudadanía y Patrimonio, 2014.