Año 1887 ('La Ilustración Ibérica').
Fue inaugurado con motivo de la Exposición Nacional de Minería, Artes Metalúrgicas, Cerámica, Cristalería y Aguas Minerales, que tuvo lugar en el año 1883 en el llamado Campo Grande, una zona del Retiro que se mantuvo silvestre hasta el reinado de Isabel II (r. 1833-1868).
El ingeniero de minas Enrique de Nouvion se hizo cargo del proyecto. Trazó un recinto cerrado con dos accesos, cuyo punto de referencia era el Pabellón Central, bautizado posteriormente como Palacio de Velázquez en honor a su arquitecto, el célebre Ricardo Velázquez Bosco (1843-1923).
Desde este edificio se abría una avenida flanqueada con estatuas de rana de gran tamaño, que conducía a un lago. En la ribera meridional fue levantada una composición de rocalla, por la que caía una cascada de agua, y sobre ella el Pabellón Real, obra igualmente de Velázquez Bosco.
Año 1900 (Memoria de Madrid).
A pesar de su nombre oficial, no era un pabellón como tal, entendido como un espacio expositivo, sino que fue concebido como un hito paisajístico y, aprovechando su situación en lo alto de una pequeña loma, también como un mirador.
Aunque su apariencia nazarí podía resultar sorprendente en el contexto de una exposición industrial, era un ejemplo más del alhambrismo que triunfaba en la época. Además, estos rasgos eran percibidos como una seña de identidad nacional, como prueban los pabellones neoárabes que España llevó a casi todas las exposiciones internacionales celebradas en el siglo XIX.
No debe extrañar, por tanto, que este estilo se reservara para el pabellón que, por su topónimo alusivo a la monarquía y por su enclave privilegiado, estaba llamado a simbolizar lo hispánico.
Año 1883 (Jean Laurent, Fototeca del Patrimonio Histórico).
Estaba integrado por un cuerpo cúbico que aparentaba tener dos plantas al exterior, si bien en el interior era completamente diáfano. Sus cuatro lados estaban abiertos por una doble galería de arcos de herradura, de medio punto los inferiores y apuntados los superiores.
Aunque su apariencia nazarí podía resultar sorprendente en el contexto de una exposición industrial, era un ejemplo más del alhambrismo que triunfaba en la época. Además, estos rasgos eran percibidos como una seña de identidad nacional, como prueban los pabellones neoárabes que España llevó a casi todas las exposiciones internacionales celebradas en el siglo XIX.
No debe extrañar, por tanto, que este estilo se reservara para el pabellón que, por su topónimo alusivo a la monarquía y por su enclave privilegiado, estaba llamado a simbolizar lo hispánico.
Año 1883 (Jean Laurent, Fototeca del Patrimonio Histórico).
Estaba integrado por un cuerpo cúbico que aparentaba tener dos plantas al exterior, si bien en el interior era completamente diáfano. Sus cuatro lados estaban abiertos por una doble galería de arcos de herradura, de medio punto los inferiores y apuntados los superiores.
En la fachada que daba al lago había dispuesto un pórtico, concebido como una terraza. Se cubría con un tejado a cuatro aguas y contaba con una balaustrada, formada por una sucesión de arcos.
Por la parte trasera arrancaba una ría, que, después de un reducido recorrido, iba a desembocar a un pequeño estanque del que brotaba un surtidor, que era el que alimentaba de agua a la cascada de la rocalla.
Por la parte trasera arrancaba una ría, que, después de un reducido recorrido, iba a desembocar a un pequeño estanque del que brotaba un surtidor, que era el que alimentaba de agua a la cascada de la rocalla.
La parte trasera a principios del siglo XIX.
El Pabellón Real se encontraba coronado con una cúpula bulbosa, adornada con escamas, pintadas inicialmente en tonos dorados, y con remate de aguja.
Este elemento arquitectónico no debió estar listo cuando el certamen fue inaugurado el 27 de mayo de 1883, como puede comprobarse en la siguiente fotografía de Jean Laurent (1816-1886), tomada probablemente por esas fechas.
Año 1883 (Jean Laurent, Fototeca del Patrimonio Histórico).
Es posible que la cúpula fuera instalada en los meses estivales, cuando se decidió cerrar temporalmente la exposición ya que muchas instalaciones habían quedado sin concluir (el 8 de septiembre el recinto ferial reabrió sus puertas, una vez acabadas todas las obras pendientes).
Cabe pensar que Velázquez Bosco se inspirara en el trabajo de restauración que, a mediados del siglo XIX, hizo Rafael Contreras (1826-1890) en el Patio de los Leones, de la Alhambra. Uno de sus templetes fue adornado con una cúpula de escamas vidriadas, que históricamente nunca existió.
Segunda mitad del siglo XIX (Jean Laurent).
Tras celebrarse la Exposición Nacional de Minería, el Campo Grande del Retiro fue nuevamente intervenido para acoger otro gran evento, la Exposición General de las Islas Filipinas, que se desarrolló durante el verano y otoño de 1887.
El entorno del Pabellón Real fue modificado sustancialmente. En la ribera occidental del lago Velázquez Bosco construyó el majestuoso Palacio de Cristal que todos conocemos, al tiempo que amplió la superficie acuática, para facilitar la navegación de embarcaciones indígenas, traídas ex profeso desde la antigua colonia.
Año 1908 ('La Ilustración Española y Americana').
Esos paseos en barca se prolongaban más allá del estanque, a través de una nueva ría, excavada para la ocasión, que llegaba hasta la llamada Ría de Patinar, un estanque con isla creado en 1876 para la práctica del patinaje sobre hielo.
El Pabellón Real volvió a ser utilizado en 1908, durante la Exposición General de Bellas Artes. Si bien no albergó ninguna muestra, fue uno de los escenarios del acto inaugural, que contó con la presencia de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia.
Año 1908 ('La Ilustración Española y Americana').
A principios del siglo XX fue cegada la ría a la que nos acabamos de referir, mientras que el Pabellón Real desapareció en la década de los cincuenta, debido su avanzado deterioro. Afortunadamente, sí que hemos conseguido conservar el Palacio de Velázquez y el conjunto formado por el Palacio de Cristal, el lago y la estructura de rocalla, aunque ésta de modo parcial.
En palabras del historiador alemán Adrian von Buttlar (1948), se trata de "la mejor parcela de trazado paisajista de la segunda mitad del siglo XIX". Casi nada.
Esos paseos en barca se prolongaban más allá del estanque, a través de una nueva ría, excavada para la ocasión, que llegaba hasta la llamada Ría de Patinar, un estanque con isla creado en 1876 para la práctica del patinaje sobre hielo.
El Pabellón Real volvió a ser utilizado en 1908, durante la Exposición General de Bellas Artes. Si bien no albergó ninguna muestra, fue uno de los escenarios del acto inaugural, que contó con la presencia de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia.
Año 1908 ('La Ilustración Española y Americana').
A principios del siglo XX fue cegada la ría a la que nos acabamos de referir, mientras que el Pabellón Real desapareció en la década de los cincuenta, debido su avanzado deterioro. Afortunadamente, sí que hemos conseguido conservar el Palacio de Velázquez y el conjunto formado por el Palacio de Cristal, el lago y la estructura de rocalla, aunque ésta de modo parcial.
En palabras del historiador alemán Adrian von Buttlar (1948), se trata de "la mejor parcela de trazado paisajista de la segunda mitad del siglo XIX". Casi nada.