En esta ocasión dirigimos nuestra mirada al Panteón de la Familia de la Gándara, un templete de planta octogonal, construido en el año 1881 por el arquitecto Alejandro de Herrero y Herreros. En su interior se encuentra el llamado ángel de Monteverde, uno de los grupos escultóricos más exquisitos y elegantes de la capital.
Este conjunto fue labrado en 1883 por el escultor Giulio Monteverde (1837-1917), un excepcional artista de origen italiano, que fue injustamente despreciado durante buena parte del siglo XX, debido a su apego por las formas clásicas, en un momento en el que se imponían las vanguardias.
Realizada en Roma en mármol de Carrara, la escultura nos muestra a un ángel de formas andróginas (acaso plenamente femeninas), ataviado con un vestido largo, en el que son visibles varias estrellas de cinco puntas, que quizá se corresponden con símbolos masónicos.
Se encuentra sentado sobre un sarcófago, que aparece cubierto por un enorme manto de múltiples pliegues. Su mirada entornada y su actitud observadora, entre expectante y custodia, parecen transmitir la necesidad de la aceptación de la muerte, desde la seguridad de quien conoce la irreversibilidad del proceso.
El ángel de Monteverde, o ángela como defienden algunos, nos ha evocado otras estatuas madrileñas que también representan a estos seres sobrenaturales. El más antiguo de todos los que se conservan es el que corona el frontón del Palacio de Santa Cruz, sede del Ministerio de Asuntos Exteriores, una obra esculpida por Antonio Herrera Barnuevo en la primera mitad del siglo XVII.
Aunque si hablamos de antigüedad, tal vez haya que referirse al Santo Ángel de la Guarda que estuvo en la desaparecida ermita del mismo nombre. Fue rescatado de la Puerta de Guadalaxara, uno de los accesos de la muralla medieval, tras incendiarse en 1582. De esta imagen no queda nada, más allá del topónimo Puerta del Ángel, que se aplica a una estación de metro y a una zona urbana.
Otro ángel perdido es el que decoraba el Monumento a las víctimas del atentado contra Alfonso XIII, levantado en 1908 en la embocadura de la Calle Mayor con Sacramento. El proyecto se debió al arquitecto Enrique Repullés y Vargas, si bien los trabajos escultóricos recayeron sobre Aniceto Marinas.
El monumento al que nos acabamos de referir fue desmantelado durante la Segunda República (1931-39). En 1963 fue erigido un nuevo hito conmemorativo, mucho más modesto, que también incorpora un ángel. Su autor fue Federico Coullaut-Valera.
Pero, sin duda alguna, el ángel más famoso que tenemos en Madrid es el Ángel Caído, una celebrada creación de Ricardo Bellver, que, desde 1885, preside la glorieta homónima, en el Parque del Buen Retiro.
Lamentablemente no podemos admirar el ángel de bronce que Bellver hizo precisamente para el Panteón de la Familia de la Gándara, en concreto para su parte superior, ya que fue retirado y reemplazado por una sencilla cruz de piedra.
En el número 3 de la Calle de los Milaneses, muy cerca de la Calle Mayor, existe otro ángel, encaramado a lo alto de un edificio, con la cabeza hacia abajo, incrustada dentro de un muro. Lleva por título Accidente aéreo y fue terminado en 2005 por el escultor Miguel Ángel Ruiz.
Y finalizamos con la figura que remata la cúpula del Edificio Metrópolis, en la Calle de Alcalá. Aunque no se trata de un ángel, sino de una Victoria alada, la incluimos aquí por su alto valor icónico. Fue fundida en bronce por el ya citado Federico Coullaut-Valera e instalada en 1972, en sustitución del ave fénix que había antes, símbolo de La Unión y el Fénix, primera propietaria del inmueble.