La romería de San Isidro siempre fue un tema recurrente en la obra de Francisco de Goya. Encontramos alusiones a esta tradición en su época de pintor de cartones y en sus célebres pinturas negras, consideradas como el primer gran embrión del arte moderno.
Nos centramos en estas últimas creaciones y, más en concreto, en la Peregrinación a la fuente de San Isidro, uno de los catorce murales que el artista pintó sobre las paredes de la Quinta del Sordo, su última residencia en España, donde hace una revisión dramática de la festividad del 15 de mayo.
Esta vivienda se encontraba en la orilla derecha del río Manzanares, junto al Puente de Segovia, en el antiguo término municipal de Carabanchel. Goya la compró en 1819 y ahí estuvo viviendo hasta 1824, cuando partió hacia el exilio, rumbo a Burdeos.
Es probable que el artista comenzara las pinturas negras en 1820, un año después de una grave enfermedad que le tuvo al borde de la muerte y que, tal vez, se encuentre en el origen de esta tétrica serie pictórica, tan alejada de la luz y vitalidad de sus primeras etapas costumbristas.
La Quinta del Sordo, hacia 1900. Fuente: 'Blanco y negro'.
Si bien hay constancia de ellas desde 1828, año en el que fueron catalogadas por primera vez por Antonio de Brugada, puede decirse que las pinturas negras salieron a la luz pública en 1874, cuando Émile D'Erlanger se fijó en ellas para venderlas en la Exposición Universal de París de 1878.
Con tal fin, D'Erlanger contrató al pintor y restaurador Salvador Martínez Cubells. El proceso de extraer las pinturas desde el revoco donde fueron plasmadas, para trasladarlas a lienzo, fue tan lento como laborioso y, desde luego, no fue inocuo, ya que provocó importantes pérdidas de materia pictórica.
Afortunadamente, nadie compró los cuadros, que finalmente fueron donados al Museo del Prado, donde se exponen desde 1881. La serie de catorce obras se encuentra completa en la pinacoteca madrileña, si bien algunas teorías apuntan a que existe una decimoquinta pintura negra, en una colección privada de Nueva York.
Pero volviendo a la Peregrinación a la fuente de San Isidro, no está del todo claro que sea realmente una representación de la romería madrileña, ya que Goya no puso título a ninguna de las obras que realizó en la Quinta del Sordo.
El ya citado Antonio de Brugada consideró que el cuadro reflejaba una procesión del Santo Oficio, basándose en el personaje de la esquina inferior derecha, vestido con los hábitos de la Inquisición. De ahí que también sea conocido como El Santo Oficio o como Procesión del Santo Oficio.
La obra es un buen exponente de las constantes que definen a las pinturas negras. Su composición desequilibrada, con una piña de figuras agolpada en uno de los ángulos, mientras en el extremo opuesto se abre el vacío, es un rasgo que aparece en otros cuadros de la serie.
Otro elemento común es la gama cromática utilizada, con los grises, negros y ocres como colores dominantes, que crean una atmósfera tenebrosa y terrible, sólo rota por el claro que se ve al fondo y al que la multitud se encamina buscando una salida, que lamentablemente no va a llegar, al tratarse del ocaso.
Sin olvidar las facciones desencajadas y grotescas de los personajes, que ponen rostro al concepto de esperpento acuñado por Valle-Inclán un siglo después, y que remarcan la trágica visión del último Goya sobre una España sin rumbo y arrebatada.
Hola Jesús,
ResponderEliminarEl último párrafo de este oportuno post es de lo más premonitorio. Describe bastante bien, casi dos siglos después, la situación que nos toca vivir. Pero seamos positivos, confiemos más en nuestros potenciales y en... S. Isidro, que todo lo solucionaba!!!
Un abrazo.
Hola Antonio:
ResponderEliminarOtra vez puntual y fiel en los días de puente (muchas gracias). Confiemos en nuestro patrón San Isidro para ver si recuperamos tiempos mejores.
Gracias y un abrazo, Jesús
Hola Jesus. No le pongais tanta presión al santo, pobrecillo.
ResponderEliminarDetallado post el que nos has mostrado, detallando las obras que Goya hizo sobre la fiesta de San Isidro.
Pongamos el organillo a sonar y .....Viva San Isidro.
Un abrazo.
Hola José:
ResponderEliminarMe añado a ese viva y a ver si es verdad que el santo nos endereza un poquito y nos marca el camino a seguir.
Muchas gracias y un abrazo, Jesús
Hola
ResponderEliminarAcabo de descubrir por casualidad el blog y me parece que te has ganado un seguidor mas, ya que yo tambien soy un apasionado de las curiosidades e Historia de esta ciudad.
El blog esta curradisimo y por lo que he podido ver tienes cosas muy pero muy interesantes. Me ire poniendo al dia poco a poco
Dani
Hola Dani:
ResponderEliminarBienvenido y muchas gracias. Eres muy generoso con tus comentarios, sólo esperamos estar a la altura de los amantes de esta ciudad, que somos muchos y en número creciente.
Un saludo, Jesús
Hola Jesús,
ResponderEliminarDe vuelta de unos días alejado del mundanal ruido isidril, te felicito por el post, que entre otras cosas, me ha traído recuerdos infantiles. Viví en el paseo de la Ermita del Santo y jugaba con Alejandro, hijo de los guardeses de la Quinta del Sordo (entonces propiedad de Unión Española de Explosivos), que habitaban la susodicha casa.
Creo recordar haber visto en su casa algunos tabiques decorados de forma "tenebrosa" y, para mis ocho años, "horrorosa". ¿Serían parte de esas pinturas?. ¡Quién pudiera rebobinar en el tiempo y comprobarlo!
Otra vez felicidades.
Un abrazo.
Hola Manuel:
ResponderEliminarSiempre sorprendiéndonos... Es increíble!!! Vaya anécdota nos acabas de contar, como quien no quiere la cosa... No sé si tienes escrito algún libro, pero, si no es así, por favor que no se haga esperar.
Gracias y un abrazo, Jesús
Amigo Jesús, lo de plantar un árbol y tener un hijo son pruebas superadas y de experiencias "mundológicas", afortunadamente, creo que estoy bien surtido, pero lo de escribir un libro...prefiero seguir dejándoselo a mi mujer.
ResponderEliminarAún así, gracias por valorar mis posibles dotes de seudo escritor. Quien sabe si algún día...
Un abrazo.
Suscribo lo que dice Manuel Romo, yo viví entre las calles Daimiel y San Rufo hasta que cumplí los quince, y entonces estaba pegadita la Estación de Goya que sustituyó a los terrenos de la Quinta del Sordo. Por debajo de la estación quedaban unos descampados de La Unión Española de Explosivos, limitados por un muro con un agujero, por donde nos colábamos todos los chiquillos a los descampados a jugar y hacer deporte. Actualmente, creo que de la Estación de Goya quedan dentro del Pinar de Caramuel un par de casillas alargadas que creo que pertenecían al trayecto de la estación, no sé si eran apeadero o algo por el estilo.
ResponderEliminarHola Anónimo:
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario y por compartir con nosotros todas esas experiencias, que me tienen maravillado!!!
Saludos desde "Pasión por Madrid", Jesús