Se trataba de que los príncipes e infantes dispusieran de un lugar privado, lejos de los rigores de palacio, donde pudieran estar en contacto con la naturaleza y desarrollar diferentes actividades, como la caza, la gastronomía o la música, sin la etiqueta que exigía su rango.
Las visitas reales no duraban más de un día, lo que explica la ausencia de dormitorios y, en algunos casos, como el de El Pardo, también de cocinas.
En la Comunidad de Madrid existen cuatro edificaciones de estas características. Las dos más antiguas se encuentran en el Real Sitio de El Escorial y fueron construidas entre 1771 y 1773 por el arquitecto Juan de Villanueva (1739-1811), a quien tanto debemos los madrileños.
La Casita de Abajo estuvo destinada a Carlos IV (1748-1819), cuando todavía era Príncipe de Asturias, mientras que la de Arriba la ocupó su hermano, Gabriel de Borbón.
En 1784, cuatro años antes de subir al trono, el príncipe Carlos se hizo una nueva 'casita', esta vez en El Pardo, a partir de un diseño igualmente firmado por Villanueva. Las obras concluyeron al año siguiente, si bien los trabajos de decoración se prolongaron hasta 1788, el mismo año de su entronización.
Sin embargo, el monarca no llegó nunca a utilizarla. En su calidad de soberano, con numerosos recintos palaciegos a su entera disposición, el sencillo casino de El Pardo se le había quedado pequeño, antes incluso de estrenarlo.
Esto no significa que renunciara a tener su propia casa de campo. Muy al contrario, se hizo levantar otra mucho más suntuosa en el Real Sitio de Aranjuez, quizá su lugar de residencia preferido, en lo que puede calificarse como su proyecto más personal.
Surgió así la Casa del Labrador (1790-1803), la cuarta y última de las 'casitas' reales levantadas en la región madrileña, aunque con visibles diferencias respecto a las otras tres, al no estar concebida para un príncipe heredero, sino para todo un rey.
Es, además, la mayor de todas ellas, con un concepto más cercano al de un palacio, que al de un simple pabellón de recreo. Pero, como las otras, comparte ese planteamiento de enclave privado y apartado, en la naturaleza, alejado de las exigencias protocolarias.
Su autor también fue Juan de Villanueva, pero, en este caso, el diseño original fue sustancialmente modificado por Isidro González Velázquez (1765-1829), su más aventajado discípulo.
Descripción
Desde el punto de vista arquitectónico, la de El Pardo es la más sencilla de todas las 'casitas de príncipes' existentes en la Comunidad de Madrid. A pesar de ello, o tal vez por ello, muchos autores han querido ver en este edificio un claro precedente del Museo del Prado, la obra maestra que Villanueva comenzó en el año 1785.
Estamos ante una pequeña estructura de fuerte horizontalidad y de una gran pureza neoclásica. Tiene una única planta, de unos cinco metros de altura, y ocupa una superficie rectangular de apenas 400 metros cuadrados, con dos jardines custodiando los lados principales.
El exterior destaca por el cromatismo de sus materiales de fábrica. La combinación del ladrillo en los muros, la sillería de granito en los contornos y el emplomado en las cubiertas no sólo no desvirtúa los rasgos clasicistas, sino que, en cierto sentido, los subraya.
De hecho, fue la primera vez que Villanueva conjuntó estos materiales, en lo que puede entenderse como un ensayo de lo que después sería el Museo del Prado.
El edificio se articula alrededor de un núcleo principal, integrado por dos vestíbulos contiguos, desde donde parten dos alas longitudinales. El ala septentrional, con cuatro estancias, estaba reservada al príncipe y a su familia, mientras que el ala meridional se organiza en tres salas, que podían ser utilizadas por los invitados.
Hay dos accesos. El principal está situado en la fachada oriental, la más próxima al Palacio Real de El Pardo, y consiste en un pórtico con dos columnas jónicas, presidido por un escudo realizado por el escultor Pedro Michel (1728-1809), en el que está labrado el nombre Carlos.
Más sencilla, si cabe, es la entrada occidental. Está formada por un simple vano, rematado en medio punto, sobre el que asoma una pequeña cúpula de media naranja.
Plano de la Casita del Príncipe y sus jardines. Año 1867.
Ambas entradas están enfrentadas, con los vestíbulos como eje de unión, configurándose una especie de corredor, mediante el cual se comunican los dos jardines con los que cuenta el recinto. Pero de ellos, y del suntuoso interior, hablaremos en la próxima entrega.
Véase también
- La Casita del Príncipe, de El Pardo (2)
Artículos relacionados
Sobre Juan de Villanueva:
- La Casita del Príncipe, de El Escorial
- La Puerta del Labrador
- Villanueva en Aranjuez
- Juan de Villanueva, el Corpus y la Custodia procesional
- La gruta del Campo del Moro: descripción y denuncia
Plano de la Casita del Príncipe y sus jardines. Año 1867.
Ambas entradas están enfrentadas, con los vestíbulos como eje de unión, configurándose una especie de corredor, mediante el cual se comunican los dos jardines con los que cuenta el recinto. Pero de ellos, y del suntuoso interior, hablaremos en la próxima entrega.
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