Una de las grandes preocupaciones del autor fue la captación de la luz, como ya hemos tenido ocasión de apreciar en las anteriores entregas. Volvemos a comprobar este extremo en la fotografía que reproducimos más abajo, en la que Wünderlich prescinde de todo lo accesorio para subrayar la amplitud del cielo y de la corriente. La silueta de las dos lavanderas no sólo no quiebra la sensación espacial, sino que proporciona un punto de referencia que ayuda a comprender la auténtica dimensión del paisaje.
La siguiente imagen refleja un ocaso sobre el humilde Manzanares, aunque, en algunas fotos, el río da el pego y se nos presenta con aires de grandeza. De nuevo aparece esa obsesión por la luz que siempre tuvo Otto Wünderlichde, como si fuera un pintor impresionista, en la línea de lo que, años antes, hiciera Aureliano de Beruete, uno de los artistas que más y mejor han retratado al Manzanares.
La luz cambia con las horas, con las estaciones, con el paso del tiempo... Cada puesta de sol es única, no se puede repetir. Otto Wünderlichde, consciente de ello, no se limitó a captar un único atardecer, sino que probó y probó hasta convertir este tema en uno de los más recurrentes de su repertorio, como podemos ver en la fotografía inferior.
Y, como no hay dos sin tres, reproducimos a continuación un nuevo atardecer con el río y el cielo como protagonistas indiscutibles, desde la soledad de las dehesas de El Pardo.
Cambiamos de tercio y vamos ahora con los puentes históricos que cruzan el Manzanares. A pesar de su monumentalidad, Wünderlichde no puso demasiado empeño en plasmarlos, sino que los utilizó como elementos complementarios, a veces prescindibles. Así ocurre con esta imagen del Puente de San Fernando, del cual sólo podemos ver uno de sus siete ojos.
Y, cuando fijó su atención en los puentes, el autor huyó de la típica vista general para detenerse en el detalle. Es el caso de la siguiente foto, donde puede verse la estatua de Santa Bárbara, situada en el pretil del Puente de San Fernando.
Lo mismo cabe afirmar en referencia a la última fotografía que reproducimos, con el Puente de Segovia prácticamente omitido y nuevamente el río como actor principal, sin olvidar la inconfundible silueta del Palacio Real. Con ella despedimos esta serie de reportajes que nos ha acompañado durante todo el mes de agosto.
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