La reconstrucción que se ha hecho de la Casa de Iván de Vargas, para ser utilizada como biblioteca municipal, no debe ocultar el dramatismo que supuso la pérdida del primitivo caserón señorial, ubicado entre las calles del Doctor Letamendi y de San Justo.
Fue un derribo especialmente doloroso, no sólo porque se produjo hace tan sólo nueve años, en un momento en el que se supone que la defensa del patrimonio está completamente garantizada, sino porque tuvo como protagonista al propio Ayuntamiento de Madrid, que no fue lo suficientemente diligente para detener el proceso de ruina que afectaba al inmueble.
Y eso que éste se encontraba en pleno Madrid de los Austrias, donde tienen su sede un buen número de dependencias consistoriales, a la vista de funcionarios, técnicos y políticos.
Un poco de historia
La casa fue construida en el siglo XVI sobre los restos de un viejo edificio medieval, donde, entre los siglos XI y XII, vivió Iván de Vargas, al que, según la tradición, sirvió como criado San Isidro.
En los siglos XVII y XVIII, fue objeto de diferentes transformaciones, que afectaron, sobre todo, a la fisonomía de la fachada principal, que daba a la actual Calle del Doctor Letamendi.
Fruto de aquellas obras fue la conversión de las ventanas originales en balcones de forja artesanal, con especial mención a la hermosa rejería situada justo encima de la portada de acceso, de forma curvada.
Los primitivos blasones tardomedievales que decoraban los muros fueron recolocados, al tiempo que se instalaron otros nuevos, de factura barroca, dando lugar a una distribución asimétrica de los escudos heráldicos, muy poco frecuente en las casas señoriales.
En el siglo XIX la propiedad pasó a manos del Doctor Letamendi, un prestigioso médico de proyección literaria y musical, que ha dado nombre a la pequeña vía donde se ubicaba la entrada, antes conocida como Costanilla de San Justo o como Calle de Tentetieso, por su fuerte pendiente.
Ya en el siglo XX, otro científico, el Doctor Forns, pariente de aquel, intentó que la casa tuviera un uso museístico, sin demasiada fortuna.
En la década de los cincuenta, fue derribada la parte del inmueble que daba a la Calle de San Justo, para abrir una pequeña explanada frente a la Basílica Pontifica de San Miguel.
En realidad, esta intervención formaba parte de un proyecto mucho más ambicioso, de carácter historicista, que contemplaba el traslado de la portada gótica del antiguo Hospital de la Latina y levantar, alrededor de ella, una nueva fachada para la Casa de Iván de Vargas. Sólo pudo actuarse sobre las medianerías liberadas.
En 1994, el caserón fue declarado en ruinas, a instancias de la familia Forns Letamendi, su propietaria en aquel entonces. En 1995 se procedió a la demolición de los elementos más dañados y al apuntalamiento de los que aún podían resistir.
En 1998, el Ayuntamiento de Madrid adquirió la finca por un importe de 2,1 millones de euros y, un año después, la cedió a la Fundación Nuevo Siglo, constituida como foro de debate para el desarrollo urbano y la conservación del patrimonio arquitectónico madrileño.
En 2002, se optó por tirar completamente el edificio, tras considerarse inviable su rehabilitación, pese a encontrarse incluido dentro del Catálogo de Elementos Protegidos, con el nivel de protección estructural, el máximo posible.
Según explicó el arquitecto Ramón Andrada, su arruinamiento era tal que "no se podía mantener en pie", ni siquiera la fachada. El derribo se llevó a cabo sin licencia municipal, en pleno verano, con el entonces alcalde, José María Álvarez del Manzano, de vacaciones.
El nuevo edificio
La Casa de Iván de Vargas ha sido reemplazada por un edificio de 2.884 metros cuadrados de superficie, destinado enteramente a biblioteca, en el que se distinguen dos partes desde el punto de vista arquitectónico.
En la fachada que da la Calle del Doctor Letamendi, se ha intentando reconstruir el aspecto que tenía el viejo caserón renacentista. Incluso se han utilizado algunas piezas primitivas, caso de tres escudos heráldicos, que han regresado a su lugar de origen convenientemente restaurados.
Sin embargo, no ha corrido la misma suerte la portada original, que ha sido sustituida por una moderna reproducción.
Arriba, una fotografía histórica con la portada original (www.entredosamores.es). Abajo puede verse la actual réplica de la portada.
Mucho más lamentable resulta la desaparición del valioso escudo renacentista que había en el dintel de la portada, del que no sabemos absolutamente nada.
No sólo no ha sido replicado, sino que su sitio lo ocupa ahora una placa que antes no existía, donde aparece un adorno esquemático, junto con el nombre de la calle en la que se levanta el inmueble (esto es, la del Doctor Letamendi).
Imagen histórica con el escudo renacentista que ha desaparecido (www.madridhistorico.com).
A este respecto, recuperamos las palabras que, en el año 2002, poco después de
la demolición, pronunció la concejala de IU, Inés Sabanés, y que ahora adquieren pleno significado: "siempre dicen que se va a reconstruir tal y como estaba, pero en las condiciones que se llevaban las rejas y escudos en los contenedores, dudo mucho de que puedan hacerlo".
Por su parte, la fachada que da a la Calle de San Justo se aleja de cualquier intento de reconstrucción histórica y plantea una moderna solución volumétrica, cuyo encaje frente a la Basílica de San Miguel resulta difícil de digerir, aunque hay voces que defienden enérgicamente el resultado final.
Escultura instalada en 2011, junto a la fachada de la Calle de San Justo de la nueva biblioteca.
En referencia al interior, se han respetado los huecos correspondientes a los dos antiguos patios de la casa original.
En uno de ellos, se exhibe el brocal de un antiguo pozo, donde hay labrada una imagen de San Isidro que, por sus rasgos esquemáticos, puede datarse en la Edad Media. Se recupera así otro de los pozos milagrosos del santo, que hasta ahora se había mantenido inaccesible.
Junto al pozo, yacen una basa y un capitel renacentista. La pregunta es inmediata: ¿es lo único que nos queda del primitivo patio renacentista o había otros restos, desaparecidos con los escombros?
Del interior también destacamos el magnífico ventanal, de más de dos plantas de altura, desde el cual puede contemplarse una espectacular vista de la fachada principal de la Basílica Pontificia de San Miguel.