El municipio posee una larga tradición como destino de veraneo, que se remonta a finales del siglo XIX, cuando se edificaron las primeras mansiones de recreo. Ha sido el lugar de residencia, ya sea de forma permanente o temporal, de personalidades tan ilustres como Manuel Azaña (1880-1940) o Vicente Aleixandre (1898-1984).
Uno de los atractivos de esta localidad es la Gruta de Nuestra Señora de Begoña, que, pese a su carácter privado, se ha convertido en uno de los sitios más visitados de Miraflores. El enclave ha sido reconocido por la Comunidad de Madrid como Sitio de Interés Turístico.
El santuario fue construido en 1952, a partir de una iniciativa de Julián Reyzábal Delgado (1903-1978), vecino del municipio, utilizando terrenos de su propiedad.
Se trata de un recinto al aire libre, articulado alrededor de una roca natural, sobre la que se abre una gran oquedad. Ésta ha sido aprovechada para instalar un altar, presidido por una imagen de la Virgen de Begoña, que se protege dentro de una hornacina de cristal.

La gruta en una postal de los años setenta del siglo XX.
La presencia de esta advocación mariana en tierras madrileñas, tan lejos del País Vasco, de donde es originaria, obedece a la devoción que sentía el fundador de la capilla, que, pese a su origen castellano, pasó buena parte de su vida en Bilbao.
El entorno inmediato de la capilla está decorado con jardines, estanques y grupos escultóricos, entre los que cabe destacar varias imágenes religiosas, así como un busto del propio Julián Reyzábal.
Todo ello da como resultado una estética un tanto kitsch, que, en cualquier caso, tiene su encanto.
Garganta del río Guadalix, vista desde la gruta.
Sólo por contemplar el paraje natural donde se encuentra la gruta, merece la pena la visita. Está ubicada al borde un barranco, desde donde se divisa una magnífica panorámica del casco urbano de Miraflores y de la garganta del río Guadalix, que, en ese tramo de su curso, recibe el nombre de Miraflores, en alusión directa al pueblo.