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lunes, 21 de abril de 2014

En el Museo Arqueológico Nacional

Nos acercamos a la Calle de Serrano para visitar el Museo Arqueológico Nacional, que acaba de reabrir sus puertas, después de más de seis años cerrado por obras. Los trabajos de remodelación han durado más de la cuenta, pero los resultados finales no han podido ser mejores.

No solo se ha intervenido sobre el edificio, con una nueva organización espacial, que ha permitido ganar un 26% más de superficie útil, sino que también se han introducido nuevos criterios museográficos, que facilitan una mejor comprensión de los 13.000 objetos expositivos que se muestran al público.



Nuestro recorrido se inicia por las salas dedicadas a la Prehistoria, donde el territorio actualmente ocupado por la Comunidad de Madrid cobra un protagonismo especial. De los abundantes yacimientos existentes en nuestra región han salido piezas de enorme valor histórico, como el célebre Vaso de Ciempozuelos, de la Edad de Bronce, que ha dado nombre a uno de los estilos artísticos de la cultura campaniforme.



No podía faltar alguno de los innumerables objetos descubiertos en las terrazas del Manzanares, como este bifaz del Pleistoceno Medio, que nuestros antepasados utilizaban en tareas relacionadas con la carnicería o la talla de madera, entre otras.



Después de admirar la soberbia colección de estatuas ibéricas que posee el museo, tal vez su principal seña de identidad, damos el salto a la Hispania Romana, donde nos encontramos con este mosaico del Genio del Año, descubierto en Aranjuez y datado a finales del siglo II.



Continuamos por las salas dedicadas a la Antigüedad Tardía, centradas en el periodo visigótico, y de ahí pasamos al Mundo Medieval. Aquí nos esperan tres espléndidas esculturas de origen madrileño, de las que hemos hablado en varias ocasiones desde estas páginas.



La estatua orante de Pedro I el Cruel, realizada en la primera mitad del siglo XV, y el sepulcro gótico de Constanza de Castilla (1478), su nieta, comparten el mismo recinto, casi frente a frente. No en vano fue ésta quien ordenó trasladar los restos mortales de su abuelo a Madrid.


Detalle del sepulcro de Constanza de Castilla.

Ambos grupos escultóricos se encontraban en el desaparecido Convento de Santo Domingo el Real, al igual que esta delicada cabeza de paje, del siglo XV o XVI, que formaba parte de un cenotafio.


Las salas correspondientes a la Edad Moderna nos sorprenden con varias piezas de la capilla funeraria del obispo Alonso de Castilla, que también estuvo situada en Santo Domingo, según vimos en el primer capítulo de la serie "Escultura madrileña del primer Renacimiento". Fue construida entre 1538 y 1541.



De aquel conjunto se conserva la estatua del obispo, realizada por Esteban Jamete y Gregorio Virgany, además de una Asunción de María, obra del último autor citado, y de una Virgen con el Niño, que diferentes investigadores atribuyen a Francisco Hernández.



Otro de los objetos que llaman nuestra atención es la reja del sepulcro del Cardenal Cisneros, procedente de la Iglesia de San Ildefonso, de Alcalá de Henares. Nicolás de Vergara el Viejo comenzó su fabricación en 1566, pero fue su hijo, Nicolás de Vergara el Mozo, quien la terminó en 1599.



Del segundo tercio del siglo XVII es esta magnífica estatua funeraria de Juan de Solórzano Pereira, hecha en alabastro posiblemente por Juan Correa. Estuvo instalada en la capilla mayor de la iglesia del Convento de monjas del Caballero de Gracia.



Y aunque nos quedan muchas salas por ver, terminamos nuestra visita con esta suntuosa silla de manos, que el pintor madrileño Luis Paret decoró con temas mitológicos que simbolizan el Amor y la Amistad. Está fechada entre 1770 y 1775.


lunes, 17 de diciembre de 2012

Moda española en el Museo Cerralbo

Visitar estos días el Museo Cerralbo tiene doble incentivo. A su magnífica colección de pintura, escultura, objetos arqueológicos y artes decorativas se le añade la exposición La moda es sueño, planteada como un homenaje a los grandes diseñadores españoles.



Este increíble recinto surgió en el año 1883, como la residencia de Enrique de Aguilera y Gamboa (1845-1922), decimoséptimo Marqués de Cerralbo. En línea con las modas aristocráticas del momento, su propietario ideó un palacio-museo donde albergar las piezas de arte y antigüedades que fue acumulando a lo largo de su vida.

A su muerte, el marqués donó el inmueble al Estado Español, con el fin de que sus colecciones fuesen conservadas y perdurasen “siempre reunidas y sirvan para el estudio de los aficionados a la ciencia y al arte". En 1924 fue constituido el museo como tal, a partir de una real orden.



El edificio ocupa un solar de más de 1700 metros cuadrados, con fachadas a tres calles, en pleno Barrio de Argüelles. Fue proyectado por el arquitecto Alejandro Sureda, al que se sumaron, en diferentes fases, Luis Cabello y Asó y Luis Cabello Lapiedra.



Su exterior de aire clasicista contrasta con las treinta y siete estancias del interior, dominadas por una densa decoración neobarroca y neorrococó, donde las colecciones se suceden de forma abigarrada, siguiendo los principios del horror vacui (miedo al vacío).

Dentro de este marco, aparentemente chocante para una exposición como la que nos ocupa, se exhiben setenta diseños de moda correspondientes a los últimos veinticinco años, aunque también hay creaciones anteriores, firmadas por maestros de la talla de Balenciaga, Paco Rabanne o Pertegaz.



El atractivo de esta muestra no sólo reside en los modelos en sí, sino también en su acertada ubicación, ya que se ha intentado crear una armonía entre las prendas y las obras que integran la colección del marqués.

Ya sea por su funcionalidad, por su forma, por su textura o por los materiales con los que están hechos, los objetos del museo dialogan con los vestidos, creando una atmósfera mágica o, parafraseando el título de la exposición, de ensueño.



Mención especial merece el Salón de Baile, ya de por sí espectacular, donde se han reunido diecisiete maniquíes, ataviados con trajes de gala, que parecen rememorar las fastuosas fiestas que se organizaban en el palacio.



Entre los diseñadores representados se encuentran, además de los ya citados, Manolo Blahnik, Jesús del Pozo, Manuel Piña, Francis Montesinos, Adolfo Domínguez, Sybilla, Ágatha Ruiz de la Prada, Roberto Verino, Ángel Schlesser, Lydia Delgado, Amaya Arzuaga, Duyos, Ana Locking, Juanjo Oliva, Miguel Palacio, Carmen Mach, Ailanto o José Castro, por destacar sólo a algunos.



La exposición La moda es sueño permanecerá abierta al público hasta el 13 de enero de 2013. El Museo Cerralbo se encuentra en la Calle de Ventura Rodríguez, número 17.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Espacio Fundación Telefónica

Nos dirigimos al Espacio Fundación Telefónica, un nuevo centro cultural que lleva apenas cuatro meses en funcionamiento. Está situado en el emblemático edificio que la compañía posee en la Gran Vía, levantado entre 1924 y 1929 como uno de los primeros rascacielos de Europa, donde ocupa el costado oriental, con entrada desde la Calle de Fuencarral.



Tiene una extensión de 6.379 metros cuadrados, distribuidos en cuatro plantas, que antaño dieron servicio a lo que fue la primera central automática de telefonía de España y que hoy día acogen un moderno espacio expositivo, fruto de la profunda transformación llevada a cabo entre junio de 2011 y mayo de 2012.



El proyecto ha corrido a cargo de Quanto Arquitectura y Moneo Brock Studio, bajo la dirección de Miguel Ángel García Alonso, y en él ha prevalecido la idea de sinceridad constructiva.

Tomando como base los lofts neoyorquinos, se han recuperado los elementos arquitectónicos originales, tales como las vigas de hierro o los suelos de hormigón pulido, para dejarlos desnudos, completamente visibles, y con ciertas reminiscencias al uso que tuvo el edificio como centro de telecomunicaciones.



Uno de los principales retos que debió afrontar el equipo de arquitectos fue el de la verticalidad. La existencia de cuatro plantas, con arranque desde un vestíbulo relativamente pequeño, impedía una correcta comunicación de las distintas salas, al tiempo que limitaba la percepción de un conjunto unitario.



De ahí que se pusiera el énfasis en los elementos de conexión, con la instalación de un ascensor panorámico de cristal, que también es utilizado como montacargas, y el reforzamiento de la escalera de evacuación, convertida en una escultura flotante, a modo de un gigantesco vegetal que serpentea por los muros.



Nos detenemos en esta escalera, que sorprende por su insinuante movimiento helicoidal. Está apoyada sobre una estructura de aspas, revestidas con planchas de acero cortén, que cruzan en vacío en diagonal y que recorren las cuatro plantas, unificando los diferentes recintos y facilitando una visión global de todo el espacio.

Quanto Arquitectura y Moneo Brock Studio.

Si el continente llama la atención por su espectacularidad, no menos sorprendente es el contenido, con especial mención a la colección de pintura cubista de Telefónica, que se exhibe en la cuarta planta.

Tomando como eje vertebrador a Juan Gris, esta pinacoteca está integrada por obras de Daniel Vázquez Díaz, María Blanchard, Auguste Herbin, Vicente Huidobro y Emilio Pettoruti, entre otros autores que dieron forma a una de las vanguardias más destacadas de principios del siglo XX.


Juan Gris. 'La grappe de raisins' (1925).

Existen otras dos salas de exposiciones, actualmente ocupadas por las muestras Historia de las Telecomunicaciones y Arte y vida artificial (1999-2012), además de un auditorio, áreas de consulta y salas reversibles para la realización de talleres y otras actividades.

martes, 6 de diciembre de 2011

Las 'inmaculadas' del Museo del Prado

Coincidiendo con la festividad de la Inmaculada Concepción, visitamos el Museo del Prado, donde se conserva la que puede ser considerada la mejor colección pictórica del mundo sobre este icono religioso.

Se trata de uno de los temas más recurrentes del arte español, sobre todo a raíz de la controversia surgida en Sevilla a principios del siglo XVII, cuando se cuestionó la creencia popular de que María había sido “sin pecado concebida”.

Los defensores de esta tradición se valieron de la pintura y de la escultura como poderosas armas de divulgación, con las que acallar las numerosas voces críticas que se habían abierto camino. Era el caso de Fray Domingo de Molina, quien llegó a afirmar que María “fue concebida como vos y como yo y como Martín Lutero”.

De ahí que la pintura española esté plagada de inmaculadas que repiten el mismo patrón, con esquemas que se consolidaron en el siglo XVII y que han perdurado hasta tiempos recientes, incluso cuando ya no hacía falta, tras procederse en 1854 a la proclamación del dogma, de manos de Pío IX.

Este modelo pictórico encuentra su fundamento en el Apocalipsis de Juan (“una mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”), así como en el Génesis, de donde proviene la imagen de la serpiente aplastada, que aparece ocasionalmente.

A ello se añade la presencia de ciertos signos típicamente marianos, como la palmera, la vara de azucenas, la fuente o el espejo, que no todos los autores incorporan.

Aunque estos principios iconográficos ya venían utilizándose desde el medievo, no fue hasta la primera mitad del siglo XVII cuando quedaron definitivamente establecidos, gracias a la labor de Francisco Pacheco.

En el tratado Arte de la pintura, el artista andaluz señaló cómo debía pintarse una inmaculada: la Virgen debía tener una apariencia infantil o adolescente (doce o trece años de edad), estar vestida con una túnica blanca y un manto azul y estar rodeada de un resplandor oval de tonalidades áureas, además de incluirse los símbolos citados anteriormente.

A grandes rasgos y con las lógicas variantes, este prototipo fue el que utilizaron todos los pintores concepcionistas de la época y de periodos posteriores, desde Zurbarán hasta Goya, pasando por Velázquez, Ribera o Murillo.

De la veintena larga de inmaculadas que integran la colección del Prado, destacamos diez, seis de ellas elaboradas en el siglo XVII y las otras cuatro en el XVIII.

Siglo XVII

La primera de las inmaculadas que traemos a colación fue realizada hacia 1630 por Francisco de Zurbarán, uno de los pintores más activos en la difusión de la teoría concepcionista. Siguiendo las pautas marcadas por Pacheco, Zurbarán nos presenta a una María hermosa y de aspecto aniñado, que consigue despertar el fervor de quien la contempla, suavizando la dureza de los signos apocalípticos que le acompañan.



También influido por Francisco Pacheco, el recurso a una fisonomía juvenil fue igualmente utilizado por Bartolomé Esteban Murillo, el pintor de inmaculadas por excelencia. En el Museo del Prado se guardan cinco de ellas, además de un dibujo preparatorio. La que presentamos aquí lleva por título La Inmaculada Concepción de El Escorial (1660-65), ya que formó parte de la pinacoteca del Real Monasterio, si bien su procedencia sea posiblemente sevillana.


La inmaculada de origen madrileño más antigua que tiene el Prado es la que hizo entre 1628 y 1629 Pedro Pablo Rubens, su única obra dedicada a este tema. Fue un encargo del Marqués de Leganés, que éste donó al rey Felipe IV. El cuadro permaneció en el Real Alcázar de Madrid desde al menos 1636 hasta 1734, cuando fue rescatado del incendio que asoló la vieja residencia de los Austrias.



Una de las inmaculadas más desconocidas es ésta que firma José Antolínez, que puede fecharse en 1665. Estamos ante una obra con un profundo sentido barroco, muy dinámica en su composición y con un lenguaje propio en el tratamiento de los símbolos concepcionistas, especialmente en lo que respecta a los ángeles y a los adornos florales que rodean a María.



José de Ribera pintó varias inmaculadas, entre ellas la que se conserva en el Convento de las Agustinas Recoletas de Salamanca, del año 1635, una de las obras maestras del tema, que, a juicio de diferentes investigadores, fue la referencia en la que se inspiraría Murillo. La del Museo del Prado, de mediados del siglo XVII, corresponde a la última etapa del artista, cuando éste, llevado por sus difíciles circunstancias personales, recuperó los postulados tenebristas de los inicios de su carrera.



Nuestra siguiente inmaculada, pintada por Francisco Rizi en la segunda mitad del siglo XVII, sorprende por su formato horizontal, en lugar del característico vertical. El espacio en el que se "mueve" la Virgen se incrementa considerablemente, con lo que composición adquiere una dimensión casi coreográfica.



Siglo XVIII

Abandonamos el siglo XVII para contemplar cuatro inmaculadas dieciochescas de gran belleza. La de Juan Bautista Tiépolo (1767-69) figura en la selección de quince obras maestras que el Prado propone a sus visitantes. Fue un encargo de la Casa Real, destinado a la Iglesia de San Pascual de Aranjuez.



Antonio Rafael Mengs tampoco fue ajeno al género concepcionista. El museo cuenta con una espléndida inmaculada atribuida a este autor. Pudo terminarla en 1774 en la ciudad italiana de Turín, poco antes de su regreso a España. Antes de ingresar en la pinacoteca, la pintura pudo verse en la Casa de los Cinco Gremios Mayores, en la actual Plaza de Jacinto Benavente.



Junto a la de Rubens y la de Tiépolo, la otra inmaculada netamente madrileña conservada en el Prado es la de Mariano Salvador Maella. En realidad, se trata del boceto preparatorio para el gran cuadro que preside la Capilla de San Antonio, en la Basílica de San Francisco el Grande, que Maella finalizó hacia 1781.



Terminamos con Francisco de Goya, que firma la inmaculada de aspecto más diferencial de todas las existentes en el museo, con rasgos preferentemente neoclásicos. Como en el caso anterior, estamos ante un sencillo boceto, que Goya elaboró en 1784 como ensayo de la pintura que cuelga en el Colegio de la Orden de Calatrava de Salamanca.



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miércoles, 23 de marzo de 2011

El Museo de los Caños del Peral, inaugurado

Hoy miércoles ha sido inaugurado el museo subterráneo de la estación de metro de Ópera, donde se guardan los restos de la Fuente de los Caños del Peral, de origen renacentista; de la Alcantarilla del Arenal, del siglo XVI; y del Acueducto de Amaniel, construido a principios del siglo XVII.



Los políticos ya se hicieron la foto, los medios de comunicación la difundieron y todos tan contentos de cara a la galería. Pero casi nadie ha sido capaz de llegar al verdadero meollo del asunto: debajo de toda la parafernalia de la foto inaugural, se esconde una nueva y vergonzosa demostración del absoluto desprecio de nuestros gobernantes hacia el patrimonio histórico-artístico madrileño.



Como ya comentamos hace unos días, se confirma que la musealización de los vestigios hallados bajo la Plaza de Isabel II ha supuesto la mutilación de los mismos, así como su desplazamiento con respecto a su ubicación primitiva.

El Acueducto de Amaniel ha sido salvajemente troceado. Tan sólo se exhibe un pequeño fragmento, mientras que la mayor parte de la estructura yace seccionada en los almacenes municipales de la Casa de Campo, según hemos podido leer en algunos foros.



Tampoco la fuente está en su totalidad, ya que se ha optado por mostrar únicamente cinco metros, de los treinta y cuatro de los que consta la obra original. Nos dicen que la parte que no ha sido musealizada ha vuelto a ser enterrada. ¿Será verdad?



Si esto ha ocurrido con uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de la historia de Madrid, por la envergadura de lo encontrado y su buen estado de conservación, ¿que no habrá pasado y pasará con los restos de menores dimensiones?


Dibujo existente en el museo, en el que se recrea el primitivo aspecto de la fuente, del acueducto y de la alcantarilla.

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jueves, 25 de noviembre de 2010

El Museo ABC de Dibujo e Ilustración

La puesta en marcha del Museo ABC, dedicado al dibujo y a la ilustración, ha sido una de las grandes noticias de la semana, en el ámbito de la Madroñosfera. Desde estas páginas, queremos aportar nuestro pequeño grano de arena y sumarnos a la lista de blogs que, como Arte en Madrid o Caminando por Madrid, se han hecho eco de esta apertura.



El nuevo museo se encuentra en la antigua fábrica de cervezas que la compañía Mahou levantó en 1894 en la Calle de Amaniel, muy cerca del Convento de las Comendadoras. A pesar de que esta construcción ha llegado hasta nosotros muy mutilada, se trata de uno de los pocos ejemplos que tenemos en Madrid de arquitectura industrial del siglo XIX.

El complejo fue realizado en ladrillo visto, con toques neomudéjares, a partir de un proyecto de Francisco Andrés Octavio (1846-1912), que fue objeto de sucesivas ampliaciones y transformaciones, entre las que cabe citar la llevada a cabo entre 1899 y 1900 por José López Sallaberry (1858-1927).

La adaptación de este edificio decimonónico como recinto cultural ha corrido a cargo de los arquitectos José González Gallegos (Guadalajara, 1958) y María José Aranguren (Madrid, 1958), quienes han apostado por una solución de aire escenográfico y, en cierto sentido, escultórico, donde conviven las viejas estructuras originales con las tendencias arquitectónicas más actuales.



El espacio más singular del museo es, sin duda, el antiguo patio de luces, convertido tras la reforma en un gran vestíbulo, desde el que se canalizan los accesos. Tanto el suelo como la fachada interior han recibido el mismo tratamiento, a base de planos triangulares de acero pavonado, entre los cuales se intercalan pequeños orificios, que garantizan la entrada de luz natural a la distintas dependencias.

El vestíbulo tiene conexión con dos calles, la del Limón y la de Amaniel. En esta última vía se halla la entrada principal, que queda enmarcada por un cuerpo-viga acristalado, envuelto dentro de un enrejado metálico. Si, al exterior, este elemento se concibe como un enorme dintel, en su parte interior, funciona como un lugar de descanso y mirador.



El Museo ABC tiene una superficie de más de 3.500 cuadrados, que se distribuyen a lo largo de seis plantas, dos de ellas subterráneas. El espacio de exposiciones principal se extiende bajo el patio-vestíbulo, en una sala de doble altura.

Su colección, que arranca en el año 1891, está integrada por 200.000 dibujos originales, firmados por aproximadamente 1.500 artistas, entre los que cabe destacar a Salvador Dalí, Juan Gris o Rafael de Penagos.

Todos ellos proceden de los fondos del diario ABC y de la desaparecida revista Blanco y negro, igualmente publicada por Prensa Española, la editora del periódico antes de la entrada de Vocento.

viernes, 11 de junio de 2010

El Museo de las Colecciones Reales ya se perfila sobre el Campo del Moro

Seguimos atentos a las obras de construcción del Museo de las Colecciones Reales. Lo que hace unos meses eran tan sólo movimientos de tierra, para la adecuación del solar, ha dejado paso a la aparición de una enorme estructura, en forma de paralelepípedo, que ya llega hasta la base de la Catedral de la Almudena.

Las obras continúan avanzando, al tiempo que se incrementa nuestra preocupación por el impacto visual que provocará este edificio en la cornisa de Madrid, en lo que constituye una de las vistas más bellas y simbólicas de la ciudad (al menos por el momento).

Como ya comentamos en febrero, la panorámica del conjunto monumental del Palacio Real, la Plaza de la Armería y la Catedral de la Almudena, con el Campo del Moro a sus pies, a modo de alfombra verde, se encuentra seriamente amenazada.


La Catedral de la Almudena, desde el Paseo de Extremadura, con la emergente estructura del Museo de las Colecciones Reales a sus pies (10 de junio de 2010).


El futuro Museo de las Colecciones Reales y la cúpula de la Catedral de la Almudena, desde la Cuesta de la Vega (9 de junio de 2010).

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jueves, 4 de febrero de 2010

Museo de Colecciones Reales, ¿otra panorámica rota?

Las obras del Museo de Colecciones Reales siguen a buen ritmo. Seguramente será un museo espectacular, un digno continente para el valioso contenido que va a custodiar, obras de arte actualmente dispersas en diferentes almacenes y dependencias, incluidas las piezas del antiguo Museo de Carruajes, del Campo del Moro.


Estado de las obras en enero de 2010. Hasta el momento, se ha procedido al vaciado del solar y a la consolidación del terreno.

Sin embargo, nos preguntamos cómo va a encajar este edificio en un entorno dominado por el Palacio Real, la Plaza de la Armería y la Catedral de la Almudena. A pesar del prestigio y renombre de sus creadores, los arquitectos Mansilla y Tuñón, nos asaltan muchas dudas sobre el impacto visual que puede tener un moderno bloque de planta rectangular, yaciendo justo debajo de este conjunto monumental.

El nuevo museo va a ocupar una parcela de 10.700 metros cuadrados, desde la que se construirán varias plantas, que, elevándose desde el Campo del Moro, llegarán hasta la misma base de la fachada occidental de la catedral.



El futuro Museo de Colecciones Reales, según una simulación del estudio de arquitectura de Mansilla y Tuñón.

¿Estaremos ante un nuevo e irremediable desatino? ¿Perderemos una de las más bellas vistas de nuestra ciudad? Ya nos robaron en su momento la panorámica de la Puerta de Alcalá, rota por la silueta de la Torre de Valencia, y posiblemente también nos quiten ésta y la del Parque de la Cornisa, con la inquietante amenaza de construir un complejo eclesiástico a los pies de San Francisco el Grande.


La panorámica amenazada. Vista del Palacio Real y de la Catedral de la Almudena, desde el Parque del Oeste, en mayo de 2008, antes del comienzo de las obras.