No solo se ha intervenido sobre el edificio, con una nueva organización espacial, que ha permitido ganar un 26% más de superficie útil, sino que también se han introducido nuevos criterios museográficos, que facilitan una mejor comprensión de los 13.000 objetos expositivos que se muestran al público.
Nuestro recorrido se inicia por las salas dedicadas a la Prehistoria, donde el territorio actualmente ocupado por la Comunidad de Madrid cobra un protagonismo especial. De los abundantes yacimientos existentes en nuestra región han salido piezas de enorme valor histórico, como el célebre Vaso de Ciempozuelos, de la Edad de Bronce, que ha dado nombre a uno de los estilos artísticos de la cultura campaniforme.
No podía faltar alguno de los innumerables objetos descubiertos en las terrazas del Manzanares, como este bifaz del Pleistoceno Medio, que nuestros antepasados utilizaban en tareas relacionadas con la carnicería o la talla de madera, entre otras.
Después de admirar la soberbia colección de estatuas ibéricas que posee el museo, tal vez su principal seña de identidad, damos el salto a la Hispania Romana, donde nos encontramos con este mosaico del Genio del Año, descubierto en Aranjuez y datado a finales del siglo II.
Continuamos por las salas dedicadas a la Antigüedad Tardía, centradas en el periodo visigótico, y de ahí pasamos al Mundo Medieval. Aquí nos esperan tres espléndidas esculturas de origen madrileño, de las que hemos hablado en varias ocasiones desde estas páginas.
La estatua orante de Pedro I el Cruel, realizada en la primera mitad del siglo XV, y el sepulcro gótico de Constanza de Castilla (1478), su nieta, comparten el mismo recinto, casi frente a frente. No en vano fue ésta quien ordenó trasladar los restos mortales de su abuelo a Madrid.
Detalle del sepulcro de Constanza de Castilla.
Ambos grupos escultóricos se encontraban en el desaparecido Convento de Santo Domingo el Real, al igual que esta delicada cabeza de paje, del siglo XV o XVI, que formaba parte de un cenotafio.
Las salas correspondientes a la Edad Moderna nos sorprenden con varias piezas de la capilla funeraria del obispo Alonso de Castilla, que también estuvo situada en Santo Domingo, según vimos en el primer capítulo de la serie "Escultura madrileña del primer Renacimiento". Fue construida entre 1538 y 1541.
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De aquel conjunto se conserva la estatua del obispo, realizada por Esteban Jamete y Gregorio Virgany, además de una Asunción de María, obra del último autor citado, y de una Virgen con el Niño, que diferentes investigadores atribuyen a Francisco Hernández.
De aquel conjunto se conserva la estatua del obispo, realizada por Esteban Jamete y Gregorio Virgany, además de una Asunción de María, obra del último autor citado, y de una Virgen con el Niño, que diferentes investigadores atribuyen a Francisco Hernández.
Otro de los objetos que llaman nuestra atención es la reja del sepulcro del Cardenal Cisneros, procedente de la Iglesia de San Ildefonso, de Alcalá de Henares. Nicolás de Vergara el Viejo comenzó su fabricación en 1566, pero fue su hijo, Nicolás de Vergara el Mozo, quien la terminó en 1599.
Del segundo tercio del siglo XVII es esta magnífica estatua funeraria de Juan de Solórzano Pereira, hecha en alabastro posiblemente por Juan Correa. Estuvo instalada en la capilla mayor de la iglesia del Convento de monjas del Caballero de Gracia.
Y aunque nos quedan muchas salas por ver, terminamos nuestra visita con esta suntuosa silla de manos, que el pintor madrileño Luis Paret decoró con temas mitológicos que simbolizan el Amor y la Amistad. Está fechada entre 1770 y 1775.