Se trata del primer centro de enseñanza evangélica que se creó en nuestro país. Fue inaugurado el 31 de octubre de 1897, coincidiendo con el Día de la Reforma, una festividad de gran tradición en diferentes comunidades protestantes.
Su fundador fue Federico Fliedner (1845-1901), un pastor, teólogo y humanista alemán que llegó a España a la edad de 24 años, para divulgar la doctrina luterana.
El Colegio El Porvenir fue pionero, junto a la Institución Libre de Enseñanza, en la educación mixta. En sus inicios fue tanto un internado como un externado de formación secundaria, donde llegaron a cursar estudios entre 200 y 350 niños, pertenecientes, en su inmensa mayoría, a familias humildes.
La construcción del centro estuvo plagada de dificultades. A la escasez de fondos se añadió la férrea oposición de la clase política, que -pese a que la libertad de culto llevaba varios años reconocida en España- era especialmente reticente a este tipo de iniciativas, tan alejadas de la órbita católica.
Postal del año 1904.
Fliedner consiguió salvar esta resistencia, gracias a la relación de amistad que le unía con Antonio Cánovas del Castillo (1828-97), por aquel entonces Presidente del Consejo de Ministros, y también con el Conde de Romanones, alcalde de Madrid en 1894 y en 1897.
Tampoco fue fácil encontrar un arquitecto español que aceptara levantar una escuela evangélica, pues se entendía que una obra de estas características podía comprometer futuros encargos.
Finalmente, el proyecto recayó sobre Joaquín Kramer Arnaiz, de origen alsaciano, a quien los madrileños debemos el Hotel Asturias (1908) y el Pabellón Soler (1909), de la Institución Libre de Enseñanza, entre otras edificaciones.
Kramer hizo los planos en 1894. Por expresas indicaciones políticas, evitó que el colegio tuviese apariencia de institución religiosa, a diferencia de los centros escolares católicos surgidos en la época, fácilmente identificables como tales.
Fliedner consiguió salvar esta resistencia, gracias a la relación de amistad que le unía con Antonio Cánovas del Castillo (1828-97), por aquel entonces Presidente del Consejo de Ministros, y también con el Conde de Romanones, alcalde de Madrid en 1894 y en 1897.
Tampoco fue fácil encontrar un arquitecto español que aceptara levantar una escuela evangélica, pues se entendía que una obra de estas características podía comprometer futuros encargos.
Finalmente, el proyecto recayó sobre Joaquín Kramer Arnaiz, de origen alsaciano, a quien los madrileños debemos el Hotel Asturias (1908) y el Pabellón Soler (1909), de la Institución Libre de Enseñanza, entre otras edificaciones.
Kramer hizo los planos en 1894. Por expresas indicaciones políticas, evitó que el colegio tuviese apariencia de institución religiosa, a diferencia de los centros escolares católicos surgidos en la época, fácilmente identificables como tales.
De ahí el singular aspecto del edificio, más parecido a un gran hotel o a un palacio que a un colegio propiamente dicho. Nada hace pensar que, detrás de sus muros, se extienden aulas, despachos, dependencias administrativas e, incluso, una iglesia.
Su estilo es ecléctico. Aparecen rasgos característicos de la arquitectura palaciega de la Europa continental, como la disposición escalonada de las fachadas, que se combinan con cubiertas abuhardilladas de pizarra, típicamente parisinas, o con elementos neogóticos.
Pero también hay una evidente conexión con el neomudéjar madrileño, corriente que, en aquellos momentos, estaba en pleno auge, sobre todo en los nuevos barrios de los ensanches. Su tipo de fábrica, con claro predominio del ladrillo, es toda una declaración de intenciones en este sentido.
En 1928 se procedió a la reforma y ampliación de las instalaciones, trabajos que corrieron a cargo de Pedro Farros y Velasco.
En la actualidad, el colegio continúa con su actividad de formación, al tiempo que sirve de sede a la Fundación Federico Fliedner.
En la actualidad, el colegio continúa con su actividad de formación, al tiempo que sirve de sede a la Fundación Federico Fliedner.