lunes, 24 de junio de 2013

Las vistas madrileñas de Giuseppe Canella

El vedutismo es un género pictórico que floreció en Venecia en el siglo XVIII, de la mano de artistas como Carlevarijs, Canaletto o Guardi. De sus pinceles surgieron hermosas 'vedute' o vistas de ciudades, que, a modo de tarjetas postales, trascendían el concepto documental y casi cartográfico que hasta entonces tenían las panorámicas urbanas en la pintura.

Esta moda se propagó rápidamente por toda Europa. En España alcanzó su momento más álgido en el siglo XIX, al compás del desarrollo de la litografía, que hizo posible la reproducción a gran escala de las obras gráficas, incluidas, por supuesto, las 'vedute'.

La creación en 1825 del Real Establecimiento Litográfico, con el pintor José del Madrazo como primer director, atrajo hacia Madrid a un buen número de vedutistas, que vieron en esta industria una clara oportunidad de trabajo.

Es el caso del ilustrador francés Pharamond Blanchard (1805-1873) y de los pintores italianos Fernando Brambilla (1763-1834) y Giuseppe Canella (1788-1847), quienes estuvieron activos en Madrid en el primer tercio del siglo XIX, durante el reinado de Fernando VII.


'Retrato del pintor Giuseppe Canella', de Friedrich von Amerling (1838). Galleria d'Arte moderna di Milano.

Nos detenemos en este último, quizá uno de los vedutistas menos conocidos en nuestro país, a pesar de su notable y prolija producción, con decenas de vistas dedicadas a Madrid, además de a otros enclaves.

Canella nació en Verona, hijo de un distinguido arquitecto, del que quizá heredó sus buenas dotes para la perspectiva y la organización espacial. Después de trasladarse a Venecia, donde descubrió la obra de los grandes vedutistas del XVIII, decidió hacerse paisajista y conocer mundo. España, Holanda y Francia fueron sus principales destinos.



Un denominador común en sus cuadros es la presencia de personajes, convertidos en los verdaderos protagonistas de la composición, por encima incluso del elemento urbano que se está representando. Así ocurre en esta vista de la parte final del Salón del Prado, donde podemos apreciar la primitiva Fuente de la Alcachofa (hoy día en el Retiro) y la desaparecida Puerta de Atocha.



Los citados monumentos vuelven a distinguirse en esta otra imagen, aunque desde un ángulo diferente. Ahora estamos viendo la Calle de Atocha en su confluencia con la actual Glorieta del Emperador Carlos V. De nuevo la prioridad es para los personajes, que se destacan cromáticamente sobre los fondos blanquecinos y grisáceos de las casas.



Continuamos en el mismo entorno, con la que consideramos que es una de las mejores 'vedute' que se hayan hecho del Museo del Prado. El edificio ideado por Juan de Villanueva aparece en toda su dimensión, desde la perspectiva de la Puerta de Murillo. En el otro extremo se eleva una de las Cuatro Fuentes proyectadas por Ventura Rodríguez para el Salón del Prado.



En todo repertorio de panorámicas madrileñas que se precie, no podía faltar una representación de la célebre silueta oriental de la ciudad. La primera vez que Giuseppe Canella abordó este tema fue con esta pintura fechada en 1820, el año que llegó a España. Se conserva en el Museo de Historia.



En esta otra vista de la cornisa, correspondiente a un periodo muy posterior, el autor ha evolucionado hacia un estilo más depurado y limpio. La reducción del número de detalles, caso de los árboles que veíamos en el cuadro anterior, le permite poner el foco de atención directamente sobre los personajes y el fondo urbano.



Y terminamos con una vista del Paseo de Recoletos, creemos que no demasiado conocida. Al fondo se levanta el antiguo Convento de los Agustinos Recoletos, que fue construido en el siglo XVII sobre terrenos cedidos por la Princesa de Ascoli y demolido poco después de 1837, tras ser desamortizado. 

lunes, 17 de junio de 2013

Jardines verticales madrileños

Los jardines verticales, como hoy los entendemos, comenzaron a popularizarse en las últimas décadas del siglo XX, gracias a la labor del botánico francés Patrick Blanc, inventor del denominado mur végétal.

Se trata de un sistema que permite la plantación en paredes sin necesidad de suelo o sustrato horizontal, mediante la combinación de tres elementos fundamentales: un apoyo metálico, una capa de felpa y varias planchas de PVC, donde van las raíces.

Según explica el propio Blanc, "las plantas no necesitan tierra, ya que la tierra no es más que un medio; solo el agua y los múltiples nutrientes disueltos en ella, junto con la luz y el dióxido de carbono, son esenciales para las plantas".

No es el único sistema que existe en jardinería vertical, pero sí el que ha tenido una expansión más rápida. Su gran ventaja es que, al prescindir de la tierra, se aligera el peso de las estructuras, con lo que es posible alcanzar grandes alturas. Su principal inconveniente es el mantenimiento, dada la limitada capacidad de retención de agua que tienen los soportes plásticos empleados.


CaixaForum Madrid. Fuente: elaboración propia.

Madrid cuenta con varias obras de Patrick Blanc. La más célebre es el jardín vertical del CaixaForum, en el Paseo del Prado, inaugurado en febrero de 2008, en lo que fue su primera intervención en nuestro país. Mide 29 metros de alto y está integrado por unas 18.000 plantas de 250 especies diferentes, que cubren un total de 460 metros cuadrados.

A este autor también se debe el jardín vertical que corona la Torre de Cristal, en el Paseo de la Castellana, terminado en el verano de 2008. Con una superficie de 600 metros cuadrados, tiene su origen en la planta 45 del rascacielos, a 210 metros sobre el nivel de la calle, y llega hasta la 52, en la cota 250. Estos 40 metros de escalada le convierten en el lienzo vegetal más alto del mundo.


Torre de Cristal. Fuente: Torredecristal.com.

Una bóveda acristalada protege las 24.000 plantas del jardín, en las que hay representadas 43 especies, casi todas de zonas montañosas, por ser las que mejor pueden adaptarse a la elevada altitud del enclave. Es el caso de los diez robles que custodian la base del jardín.

Además del más alto, los madrileños también tenemos el jardín vertical más grande del planeta (al  menos así figura en el Libro Guinness de los récords). Está situado en el patio de luces del Hotel Mercure, en la Plaza de Santo Domingo, y tiene una superficie de más de 1.000 metros cuadrados.


Hotel Mercure. Fuente: Hotelsantodomingo.es.

Este conjunto fue proyectado en el año 2011 por el arquitecto Félix González Vela y ejecutado por el paisajista Manuel Pasquín Agero, quien empleó alrededor de 200 especies para embellecer unos muros que llegan hasta los 25 metros de alto. Está dotado de una cascada artificial, que se precipita desde 20 metros de altura.

En la Plaza de María Soledad Torres Acosta pueden verse los restos de un jardín vertical de 240 metros cuadrados, que el Ayuntamiento de Madrid instaló en 2007 y que, pasado un tiempo, decidió abandonar hasta dejarlo secar. Fue creado por la empresa Agrosforest, en el contexto de la remodelación de esta plaza, popularmente conocida como de la Luna.

Antes y después de jardín vertical de la Plaza de la Luna. Fuentes: Agrosforest (izquierda) y elaboración propia (derecha).

En los últimos años han proliferado jardines verticales en espacios interiores de comercios, establecimientos de hostelería e, incluso, viviendas. Uno de los más notables es el del restaurante Cheese Bar, en la Calle de José Abascal, que fue realizado por la compañía Paisajismo Urbano, bajo patente de Ignacio Solano, uno de sus ejecutivos.


Restaurante Cheese Bar. Fuente: Best in Spain.

Otro ejemplo, aunque mucho más pequeño, es el de la cafetería Cups & Kids, en la Calle de la Alameda, muy cerca del CaixaForum. Es obra de Mónica Diago y su rasgo más singular es que lleva incorporado un logotipo iluminado.


Cafetería Cups & Kids. Fuente: Kedin.es.

Continuamos con el anunciado Museo de Arte, Arquitectura, Diseño y Urbanismo (MAADU), que Emílio Ambasz, precursor de la llamada arquitectura verde, quiere construir en el Paseo del Prado, una vez sea derribado un inmueble de propiedad municipal. El futuro edificio destaca por los dos lienzos inclinados que, a modo de alfombras vegetales, protegen sus fachadas.


Maqueta del MAADU. Fuente: Elpais.com.

Y ya que nos hemos adentrado en el ámbito de la arquitectura verde, terminamos con un proyecto de Belinda Tato, José Luis Vallejo y Diego García-Setié para el Ecobulevar de Vallecas, que va mucho más allá de la jardinería vertical.

Consiste en la instalación de tres grandes cilindros alineados, que, por medio de un sistema de evaporación y transpiración fundamentado en una serie de plantaciones verticales, son capaces de generar un microclima, al tiempo que sirven como lugar de encuentro.


Dibujo de uno de los cilindros del Ecobulevar. Fuente: Elpais.com.

lunes, 10 de junio de 2013

La Casa de Pérez Villaamil

A diferencia de Cataluña, Madrid no tuvo un movimiento modernista como tal, con una identidad definida. Ello no significa que la capital fuera ajena a esta corriente, que, contrariamente a lo que se cree, dejó en nuestras calles alrededor de 200 inmuebles, aunque si se tienen en cuenta los que se derribaron y los proyectos no realizados, la cifra ascendería al medio millar.

Son edificaciones heterogéneas, que participan eclécticamente de patrones foráneos, sin que, en ningún momento, pueda hablarse de una escuela propiamente madrileña. Éste es el caso de la Casa de Pérez Villaamil, situada en la recoleta Plaza de Matute, en pleno Barrio de las Letras, que sigue modelos belgas, con ciertos toques afrancesados.


Imagen 1.

Se trata de uno de los conjuntos modernistas más sobresalientes que se conservan en la villa, no sólo por su valor arquitectónico, sino también por la elevada calidad de sus acabados. Algunos investigadores consideran que solo el Palacio de Longoria le supera en interés.

La casa fue diseñada en 1906 por el arquitecto Eduardo Reynals Toledo (1865-1916), como un edificio de viviendas alquiladas. Fue un encargo del ingeniero Enrique Pérez Villaamil, nieto del pintor Genaro Pérez Villaamil, quien se reservó la planta alta, además de la terraza, para su residencia. Las obras concluyeron en 1907, si bien el proceso de alquiler no comenzó hasta 1908.

Si tuviésemos que catalogar esta construcción, diríamos que constituye un claro ejemplo de modernismo decorativo, un estilo caracterizado por el empleo de motivos vegetales en la ornamentación y por su apego a la línea curva, con cierta tendencia a la asimetría en los alzados y en las plantas. Sin olvidarnos de una visión integradora de la arquitectura y de las artes decorativas.

Rasgos que pueden comprobarse a primera vista, nada más contemplar la fachada. Hecha en ladrillo revocado, ésta se configura asimétricamente, con un cuerpo principal de balcones corridos en el que prima la horizontalidad y un cuerpo lateral de miradores, que pone el contrapunto vertical. Es en esta parte donde se encuentra la puerta de acceso.


Imagen 2.

Los balcones quedan unidos entre sí por medio de una base pétrea, en la que se suceden cadencias cóncavas y convexas, con un tratamiento distinto para cada planta. Este ritmo ondulante se repite en los antepechos de hierro forjado que sirven de barandillas.

Todo ello acompañado de una sugerente decoración escultórica, consistente en relieves y abultados de corte naturalista, bajo la cual quedan envueltos los distintos elementos arquitectónicos, tales como cornisas, ménsulas, huecos, remates o repisas.


Imagen 3.

Los miradores del cuerpo lateral están inspirados en los existentes en las célebres Casa Solvay y Casa Tasset, que Víctor Horta (1861-1947), uno de los arquitectos pioneros del modernismo, levantó en Bruselas a finales del siglo XIX.

Hechos en hierro y cristal, destacan por su forma ochavada, la ornamentación de los antepechos y el tratamiento de las uniones y remaches, que imprimen un cierto aire industrial.


Imagen 4: interior de una vivienda.

La influencia de Horta también es visible dentro del edificio. Las distintas artes decorativas confluyen armoniosamente para dar forma a uno de los interiores modernistas más notables de la ciudad. Las rejerías, los apliques metálicos, la carpintería de madera... siguen el mismo lenguaje naturalista del exterior, aunque con variaciones geométricas, en la línea del modernismo escocés y austriaco.

Mención especial merecen las vidrieras, instaladas en las ventanas de la escalera y en las puertas de las viviendas, las pinturas al fresco y, por supuesto, la espléndida barandilla de la escalera principal (desaparecida), que parece emular (o, mejor dicho, replicar) a la de la Casa Solvay.


Imagen 5: arranques de escalera en la Casa de Pérez Villaamil (izquierda) y en la Casa Solvay (derecha).

No queremos pasar por alto otros detalles, igualmente relevantes, como la portezuela del ascensor (desaparecida), el farol del zaguán o la placa indicativa del seguro de incendios, tristemente robada, que estaba colocada junto a la entrada, en el exterior.


Imagen 6: farol del zaguán.

En los trabajos ornamentales intervinieron los más reputados artistas y artesanos del momento. La decoración escultórica fue realizada por Salvador Llongarríu, siguiendo directrices del propio Reynals, mientras que José García-Nieto López se responsabilizó de los forjados. Por su parte, la Casa Watteler corrió a cargo de las pinturas decorativas.

Las vidrieras se deben a la prestigiosa Casa Mauméjean, una empresa parisina que tuvo delegaciones en Madrid, San Sebastián y Barcelona y que, en nuestro país, tuvo su máximo apogeo en las primeras décadas del siglo XX.

Presentan un potente cromatismo y abordan temas inconexos, entre los que cabe destacar las alegorías de las cuatro estaciones, donde se incluyen rótulos en inglés. Resultan infrecuentes en otros trabajos madrileños de Mauméjean, hechos en la misma época. De ahí que algunos autores piensen que sus diseños fueron importados del extranjero.


Imagen 7: vidriera alegórica de la primavera.

En lo que respecta a la distribución de los espacios, Reynals buscó soluciones eclécticas. Tal vez su principal aportación fuera la creación de un dúplex, uniendo la última planta con la terraza mediante una escalera interior, donde Enrique Pérez Villaamil estableció su vivienda.

Una fórmula de plena actualidad en nuestros tiempos, pero que, a principios del siglo XX, resultaba tremendamente extraña (lo usual era destinar la primera planta a la residencia principal).


Imágenes 8 y 9: mobiliario modernista en una de las viviendas.

Bibliografía

Opciones modernistas en la arquitectura madrileña, de Pedro Navascués Palacio. Estudios Pro Arte, número 5, Madrid, 1976

Arquitectura española 1808-1914, de Pedro Navascués Palacio. Editorial Espasa Calpe, Madrid, 1993

Madrid modernista: guía de arquitectura, de Óscar Da Rocha Aranda y Ricardo Muñoz Fajardo. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 2007

El modernismo en la arquitectura madrileña: génesis y desarrollo de una opción ecléctica, de Óscar Da Rocha Aranda. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2009

Fuentes de las imágenes

Las imágenes 1, 2 y 3 son de elaboración propia. Las imágenes 4 y 6 proceden de la base de datos Monumentamadrid.

La imagen 5 es una composición de un dibujo incluido por Pedro Navascués en el artículo Opciones modernistas en la arquitectura madrileña y de una fotografía perteneciente a la web Art Nouveau.

La imagen 7 se ha capturado del libro Madrid modernista: guía de arquitectura, antes citado. La imágenes 8 y 9 pertenecen al portal inmobiliario Propiedades Singulares.

lunes, 3 de junio de 2013

Escultura madrileña del primer Renacimiento (3): el mecenazgo de Beatriz Galindo

Beatriz Galindo (1465-1535) fue una de las figuras más importantes del Madrid precapitalino. Poseedora de una enorme cultura, sus grandes dotes para el latín le valieron el sobrenombre de "La Latina", que aún perdura en varios topónimos de nuestra ciudad. Fue preceptora y consejera de la reina Isabel la Católica, así como de sus hijos.

En 1491 se casó con Franciso Ramírez de Madrid, un capitán general que, por sus éxitos militares, recibió el apodo de "El Artillero". Murió en 1501 en la Batalla de Lanjarón, durante la toma de Granada, sin que se sepa a ciencia cierta dónde fue enterrado.

Ambos fundaron en 1499 el desaparecido Convento y Hospital de la Concepción de Nuestra Señora (más tarde, Concepción Francisca), si bien su puesta en marcha corrió a cargo de Beatriz Galindo, tras el prematuro fallecimiento de su marido. De ahí que todo el mundo lo conociera como el Hospital de La Latina.


El Hospital de La Latina en 1900 (Archivo Regional CAM).

Este viejo edificio, que se encontraba en la Calle de Toledo, albergó diferentes conjuntos escultóricos, representativos de varios estilos, que van desde el gótico tardío, presente en las tallas que decoraban la portada principal y la escalera interior, hasta el plateresco más genuino, con el que fueron concebidos los sepulcros de los dos fundadores.

Además, hay que añadir otros dos cenotafios renacentistas, que estaban en el Convento de la Concepción Jerónima, la otra gran fundación llevada a cabo por Beatriz Galindo. Este monasterio fue construido en 1509 y derribado en 1890. Sobre su solar se extienden hoy en día las calles del Duque de Rivas y de la Concepción Jerónima.


Claustro del Convento de la Concepción Jerónima.

Aunque parece claro que "La Latina" siempre mantuvo la esperanza de localizar el cuerpo de su esposo para recibir sepultura juntos, se desconoce qué razones le llevaron a encargar cuatro bultos sepulcrales, en lugar de dos, como hubiese sido lo lógico. 

Los cenotafios fueron contratados en 1531 al maestro entallador-cantero Hernán Pérez de Alviz, del que hemos hablado en anteriores entregas de esta serie.

A pesar de no haber sido realizados por un escultor profesional, presentan una calidad artística ciertamente notable, muy superior a la de los sepulcros de Alonso Gutiérrez y María de Pisa, que, como vimos en su momento, fueron hechos por Pedro de Goitia, otro entallador-cantero de la época.


Sepulcro de Francisco Ramírez. Museo de los San Isidro (Madrid).

Fabricados en alabastro de Cogolludo (Guadalajara), fueron concebidos para quedar encajados dentro de un muro, lo que explica que solamente esté labrada una de las caras. El frontal decorado se divide en tres secciones, separadas por columnas talladas, en cada una de las cuales hay relieves de figuras humanas y antropomórficas, escudos heráldicos y motivos vegetales.


Detalle del sepulcro de Francisco Ramírez. Museo de San Isidro (Madrid).

Sobre las urnas descansan las respectivas estatuas yacentes. Beatriz Galindo está vestida con un manto y tiene las manos unidas, en actitud orante. Francisco Ramírez lleva armadura, con la espada a su costado, y sujeta un libro con las manos.

Las dos parejas de sepulcros son prácticamente idénticas, aunque con alguna que otra diferencia, como la presencia de un pequeño rostro esculpido en el sepulcro femenino del Convento de la Concepción Jerónima, que podría corresponderse con el retrato de Beatriz Galindo.


Sepulcro de Beatriz Galindo. Museo de San Isidro (Madrid).

En 1534, cuatro años después de haber encargado los cenotafios, "La Latina" hizo testamento. En él pidió ser enterrada en el coro de la iglesia de la Concepción Jerónima, fuera del sepulcro que ella misma se había hecho labrar y que, a esas alturas de su vida, en plena fase de recogimiento y humildad, consideraba excesivo.

Cuando el monasterio fue demolido en 1890, los restos mortales de Beatriz Galindo aparecieron debajo del altar mayor, en un sitio diferente al que figuraba en su última voluntad, seguramente porque alguna monja entendió que "La Latina" merecía un lugar más digno que el coro.

Los sepulcros sobrevivieron a la piqueta y se llevaron a la Calle de Velázquez, esquina con José Ortega y Gasset, donde fue levantado un segundo convento, que también ha desaparecido. Ahora se encuentran en unas nuevas instalaciones conventuales, situadas en El Goloso, una colonia militar próxima a Tres Cantos.


Los sepulcros del Hospital de La Latina en 1949, en los almacenes municipales. Fotografía: Santos Yubero (Archivo Regional CAM).

Con respecto a los otros dos cenotafios, los del Convento y Hospital de La Latina, su periplo también ha sido muy complicado. Tras ser derribado este edificio en 1903, se trasladaron a los depósitos municipales. Aquí permanecieron hasta 1959, cuando fueron instalados en la Casa de Álvaro Luján, en la Plaza de la Villa, por aquel entonces sede de la Hemeroteca Municipal.


Sepulcro de Beatriz Galindo, en la Casa de Álvaro Luján (Madrid).

En 1992 fueron cedidos al Museo Municipal (hoy Museo de Historia), en la Calle de Fuencarral, y en el año 2012 al Museo de San Isidro, en la Plaza de San Andrés, su última y definitiva ubicación, tal y como nos anticipó Mercedes en nuestro admirado blog Arte en Madrid.

No queremos despedir este capítulo sobre el mecenazgo de Beatriz Galindo, sin aludir a la casa donde vivió. Estaba al lado del Convento de la Concepción Jerónima y constaba de dos edificios a diferente altura con sendos patios interiores, muy probablemente con galerías renacentistas. Mesonero Romanos la describió como un claro ejemplo de palacio-fortaleza del Renacimiento español.

Su fachada principal era de estilo plateresco, con adornos escultóricos y escudos de armas, salidos de las manos de maestros entalladores-canteros establecidos en Madrid.


Los dos sepulcros del Hospital de La Latina, en el Museo de San Isidro (Madrid).

Artículos relacionados

La serie "Escultura madrileña del primer Renacimiento" se completa con estos dos artículos:
- Las 'capillas de los obispos'
- El mecenazgo del Tesorero

Bibliografía

Beatriz Galindo, La Latina, maestra de reinas, de Almudena de Arteaga. Algaba Ediciones, Madrid, 2007.

La mujer que da nombre a un distrito, de José María Sánchez Molledo. Temporae Madrid Histórico, Madrid, 2012.

Orígenes, un viaje al pasado de Madrid. Museo de San Isidro, Ayuntamiento de Madrid, Madrid, 2012.