Así se denomina al grupo de autores que, en los años veinte del siglo XX, impulsó la modernización de la arquitectura de nuestro país, con Madrid como foco más activo, al menos inicialmente. Toma este nombre del año de celebración de la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales de París, que permitió a los jóvenes arquitectos españoles conocer de primera mano las nuevas tendencias que estaban floreciendo en Europa.
Fruto de esta toma de contacto fue la construcción, en un plazo relativamente corto, de tres obras clave, que resultaron decisivas para la implantación del movimiento racionalista en España.
La estación de servicio que ocupa nuestra atención era una de ellas, junto con el Rincón de Goya (1926-28), de Zaragoza, y la Casa del Marqués de Villora (1927-28), situada en la madrileña Calle de Serrano. Estos dos últimos edificios fueron proyectados por Fernando García Mercadal (1896-1985) y Rafael Bergamín (1891-1970), respectivamente, dos nombres igualmente ligados a la Generación del 25.
El racionalismo arquitectónico proponía superar el historicismo monumentalista que se arrastraba desde el siglo XIX, apostando por las formas geométicas simples, los criterios ortogonales, los volúmenes limpios y los detalles constructivos, todo ello sin caer en un tecnicismo excesivo.
Estos principios se dan cita en la gasolinera de Casto Fernández Shaw, a los que se añaden ciertos toques expresionistas y futuristas, que dan como resultado una de las creaciones más relevantes de la moderna arquitectura española. "Es la obra por la que paso a la historia", llegó a declarar el autor.
Historia
En la década de los veinte del pasado siglo, prácticamente no había gasolineras en las carreteras. Casi todas ellas estaban en las ciudades y consistían en simples surtidores, situados en las aceras.
La gasolinera de la Calle de Alberto Aguilera fue absolutamente revolucionaria en su planteamiento. Se trataba de uno de los primeros intentos de dotar de fisonomía a este tipo de instalaciones, en lo que puede considerarse el nacimiento en España del concepto de estación de servicio.
La gasolinera hacia 1929.
Fue edificada en 1927 por la sociedad Petróleos Pi, una empresa de capital nacional fundada en 1925 por el magnate mallorquín Juan March (1880-1962). Apenas se tardaron cincuenta días en acabar los trabajos.
Su construcción estaba más que justificada, dado el nivel de desarrollo que, en aquel entonces, había alcanzado la industria del automóvil, con un parque de alrededor 18.000 vehículos tan sólo en Madrid.
Prueba de este crecimiento es que, ocho años después de su apertura, la gasolinera tuvo que ser ampliada. La reforma la llevó a cabo el propio Fernández Shaw, quien tuvo un especial cuidado para no alterar la estructura principal.
Imagen nocturna de 1958, cuando la gasolinera era propiedad de la sociedad Gesa. Archivo de Campsa.
En 1977, tuvo lugar uno de los episodios más tristes y lamentables de la historia de nuestra ciudad, desde el punto de vista de su evolución arquitectónica y urbanística. Pese a encontrarse protegida legalmente, la gasolinera fue demolida por los propietarios, que buscaban poder construir en el solar. Sólo quedaron en pie algunos elementos estructurales.
El derribo provocó un gran revuelo social, con manifestaciones de protesta por parte de los estudiantes de arquitectura y otros colectivos. Tan fuerte fue la repercusión mediática que el Ayuntamiento de Madrid se vio obligado a tomar cartas en el asunto, impidiendo la edificación en los terrenos liberados.
Derribo de la estación de servicio, en 1977. Fotografía de Tajes y Piqueras, perteneciente al archivo del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid.
En 1996 el consistorio dio su permiso para levantar un hotel, a cambio de que los promotores reconstruyeran la vieja estación de servicio, labor que finalmente corrió a cargo del arquitecto Carlos Loren Butragueño.
Desde entonces, los madrileños podemos contemplar un "falso histórico" en el número 18 de la Calle de Alberto Aguilera, compartiendo espacio con un enorme edificio de ocho plantas, que se eleva a sus espaldas.
Descripción
La gasolinera de Petróleos Porto Pi consta de dos partes principales, en las que no faltan las referencias futuristas: la marquesina, como símbolo aeronáutico, y la torre que emerge desde el lado septentrional, una alusión directa a las chimeneas de los buques.
Estamos ante una obra claramente estructuralista, que se apoya en las distintas piezas constructivas para forjar su personalidad, tal y como el propio Fernández Shaw se encargó de remarcar: "ha surgido una silueta de los elementos que integran su construcción".
Consecuencia de este planteamiento es el protagonismo inusitado que poseen los materiales de fábrica, en este caso el hormigón armado, que, siguiendo con las palabras del arquitecto, "se ha conservado en toda su pureza".
Otro de los rasgos fundamentales es el funcionalismo o, como lo definió el propio autor, la ausencia de estilo, ya que todo descansa sobre los diferentes elementos funcionales. "Los aparatos que suministran la gasolina, los aceites, el agua, el aire a presión, los extintores de incendio... 'decoran' la instalación".
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- La Playa de Madrid