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lunes, 2 de septiembre de 2013

Panorámicas madrileñas de Lebbaus

Reproducimos cinco fotografías de Lebbaus, realizadas en los años treinta del siglo XX, que nos muestran diferentes perfiles de nuestra ciudad. Más allá de su interés documental, que es mucho, hay un innegable valor artístico en estas panorámicas, fruto de una concepción marcadamente pictórica.

El autor utiliza un lenguaje que nos recuerda a la pintura del romanticismo. El recurso a perspectivas amplias y la densidad de las imágenes le permiten crear una atmósfera de ensoñación, casi enigmática, muy cercana a los postulados de los paisajistas decimonónicos.

Pero también encontramos influencias de Francisco de Goya (1746-1828), en la fuerza que alcanzan los cielos madrileños dentro de la composición. Es el caso de esta vista de julio de 1935, donde aparece nuestra célebre cornisa, engullida por una poderosa tormenta.



En esta otra fotografía, realizada también en el citado año, puede verse la fachada occidental del Palacio Real y la cúpula de San Francisco el Grande. Llama la atención la arboleda que figura en primer término, con especies típicas de jardines, como cipreses, cedros y palmeras. ¿Podría tratarse de alguna de las quintas de recreo de Carabanchel, hoy casi desaparecidas?



La siguiente panorámica corresponde igualmente a 1935. Pudo ser captada desde la Casa de Campo y en ella podemos reconocer la enorme mole del Edificio de Telefónica, además del Palacio Real, nuevamente bajo la amenaza de una tormenta.



En esta otra fotografía vemos el centro de Madrid en 1935, con la Gran Vía en primer término y el Parque de El Retiro como telón de fondo. Entre los edificios que sobresalen, reconocemos el Círculo de Bellas Artes y el Ministerio de Educación, ambos en la Calle de Alcalá, además de la antigua sede de la Unión y el Fénix, en la Calle de la Virgen de los Peligros.



Y terminamos en 1930 con esta vista de Madrid tomada desde las Ventas del Espíritu Santo. Un cielo nublado envuelve un abigarrado caserío, en el que se destaca sobremanera la Plaza de Toros Monumental, cuando aún no había sido inaugurada. Todo ello enmarcado por la imponente silueta de la Sierra de Guadarrama.

jueves, 2 de junio de 2011

Miradores

Siempre hemos defendido que uno de los potenciales turísticos de Madrid son sus azoteas. A falta de montañas o colinas que puedan servir de observatorios, los grandes edificios se convierten en el único modo de divisar la ciudad desde las alturas.



Afortunadamente, en los últimos años, se han ido habilitando excelentes miradores en las plantas superiores de diferentes inmuebles del centro histórico.

Algunos están vinculados a restaurantes de lujo, como la terraza del Casino de Madrid, a cafeterías, como la de El Corte Inglés de Callao, o a bares de copas, como los existentes en los áticos de los hoteles Urban, Óscar o Me.

En otras ocasiones, los miradores son sólo eso, miradores, sin que ello implique que haya que tomar obligatoriamente una consumición, aunque, con toda probabilidad, sí que haya que pagar por acceder. Es el caso de la cúpula de la Catedral de la Almudena y de la terraza del Círculo de Bellas Artes.

















El Palacio de Cibeles es la excepción que confirma la regla. La subida a su torreón resulta, en estos momentos, completamente gratuita, si bien mucho nos tememos que dejará de serlo cuando concluyan en julio las Jornadas de Puertas Abiertas.

Confiamos que sean muchos más los edificios que den el paso de abrir al público sus pisos más altos. De momento nos quedamos con estas imágenes, captadas desde la terraza del Hotel Óscar, en la Plaza de Vázquez de Mella, con un hermoso atardecer sobre la almendra central de la capital.

En ellas pueden reconocerse algunas siluetas imprescindibles del horizonte urbano madrileño, como el Palacio de Cibeles, el Círculo de Bellas Artes o la sede de Telefónica en la Gran Vía.


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lunes, 25 de abril de 2011

En el Palacio de Cibeles

El Palacio de Comunicaciones, llamado Palacio de Cibeles desde el traslado de la Alcaldía de Madrid, se encuentra abierto al público en unas jornadas de puertas abiertas, que durarán hasta finales del mes de julio.



Este edificio monumental, uno de los iconos más poderosos de nuestra ciudad, fue construido entre 1904 y 1919, en lo que constituyó una de las etapas más esplendorosas y fructíferas en la historia del urbanismo madrileño.



Su arquitecto, Antonio Palacios, uno de esos genios que todavía no ha alcanzado el reconocimiento que se merece, ideó un majestuoso conjunto de estilo ecléctico, en el que se mezclan influencias estadounidenses, francesas y, por supuesto, hispánicas, además de rasgos típicamente modernistas.

Colaboraron con él el arquitecto Joaquín Otamendi y el ingeniero Ángel Chueca Sainz, además de numerosos artesanos y artistas, como el escultor Ángel García Díaz.



El interior sorprende por la armónica convivencia de las vanguardias arquitectónicas de principios del siglo XX con detalles historicistas, que recrean el gótico tardío español y el estilo del arquitecto renacentista Rodrigo Gil de Hontañón, por el cual Palacios sentía pasión.



La sinceridad estructural que preside cada una de las plantas, con los materiales de hierro desnudos, se da la mano con la rica ornamentación de las bóvedas, sin que tan insólita combinación resulte chirriante. Muy al contrario, todo es absolutamente coherente.



Galería de cristales

Fue una de las primeras dependencias finalizadas, dentro del conjunto de obras destinadas a la remodelación y acondicionamiento del Palacio de Cibeles como nueva sede municipal.

Se trata de una enorme bóveda acristalada, de geometría irregular, que cubre una superficie de aproximadamente 2.400 metros cuadrados, mediante la cual se comunican las calles de Alcalá y de Montalbán.















Este espacio fue concebido por Palacios y Otamendi como un pasaje, aunque posteriormente fue utilizado como patio de descargas del servicio de correos. Con la nueva cubierta, se pretende que cumpla una función representativa, como lugar de celebraciones de actos y eventos.



Centro cultural

El enorme edificio no sólo tendrá un uso institucional y administrativo, como sede municipal, sino que también acogerá un nuevo complejo cultural, que llevará el nombre de CentroCentro. 
















Cuenta con salas de exposiciones, lugares de esparcimiento y un auditorio con capacidad para casi 300 personas.
















Desde la torre

La torre central del Palacio de Cibeles, de setenta metros de altura, ha sido habilitada como mirador. Las vistas que se divisan desde este punto son sencillamente fantásticas.



Esperemos que se siga permitiendo la visita a este mirador, incluso cuando concluyan el próximo mes de julio las jornadas de puertas abiertas.


jueves, 7 de abril de 2011

La Huerta de la Partida
















Visitamos la Huerta de la Partida, cuatro años después de las intervenciones realizadas, que han supuesto la recuperación de uno de los parajes más singulares del Madrid renacentista. Se encuentra situada en la orilla derecha del Manzanares, muy cerca del Puente del Rey, justo en el arranque de la Casa de Campo.
















Estas tierras de cultivo se formaron como tales en el siglo XVI. Su explotación garantizaba el abastecimiento de frutas y hortalizas a la hacienda que la poderosa familia de los Vargas poseía junto al río, alejada del casco urbano.

En el año 1559 el rey Felipe II (r. 1556-1598) inició las gestiones para hacerse con la finca y con los terrenos colindantes, en un proceso de anexiones que duró hasta 1562, con la intención de crear una zona, próxima a palacio, para su disfrute personal.

La huerta quedó así integrada dentro de un espacio recreativo y cinegético vinculado a la Corona, pero no por ello perdió su función productiva.


'Vista de Madrid', de Antón van der Wyngaerde (1561). Biblioteca Nacional de Viena. Puede verse la Casa de los Vargas abajo a la izquierda, junto al antiguo cauce del arroyo Meaques, alrededor del cual se extendía la Huerta de la Partida.

El lugar mantuvo su carácter agrícola hasta el primer tercio del siglo XX, aunque ya no con fines alimenticios, sino terapéuticos, tras ser cedido en 1928 al Comité de Plantas Medicinales, dependiente del Ministerio de Agricultura, por parte de Alfonso XIII (r. 1886-1931).

Con el estallido de la Guerra Civil (1936-39), todo el vértice suroriental de la Casa de Campo, en el que se hallaba la Partida, quedó en muy mal estado. Aunque posteriormente se procedió a la recomposición de la zona, para la huerta fue una herida mortal.

En el año 2007, el Ayuntamiento de Madrid procedió a la recreación del enclave, con la plantación de casi un millar del árboles frutales y el acondicionamiento de los terrenos para su utilización como parque.
















Uno de los elementos incorporados ha sido un cauce seco, que reproduce el antiguo curso del arroyo Meaques, cuyas aguas eran aprovechadas para el riego, a través de un canal artificial. El verdadero arroyo discurre soterrado en esta parte de su recorrido.

También se ha querido representar su desembocadura en el Manzanares, por medio de un pequeño estanque y un hito pétreo.
















En la parte más alta de la huerta, ha sido instalado un sencillo mirador, desde el cual se divisan unas fantásticas vistas de la cornisa de Madrid, con el Palacio Real, la Plaza de la Armería, la Catedral de la Almudena y, ahora también, el Museo de Colecciones Reales como principales referencias visuales.


jueves, 2 de septiembre de 2010

Sachetti o la catedral que nunca tuvimos



De todos los proyectos catedralicios con los que ha contado Madrid a lo largo de la historia, nos llama especialmente la atención el redactado en 1752 por Juan Bautista Sachetti (1690-1764), a quien los madrileños debemos el trazado definitivo del Palacio Real.

Fue en este contexto de construcción del palacio, cuando el arquitecto italiano elaboró un ambicioso plan, que, más allá de la propia residencia real, fijaba el perfil urbano de la villa por su lado occidental, recorriendo todos los ángulos de la cornisa del Manzanares, desde la Cuesta de San Vicente hasta Las Vistillas.

Se trataba de una intervención arquitectónica y urbanística en toda regla, que no sólo pretendía la creación de hitos paisajísticos, sino también dotar a Madrid de infraestructuras y equipamientos de primer orden, como una catedral, un puente, un teatro, dos plazas públicas y diversas zonas de servicios, por no hablar del Palacio Real, como la imponente sede de las instituciones del Estado.

Siguiendo directrices típicamente barrocas, Sachetti propuso en su proyecto la alineación ordenada y armónica de los elementos que se acaban de citar, formando ejes urbanos de considerables dimensiones.

Todo ello a partir de las proporciones definidas en el palacio, cuya enorme estructura cuadrangular queda convertida en la principal referencia visual del conjunto y, al mismo tiempo, en la pieza que da la medida a las restantes edificaciones. De ahí que prevalezca la horizontalidad sobre la verticalidad.

A los pies de la fachada meridional del palacio, Sachetti trazó la Plaza Real, un espacio rectangular de gran amplitud, delimitado por dos pórticos y varias construcciones a su alrededor. Entre éstas sobresale la catedral, un magno edificio que el arquitecto incorporó al plan, recuperando un diseño anterior, que él mismo había firmado en 1738.

El templo religioso presenta un aire inequívocamente clasicista, como bien reflejan los edículos (templetes adosados a los muros) de su fachada principal y el pórtico tetrástilo que enmarca el acceso.

Pero, sin duda alguna, lo que más destaca es su enorme cúpula sobre tambor y linterna, que emerge desde el crucero, intencionadamente desproporcionada con respecto a las torres laterales de la fachada y que sirve de contrapunto al pequeño domo de la Capilla Real, situada en el flanco septentrional del palacio.

Al sur de la catedral, Sachetti concibió una nueva plaza, esta vez en exedra. De ella parte un puente monumental, que se apoya en nueve arcos de medio punto, que salva los barrancos de la Calle de Segovia, hasta enlazar con Las Vistillas. Su parte superior está coronada con naves porticadas y tres arcos triunfales, dos en los extremos y otro justo en el centro.

En referencia a los desniveles existentes hasta llegar a las riberas del río Manzanares, el arquitecto contempló la realización de distintos terraplenes artificiales, ornamentados con arquerías, escalinatas, esculturas, fuentes y puertas artísticas. Entre estas últimas, cabe citar la de la Cuesta de San Vicente y la de la Calle de Segovia.





Proyecto para el Palacio Real de Juan Bautista Sachetti (1752). Museo de Historia de Madrid. Calco sobre un original perdido, realizado en 1847 por el ingeniero Juan Ribera. Se conserva en dos pliegos, pegados por la parte central.

Visión de futuro

Al margen del Palacio Real, poco más pudo llevarse a cabo del impresionante plan ideado por Juan Bautista Sachetti, que, insistimos, nos atrae especialmente por la globalidad de su planteamiento y, sobre todo, por su carácter precursor.

Bien es verdad que la falta de recursos impidió que la totalidad del proyecto se ejecutara, pero también es cierto que, aún sin hacerse, ha tenido una influencia decisiva en la actual configuración del entorno urbano de la cornisa, resultado de intervenciones aisladas y aparentemente inconexas.

Nadie puede negar que el eje actualmente formado por la Plaza de la Armería, la Catedral de la Almudena y el Viaducto de Segovia, uniendo el Palacio Real con San Francisco el Grande a través de la Calle de Bailén, trazada a finales del siglo XIX, tiene sus bases en las premisas que Sachetti dejó sentadas en 1752.

Incluso la ubicación del Teatro Real en plena Plaza de Oriente, al lado mismo del palacio, parece tomar prestada la idea del arquitecto italiano de convertir la zona en una gran área de servicios, tal y como él mismo previó con la realización de un coliseo, junto a la catedral.



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viernes, 11 de junio de 2010

El Museo de las Colecciones Reales ya se perfila sobre el Campo del Moro

Seguimos atentos a las obras de construcción del Museo de las Colecciones Reales. Lo que hace unos meses eran tan sólo movimientos de tierra, para la adecuación del solar, ha dejado paso a la aparición de una enorme estructura, en forma de paralelepípedo, que ya llega hasta la base de la Catedral de la Almudena.

Las obras continúan avanzando, al tiempo que se incrementa nuestra preocupación por el impacto visual que provocará este edificio en la cornisa de Madrid, en lo que constituye una de las vistas más bellas y simbólicas de la ciudad (al menos por el momento).

Como ya comentamos en febrero, la panorámica del conjunto monumental del Palacio Real, la Plaza de la Armería y la Catedral de la Almudena, con el Campo del Moro a sus pies, a modo de alfombra verde, se encuentra seriamente amenazada.


La Catedral de la Almudena, desde el Paseo de Extremadura, con la emergente estructura del Museo de las Colecciones Reales a sus pies (10 de junio de 2010).


El futuro Museo de las Colecciones Reales y la cúpula de la Catedral de la Almudena, desde la Cuesta de la Vega (9 de junio de 2010).

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jueves, 4 de febrero de 2010

Museo de Colecciones Reales, ¿otra panorámica rota?

Las obras del Museo de Colecciones Reales siguen a buen ritmo. Seguramente será un museo espectacular, un digno continente para el valioso contenido que va a custodiar, obras de arte actualmente dispersas en diferentes almacenes y dependencias, incluidas las piezas del antiguo Museo de Carruajes, del Campo del Moro.


Estado de las obras en enero de 2010. Hasta el momento, se ha procedido al vaciado del solar y a la consolidación del terreno.

Sin embargo, nos preguntamos cómo va a encajar este edificio en un entorno dominado por el Palacio Real, la Plaza de la Armería y la Catedral de la Almudena. A pesar del prestigio y renombre de sus creadores, los arquitectos Mansilla y Tuñón, nos asaltan muchas dudas sobre el impacto visual que puede tener un moderno bloque de planta rectangular, yaciendo justo debajo de este conjunto monumental.

El nuevo museo va a ocupar una parcela de 10.700 metros cuadrados, desde la que se construirán varias plantas, que, elevándose desde el Campo del Moro, llegarán hasta la misma base de la fachada occidental de la catedral.



El futuro Museo de Colecciones Reales, según una simulación del estudio de arquitectura de Mansilla y Tuñón.

¿Estaremos ante un nuevo e irremediable desatino? ¿Perderemos una de las más bellas vistas de nuestra ciudad? Ya nos robaron en su momento la panorámica de la Puerta de Alcalá, rota por la silueta de la Torre de Valencia, y posiblemente también nos quiten ésta y la del Parque de la Cornisa, con la inquietante amenaza de construir un complejo eclesiástico a los pies de San Francisco el Grande.


La panorámica amenazada. Vista del Palacio Real y de la Catedral de la Almudena, desde el Parque del Oeste, en mayo de 2008, antes del comienzo de las obras.

miércoles, 6 de enero de 2010

Desde el mirador del Templo de Debod



Esta vista se hizo muy popular con la serie televisiva Sin tetas no hay paraíso. Pese a ello, muy pocos madrileños conocen el lugar desde el que se divisa esta panorámica. Se trata de la montaña de Príncipe Pío, donde se encuentra el Templo de Debod.

Ahí aparecen las tres siluetas que mejor definen el skyline de Madrid: el Palacio Real, la Catedral de la Almudena (unidos por la arquería de la Plaza de la Armería) y, al fondo, la enorme cúpula de San Francisco el Grande.

Entre el palacio y la catedral, puede apreciarse otra cúpula, de menores dimensiones, que corresponde a la Capilla de San Isidro, integrada dentro de la Iglesia de San Andrés.