Coincidiendo con las próximas festividades de Todos los Santos y de Todos los Difuntos, nos dirigimos al Cementerio de San Isidro, donde se encuentra el Panteón Guirao, también conocido como Panteón de Luisa Sancho Mota, levantado en estilo modernista.
El mausoleo fue mandado construir por el abogado, político y fotógrafo Luis Federico Guirao (1848-1941), como lugar de enterramiento de su esposa, Luisa Sancho Mota, fallecida el 8 de julio de 1907. En 1908 se hizo el encargo y en 1911 fue terminado.
Se trata de un trabajo póstumo del escultor tarraconense Agustín Querol Subirats (1860-1909), a quien los madrileños debemos obras tan relevantes como La Gloria y los Pegasos, el frontón de la Biblioteca Nacional o el Monumento funerario de Cánovas del Castillo.
Querol contó con la colaboración del arquitecto Ignacio de Aldama Elorz, autor de la cripta, y de Francisco Torras Codina, cuyo taller se responsabilizó de los trabajos de forja, consistentes en una puerta de hierro y una verja, tristemente desaparecida, con la que se rodeaba el recinto.
Pese a su desconocimiento, estamos ante una pieza fundamental dentro del modernismo español, que, según el investigador Óscar da Rocha, es "comparable con cualquiera otra de similares características realizada en Europa por aquellos años".
El conjunto está integrado por un doble basamento, sobre el que descansa un sarcófago. La horizontalidad de este planteamiento queda rota en la cabecera, gracias a una cruz de grandes dimensiones y a los cipreses centenarios que custodian el recinto, que parecen formar parte del proyecto escultórico.
Alrededor de la cruz se distribuyen catorce figuras, que llevan a cabo una escenografía de desbordante dinamismo y plasticidad. Las estatuas quedan amalgamadas dentro de la misma masa pétrea, al compás de un imparable movimiento ascendente, que les envuelve sin posibilidad de escapatoria.
Su ritmo agitado parece poner el acento en lo fugaz y efímero de la vida. Esta concepción contrasta con el hieratismo y la solemnidad que tradicionalmente han acompañado al arte funerario, como símbolos de la paz y descanso eternos.
Uno de los grupos escultóricos más importantes se encuentra a los pies de la cruz. En esta parte puede verse un ángel con las alas desplegadas, dando consuelo a un hombre, a una mujer con su hijo y a una mujer postrada de rodillas.
También hay representaciones alegóricas de las virtudes que Luisa Sancho intentó practicar en vida. La Caridad, el Perdón, la Compasión o la Limosna aparecen en los niveles inferiores del monumento, mezcladas con seres terrenales.
Con respecto a la cripta, está situada bajo el basamento. Es de planta circular y se cubre con una bóveda semiesférica. Su acceso se realiza mediante una hermosa puerta de hierro, forjada con motivos vegetales silvestres, tales como cardos, que se van entrelazando, al más puro estilo modernista.
El sentido escenográfico de la composición queda remarcado por una ubicación privilegiada, al final del eje central del Patio de la Concepción (uno de los sectores en los que se divide el Cementerio de San Isidro), a modo de hito arquitectónico.
Lamentablemente, el Panteón Guirao fue labrado en caliza, un material muy endeble que ha acelerado el deterioro de la piedra y que ha provocado el desprendimiento de numerosos trozos.
lunes, 28 de octubre de 2013
El Panteón Guirao
Etiquetas:
Cementerio de San Isidro,
El Madrid del siglo XX,
Esculturas,
Inquietudes en torno al patrimonio,
Modernismo madrileño
Ubicación:
Panteón Guirao
lunes, 21 de octubre de 2013
La Ermita de San Pablo (1): la primera construcción
'Vista del Palacio del Buen Retiro', grabado de Juan Álvarez de Colmenar (principios del siglo XVIII).
Puede sorprender que en un lugar concebido para el esparcimiento se edificaran estos pequeños templos, si bien su presencia parece vincularse más al acto festivo de la romería que al retiro espiritual o a la penitencia, según sostiene el investigador Alfonso Rodríguez G. de Ceballos.
De todos modos, no se trataba de ninguna especificidad. Existía el precedente del Palacio Ducal de Lerma, en la provincia de Burgos, cuyos jardines llegaron a tener hasta siete ermitas. Es bastante probable que el rey conociese este dato y, sin duda alguna, su valido, el Conde-duque de Olivares, el auténtico promotor del Buen Retiro.
Siete fueron también las ermitas de los jardines madrileños. Seis de ellas (San Isidro, San Pablo, San Juan, San Bruno, la Magdalena y San Antonio de los Portugueses) se hicieron de nueva factura y la otra, la de San Blas, fue anexionada cuando se constituyó el Real Sitio. Esta última se encontraba fuera de la zona arbolada, en lo alto del cerro donde hoy se eleva el Real Observatorio Astronómico.
Su arquitectura era bastante simple y austera, como así puso de manifiesto Lorenzo de Magalotti, cronista del viaje que Cosme de Médici realizó por España y Portugal entre 1668 y 1669: "son casitas de ladrillo y de piedra con una capillita".
La de San Pablo fue la primera ermita levantada en el Buen Retiro. Fue erigida en 1632 siguiendo el sencillo patrón descrito por De Magalotti, aunque posteriormente fue objeto de una sustancial reforma, de aire italianizante, que hizo de ella uno de los edificios más suntuosos del barroco madrileño.
Su constructor fue Juan de Aguilar, quien estuvo bajo las órdenes de Alonso de Carbonel (1583-1660), maestro mayor del Buen Retiro. Es probable que también interviniera, al menos como supervisor, Juan Bautista Crescenci (1577-1635), superintendente de las Obras Reales, a quien se le atribuye la verdadera autoría tanto del palacio como de los jardines.
En marzo de 1633, apenas un año después del comienzo de las obras, se estaban ultimando los trabajos ornamentales, entre ellos, los que se encargaron al escultor italiano Juan Antonio Ceroni, quien elaboró el retablo y una estatua de San Pablo ermitaño, presumiblemente para la fachada.
El altar estaba presidido por la pintura San Antonio Abad y San Pablo, primer ermitaño, realizada hacia 1634 por Diego Velázquez (1599-1660). Este lienzo fue posteriormente trasladado a la vecina Ermita de San Antonio de los Portugueses, según consta en el inventario que se hizo del Buen Retiro en el año 1701. Actualmente puede verse en el Museo del Prado.
Podemos hacernos una idea de cómo era la Ermita de San Pablo antes de que fuera reformada, gracias a dos documentos gráficos de excepcional valor. El primero de ellos es el cuadro Vista del Palacio y Jardines del Buen Retiro (1637), atribuido a Jusepe Leonardo (1601-1653), que pertenece a la colección de Patrimonio Nacional.
Reproducimos un fragmento del citado lienzo, en el que se distingue la ermita a la derecha, asomando entre los árboles, justo detrás de una de las torres angulares del palacio. Puede verse una estructura de planta cuadrada y tejado de pizarra a cuatro aguas, con una pequeña buhardilla en cada uno de los faldones y un pedestal con bola y veleta que surge del vértice central.
El segundo documento que traemos es el plano de Pedro Teixeira, de 1656, donde la ermita queda identificada con el número 82. En esta célebre obra se confirman los detalles que acabamos de apuntar y se añaden otros nuevos, como la existencia de un jardín cercado por la parte trasera.
Con todo, la información más importante que nos proporciona Teixeira es el enclave exacto del templo. Se localiza en el límite meridional del llamado Jardín Ochavado (coincidente con el actual Parterre de El Retiro), no muy lejos del patio donde estaba el Caballo de Bronce, como era conocida la estatua de Felipe IV que hoy preside la Plaza de Oriente.
A partir del año 1659, la Ermita de San Pablo fue desacralizada y convertida en un salón lúdico, decorado con gran suntuosidad, en el que se celebraban fastuosas fiestas y representaciones teatrales, siguiendo las modas barrocas de la época.
Para hacer posible esta nueva función, no solo se tuvo que acometer una profunda remodelación del templo primitivo, sino que también se actuó sobre el jardincillo posterior, que fue transformado en una hermosa plaza circular y adornado con estatuas de bronce, fuentes y túneles de verdura. Pero dejemos todo este momento de esplendor para una próxima entrega.
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lunes, 14 de octubre de 2013
Arte urbano en el Mercado de la Cebada
El Mercado de la Cebada, situado en la plaza del mismo nombre, en pleno barrio de La Latina, está siendo objeto de una profunda intervención artística, que, en un plazo muy corto, transformará sustancialmente su fisonomía.
Simulación del proyecto. Fuente: Boamistura y J&B.
Su renovación corre a cargo de Boamistura, un colectivo de arte urbano surgido en Madrid en el año 2001, al que respalda una destacada actividad en países como Brasil, Alemania, Argelia, Sudáfrica, Noruega o Georgia, además de España.
Aunque los cinco miembros de este grupo pertenecen a disciplinas tan dispares como la arquitectura o la publicidad, todos ellos hunden sus raíces en el graffiti, el punto de arranque de sus iniciativas.
Buena parte de ellas vienen acompañadas de un intenso colorido, como así ocurrió con el proyecto que plantearon para el barrio de San Cristóbal de los Ángeles, en el distrito de Villaverde, hace apenas unos meses.
Éste es también el rasgo principal de su propuesta para el Mercado de la Cebada, que cuenta con el patrocinio de una marca de bebidas alcohólicas. Las seis cúpulas que cubren las instalaciones ya han sido pintadas con colores diferentes (rojo, verde, azul, amarillo, naranja y morado), que aluden a los tonos de los productos y alimentos que se venden en un mercado.
La anamorfosis de la cubierta, parcialmente resuelta. Fuente: Boamistura y J&B.
Sobre ellas se ha escrito la palabra 'color', utilizando la técnica de la anamorfosis, que consiste en la distorsión de las imágenes para que solo adquieran sentido visual si se contemplan desde un determinado ángulo.
La anamorfosis desde la perspectiva correcta. Fuente: Boamistura y J&B.
A diferencia de la cubierta, que ya está prácticamente lista, los trabajos de la fachada principal todavía no están del todo concluidos. Los dos flancos que la conforman están siendo pintados con un mural multicolor, en el que podrá leerse, sobre fondo blanco, la frase 'La vida de color'.
Y en la cristalera central, bajo la cual se encuentra el acceso al recinto, se instalarán paneles verdes, amarillos, rojos y azules, los mismos colores utilizados en el mural. Entendemos que los dibujos actuales, con retratos de distintas personas, quedarán ocultos.
El propio colectivo Boamistura define su actuación como un enorme collage "a imagen del mercado y su barrio", que trata de reforzar el concepto de optimismo, "buscando una riqueza visual más fresca y divertida".
En total, van a ser pintados casi 6.000 metros cuadrados de superficie, en los que serán empleados unos 2.000 litros de pintura y 40 rodillos extensibles. Serán necesarias más de 1.000 horas de trabajo, que se repartirán entre quince personas.
En lo que respecta al interior, está previsto crear una zona dedicada a las "expresiones del optimismo", en el que tendrán cabida las ideas y aportaciones de plataformas como MyMayorCompany y la Liga de los Optimistas Pragmáticos.
Sin olvidarnos del Campo de la Cebada, un espacio gestionado por los vecinos del barrio, que, en el año 2011, lograron que el ayuntamiento les cediera el uso temporal del solar donde se levantaba el desaparecido polideportivo de La Latina. Aquí tienen lugar actividades culturales, sociales y deportivas, organizadas a partir de la iniciativa popular.
Todo ello convierte al Mercado de la Cebada en uno de los puntos más dinámicos de nuestra ciudad. Pese a ello, su futuro no puede ser más oscuro, tras aprobarse en 2009 un plan de mejora de la Plaza de la Cebada que contemplaba su demolición y la incertidumbre existente en torno al centro comercial que iba a sustituirlo.
Simulación del proyecto. Fuente: Boamistura y J&B.
Su renovación corre a cargo de Boamistura, un colectivo de arte urbano surgido en Madrid en el año 2001, al que respalda una destacada actividad en países como Brasil, Alemania, Argelia, Sudáfrica, Noruega o Georgia, además de España.
Aunque los cinco miembros de este grupo pertenecen a disciplinas tan dispares como la arquitectura o la publicidad, todos ellos hunden sus raíces en el graffiti, el punto de arranque de sus iniciativas.
Buena parte de ellas vienen acompañadas de un intenso colorido, como así ocurrió con el proyecto que plantearon para el barrio de San Cristóbal de los Ángeles, en el distrito de Villaverde, hace apenas unos meses.
Éste es también el rasgo principal de su propuesta para el Mercado de la Cebada, que cuenta con el patrocinio de una marca de bebidas alcohólicas. Las seis cúpulas que cubren las instalaciones ya han sido pintadas con colores diferentes (rojo, verde, azul, amarillo, naranja y morado), que aluden a los tonos de los productos y alimentos que se venden en un mercado.
La anamorfosis de la cubierta, parcialmente resuelta. Fuente: Boamistura y J&B.
Sobre ellas se ha escrito la palabra 'color', utilizando la técnica de la anamorfosis, que consiste en la distorsión de las imágenes para que solo adquieran sentido visual si se contemplan desde un determinado ángulo.
La anamorfosis desde la perspectiva correcta. Fuente: Boamistura y J&B.
A diferencia de la cubierta, que ya está prácticamente lista, los trabajos de la fachada principal todavía no están del todo concluidos. Los dos flancos que la conforman están siendo pintados con un mural multicolor, en el que podrá leerse, sobre fondo blanco, la frase 'La vida de color'.
Y en la cristalera central, bajo la cual se encuentra el acceso al recinto, se instalarán paneles verdes, amarillos, rojos y azules, los mismos colores utilizados en el mural. Entendemos que los dibujos actuales, con retratos de distintas personas, quedarán ocultos.
El propio colectivo Boamistura define su actuación como un enorme collage "a imagen del mercado y su barrio", que trata de reforzar el concepto de optimismo, "buscando una riqueza visual más fresca y divertida".
En total, van a ser pintados casi 6.000 metros cuadrados de superficie, en los que serán empleados unos 2.000 litros de pintura y 40 rodillos extensibles. Serán necesarias más de 1.000 horas de trabajo, que se repartirán entre quince personas.
En lo que respecta al interior, está previsto crear una zona dedicada a las "expresiones del optimismo", en el que tendrán cabida las ideas y aportaciones de plataformas como MyMayorCompany y la Liga de los Optimistas Pragmáticos.
Sin olvidarnos del Campo de la Cebada, un espacio gestionado por los vecinos del barrio, que, en el año 2011, lograron que el ayuntamiento les cediera el uso temporal del solar donde se levantaba el desaparecido polideportivo de La Latina. Aquí tienen lugar actividades culturales, sociales y deportivas, organizadas a partir de la iniciativa popular.
Todo ello convierte al Mercado de la Cebada en uno de los puntos más dinámicos de nuestra ciudad. Pese a ello, su futuro no puede ser más oscuro, tras aprobarse en 2009 un plan de mejora de la Plaza de la Cebada que contemplaba su demolición y la incertidumbre existente en torno al centro comercial que iba a sustituirlo.
jueves, 10 de octubre de 2013
Ampliamos la información sobre la Fuente de los Leones
El artículo dedicado a las desaparecidas fuentes de la Villa y de los Leones ha sido ampliado con nuevos datos y una imagen ilustrativa, que nos permite conocer de primera mano qué apariencia tuvo esta última construcción.
Como ya se recoge en el citado reportaje, la Fuente de los Leones vino a sustituir a la primitiva fuente que Rutilio Gaci (1570-1634) diseñó para la Plaza de la Villa o del Salvador. Fue proyectada en 1754 por Juan Bautista Sachetti (1690-1764), uno de los arquitectos que intervinieron en el Palacio Real.
Más información en "Buscando los restos de las primeras fuentes barrocas (7): Fuentes de la Villa y de los Leones".
Como ya se recoge en el citado reportaje, la Fuente de los Leones vino a sustituir a la primitiva fuente que Rutilio Gaci (1570-1634) diseñó para la Plaza de la Villa o del Salvador. Fue proyectada en 1754 por Juan Bautista Sachetti (1690-1764), uno de los arquitectos que intervinieron en el Palacio Real.
Más información en "Buscando los restos de las primeras fuentes barrocas (7): Fuentes de la Villa y de los Leones".
lunes, 7 de octubre de 2013
Buscando los restos de las primeras fuentes barrocas (7): Fuentes de la Villa y de los Leones
Recuperamos esta sección, dedicada a las siete fuentes artísticas que surgieron en el primer cuarto del siglo XVII, dentro de un plan que pretendía el embellecimiento de Madrid y del que, lamentablemente, no quedan más que unos cuantos restos diseminados.
Sus artífices fueron el arquitecto madrileño Juan Gómez de Mora (1586-1648), que se responsabilizó de dos fontanas, y el escultor, arquitecto e ingeniero toscano Rutilio Gaci (1570-1634), que hizo otras cinco. Asimismo, se edificó una octava fuente, en la Plaza de Santo Domingo, que, pese a no pertenecer al citado plan, guardaba muchas similitudes estilísticas.
La fuente que ocupa nuestra atención fue proyectada por este último autor. Estuvo situada en la Plaza de la Villa o del Salvador, delante de la desaparecida iglesia del mismo nombre, donde era costumbre que se celebraran las juntas del Concejo de Madrid.
Con respecto a su topónimo, ha tenido varios a lo largo de la historia. En un primer momento fue conocida con los nombres de la plaza que le servía de asiento, esto es, Fuente de la Villa, del Salvador o de San Salvador. Pero, a partir del siglo XVIII, hubo una nueva construcción, que fue bautizada como Fuente de los Leones.
Plano de Pedro Texeira (detalle). Año 1656.
Se sabe que en 1618 el consistorio madrileño adjudicó las obras de la fuente a Martín de Cortaire por 4.500 ducados y que tres años después dieron comienzo. Aunque Gaci fue quien hizo los planos, los escultores que la llevaron a cabo fueron Juan Porras y Antonio de Riera, que también intervino en la Fuente de la Fe, en la Puerta del Sol, donde estuvo colocada la popular Mariblanca.
La fuente tenía un marcado sentido escultórico, con un claro dominio de las formas curvas, que se aprovechaban para crear un espectacular juego de cascadas. El agua se deslizaba a través de una serie de tazas dispuestas en la parte superior, hasta llegar al pilón principal.
'Milagro de la Virgen de Atocha en las obras de construcción de la Casa de la Villa' (1676-1700). Anónimo. Museo de Historia.
Estaba decorada con numerosos motivos ornamentales, tales como escudos, cartelas y mascarones, además de un grupo escultórico, situado en lo más alto del conjunto. Éste consistía en una mujer vestida con ropas militares, con un escudo y un estandarte en una de sus manos, tal vez representando a la diosa Minerva.
Se trataba de una figura de pequeño tamaño, que llegó a Madrid en el año 1619, procedente de Italia. Fue una decisión de la Junta de Fuentes, dependiente del ayuntamiento, que pagó un total de 15.000 reales al mercader florentino Ludovico Tuchi por su importación.
En este encargo también estaban incluidas la Mariblanca de la Puerta del Sol y la Diana Cazadora de la Plaza de Puerta Cerrada (hoy día en la Fuente de la Cruz Verde). Lo más probable es que todas estas estatuas fueran hechas en el siglo XVI.
Detalle del cuadro anterior.
A juicio de Peter Cherry, la idea de un remate escultórico deriva de las fuentes florentinas de la época y, más en concreto, de la Fontana del Cortile, que, pese a su origen italiano, fue instalada en 1604 en el Palacio de la Ribera, la residencia veraniega que Felipe III tuvo en Valladolid.
Esta fuente estaba coronada con una soberbia escultura de Juan de Bolonia (1529-1608), conocida como Sansón dando muerte a los filisteos, que se conserva en la actualidad en Londres.
Dibujo de la Fontana del Cortile. Galería de los Oficios, Florencia.
A mediados del siglo XVIII, la Fuente de la Villa se encontraba muy deteriorada. En 1752 la Junta de Fuentes acordó su sustitución por una nueva, que fue encomendada a Juan Bautista Sachetti (1690-1764), uno de los arquitectos del Palacio Real, en su condición de de Maestro Mayor de Obras de la Villa y Corte.
Su ejecución corrió a cargo del cantero Pedro Fol, mientras que los grupos escultóricos fueron encomendados a Juan de León. La inauguración oficial tuvo lugar el día 22 de septiembre de 1754.
Conocemos la propuesta de Sachetti por dos fuentes documentales. Una de ellas es el libro Manual de Madrid (1833), de Mesonero Romanos, donde éste informa de la existencia de cuatro leones de piedra en la base, que dieron lugar al topónimo que ha llegado a nuestros días.
De sus bocas salían otros tantos surtidores, que arrojaban agua a un pilón situado a ras de suelo; sobre sus lomos se asentaba un castillete, en clara referencia a las armas del Reino de Castilla y León. El cronista también alude a la estatua que presidía el conjunto, aunque desconocemos si ésta era la misma de la fuente anterior o se hizo de nueva factura.
El segundo documento al que hemos aludido tiene aún más valor, ya que se trata del propio proyecto de Sachetti, que se conserva en el Archivo de la Villa. Según podemos ver en la imagen adjunta, se confirman todos los detalles que explicaba Mesonero, excepción hecha del número de leones que custodiaban el pedestal, que ahora quedan rebajados a tres.
A mediados del siglo XIX la fuente fue derribada, aunque su manantial siguió aprovechándose en una nueva fontana, que fue edificada en el desnivel existente entre la Plaza de Isabel II y la Calle de la Escalinata.
Esta construcción fue inaugurada en el año 1850. No duró mucho, ya que, por exigencias del tráfico, fue demolida en la primera década del siglo XX y reemplazada por la rampa que podemos ver hoy día.
Fuente de la Calle de la Escalinata. Foto de Alfonso Begué (1864).
Sus artífices fueron el arquitecto madrileño Juan Gómez de Mora (1586-1648), que se responsabilizó de dos fontanas, y el escultor, arquitecto e ingeniero toscano Rutilio Gaci (1570-1634), que hizo otras cinco. Asimismo, se edificó una octava fuente, en la Plaza de Santo Domingo, que, pese a no pertenecer al citado plan, guardaba muchas similitudes estilísticas.
La fuente que ocupa nuestra atención fue proyectada por este último autor. Estuvo situada en la Plaza de la Villa o del Salvador, delante de la desaparecida iglesia del mismo nombre, donde era costumbre que se celebraran las juntas del Concejo de Madrid.
Con respecto a su topónimo, ha tenido varios a lo largo de la historia. En un primer momento fue conocida con los nombres de la plaza que le servía de asiento, esto es, Fuente de la Villa, del Salvador o de San Salvador. Pero, a partir del siglo XVIII, hubo una nueva construcción, que fue bautizada como Fuente de los Leones.
Plano de Pedro Texeira (detalle). Año 1656.
Se sabe que en 1618 el consistorio madrileño adjudicó las obras de la fuente a Martín de Cortaire por 4.500 ducados y que tres años después dieron comienzo. Aunque Gaci fue quien hizo los planos, los escultores que la llevaron a cabo fueron Juan Porras y Antonio de Riera, que también intervino en la Fuente de la Fe, en la Puerta del Sol, donde estuvo colocada la popular Mariblanca.
La fuente tenía un marcado sentido escultórico, con un claro dominio de las formas curvas, que se aprovechaban para crear un espectacular juego de cascadas. El agua se deslizaba a través de una serie de tazas dispuestas en la parte superior, hasta llegar al pilón principal.
'Milagro de la Virgen de Atocha en las obras de construcción de la Casa de la Villa' (1676-1700). Anónimo. Museo de Historia.
Estaba decorada con numerosos motivos ornamentales, tales como escudos, cartelas y mascarones, además de un grupo escultórico, situado en lo más alto del conjunto. Éste consistía en una mujer vestida con ropas militares, con un escudo y un estandarte en una de sus manos, tal vez representando a la diosa Minerva.
Se trataba de una figura de pequeño tamaño, que llegó a Madrid en el año 1619, procedente de Italia. Fue una decisión de la Junta de Fuentes, dependiente del ayuntamiento, que pagó un total de 15.000 reales al mercader florentino Ludovico Tuchi por su importación.
En este encargo también estaban incluidas la Mariblanca de la Puerta del Sol y la Diana Cazadora de la Plaza de Puerta Cerrada (hoy día en la Fuente de la Cruz Verde). Lo más probable es que todas estas estatuas fueran hechas en el siglo XVI.
Detalle del cuadro anterior.
A juicio de Peter Cherry, la idea de un remate escultórico deriva de las fuentes florentinas de la época y, más en concreto, de la Fontana del Cortile, que, pese a su origen italiano, fue instalada en 1604 en el Palacio de la Ribera, la residencia veraniega que Felipe III tuvo en Valladolid.
Esta fuente estaba coronada con una soberbia escultura de Juan de Bolonia (1529-1608), conocida como Sansón dando muerte a los filisteos, que se conserva en la actualidad en Londres.
Dibujo de la Fontana del Cortile. Galería de los Oficios, Florencia.
A mediados del siglo XVIII, la Fuente de la Villa se encontraba muy deteriorada. En 1752 la Junta de Fuentes acordó su sustitución por una nueva, que fue encomendada a Juan Bautista Sachetti (1690-1764), uno de los arquitectos del Palacio Real, en su condición de de Maestro Mayor de Obras de la Villa y Corte.
Su ejecución corrió a cargo del cantero Pedro Fol, mientras que los grupos escultóricos fueron encomendados a Juan de León. La inauguración oficial tuvo lugar el día 22 de septiembre de 1754.
Conocemos la propuesta de Sachetti por dos fuentes documentales. Una de ellas es el libro Manual de Madrid (1833), de Mesonero Romanos, donde éste informa de la existencia de cuatro leones de piedra en la base, que dieron lugar al topónimo que ha llegado a nuestros días.
De sus bocas salían otros tantos surtidores, que arrojaban agua a un pilón situado a ras de suelo; sobre sus lomos se asentaba un castillete, en clara referencia a las armas del Reino de Castilla y León. El cronista también alude a la estatua que presidía el conjunto, aunque desconocemos si ésta era la misma de la fuente anterior o se hizo de nueva factura.
El segundo documento al que hemos aludido tiene aún más valor, ya que se trata del propio proyecto de Sachetti, que se conserva en el Archivo de la Villa. Según podemos ver en la imagen adjunta, se confirman todos los detalles que explicaba Mesonero, excepción hecha del número de leones que custodiaban el pedestal, que ahora quedan rebajados a tres.
A mediados del siglo XIX la fuente fue derribada, aunque su manantial siguió aprovechándose en una nueva fontana, que fue edificada en el desnivel existente entre la Plaza de Isabel II y la Calle de la Escalinata.
Esta construcción fue inaugurada en el año 1850. No duró mucho, ya que, por exigencias del tráfico, fue demolida en la primera década del siglo XX y reemplazada por la rampa que podemos ver hoy día.
Fuente de la Calle de la Escalinata. Foto de Alfonso Begué (1864).
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La serie "Buscando los restos de las primeras fuentes barrocas" consta de estos otros reportajes:
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