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lunes, 1 de julio de 2013

Los replicantes del Hospital de la Latina

A pesar de que fue demolido en el año 1904, el Hospital de la Latina sobrevive de alguna manera. Su recuerdo no sólo perdura en la toponimia madrileña, sino también en la arquitectura de numerosas construcciones modernas, que, dentro y fuera de la ciudad, no han dudado en emular, cuando no replicar, su magnífica portada tardomedieval.



Realizada en 1507 por el alarife Hazán, la portada pudo salvarse del derribo, junto con una escalera plateresca, los sepulcros de los fundadores del hospital y diversas pinturas. Hoy día se encuentra en la Escuela Superior de Arquitectura, en la Ciudad Universitaria, donde fue trasladada después de varias décadas olvidada en los depósitos municipales.

La portada empezó a popularizarse como modelo arquitectónico a finales del siglo XIX, al hilo de las corrientes historicistas de la época. Por sus características formales, en la confluencia de las tradiciones musulmana y cristiana, encajaba perfectamente tanto en el neogótico como en el neomudéjar, sin olvidarnos del neoárabe.


Iglesia de San Fermín de los Navarros.

El primer edificio en incorporarla fue la Iglesia de San Fermín de los Navarros (1886-1891), en la Calle de Eduardo Dato, levantada en estilo neomudéjar por Eugenio Jiménez Correa y Carlos Velasco Peinado. Su acceso principal, que se abre bajo la torre, en el eje longitudinal, reproduce claramente el concepto de la Latina.


Casa de Pérez de Ayala.

En la Calle del General Arrando se encuentra la Casa de Pérez de Ayala (1897-1899), también llamada del Conde de Cedillo, por ser éste su primer propietario. Su arquitecto, Joaquín María Fernández y Menéndez-Valdés, se inspiró en el gótico veneciano para el diseño de los vanos, excepción hecha de la portada, donde tomó prestado el esquema del maestro Hazán. Entre 1904 y 1910 la casa fue objeto de un recrecido de dos plantas, además de otras reformas, que alteraron su planteamiento inicial.


Actual Convento de la Latina.

Sobre el solar del Hospital de la Latina, en la Calle de Toledo, se alza en la actualidad un convento neomudéjar, heredero del primitivo cenobio que había junto a la institución hospitalaria. Fue realizado en 1907 por el arquitecto Juan Bautista Lázaro, quien, a modo de homenaje, sintetizó en la fachada la portada del viejo hospital.


Instituto de Valencia de Don Juan.

Situado en la Calle de Fortuny, el Instituto Valencia de Don Juan fue construido como palacio en 1889 y, posteriormente, reconvertido en museo. En 1914 le fue añadido un anexo, obra de Vicente García Cabrera, quien mantuvo el estilo neoárabe del primer edificio. El acceso a esta parte imita el modelo que el maestro Hazán ideó cuatrocientos años antes.


Patio de Armas del Castillo de la Mota (Medina del Campo). Fuente: Wikimedia Commons.

Conforme iba avanzando el siglo XX y el historicismo iba perdiendo fuelle, la portada del Hospital dejó de ser un referente arquitectónico. No obstante, en los años cincuenta y sesenta del citado siglo, volvió a ser objeto de varias réplicas, no ya destinadas a palacios o iglesias de nueva factura, sino a monumentos históricos en proceso de reconstrucción o recreación.

Es el caso del Castillo de la Mota, en Medina del Campo (Burgos), cuyo Patio de Armas luce la que puede ser considerada como la mejor copia existente de la portada. No en vano fue realizada a partir de un vaciado de la original, que, por entonces, se encontraba almacenada en los depósitos del Ayuntamiento de Madrid.


Casa-museo de Colón (Valladolid). Fuente: Wikimedia Commons.

La Casa de Colón, de Valladolid, también cuenta con una entrada similar a la madrileña. Este museo fue inaugurado en 1968 sobre una edificación contemporánea que sigue las trazas palaciegas del Renacimiento castellano. Está enclavada en el lugar donde, según la tradición, estuvo la residencia vallisoletana de Cristóbal Colón.

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lunes, 26 de marzo de 2012

Colegio El Porvenir

Buscando los lugares menos conocidos de nuestra ciudad, llegamos a la Calle de Bravo Murillo, donde se encuentra el Colegio El Porvenir, un bello edificio de ladrillo de finales del siglo XIX.



Se trata del primer centro de enseñanza evangélica que se creó en nuestro país. Fue inaugurado el 31 de octubre de 1897, coincidiendo con el Día de la Reforma, una festividad de gran tradición en diferentes comunidades protestantes.

Su fundador fue Federico Fliedner (1845-1901), un pastor, teólogo y humanista alemán que llegó a España a la edad de 24 años, para divulgar la doctrina luterana.

El Colegio El Porvenir fue pionero, junto a la Institución Libre de Enseñanza, en la educación mixta. En sus inicios fue tanto un internado como un externado de formación secundaria, donde llegaron a cursar estudios entre 200 y 350 niños, pertenecientes, en su inmensa mayoría, a familias humildes.

La construcción del centro estuvo plagada de dificultades. A la escasez de fondos se añadió la férrea oposición de la clase política, que -pese a que la libertad de culto llevaba varios años reconocida en España- era especialmente reticente a este tipo de iniciativas, tan alejadas de la órbita católica.


Postal del año 1904.

Fliedner consiguió salvar esta resistencia, gracias a la relación de amistad que le unía con Antonio Cánovas del Castillo (1828-97), por aquel entonces Presidente del Consejo de Ministros, y también con el Conde de Romanones, alcalde de Madrid en 1894 y en 1897.

Tampoco fue fácil encontrar un arquitecto español que aceptara levantar una escuela evangélica, pues se entendía que una obra de estas características podía comprometer futuros encargos.

Finalmente, el proyecto recayó sobre Joaquín Kramer Arnaiz, de origen alsaciano, a quien los madrileños debemos el Hotel Asturias (1908) y el Pabellón Soler (1909), de la Institución Libre de Enseñanza, entre otras edificaciones.

Kramer hizo los planos en 1894. Por expresas indicaciones políticas, evitó que el colegio tuviese apariencia de institución religiosa, a diferencia de los centros escolares católicos surgidos en la época, fácilmente identificables como tales.

De ahí el singular aspecto del edificio, más parecido a un gran hotel o a un palacio que a un colegio propiamente dicho. Nada hace pensar que, detrás de sus muros, se extienden aulas, despachos, dependencias administrativas e, incluso, una iglesia.

Su estilo es ecléctico. Aparecen rasgos característicos de la arquitectura palaciega de la Europa continental, como la disposición escalonada de las fachadas, que se combinan con cubiertas abuhardilladas de pizarra, típicamente parisinas, o con elementos neogóticos.



Pero también hay una evidente conexión con el neomudéjar madrileño, corriente que, en aquellos momentos, estaba en pleno auge, sobre todo en los nuevos barrios de los ensanches. Su tipo de fábrica, con claro predominio del ladrillo, es toda una declaración de intenciones en este sentido.

En 1928 se procedió a la reforma y ampliación de las instalaciones, trabajos que corrieron a cargo de Pedro Farros y Velasco.

En la actualidad, el colegio continúa con su actividad de formación, al tiempo que sirve de sede a la Fundación Federico Fliedner.

lunes, 21 de noviembre de 2011

La Iglesia de Santa Cristina

Visitamos la Iglesia de Santa Cristina, de estilo neomudéjar, situada en el Paseo de Extremadura. Fue proyectada en el año 1904 por Enrique Repullés y Vargas (1845-1922), autor de obras tan señaladas como la Bolsa de Comercio y el Monumento a las víctimas del atentado contra Alfonso XIII, que estuvo en la Calle Mayor.



Si hay un estilo arquitectónico típicamente madrileño, ése es, sin duda alguna, el neomudéjar. Se forjó con la construcción de la desaparecida Plaza de Toros de Goya (1874) y alcanzó una rápida expansión a finales del siglo XIX y principios del XX, gracias al crecimiento urbano que Madrid estaba experimentando en aquella época.

Esta corriente artística llegó a convertirse en una especie de seña de identidad para los nuevos barrios que estaban apareciendo, con numerosos edificios públicos y de viviendas hechos en ladrillo, "a la manera mudéjar".

En cambio, no se prodigó tanto dentro del ámbito religioso, al menos en sus fases iniciales, al verse desplazada por estilos que, como el neorrománico o el neogótico, eran considerados netamente cristianos, sin connotaciones musulmanas.



Pese a ello, aquel momento de cambio de siglo nos legó unas cuantas iglesias neomudéjares, de gran belleza, que podemos contar con los dedos de una mano. Después vendrían muchas más, pero ya cuando el estilo se encontraba plenamente afianzado y se habían logrado superar los prejuicios de índole religiosa.

La de San Matías, en Hortaleza, fue la primera en levantarse. Fue diseñada en 1877, también por Repullés, quien dejó establecido el arquetipo de un templo simétrico, con la torre dispuesta en el eje longitudinal, descansando sobre la puerta principal.

Este patrón sería después replicado en San Fermín de los Navarros (1886-1891), de Carlos Velasco y Eugenio Jiménez Correa, y en la propia Santa Cristina (1904-1906).

La Iglesia de la Paloma (1896-1911), de Carlos Álvarez Capra y Dimas Jiménez Izquierdo, es otra valiosa muestra de arquitectura religiosa neomudéjar, aunque, en este caso, con un modelo constructivo muy diferente.



Historia

La Parroquia de Santa Cristina ocupa el lugar donde antes estuvo la Ermita del Ángel de la Guarda, creada en 1606 por la cofradía de porteros y demolida en 1783.

De esta pequeña construcción no queda más que el topónimo de Puerta del Ángel, con el que era conocida una de las entradas históricas de la Real Casa de Campo y que en la actualidad se aplica a una estación de metro y a una zona urbana.

Como curiosidad, cabe comentar que aquí se veneraba la imagen de un ángel, que fue rescatada de la antigua Puerta de Guadalaxara, uno de los accesos de la muralla cristiana madrileña, tras incendiarse en 1582.


El entorno de Puerta del Ángel en 1860, donde después se levantaría la Iglesia de Santa Cristina.

En 1892 la reina regente María Cristina de Habsburgo (1858-1929), segunda esposa de Alfonso XII, levantó sobre el solar de la primitiva ermita un asilo de párvulos para la educación y alimentación de niños pobres.

En 1904 Enrique María Repullés y Vargas recibió el encargo de hacer una iglesia para esta institución, que quedó bajo la advocación de Santa Cristina, por ser la onomástica de su fundadora. Las obras concluyeron dos años más tarde.

La iglesia en construcción.

El 18 de abril de 1906 tuvo lugar la solemne inauguración del templo, con la asistencia de la reina María Cristina y diferentes miembros de la familia real. Días después, Repullés fue reconocido por la soberana con la Gran Cruz de Alfonso XII.

Desde 1907 el templo estuvo adscrito a la Parroquia de Santa María de la Almudena, que, en aquel entonces, estaba instalada en la iglesia del Convento del Sacramento, en la calle homónima, después de que su edificio original fuera derribado en 1868.

La Iglesia de Santa Cristina disfruta en la actualidad de rango parroquial propio, adquirido en el año 1941.


La zona de Puerta del Ángel en 1950, con la iglesia al fondo.

Con respecto al asilo -para el cual fue fundada la iglesia-, éste permaneció en su enclave original hasta el 14 de abril de 1916, cuando se mudó al número seis e la Calle de Antillón, al otro lado del actual Paseo de Extremadura.

Descripción

La contribución de Repullés a la aparición del neomudéjar suele ser minusvalorada, ante la relevancia de la obra de Emilio Rodríguez Ayuso y Lorenzo Álvarez Capra, quienes sentaron las bases de este estilo con el proyecto de la ya citada Plaza de Toros de Goya.

Para Repullés el neomudéjar no sólo fue una propuesta arquitectónica, sino también el resultado de la "tensión nacionalista" que mostró a lo largo de su carrera, en su búsqueda de un estilo nacional, que pudiera condensar la esencia española, tal y como argumenta el catedrático Adolfo González Amezqueta.

El propio arquitecto dejó clara la validez del neomudéjar, en la crítica arquitectónica que él mismo realizó de la Plaza de Toros de Goya, "toda vez que éste fue adoptado, de común acuerdo, como verdaderamente español para el teatro de una fiesta eminentemente nacional".



La Iglesia de Santa Cristina refleja esa preocupación nacionalista de su autor, con soluciones muy depuradas, como corresponde a su periodo de construcción, varias décadas después del surgimiento del neomudéjar.

Repullés no dudó en mezclar rasgos neomudéjares y neogóticos, no porque el primer estilo dejara de serle útil a esas alturas de su carrera, sino porque de la conjunción de ambos surgiría un lenguaje genuinamente español, más potente aún que empleando solamente el neomudéjar.

Nos encontramos así con un templo en origen neogótico, pero de acabado neomudéjar, con una notable influencia toledana. Presenta una nave basilical, con capillas a los lados y una cabecera de planta octogonal con cinco lados vistos, en cuyo centro se eleva un templete, a modo de baldaquino.



Como se ha dicho, la torre campanario se encuentra en la parte posterior, prolongando el eje longitudinal. Es de cuatro cuerpos y en su base se abre un pórtico de planta cuadrangular, que custodia la entrada principal.

La decoración externa es profusa, con una sucesión de tonos ocres y rojizos, procedentes de la combinación de varios tipos de ladrillo, y numerosos adornos geométricos y arquerías ciegas.

Los vanos están formados por arcos apuntados, claramente neogóticos, que se acompañan de arcos de herradura, igualmente apuntados, en los accesos y en las troneras del campanario.



El interior sorprende por la presencia de elementos tanto neomudéjares, como el hermoso artesonado de la bóveda, como neoárabes y, más en concreto, alhambristas.

El alhambrismo fue una corriente decimonónica que, aplicada a las artes decorativas, proponía la recreación idealizada de los patios y salones de la Alhambra de Granada.

Estos detalles alhambristas pueden verse en el altar mayor, en el citado baldaquino y en una de las capillas laterales. Algo realmente curioso, porque, como hemos dicho, en aquellos tiempos los estilos de inspiración arabizante no se consideraban apropiados para una iglesia cristiana.