La pequeña Calle del 7 de julio no llamaría la atención de no ser porque ofrece una bella perspectiva de la Plaza Mayor. Es, en realidad, una de sus nueve entradas y, más en concreto, una de las seis que Juan de Villanueva enmarcó por medio de un arco monumental de medio punto, dentro de su proyecto de reconstrucción de la plaza, tras el incendio de 1790 (existe un séptimo arco, pero está cegado).
A pesar de su corto recorrido, la calle tiene una larga y sangrienta historia. Conocida antiguamente como de la Amargura, por ser el camino que seguían los reos para ser ajusticiados públicamente en la Plaza Mayor, cambió su nombre a raíz de los sucesos del 7 de julio de 1822, que, en buena parte, se desarrollaron en esta pequeña vía.
Aquel día la Milicia Nacional salió a la calle en defensa de la Constitución, que estaba amenazada por los devaneos absolutistas de Fernando VII, y sufrió el feroz a

En su número del 8 de julio de 1899, 77 años después de aquellos hechos, la revista Blanco y Negro recordaba así lo ocurrido: "La victoria fue completa para las tropas de la Constitución, y declarados en fuga los batallones de la Guardia Real, fueron acuchillados por las caballerías, siendo fama que el propio rey, viendo perdida su causa, azuzó desde un balcón de Palacio a los perseguidores".
Caminando por la calle, apartando la vista de los pies y mirando alto, por encima del arco que da entrada a la Plaza Mayor, el peatón descubrirá un relieve con dos ángeles, custodiando una placa conmemorativa. Fue instalada en 1840, con la siguiente leyenda: "A los héroes del 7 de julio de 1822".