Juan Luis García, seguidor de este blog, nos ha hecho llegar una triste noticia. El grupo escultórico 'Los atletas', al que dedicamos
un artículo hace casi dos años, fue destruido la semana pasada, entendemos que accidentalmente, mientras se realizaban unas obras en una edificación próxima.
Octubre de 2011.
Este conjunto fue ejecutado en 1946 por el artista navarro Fructuoso Orduna (1893-1973), en arenisca blanca. Está integrado por seis figuras, representativas de otras tantas disciplinas deportivas, que, pese a que fueron concebidas de manera independiente, fueron colocadas en grupo, a las puertas del Instituto Ramiro de Maeztu.
En realidad, las estatuas destruidas han sido cuatro. Nuestro informante nos ha comentado que fue testigo de cómo se llevaron los restos en carretillas. Desconocemos qué harán con ellos, pero mantenemos la confianza de que procederán a su restauración. Una tarea que presumimos bastante compleja, por lo endeble del material utilizado en la construcción.
El lugar donde estaba el monumento ha sido protegido con una malla verde. Mirando a través de la misma hemos podido confirmar que, en efecto, se mantienen dos figuras íntegras, mientras que de las otras cuatro no quedan más que algunos fragmentos, por lo general, partes seccionadas de las extremidades inferiores.
Julio de 2013.
La otra noticia la conocimos el martes 16 de julio por la
prensa. El cuadro
La Virgen con el Niño en un trono, obra maestra de
Pedro Berruguete (h. 1445-1503) y propiedad del Ayuntamiento de Madrid, va a ser cedido al Museo del Prado, donde se expondrá junto con otros trabajos del pintor palentino.
A cambio, la pinacoteca pondrá a disposición del consistorio varias pinturas pertenecientes a sus fondos, que está relacionadas directamente con la ciudad. Entre ellas se encuentran diferentes paisajes urbanos y escenas costumbristas de José del Castillo, Ramón Bayeu o Ginés de Aguirre, además de retratos de figuras de la realeza.
La tabla
La Virgen con el Niño en un trono fue encargada por
Beatriz Galindo (1465-1534) para la capilla del Hospital de la Latina, una de las instituciones que la célebre humanista fundó en Madrid. Aquí permaneció hasta la demolición del edificio en 1906.
Después de deambular por distintos lugares, el cuadro pasó al Museo de Historia, hasta que, en el año 2012, fue trasladado al Museo de San Isidro, junto con los sepulcros renacentistas que Beatriz Galindo ordenó construir para ella y su marido, Francisco Ramírez, igualmente para la citada capilla.
La noticia nos ha pillado por sorpresa y divide nuestra opinión. Una obra tan magnífica como ésta merece, sin duda alguna, alojarse en El Prado, donde están los más grandes.
Pero, por otro lado, nos da muchísima pena que no se exponga en un museo de titularidad municipal, sobre todo considerando que, en su última ubicación, el cuadro se encontraba contextualizado históricamente, al lado de otras piezas que también proceden del Hospital de la Latina.
Nos da pena también porque esta cesión es contraria a nuestro sueño de poder reunir, bajo un mismo techo, las obras de arte medieval y renacentista de origen madrileño que ahora mismo están desperdigadas en distintas dependencias municipales, museos nacionales o entidades religiosas. No son muchas, pero, si se lograran aglutinar en un mismo museo, la colección sorprendería a más de uno. En fin, era solo un sueño.
Solamente esperamos que el paso dado por el Ayuntamiento responda realmente a una verdadera política museográfica y no sea un nuevo remiendo en la cadena de despropósitos que acumulan los espacios culturales que dependen de su gestión, con museos desaparecidos, como el de la Ciudad, o sumidos en un largo proceso de reforma, como el de Historia, o con buena parte de la colección sin exponer, como el de San Isidro.
Por no hablar de otros recintos, que se encuentran completamente desaprovechados (Conde Duque,
Palacio de Cañete,
CentroCentro...) o cerrados a cal y canto, sin proyecto alguno, como ocurre con la Casa de la Villa.