Coincidiendo con el puente de Todos los Santos, recordamos el artículo El día de Difuntos de 1836, de Mariano José de Larra (1809-1837), una de las figuras más destacadas del romanticismo español.
En este escrito, el autor madrileño recurre a la arraigada tradición de visitar los cementerios para criticar ferozmente la organización del Estado y lamentar la ausencia de expectativas de una sociedad que se acomoda en la parálisis administrativa.
Valiéndose de una gran metáfora, Larra convierte a Madrid en un enorme y lúgubre camposanto, el tétrico escenario de sus ataques contra la incapacidad de las instituciones españolas. Reproducimos a continuación algunos fragmentos.
Monumento a Larra, en la Calle de Bailén.
Al cementerio. "Dirigíanse las gentes por las calles en gran número y larga procesión, serpenteando de unas en otras como largas culebras de infinitos colores: ¡al cementerio, al cementerio! ¡Y para eso salían de las puertas de Madrid!"
Madrid es el cementerio. "Vamos claros, dije yo para mí. ¿Dónde está el cementerio? ¿Fuera o dentro? Un vértigo espantoso se apoderó de mí, y comencé a ver claro. El cementerio está dentro de Madrid. Madrid es el cementerio. Pero vasto cementerio donde cada casa es el nicho de una familia, cada calle el sepulcro de un acontecimiento, cada corazón la urna cineraria de una esperanza o de un deseo".
Media España murió de la otra media. "Entonces, y en tanto que los que creen vivir acudían a la mansión que presumen de los muertos, yo comencé a pasear con toda la devoción y recogimiento de que soy capaz las calles del grande osario:
En este escrito, el autor madrileño recurre a la arraigada tradición de visitar los cementerios para criticar ferozmente la organización del Estado y lamentar la ausencia de expectativas de una sociedad que se acomoda en la parálisis administrativa.
Valiéndose de una gran metáfora, Larra convierte a Madrid en un enorme y lúgubre camposanto, el tétrico escenario de sus ataques contra la incapacidad de las instituciones españolas. Reproducimos a continuación algunos fragmentos.
Monumento a Larra, en la Calle de Bailén.
Al cementerio. "Dirigíanse las gentes por las calles en gran número y larga procesión, serpenteando de unas en otras como largas culebras de infinitos colores: ¡al cementerio, al cementerio! ¡Y para eso salían de las puertas de Madrid!"
Madrid es el cementerio. "Vamos claros, dije yo para mí. ¿Dónde está el cementerio? ¿Fuera o dentro? Un vértigo espantoso se apoderó de mí, y comencé a ver claro. El cementerio está dentro de Madrid. Madrid es el cementerio. Pero vasto cementerio donde cada casa es el nicho de una familia, cada calle el sepulcro de un acontecimiento, cada corazón la urna cineraria de una esperanza o de un deseo".
Media España murió de la otra media. "Entonces, y en tanto que los que creen vivir acudían a la mansión que presumen de los muertos, yo comencé a pasear con toda la devoción y recogimiento de que soy capaz las calles del grande osario:
- La armería: aquí yace el valor castellano, con todos sus pertrechos.
- Los ministerios: aquí yace media España, murió de la otra media.
- La Calle de Postas, la Calle de la Montera: éstos no son sepulcros, son osarios, donde, mezclados y revueltos, duermen el comercio, la industria, la buena fe, el negocio.
- Correos: ¡aquí yace la subordinación militar!
- La Puerta del Sol: ésta no es sepulcro sino de mentiras.
- La Bolsa: aquí yace el crédito español.
- La Imprenta Nacional: al revés que la Puerta del Sol, éste es el sepulcro de la verdad.
- La Victoria: ésa yace para nosotros en toda España. Allí no había epitafio, no había monumento.
- Los teatros: aquí reposan los ingenios españoles.
- El Salón de Cortes: fue casa del Espíritu Santo, pero ya el Espíritu Santo no baja al mundo en lenguas de fuego".
Salir del cementerio. "Una nube sombría lo envolvió todo. Era la noche. El frío de la noche helaba mis venas. Quise salir violentamente del horrible cementerio. Quise refugiarme en mi propio corazón, lleno no ha mucho de vida, de ilusiones, de deseos".
Aquí yace la esperanza. "¡Santo cielo! También otro cementerio. Mi corazón no es más que otro sepulcro. ¿Qué dice? Leamos. ¿Quién ha muerto en él? ¡Espantoso letrero! ¡Aquí yace la esperanza! ¡Silencio, silencio!"
Aquí yace la esperanza. "¡Santo cielo! También otro cementerio. Mi corazón no es más que otro sepulcro. ¿Qué dice? Leamos. ¿Quién ha muerto en él? ¡Espantoso letrero! ¡Aquí yace la esperanza! ¡Silencio, silencio!"