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lunes, 4 de mayo de 2015

La Fuente de Recoletos

En nuestro empeño por descubrir las fuentes históricas de Madrid, nos detenemos en la que estuvo ubicada en el Paseo de Recoletos, llamada del Tritón, por ser éste su grupo escultórico principal, aunque popularmente era conocida con el nombre de la calle que le servía de enclave.


Fotografía de Alfonso Begué (1864).

Esta fuente fue encargada en el siglo XVIII por Joaquín Manrique de Zúñiga (1728-1783), Conde de Baños, para decorar los jardines de su palacio, situado en pleno Paseo de Recoletos, entre las calles de Escurial Alta (actualmente Almirante) y de San Joseph (denominada posteriormente Costanilla de la Veterinaria y hoy día Bárbara de Braganza).

Es probable que fuera instalada en el último tercio del citado siglo, a partir de una remodelación realizada en los jardines, que dio lugar a la creación de dos niveles, denominados Jardín Alto y Jardín Bajo, y a un nuevo trazado de aire francés. Todo ello hizo de estos jardines uno de los más célebres de la villa.

Podemos comprobar este extremo en los planos de Nicolás de Chalmandrier, de 1761, y de Tomás López, de 1785, separados por un intervalo de tiempo de veinticuatro años. Mientras que en el primero los jardines se estructuran en simples cuadrantes, en el segundo se observa un diseño más elaborado, organizado, en lo que respecta al Jardín Bajo, alrededor de una plazoleta central, que imaginamos presidida por la Fuente del Tritón.


Arriba, plano de Nicolás de Chalmandrier (1761). Abajo, plano de Tomás López (1785).

Los jardines del Conde de Baños fueron transformados en el año 1834 en el Jardín de las Delicias, el primer jardín de pago con el que contó la ciudad. Era accesible desde la Calle de Almirante, previo pago de una entrada de cuatro reales, que daba derecho al disfrute de las zonas verdes y recreativas, además de a la asistencia de conciertos y bailes.

En cierto modo, su apertura fue una reacción a una intensa campaña de prensa, iniciada por Mariano José de Larra, en la que se denunciaba que Madrid, a diferencia de otras capitales europeas y de la propia Barcelona, carecía de este tipo de espacios.

La puesta en marcha de este recinto no exigió demasiados cambios en el trazado dieciochesco, más allá de nuevos elementos ornamentales, acordes con el gusto romántico del momento, y de diversas instalaciones dedicadas al ocio, que se añadieron a las viejas construcciones, entre ellas la fuente que nos ocupa.


Dibujo publicado por 'La Ilustración Española y Americana' (1870).

Tres décadas después, en 1864, se acometió el ensanche del Paseo de Recoletos, por el cual éste adquirió sus dimensiones actuales. Lejos de ser destruida, la Fuente del Tritón quedó incorporada al nuevo ancho de la vía, aunque en una rasante inferior, junto con una parte del primitivo Jardín Bajo.


Plano de Otto Neussel (1877), con el paseo ensanchado y el Circo Price edificado.

Sobre los terrenos del Jardín Alto, Thomas Price levantó en 1868 el circo que llevaría su apellido, según un proyecto del arquitecto Pedro Vidal. Estaba hecho en madera y tenía una pista central, de planta circular.

El Circo Price estuvo en este lugar hasta 1880, año en el que sería inaugurado su nuevo local de la Plaza del Rey. En el solar que quedó libre la Duquesa de Medina de las Torres ordenó construir en 1881 su palacio residencial, obra de Agustín Ortiz de Villajos, que sirve de sede en la actualidad a la Fundación Mapfre.


La fuente y el Circo Price en un grabado de la época.

Fue el comienzo del declive de la Fuente del Tritón, que no solo debió quedar en el más absoluto abandono, sino que además empezó a ser despreciada. Así se desprende de la lectura de algunos periódicos de la época, caso de El Liberal, que llegó a justificar su retirada por tratarse de una "fuente de mal gusto y honda, cuyo rebasamiento del agua mantiene charcas pestilentes" (2 de febrero de 1886).

Tal vez por ello no estén del todo claras las circunstancias de su desaparición. Cabe entender que fue desmantelada en 1886, ya que en esa fecha se barajó sustituirla por otro monumento, el dedicado al Doctor Benavente, que finalmente acabó en el Parterre del Retiro.

Aunque también es probable que fuera eliminada en el año 1906, tras ser erigido, en su mismo emplazamiento, el Monumento a Mesonero Romanos, posteriormente trasladado a los Jardines del Arquitecto Ribera.


Fotografía de J. Laurent (1870). Al fondo, el Circo Price.

Por los documentos escritos y gráficos que nos han llegado, sabemos que la fuente era de mármol y que descansaba sobre un pilón octogonal, en cuyo centro se elevaba una columna formada por delfines con la cabeza hacia abajo.

Sobre las colas de éstos se alzaba una taza, que servía de soporte a la figura de un tritón llevándose una caracola a la boca, a modo de instrumento musical. Se trataba de un modelo muy parecido al tritón que, desde mediados del siglo XVII, adornaba el Palacio del Buen Retiro, según vimos hace unas semanas. Es posible que el Conde de Baños tomase esta obra como referencia cuando procedió al encargo de la fuente.


Detalle de la fotografía anterior.

lunes, 6 de abril de 2015

La Fuente de Cuba

Descubrimos en el Parque del Retiro esta fuente del primer tercio del siglo XX, una de las más desconocidas que tenemos en Madrid, tal vez por hallarse fuera del entramado urbano, escondida en medio de una frondosa arboleda.



La Fuente de Cuba fue erigida en señal de agradecimiento al monumento que el gobierno isleño levantó en 1929 en memoria del soldado español. La citada construcción se encuentra en Santiago de Cuba y, más en concreto, en la Loma de San Juan, donde tuvo lugar una de una las batallas más cruentas de la guerra de 1898, disputada entre España y Estados Unidos.

La idea de la fuente empezó a gestarse el mismo año en que el que se terminaba el monumento cubano. Tras constituirse una comisión encargada de recaudar fondos, en el verano de 1929 el Ayuntamiento de Madrid autorizaba su realización y anunciaba su ubicación en el Retiro, en la glorieta formada por la confluencia de los paseos de Colombia y Perú, en el lugar antes ocupado por un pequeño estanque.

Contrariamente a lo que era usual en la época, el proyecto avanzó a gran velocidad, de tal modo que en 1931 podía decirse que la fábrica estaba prácticamente concluida.



Con el final de la dictadura de Primo de Rivera, que había sido uno de sus principales promotores, la fuente cayó en el olvido, hasta que, más de dos décadas después, pudo finalmente mostrarse al público. El acto inaugural se celebró el 27 de octubre de 1952, en coincidencia con el 460º de la llegada de Cristóbal Colón a Cuba.

Salvando las distancias, que son muchas, el conjunto nos recuerda a las fuentes que Rutilio Gaci diseñó en 1618 para diversas plazas de la capital, al menos en lo que respecta a su organización piramidal y a su remate escultórico.

La Fuente de Cuba presenta un marcado tratamiento historiado, en el que también tienen cabida las alegorías, como así se observa en la figura femenina situada en la parte superior, que simboliza a la nación cubana. Fue esculpida por Miquel Blay i Fábregas (1866-1936).



El cuerpo principal (o pedestal) está integrado por varios volúmenes prismáticos, que descansan sobre una planta de cruz griega y que se van superponiendo gradualmente.

Dos de sus cuatro costados se decoran con los escudos de España y Cuba, mientras que en los restantes aparecen las estatuas de Isabel la Católica y de Cristóbal Colón, obra de Juan Cristóbal (1897-1961) y Francisco Asorey (1889-1961), respectivamente.



El gran Mariano Benlliure (1862-1947) también colaboró en la ornamentación de la fuente. Hizo una proa y una popa de barco para la base del pedestal, así como la serie de animales, representativos de la fauna cubana, que sirven de surtidores.

En relación a estos últimos, se trata de cuatro delfines, instalados por parejas a los pies de la proa y de la popa, a los que se añaden dos galápagos y dos iguanas, que se disponen alrededor del estanque cuadrilobulado que rodea todo el conjunto.



Benlliure también realizó un busto del General Machado (1871-1939), que nunca se llegó a colocar. En un principio no solo se pretendía rendir homenaje a la recién declarada República de Cuba, sino también al que por entonces era su presidente.

Los materiales empleados fueron piedra de granito para los elementos arquitectónicos y caliza para los escultóricos, excepción hecha de los elaborados por Benlliure, que fueron fundidos en bronce por el taller Mir y Ferrero.

lunes, 23 de marzo de 2015

De la Fuente del Tritón a la Fuente del Castaño

La entrada de hoy está dedicada a la Fuente del Tritón, uno de los muchos tesoros que adornaron los Jardines del Buen Retiro, de la que no queda nada, ni siquiera existen pistas que nos aclaren las circunstancias de su desaparición.

Fue configurada a mediados del siglo XVII, a partir del reciclaje de dos elementos principales, un grupo escultórico y un pedestal, que, si bien procedían de proyectos diferentes, tenían en común haber sido elaborados en la Florencia del Cinquecento.


Fuente del Tritón del Buen Retiro. Dibujo de Edward Montagu, 1668.

El grupo escultórico

La escultura que presidía la fuente fue realizada hacia 1560 por el artista italiano Battista Lorenzi (1527-1583), en su taller florentino. Estaba hecha en mármol y representaba a un tritón a lomos de un delfín, en suave escorzo, con el brazo derecho levantado, tocando un cuerno (o tal vez una caracola), a modo de instrumento musical.

El primer destino de esta figura fue la ciudad siciliana de Palermo, que en aquellos momentos estaba bajo dominio español, y más en concreto, el Palacio de los Normandos, donde tenía su sede el virreinato.

En el año 1644, el virrey de Sicilia y Nápoles, Juan Alfonso Enríquez de Cabrera (1597-1647), decidió llevársela a Madrid y entregársela como regalo al rey Felipe IV (1605-1665), quien, diez años después, ordenaría ubicarla en el Buen Retiro.

Podemos hacernos una idea de cuál era su aspecto, gracias a la copia existente en el Museo Archeologico Regionale de Palermo, que fue encargada por el propio virrey, poco antes de su partida a España.


Fontana del Tritone, Museo Archeologico Regionale de Palermo. 
(Wikimedia Commons).

El pedestal

La fuente tenía como base una pieza de excepción. Se trataba del pedestal de la Fontana del Cortile, que estuvo situada en Florencia, una creación de Juan de Bolonia (1529-1608), compuesta, además de por esta estructura, por el grupo escultórico Sansón dando muerte a los filisteos.


Fontana del Cortile. Dibujo de Juan de Bolonia, hacia 1560.

La Fontana del Cortile fue comprada en 1601 por el Duque de Lerma y colocada tres años después en el Palacio de la Ribera, la residencia veraniega que Felipe III tuvo en Valladolid.

En 1623, reinando ya Felipe IV, la estatua de Sansón fue donada al Príncipe de Gales (a la postre, Carlos I de Inglaterra). No así el pedestal, que terminaría en el Buen Retiro, tras descartarse el Real Sitio de El Pardo como posible enclave.


'Sansón dando muerte a los filisteos', de Juan de Bolonia, 1562 (Victoria & Abert Museum, Londres).

Tanto gustó este soporte que, casi en paralelo, se hizo una réplica para el Jardín de la Isla de Aranjuez, según ha podido documentar el historiador italiano Fernando Loffredo (2012). Se pone así fin a la opinión generalizada de que el cuerpo principal de la Fuente de Baco, en la citada localidad, era el original de Juan de Bolonia.


Fuente de Baco, Aranjuez (Wikimedia Commons)

El resultado final

La Fuente del Tritón fue levantada entre 1654 y 1656 en el Jardín de la Reina, una de las grandes plazas que dividían el Palacio del Buen Retiro. Aquí compartía eje con el llamado ‘caballo de bronce’, la célebre estatua ecuestre que Pietro Tacca (1577-1640) le hizo a Felipe IV y en la que también intervino Juan de Bolonia. Como sabemos, este monumento se encuentra hoy en la Plaza de Oriente.


'El Palacio del Buen Retiro y la estatua de Felipe IV', grabado de Pieter Van den Berge, 1701.

A pesar esta integrada por partes inconexas y dispersas, se logró una composición bastante armoniosa. A ello contribuyó la traza del tritón, no muy diferente a la que concibió Juan de Bolonia para su Sansón. Mientras que el primero eleva su brazo derecho para tocar un cuerno, el segundo lo hace para dar muerte a un enemigo.

Conocemos cómo era la fuente en el siglo XVII por un elocuente dibujo que Edward Montagu, primer conde de Sandwich, hizo durante su embajada en Madrid (1666-1668). Se incluye al inicio del presente reportaje.

La desaparición

Si bien no hay constancia de ello, cabe pensar que el pedestal quedara destrozado durante la Guerra de la Independencia (1808-1814). En cambio, el grupo escultórico sí que consiguió salvarse, aunque lamentando la pérdida del cuerno que sostenía con la mano.



Convenientemente restaurado, el tritón fue ubicado en la Casa de Campo, probablemente a mediados del siglo XIX, cuando la antigua posesión real se quedó prácticamente sin elementos decorativos, con el traslado de la estatua ecuestre de Felipe III a la Plaza Mayor y la desmantelación de la Fuente del Águila. Pudo haber sido llevada en esos momentos para compensar el vacío creado.

Fue instalado encima de una modesta fuente, denominada del Castaño. Tenemos constancia de este emplazamiento gracias a una fotografía de finales del siglo XIX o principios del XX y a un dibujo publicado por primera vez en 1901 por una guía turística. A partir de ahí, se pierde completamente el rastro, sin que se conozca ningún tipo de detalle sobre su desaparición.


Dibujo incluido en la guía 'Real Casa de Campo', 
de Manuel Jorreto, 1901.

lunes, 2 de febrero de 2015

Las dos fuentes de la Plaza de Santa Ana

La Plaza de Santa Ana surgió en el contexto de las múltiples reformas urbanísticas llevadas a cabo por José Bonaparte, que le valieron el sobrenombre del Rey Plazuelas. Fue creada en 1810, tras derribarse el Convento de las Carmelitas Descalzas de Santa Ana, que fue fundado en 1586 por San Juan de la Cruz, a instancias de Santa Teresa de Jesús.

De todas las plazas impulsadas por José I, la de Santa Ana fue la única, junto a la de San Miguel, que pudo ser urbanizada plenamente antes de que concluyese su corto reinado (1808-1813). Fue además la primera zona verde de carácter público que tuvo Madrid en el interior del casco urbano.


Alzado de la fuente de la Plaza de Santa Ana. Silvestre Pérez (1812). Biblioteca Nacional de España.

El arquitecto Silvestre Pérez (1767-1825) fue el encargado de darle forma. Ideó una fuente central, rodeada de diferentes plantaciones de árboles, que, además de su función para el abastecimiento de agua, tenía una marcada intención ideológica.

No en vano la fuente fue rematada con la célebre estatua Carlos V y el Furor (1551-1564), obra de León Leoni, concluida por su hijo Pompeyo, que fue cedida para tal fin por el monarca, a partir de un decreto firmado el 5 de noviembre de 1811.

Se establecía así una sencilla analogía entre el antiguo imperio hispánico y el nuevo imperio napoleónico, del que José I era su máximo representante en España.


'Carlos V y el furor', de León Leoni. Museo del Prado. A la izquierda se muestra al emperador desnudo, sin la armadura desmontable.

La fuente tenía un diseño muy simple. Consistía en un pedestal cúbico, decorado a cada lado con una corona de laurel y asentado sobre una base de planta de cruz griega, donde se situaban cuatro caños. Un pilón circular recogía el agua que éstos arrojaban.

El conjunto fue inaugurado el 19 de marzo de 1812, coincidiendo con la onomástica del soberano. Ese mismo día también quedó abierta la Plaza de San Miguel, igualmente proyectada por Silvestre Pérez, que fue adornada con una escultura de Fernando el Católico, como símbolo de la unidad nacional.

En 1814, un año después de su restitución al trono, Fernando VII reclamó la vuelta de la estatua a la Corona, petición que no fue atendida por el Ayuntamiento de Madrid, alegando que el público estaba “comprometido con el disfrute de la fuente y su adorno”.

En 1822, curiosamente, fue el propio consistorio quien solicitó su retirada, ya que producía “mucha inquietud para la vista” y temía que pudiese ser destruida en algún acto vandálico. En 1825 se procedió a su desmontaje.

Posteriormente se construyó una estructura piramidal de piedra, que fue instalada sobre la parte superior de la fuente, para cubrir el vacío. La siguiente fotografía, tomada por Alfonso Begué en 1864, nos muestra el resultado final.


Fuente de la Plaza de Santa Ana. Alfonso Begué (1864).

La Plaza de Santa Ana sufrió nuevas intervenciones en los años siguientes. La principal fue su ampliación por su flanco oriental, al demolerse una manzana que impedía su conexión con el Teatro del Príncipe (Teatro Español). Esta remodelación finalizó en 1868, después de un largo proceso de expropiaciones, iniciado en 1850.
No sabemos en qué momento la fuente desapareció de la plaza, aunque entendemos que pudo ser hacia 1880, cuando fue erigido el Monumento a Calderón de la Barca que actualmente preside el recinto.

Por esas fechas también debió colocarse la segunda fuente que ocupa nuestra atención, la del Cisne, procedente del paseo del mismo nombre (hoy día Calle de Eduardo Dato).


Fuente del Paseo del Cisne. Alfonso Begué (1864).

Esta pequeña fuente era una curiosa combinación de elementos reciclados y de nueva factura. Su fuste de mascarones y su taza poligonal provenían del desaparecido Monasterio de San Felipe el Real, en la Puerta del Sol, mientras que su grupo escultórico fue realizado por José Tomás (1795-1848).

Sin embargo, cuando fue trasladada a la Plaza de Santa Ana, se optó por conservar únicamente el grupo escultórico (un cisne de plomo a punto de ser ahogado por una serpiente), al que se puso como base una composición de rocalla, como era moda en la época.

Como pilón, todo parece indicar que se utilizó el mismo de la fuente que había concebido Silvestre Pérez. A su alrededor se extendían varios jardines, a modo de parque público.


La Plaza de Santa Ana en 1900.

El largo periplo de una estatua

En sus casi quinientos años de historia, la escultura de bronce Carlos V y el furor, una obra maestra de la estatuaria renacentista, ha recorrido tres países y ha tenido al menos nueve ubicaciones distintas.

Desde su fundición en Milán en 1551, a manos de León Leoni, viajó en 1556 a Bruselas para ser presentada al emperador y después al taller que Pompeyo Leoni tenía en Madrid, donde recibió los últimos retoques. Aquí permaneció hasta 1608.

En ese año Felipe II ordenó llevarla al Real Alcázar y, más en concreto, al Jardín del Rey o Jardín de los Emperadores, que se encontraba a los pies de la Torre Dorada, si bien algunos autores sostienen que estuvo en el interior del palacio.

En 1620 fue trasladada a Aranjuez y más adelante al Jardín de San Pablo, en el Real Sitio del Buen Retiro, para, a principios del siglo XIX, ser colocada en la Plaza de Santa Ana, según se acaba de comentar. 


Detalle del 'El Jardín de San Pablo en el Buen Retiro', Domingo de Aguirre (1778).

En 1825 fue devuelta a su anterior enclave en el Buen Retiro y en 1830 ingresó en el Museo del Prado, su último y definitivo emplazamiento.

Existen dos réplicas de la imagen, aunque de menor tamaño que la original, una situada en el Palacio Real de Madrid y la otra en el Alcázar de Toledo.

Bibliografía

Arquitectura y urbanismo, de Pedro Navascués Palacio, capítulo de La época del romanticismo (1808-1874), volumen 2. Espasa Calpe, Madrid, 1989

Alteraciones en la estatuaria madrileña durante el gobierno del Rey Intruso, de Luis Miguel Aparisi Laporta. Anales del Instituto de Estudios Madrileños. Tomo XLVIII extraordinario, segundo centenario de 1808. C.S.I.C., Madrid, 2008

Los espacios verdes del Madrid de la invasión francesa, de Carmen Ariza Muñoz. Anales del Instituto de Estudios Madrileños. Tomo XLVIII extraordinario, segundo centenario de 1808. C.S.I.C., Madrid, 2008

Consecuencias de 1808 en la geografía urbana de Madrid, de M. Pilar González Yanci. Anales del Instituto de Estudios Madrileños. Tomo XLVIII extraordinario, segundo centenario de 1808. C.S.I.C., Madrid, 2008

Vicisitudes políticas de una estatua: el 'Carlos V' de León Leoni, de Manuel Espadas Burgos. Anales del Instituto de Estudios Madrileños, número 9. Madrid, 1973

lunes, 12 de enero de 2015

Buscando los restos de las primeras fuentes barrocas (8): la Fuente de Santo Domingo

La Fuente de Santo Domingo estuvo situada junto al desaparecido Convento de Santo Domingo el Real, en la plaza del mismo nombre. Fue levantada en la tercera década del siglo XVII, en un momento en el que la ciudad de Madrid estaba siendo adornada con diferentes hitos ornamentales, principalmente fuentes de porte monumental.


'La Plaza de Santo Domingo', por Louis Meunier (1665-68).

Casi todas estas fuentes fueron proyectadas entre 1617 y 1618, dentro de un calculado plan de embellecimiento, que el ayuntamiento había encargado al arquitecto madrileño Juan Gómez de Mora y al escultor italiano Rutilio Gaci.

No es el caso de la fuente que ocupa nuestra atención, que se realizó posteriormente, ante la insistente presión de los vecinos de la zona, quienes habían hecho llegar al consistorio numerosas instancias reclamando su instalación.

Pese a ello, esta fuente guardaba muchas similitudes estilísticas con las que surgieron del citado plan y, a juicio de Juan Álvarez de Colmenar, era a principios del siglo XVIII una de las más dignas de aprecio de la capital.

La decisión de su construcción fue tomada el 12 de diciembre de 1634, por acuerdo de la Junta de Fuentes, si bien no pudo estar terminada hasta finales de 1635 o principios de 1636. Llevaba un caudal de tres reales de agua.


Detalle de un grabado de 1701 del editor Pieter Van den Berge, posiblemente tomado del dibujo de Louis Meunier, aunque se publicó con la perspectiva invertida.

La fuente se nutría del llamado ramal de los Basilios (proveniente del viaje de agua de la Fuente Castellana), que, con tal motivo, fue ampliado con una conducción que partía desde la Calle de Tudescos y llegaba hasta la Plaza de Santo Domingo.

Los trabajos de fontanería fueron encomendados a Pedro de Sevilla, mientras que los de cantería corrieron a cargo de Miguel Collado, quien recibió por ello la cantidad de 1.000 ducados. Todo ello bajo la supervisión del maestro de obras y veedor de fuentes Cristóbal de Aguilera, a quien debemos el Estanque Grande del Buen Retiro.

Se desconoce si éste último pudo intervenir en el diseño o si, por el contrario, fue una creación directa del cantero. En cualquier caso, el autor pareció inspirarse en algunas de las fuentes de Rutilio Gaci, de las que tomaba prestados rasgos como el tipo de cuerpo, la querencia por las líneas curvas o la disposición en voladizo de las conchas.


Tres de las fuentes de Rutilio Gaci (de izquierda a derecha: Puerta Cerrada, Plaza de la Villa y Puerta de Sol).

También se observa la influencia de Juan Gómez de Mora en el recurso a una cúpula maciza para la parte superior, tal y como éste hiciera en la Fuente de la Abundancia, que estuvo presidiendo la Plaza de la Cebada hasta principios del siglo XIX.

'La feria de Madrid en la Plaza de la Cebada', por Manuel de la Cruz Cano y Olmedilla (1770-90).

En 1637 el escultor portugués Manuel Pereira recibió el encargo de hacer una escultura de piedra para rematar el conjunto. No hay constancia de que realizara esta obra, aunque sí se sabe que, en 1640, procedió a la restauración y limpieza de una estatua de mármol de la diosa Venus, que es la que finalmente se puso.

Es posible que esta figura procediese de Italia y que, incluso, formase parte del paquete de adquisiciones del mercader florentino Ludovico Turchui, que importó de su país varias estatuas mitológicas, posiblemente del siglo XVI, para ser colocadas en distintas fuentes madrileñas. Entre ellas, se encontraba la famosa Mariblanca de la Puerta del Sol.

Por esas mismas fechas, Pereira fue contratado para esculpir un Neptuno destinado a la Fuente del Humilladero de San Francisco, en la Plaza de Puerta de Moros, donde fue instalado en el año 1640 para luego ser sustituido por un grupo escultórico de Endimión.

En 1776, en su Viage a España, Antonio Ponz informó del pésimo estado de conservación en el que se encontraba la Venus: “está tan destruida, que no se conoce lo que significa”. En 1848 Pascual Madoz también se refirió a la mutilación de la imagen.


Fotografía de Alfonso Begué (1864).

En 1864 Alfonso Begué fotografió la fuente, en lo que constituye la única instantánea que ha llegado hasta nosotros de la misma. En ella puede apreciarse el deterioro sufrido no solo por la estatua, sino también por los relieves escultóricos del cuerpo principal, algunos de ellos prácticamente desdibujados.

La fuente fue desmantelada en 1865, posiblemente en el mes de julio, cuando se tomó la decisión de ajardinar la Plaza de Santo Domingo, en la línea de otras actuaciones desarrolladas por el ayuntamiento en otras plazas de la villa. Aunque la intención inicial era cambiarla de enclave, ya que era un obstáculo para los nuevos jardines, nunca volvió a ser reconstruida.

En 1868 se aprobó la demolición del Convento de Santo Domingo el Real, que se haría efectiva un año después. Fue entonces cuando se llevó a cabo el ajardinamiento de la plaza, a partir de un proyecto del arquitecto municipal Félix María Gómez, que aprovechaba el solar del antiguo monasterio.


Plano de Pedro Teixeira (1656). La fuente está identificada con el número 34.

Agradecimiento especial

Nuestro sincero agradecimiento a José Luis de Saralegui Rodrigo, que ha compartido con nosotros sus pesquisas sobre la desaparición de la fuente. Gracias a ellas, hemos podido conocer cuándo fue desmantelada y por qué motivos.

Artículos relacionados

La serie "Buscando los restos de las primeras fuentes barrocas" consta de estos otros reportajes:

lunes, 8 de diciembre de 2014

Los pozos artesianos de El Pardo

Rastreando por Internet, nos hemos encontrado con la singular torre que podemos apreciar en la postal inferior. Y aunque no hemos podido averiguar mucho sobre su autoría o su ubicación exacta, sí que hemos podido saber que se trataba de uno de los muchos pozos artesianos que se perforaron en El Pardo a principios del siglo XX.


Postal de 1913.

La construcción de estos pozos se empezó a gestar en el año 1904, cuando el rey Alfonso XIII tomó la decisión de impulsar la agricultura y la ganadería en el Real Sitio, hasta entonces prácticamente inexistentes.

El encargo recayó sobre Rafael Janini Janini, ingeniero agrónomo de la Real Casa y Patrimonio, quien, desde un primer momento, dirigió sus esfuerzos a la localización de aguas subterráneas, enfrentándose a la opinión mayoritaria de que El Pardo carecía de ellas. Contó con la colaboración del perito agrícola Silvino Maupoey.

Después de un largo periodo de estudio, que dio como resultado la apertura en 1906 de un pozo a cielo abierto, la primera perforación artesiana como tal pudo llevarse a cabo a mediados del año 1908.


Foto publicada por la revista 'Ibérica' (1914).

Para los tres primeros pozos se empleó un rundimentario trépano con cuchara, accionado por vapor, que fue sustituido posteriormente por una maquinaria como la que nos muestra la fotografía superior, similar a la que se utilizaba en Estados Unidos para las extracciones petrolíferas. Su coste ascendió a 32.526 pesetas.

Hasta 1913 se estuvieron excavando pozos, probablemente un total de diecisiete. Algunos de ellos tenían surtidores realmente espectaculares, de más de veinte metros de altura sobre el ras del suelo, y otros provocaban caprichosos juegos de agua, dignos de una fuente ornamental.

Fotos publicadas por la revista 'Ibérica' (1914).

Además fueron levantadas cuatro instalaciones de bombas electrohidráulicas, que permitían elevar, en el caso de los grupos más potentes, entre 3.300 y 6.000 litros de agua por minuto.

Todo ello hizo posible la habilitación de 500 hectáreas de secano y 187 de regadío, que permitían el cultivo de trigo, cebada, avena, centeno, almortas, habas, patatas, garbanzos, algarrobas, alfalfa, maíz, nabos y remolacha, entre otras plantaciones.

A algunos de estos pozos les fueron añadidos, posiblemente en los años treinta o cuarenta del siglo XX, aljibes soportados sobre estructuras de vigas metálicas, como así ocurrió con el que estaba situado dentro del recinto del antiguo Cuartel de Guardias de Corps.

Poco queda de aquel legado, más allá de ciertas bocas metálicas que se encuentran diseminadas por el monte. Uno de los pozos que se conserva es el que surtía de agua a la Fuente Blanca o Fuente de Valpalomero, construida en un paraje agreste durante la Segunda República (1931-1939) y trasladada en la década de los noventa a unos jardines cercanos al palacio.



Con respecto al pozo con el que hemos iniciado el presente artículo, no podemos añadir mucho más. Tan solo que su silueta nos ha evocado al Primer depósito elevado del Canal de Isabel II, erigido entre 1908 y 1911, en un momento en el que la arquitectura industrial tenía un profundo sentido de la estética, más allá de la mera funcionalidad.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Nuevos y concluyentes datos sobre la Fuente del Pequeño Tritón

Alberto Tellería, vocal de Madrid Ciudadanía y Patrimonio, acaba de publicar un detallado informe, que resulta definitivo para esclarecer el origen de la Fuente del Pequeño Tritón, a la que dedicamos un artículo en abril de 2012 y que ahora hemos actualizado con los nuevos datos aportados.

Esta pequeña fuente se encuentra en una de las entradas del Buen Retiro, donde fue trasladada en 1943 procedente de la Casa de Campo. Debido a esta ubicación inicial, dentro de un Real Sitio surgido durante el Renacimiento, algunos autores situaban su construcción bien en el último tercio del siglo XVI, bien en el primero del XVII.

Otros, sin embargo, la posponían al siglo XVIII, como todavía consta en la base de datos municipal Monumenta Madrid, tal vez haciéndose eco de la datación realizada por el paisajista Javier Winthuysen Losada (1874-1956), quien afirmó que podía pertenecer al reinado de Felipe V (r. 1700-1746).

Según el citado estudio, la Fuente del Pequeño Tritón es decimonónica. Procede de la fábrica francesa M. Ducel, una compañía nacida en el siglo XIX, especializada en la fundición en hierro de ornamentos artísticos para mansiones y jardines.

Más en concreto, podría haber sido fundida a mediados del citado siglo, cuando la Casa de Campo se quedó prácticamente sin elementos decorativos, con el traslado de la estatua ecuestre de Felipe III a la Plaza Mayor y la desmantelación de la Fuente del Águila. Pudo haber sido encargada en esos momentos para compensar el vacío creado.

Además, se da la circunstancia de que M. Ducel hizo su primera gran aparición pública en 1851, durante la Gran Exhibición de la Industria de Todas las Naciones, celebrada en Londres, que aprovechó el certamen para presentar su catálogo de objetos de fundición.

Desde aquí queremos felicitar a Alberto Tellería por su magnífico trabajo, gracias al cual se ha despejado la incógnita que pesaba sobre la Fuente del Pequeño Tritón.


Fotografía del Ayuntamiento de Madrid.

lunes, 20 de octubre de 2014

La Fuentecilla

Nos dirigimos a la Calle de Toledo, a la angosta plazoleta donde confluyen las Calles de la Arganzuela y Mira el Río. Aquí se sitúa el Monumento a Fernando VII, más conocido como la Fuentecilla, no solo porque este hito es también una fuente pública, sino porque, si hacemos caso a Jerónimo Quintana (1576-1644), éste era el topónimo con el que se identificaba antiguamente el lugar, por la existencia de un pilón.



Estamos ante una de las edificaciones más denostadas por los intelectuales del siglo XIX, especialmente el implacable Ramón de Mesonero Romanos (1803-1882), quien, en El Manual de Madrid, dijo de ella que era un monumento "fúnebre al buen gusto", además de una "desdichada fuente".

Sin embargo, su construcción sí que suscitó una fuerte expectación, como toda la que rodeó a la restitución de Fernando VII, una vez pasada la Guerra de la Independencia. No olvidemos que la Fuentecilla fue concebida para conmemorar el regreso del monarca a España, al igual que la vecina Puerta de Toledo, según un proyecto global del arquitecto mayor Antonio López Aguado (1764-1831).

López hizo un primer diseño en 1813, que después sería completado por el escultor Francisco Meana. A principios de 1814 fue aprobada la partida presupuestaria para las obras, que no pudieron concluirse para el momento en el que Fernando VII hizo su entrada triunfal en Madrid, acaecida en mayo del citado año.

Sí que dio tiempo a terminar la parte inferior y los trabajos de fontanería, de tal forma que, para la llegada del rey, pudieron ser activados los tres caños de la fuente, al tiempo que fue colocada una inscripción con esta leyenda: "El Ayuntamiento de Madrid para beneficio de su pueblo y por justa y digna memoria de la feliz entrada en él de su amado soberano, recuperado del cautiverio en Francia al séptimo año, el día 13 de mayo de 1814".

En 1815 acabaron por fin los trabajos, bajo la dirección del arquitecto Alfonso Rodríguez. Mucho más tiempo tuvo que esperar la Puerta de Toledo, que no pudo inaugurarse hasta 1827, diez años después de ser colocada la primera piedra.


Fotografía de Santos Yubero (1966).

La Fuentecilla es un auténtico monumento al reciclaje. Fue levantada con materiales procedentes de la desaparecida Fuente de la Abundancia (1617), ideada por Juan Gómez de Mora (1586-1648) para la Plaza de la Cebada, dentro de un ambicioso plan que pretendía embellecer las calles madrileñas.

Dentro de su estructura perviven intactos algunos de los elementos que dieron forma a aquella fuente barroca, caso del cuerpo principal, con sus costados con frontones triangulares, así como diferentes blasones.


Comparativa de la Fuente de la Abundancia y la Fuentecilla.

Del mismo modo, la escultura del león que preside el monumento fue realizada a partir de un grupo existente en el Convento de los Premostratenses, destruido durante la invasión napoleónica. Se trataba de una imagen de San Norberto, fundador de la orden, a quien se había representado acompañado de un león, que fue la pieza posteriormente reutilizada.

La Fuentecilla consta de dos cuerpos diferenciados. El primero, dispuesto paralelamente a la Calle de Toledo, presenta una disposición horizontal y sirve de parapeto al pilón, que se extiende por la parte trasera. Sobre él descansan un dragón y un oso, toscamente esculpidos, en alusión al viejo y nuevo escudo de la villa.


Año 1925.

El segundo cuerpo es un gran prisma granítico, que pone el contrapunto vertical y define todo el conjunto. Tal vez sea la parte más interesante, al reunir los únicos restos que se conservan de la Fuente de la Abundancia, al margen de la estatua que servía de remate, que se encuentra en el Museo de Historia.

Sus flancos laterales están adornados con sendos escudos de Madrid, mientras que el frontal tiene instalada una inscripción, que no es la que hemos señalado más arriba, ya que ésta desapareció poco después de ser grabada, sino una que fue aprobada en abril de 1815: "A Fernando VII el Deseado, el Ayuntamiento del heroico pueblo de Madrid. Corregidor, el Conde de Moctezuma".

Como se ha apuntado antes, la parte superior está coronada con un león erguido, sosteniendo con sus patas delanteras los hemisferios del mundo, obra de Manuel Álvarez. Esta escultura se apoya sobre una base cuadrangular, cuyos lados están recorridos por las siete estrellas de la antigua Comunidad de Villa y Tierra de Madrid, que hoy día son el símbolo más reconocible de la bandera autonómica.


Hacia 1900.

lunes, 21 de julio de 2014

Inquietudes en torno a la Fuente de Cibeles

Nos dirigimos a la Fuente de Cibeles, uno de los grandes símbolos de Madrid, para comprobar in situ las últimas intervenciones realizadas sobre el monumento y que afectan a su iluminación, a sus surtidores y a su perímetro.

Nueva iluminación

A finales del pasado año el Ayuntamiento de Madrid sustituyó las viejas lámparas de la fuente por modernos emisores de tecnología Led, en aras de una mayor eficiencia energética. Una medida que, según lo anunciado por el consistorio, está permitiendo ahorrar más de un 81% en electricidad, pero que también ha venido acompañada de una notable merma de la calidad lumínica.

Los tonos dorados de antes han sido reemplazados por una densa luz blanca, bastante fría, bajo la cual el monumento queda como emplastado y difuso, sin posibilidad alguna de distinguir los matices de la piedra esculpida.



Esta falta de nitidez también se percibe cuando, con motivo de alguna celebración, se ha optado por otro tipo de colores. Así ocurrió, por ejemplo, el 17 de marzo, cuando el monumento se vistió de verde para conmemorar la festividad de San Patricio, patrón de Irlanda.

Surtidores

También ha habido cambios en los surtidores. Han sido apagados dos de ellos, concretamente el delantero, que arroja agua por encima de los leones, y el trasero, que emerge desde un cántaro sujetado por dos amorcillos. Es decir, en el momento actual solo se encienden los surtidores laterales, ubicados en el pilón.

















Desconocemos los motivos que han llevado a tomar esta decisión, ya que, a diferencia de la anterior, no ha sido hecha pública, ni mucho menos explicada. Tal vez haya sido adoptada para evitar la erosión que provoca el agua o por algún tipo de recorte presupuestario.

Aunque podemos entender las razones, nos da mucha pena la desaparición de estos dos chorros. Ahora la Cibeles parece menos fuente, no tanto porque se haya reducido el número de surtidores, sino porque han sido eliminados precisamente los que brotaban de la misma escultura, los que hacían que el concepto de fuente cobrase pleno sentido.

No debe olvidarse que el chorro delantero es una parte inherente del proyecto de Ventura Rodríguez (1717-1785), a quien debemos la mayoría de las fuentes del Salón del Prado. El arquitecto lo incluyó en su diseño de 1780, con arranque en un mascarón situado sobre la delantera del carro, tal y como se aprecia más abajo.


Diseño de la Fuente de Cibeles. Ventura Rodríguez (1780).

En la imagen adjunta también puede distinguirse un grupo escultórico exento al borde del pilón, que Rodríguez dibuja con un trazo poco definido, a modo de apunte. Se trata de un amorcillo montado sobre un cántaro, que, sin duda, sirvió de referencia para el remate trasero que se le pondría a la fuente en 1895 y que también ha sido apagado.

Perímetro

Y terminamos con las diez banderas nacionales que ondean alrededor del grupo escultórico. Fueron izadas en el verano de 2012, a raíz del triunfo de la selección española en la última Eurocopa, y ahí siguen todavía, merced a una disposición del ayuntamiento, que quiere que sea algo permanente.

No es la primera vez que el perímetro de la Cibeles se adorna con banderas. Pero hasta ahora eran instalaciones temporales, dirigidas a agasajar a los altos mandatarios que visitaban nuestro país o como elemento ornamental de eventos y desfiles.

La medida no nos parece acertada, por cuanto supone un obstáculo, que rompe la panorámica tanto de la fuente como de la plaza, al tiempo que le confiere un aire festivo, de continua celebración, que resulta contraproducente para cuando, de verdad, hay algo que celebrar.

















Siempre hemos creído que la integridad visual del patrimonio artístico es tan importante como su estado de conservación. Lamentablemente en Madrid estamos muy acostumbrados a colocar delante de los monumentos todo tipo de cachivaches, ya sean señales de tráfico, carteles informativos, árboles de gran porte, verjas o, como en este caso, mástiles con banderas.

Tampoco entendemos su finalidad, ya que la Cibeles carece de un función institucional, a diferencia de otros monumentos que sirven de sede a organismos, en los que la presencia de banderas está más que justificada.

lunes, 2 de diciembre de 2013

Fuentes de Pedro de Ribera

Pedro de Ribera (1681-1742) es una figura imprescindible de la arquitectura barroca. Su estilo queda definido por un dinamismo desbordante, que deriva de la utilización de las líneas curvas como principal y casi única materia expresiva, con un lenguaje marcadamente escultórico y absolutamente personal.

No puede concebirse Madrid sin Ribera y tampoco puede concebirse a Ribera sin Madrid, la ciudad donde vio la luz en 1681 y donde desarrolló la mayor parte de su carrera, en el ejercicio de diferentes cargos municipales, entre ellos el de Maestro Mayor de Obras y Fuentes de la Villa y de sus Viajes de Agua, que alcanzó en 1725.

Su legado comprende todo tipo de edificios, desde palacios, iglesias y conventos hasta teatros, cuarteles y hospicios, además de numerosas infraestructuras, como puentes, caminos y conducciones de agua. Pero vamos a dejar todo ello de lado para centrarnos en una de sus facetas más desconocidas, la de constructor de fuentes.

Fuentes para el Paseo Nuevo

Siguiendo un orden cronológico, comenzamos con dos pequeñas fuentes diseñadas en 1716, que, lamentablemente, nunca llegaron a realizarse. Fueron proyectadas para el Paseo Nuevo (actual Paseo de la Virgen del Puerto), uno de los primeros trabajos urbanísticos que Pedro de Ribera asumió en su vida.



Un dibujo conservado en la Biblioteca Nacional nos permite hacernos una idea de su aspecto. Aunque figura como anónimo, la investigadora Matilde Verdú no duda en atribuírselo a Ribera: "la mano del artista se adivina en su trazo ágil y entrecortado, en la sutil vivacidad de sus contornos, en su fluidez de líneas contracurvadas y en su combinación de rectas y curvas".

Fuentes del Puente de Toledo

Pedro de Ribera empezó a construir el Puente de Toledo en 1715. En 1722, cuando aún quedaban cinco años para que terminasen las obras, incorporó varios elementos decorativos, entre los que cabe destacar los templetes que embellecen el pretil y dos fuentecillas situadas a ambos lados de la embocadura, junto a la actual Glorieta de Pirámides.

En palabras de Verdú, estas fuentes "son un prodigio imaginativo y técnico". Están formadas por "un incesante fluir de líneas contracurvadas y perfiles quebrados, de carnosos elementos naturalistas", en los que "el mundo real ha sido desbordado por el genio creador de nuestro artista".



Fuente de la Mariblanca

En 1727 Pedro de Ribera recibió el encargo de sustituir la Fuente de las Arpías, situada en la Puerta del Sol, que había sido proyectada un siglo antes por el escultor italiano Rutilio Gaci.

Si bien el arquitecto madrileño aprovechó algunos elementos de la construcción primitiva, rehizo completamente el trabajo de su antecesor, debido a su deterioro. Apostó por una composición más esbelta y baja, en la línea de la que, años después, propondría para la Fuente de la Fama, aunque mucho más contenida que ésta.



Con respecto a la decoración, bien es cierto que eliminó buena parte de los ornatos ideados por Gaci, como las arpías, que fueron sustituidas por delfines, pero también es verdad que mantuvo otros muchos, como los mascarones con surtidor o la escultura que remataba el conjunto.

Ésta no era otra que la Mariblanca, la célebre estatua de mármol blanco, posiblemente una representación de Venus, que fue importada de Italia en 1619 y que ahora mismo se encuentra en la Casa de la Villa, después de sufrir todo tipo de avatares y numerosos traslados.

La fuente diseñada por Ribera fue demolida en 1838, décadas antes de que se procediera a la gran reforma de la Puerta del Sol, que dio lugar a su actual trazado. La Mariblanca es el único resto que ha llegado hasta nosotros.



Fuente de la Fama

Nuestro próximo destino son los Jardines del Arquitecto Ribera, próximos a la Calle de Fuencarral, donde se encuentra la Fuente de la Fama, la única fontana de gran tamaño que conservamos del artista.

La fuente se levantó inicialmente en la Plaza de Antón Martín, a expensas de las nuevas aguas incorporadas a la ciudad gracias a distintas obras de captación y conducción dirigidas por Ribera. El arquitecto hizo el proyecto en 1730 y, dos años después, el cantero Pedro de la Piedra dio por terminados los trabajos. Los grupos escultóricos fueron realizados por Juan Bautista.

En 1879 se tomó la decisión de desmontarla. Tras varios decenios olvidada en los depósitos municipales, fue recompuesta y llevada al Parque del Oeste. Con el inicio de la Guerra Civil (1936-39) fue nuevamente desmantelada, hasta que, en 1941, fue trasladada a su enclave actual, junto a una de las obras maestras de Ribera, el antiguo Hospicio de San Fernando.


La Fuente de la Fama se asienta sobre un pilón tetralobulado, desde el que emerge un pedestal que se apoya sobre cuatro delfines con surtidores. Cuatro niños protegidos con veneras custodian su parte central, mientras que en la coronación descansa una imagen de la Fama, blandiendo una trompeta.

Los motivos decorativos son tan numerosos como excelsos. Escudos, hornacinas con floreros, volutas, adornos naturalistas... dan forma a una composición de enorme plasticidad, que, pese a compartir un esquema muy similar al de la Fuente de la Mariblanca, significa un paso hacia adelante en la capacidad expresiva de Ribera.

Otras fuentes

En su condición de Maestro Mayor de Obras y Fuentes de la Villa y de sus Viajes de Agua, Pedro de Ribera actuó en la práctica totalidad de fontanas que existían en Madrid en su época, con trabajos menores, tendentes al mantenimiento y a la reparación.

En otros casos, como los de las fuentes de la Calle de Valverde, del Cura, de Matalobos y de San Antonio de los Portugueses, realizó una intervención algo más profunda, remodelando total o parcialmente su estructura.

Además de las fuentes que hemos visto más arriba, todas ellas de porte monumental, Ribera construyó otras más modestas, como la de la Red de San Luis y la de la Plaza de San Juan.

Bibliografía

La obra municipal de Pedro de Ribera, de Matilde Verdú Ruiz. Ayuntamiento de Madrid (Área de Urbanismo e Infraestructuras). Madrid, 1988

La ermita madrileña de la Virgen del Puerto, una brillante aportación del arquitecto Pedro de Ribera, de Matilde Verdú Ruiz. Villa de Madrid, núm. 104. Ayuntamiento de Madrid. Madrid, 1991