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lunes, 3 de noviembre de 2014

Una escultura y pintura cuzqueña de la Virgen de la Almudena

Cuando apenas queda una semana para la festividad de la Almudena, viajamos imaginariamente hasta Cuzco, donde existe una gran devoción por esta advocación mariana.

La presencia de esta virgen en el Perú se debe a Manuel Mollinedo y Angulo (1640-1699), un clérigo burgalés que, tras regentar la desaparecida Parroquia de Santa María de la Almudena, en la capital de España, fue nombrado Obispo de Cuzco, puesto en el que se mantuvo desde 1673 hasta el día de su muerte.

Mollinedo tenía una especial querencia por la patrona de Madrid, a quien achacaba la buena marcha de su carrera eclesiástica. Cuando se desplazó a América, se llevó consigo una lámina de la virgen, además de una astilla, que había extraído de la imagen madrileña, como así se hace constar en el inventario de sus bienes.


Fuente: Religiosidad en la Ciudad de los Reyes.

En 1686 el escultor indio Juan Tomás Tuyro Túpac recibió el encargo del prelado de labrar una nueva talla, en la que dejó incrustada la astilla, para que pudiera ser venerada por parte de los cuzqueños. Bautizada oficialmente como Natividad de la Almudena, la figura fue entronizada en 1689 en una iglesia propia, que, con el paso del tiempo, se ha convertido en una de las más visitadas de la ciudad.

Pero no solo el citado templo cuenta con representaciones artísticas de la virgen madrileña. En la Catedral de Cuzco, en el lado del Evangelio, hay colgado un cuadro de grandes dimensiones (3,10 por 5,40 metros), titulado Carlos II y María Luisa de Orleans adorando a la Virgen de la Almudena en Madrid.

Fue realizado en 1698 por Basilio de Santa Cruz Puma Callao, uno de los máximos exponentes de la Escuela Cuzqueña de pintura, igualmente a petición de Manuel Mollinedo.














El artista utilizó como referencia pictórica la lámina que el obispo se trajo de España. Se desconoce cómo era ésta, aunque cabe pensar que fuese muy similar a la que reproducimos más abajo, un grabado de la época en el que puede verse al matrimonio real en actitud orante, acompañado de Mariana de Austria, la reina viuda.



Al igual que en la lámina, el lienzo nos muestra a los reyes arrodillados delante de la Almudena, que aparece vestida con traje brocado y dentro de un retablo, que, sin duda, ha sido idealizado, pues no se corresponde con el de la estampa. En cambio, el trono sobre el que se eleva la imagen sí que parece guardar relación (fue una donación del Ayuntamiento de Madrid, efectuada en 1640).

En la parte izquierda de la pintura se representa una escena pseudo-histórica, que presuntamente se produjo durante la Edad Media: las tropas islámicas ponen cerco a la ciudad cristiana, que no solo es capaz de resistir, sino también de imponerse a los invasores, gracias a la virgen, que acude milagrosamente en su ayuda.

A la derecha se recrea fantásticamente la Parroquia de Santa María de la Almudena, plasmada probablemente desde el este, el punto cardinal hacia el que estaba orientada su cabecera, como era preceptivo en los templos medievales. A su alrededor se levanta un recinto amurallado, en el que se está disputando una cruenta batalla.



Basilio de Santa Cruz pintó un ábside de forma semicircular, tal vez poligonal, que es precisamente la planta que tuvo durante la Edad Media y que desapareció con la gran remodelación que sufrió el templo en la primera mitad del siglo XVII.

Llama la atención el anacronismo en el que cae el artista al ataviar a los cristianos con vestimentas propias del siglo XVII, así como la deslocalización de las llamas, una especie típicamente andina que se incluye en la composición junto a la caballería musulmana.

No se trata de la única pintura sobre la Almudena que se hizo en el Perú durante el barroco. Existen numerosas obras dedicadas a la virgen madrileña, como ésta que adjuntamos a continuación, una tela de finales del siglo XVII o principios del XVIII, atribuida a Mateo Pisarro. Forma parte del retablo principal de la Iglesia de Cochinoca, en la provincia argentina de Jujuy, que, en aquellos tiempos, dependía del Virreinato del Perú.



Artículos relacionados

- La otra Virgen de la Almudena
- Los restos románicos de la Iglesia de la Almudena
- La Virgen de la Almudena, según Lope de Vega
- La cámara subterránea de la Cuesta de la Vega

Bibliografía

La Almudena: historia de la Iglesia de Santa María la Real y de sus imágenes, de Martín Bravo Navarro y José Sancho Roda. Editora Mundial, Madrid, 1993.

lunes, 12 de mayo de 2014

San Isidro, en Roma

Celebramos la festividad de San Isidro recuperando la sección “Madrid fuera de Madrid”, en la que seguimos la pista de aquellos personajes, objetos o tradiciones que, teniendo un origen madrileño, han encontrado arraigo fuera de nuestra ciudad.

Viajamos hasta Roma, donde localizamos dos iglesias consagradas al patrón de la capital, conocido en Italia como Sant’Isidoro Agricola o Sant’Isidoro Lavoratore. No olvidemos que el nombre Isidro, que nos suena tan castizo, es realmente una degeneración de Isidoro.



La primera de ellas es Sant'Isidoro a Capo le Case, de estilo barroco, situada muy cerca de la célebre Via Veneto. Fue fundada en 1625 por Ottaviano Vestri di Barbiana, por entonces obispo de Túsculo, tres años después de que el Papa Gregorio XV canonizase a San Isidro, junto con Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier y San Felipe Neri.

Además del templo, fue creado un hospicio, que en un principio fue regentado por franciscanos españoles, sustituidos posteriormente por franciscanos procedentes de Irlanda. Por esta razón la iglesia también es llamada Sant'Isidoro degli Irlandesi. 

Sus arquitectos fueron Antonio Felice Casoni (1559-1634), Domenico Castelli (1582-1657) y Carlo Bizzaccheri (1656-1721), este último autor de la fachada, que se estructura en tres secciones. La inferior está formada por un pórtico, al que se accede a través de una doble escalera en rampa, mientras que la superior queda configurada por un frontón de remate circular, donde se inscribe una leyenda alusiva al santo madrileño.

La parte central es, sin duda, la más ornamentada. Se ilumina por medio de un vano, coronado con un sinuoso frontón de volutas, a cuyos lados se sitúan dos hornacinas, una con una estatua de San Patricio y otra de San Isidro.


'Sant'Isidoro e la Vergine Maria', de Andrea Sacchi.

El templo tiene una única nave y es de cruz latina. Su elemento más valioso es la Cappella da Sylva, erigida en honor del noble portugués Rodrigo López da Sylva, obra de Lorenzo Bernini (1598-1680). En el altar mayor se encuentra el lienzo Sant'Isidoro e la Vergine Maria, de Andrea Sacchi (1599-1661), en el que se representa a San Isidro realizando su milagro más famoso, el de los ángeles tirando de los bueyes. 

Además de ésta, Roma cuenta con otra iglesia dedicada a San Isidro, en las proximidades de la Piazza della Repubblica. O mejor dicho, contaba, porque de Sant'Isidoro alle Terme, llamada así porque fue edificada en un sector de las Termas de Diocleciano, solo queda su fachada barroca.

Sant'Isidoro alle Terme. Fotografía de Wikipedia.

El Papa Benedicto XIV (1675-1758) ordenó su construcción en 1754, a partir de un proyecto del arquitecto Giovanni Pannini (1720-1810). En los años cuarenta del siglo XX se decretó su derribo, en un intento de recuperar la estructura original de las termas.

Conocemos el aspecto que tenía el altar mayor gracias a un grabado del siglo XVIII, que reproducimos a continuación. La pintura que lo presidía repetía el mismo tema del cuadro existente en Sant'Isidoro a Capo le Case, con un esquema muy parecido.


lunes, 4 de febrero de 2013

Los tapices madrileños del Palacio Nacional de Ajuda, de Lisboa

Nos dirigimos hasta Lisboa, concretamente al Palacio Nacional de Ajuda, donde nos espera un valioso patrimonio de procedencia madrileña. Recuperamos así la sección "Madrid fuera de Madrid", no sin pedirle disculpas a nuestro buen amigo Antonio, autor del blog Pessoas en Madrid, por adentrarnos en su terreno.



El citado palacio fue levantado en la primera mitad del siglo XIX como residencia de los reyes portugueses. Sin embargo, sólo pudo desarrollar esta función hasta el año 1910, cuando la instauración de la República en Portugal llevó al exilio a Manuel II, el último de sus moradores.

Fue diseñado por los arquitectos Francisco Xavier Fabri (1761-1817) y José da Costa e Silva (1741-1819), aunque el resultado final se debe a Joaquim Possidónio da Silva (1806-1896), a quien fue encomendada la tarea de reducir el proyecto original, que era tres veces mayor.

Maqueta del proyecto completo.

El edificio fue convertido en museo en 1968. Alberga una magnífica colección de cuadros, esculturas, lámparas, relojes y otros objetos decorativos, entre los cuales encontramos varios tapices españoles, que decoran las paredes de la antigua Sala Grande de Espera, hoy día denominada Sala de los Tapices Españoles.

Sala de los Tapices Españoles. Fuente: Leiloes.

Llegaron a Lisboa en 1785, como parte de la dote de la infanta española Carlota Joaquina de Borbón (1775-1830), hija primogénita de Carlos IV y María Luisa de Parma, que, con apenas diez años, fue obligada a casarse con Juan VI de Portugal (1767-1826).

En 1862 fueron trasladados al Palacio da Ajuda, a su actual ubicación. Fue una idea de Joaquim Possidónio da Silva, para conmemorar las nupcias de los reyes Luis I y María Pía de Saboya, celebradas el 6 de octubre de aquel año.



Los tapices fueron confeccionados en la Real Fábrica de Santa Bárbara de Madrid, en 1784, a partir de los cartones que, varios años antes, habían realizado Francisco de Goya, José del Castillo y Guillermo Anglois. Siguiendo las modas dieciochescas de enaltecer la naturaleza, reflejan escenas festivas y cinegéticas, que se desarrollan en el campo.

Algunos son muy conocidos, caso de los tres tapices firmados por el genial pintor aragonés. Llevan por nombre A dança, A merenda y Partida para a caça, que no son otros que los famosísimos El baile de San Antonio de la Florida, Merienda a orillas del Manzanares y Partida de caza, respectivamente.

lunes, 8 de octubre de 2012

La réplica americana de la Estatua de Colón


Central Park. Nueva York.

Coincidiendo con la próxima festividad de la Hispanidad, visitamos la Estatua de Colón, pero no la que preside la plaza madrileña del mismo nombre, sino la réplica que adorna uno de los paseos de Central Park, en la ciudad de Nueva York. Recuperamos así la sección "Madrid fuera de Madrid".

Pero vayamos por partes. El monumento neogótico existente en Madrid fue construido por Arturo Mélida entre 1881 y 1885, si bien la escultura que lo remata, en la que se representa al almirante, salió del cincel de Jerónimo Suñol y Pujol.


Plaza de Colón. Madrid.

Su inauguración se había previsto para enero de 1886, pero la muerte del rey Alfonso XII dos meses antes, obligó a suspender la entrega de la obra. Seis años después, el 12 de octubre de 1892, cuando se cumplían cuatro siglos del Descubrimiento de América, el monumento fue erigido, aunque sin ceremonia oficial.

En 1892, la New York Genealogical and Biographical Society le encargó a Suñol una copia de la estatua, para donarla al pueblo neoyorquino, igualmente con motivo del Cuarto Centenario. La inauguración tuvo lugar el 12 de mayo de 1894.


Central Park. Nueva York.

A diferencia de la escultura original, labrada en mármol blanco, la de Central Park está fundida en bronce. Descansa sobre un sencillo pedestal, muy alejado del planteamiento grandilocuente de la columna que sirve de apoyo a la estatua madrileña.

El almirante, de pie y ataviado con ropas renacentistas, dirige su mirada hacia el cielo, tal vez en señal de agradecimiento por la proeza conseguida. En su mano derecha sostiene una bandera de Castilla, que apoya sobre un globo terráqueo, y tiene alzada la izquierda en actitud oferente.

El Colón neoyorquino fue colocado en el Literary Walk o Poets' Walk (Paseo de los Poetas) de Central Park, junto a las estatuas de cuatro grandes escritores anglosajones: William Shakespeare, Robert Burns, Walter Scott y Fitz-Greene Halleck.

Véase también

En la sección "Madrid fuera de Madrid" también puedes encontrar los siguientes reportajes:

- El Dos de Mayo madrileño, en Sevilla
- La sillería de Santa María de Valdeiglesias
- La Fuente del Águila, de la Casa de Campo
- De La Latina al Castillo de la Mota
- El templete de la Red de San Luis

lunes, 30 de abril de 2012

El Dos de Mayo madrileño, en Sevilla

Viajamos hasta Sevilla, en busca de una singular representación del Dos de Mayo madrileño, que se encuentra en el espectacular recinto de la Plaza de España, obra maestra del arquitecto Aníbal González.



Este espacio, proyectado para la Exposición Iberoamericana de 1929, alberga 48 bancos, uno por cada una de las provincias españolas, cuyos respaldos están decorados con composiciones de azulejos, que aluden a hechos históricos identificativos de cada lugar.

Los murales cerámicos fueron realizados por varios autores, entre los que cabe destacar a Ramos Rejano, José Mensaque, Pedro Navia y Manuel García Montalván, además de la fábrica Los Remedios (propiedad de José Laffite) y la Alfarería Bernal.

Madrid está representada con lo mejor que tiene: su pueblo. El mismo que se levantó heroicamente el 2 de mayo de 1808, mientras políticos, aristócratas, clérigos, jerarquía militar y realeza contemplaban pasivamente cómo los franceses se hacían con el país.


Fuente: Leyendas de Sevilla.

La escena que identifica a nuestra ciudad y a nuestra comunidad se corresponde con la defensa del Cuartel de Artillería de Monteleón, comandada por los capitanes Luis Daoíz y Pedro Velarde, quienes, desoyendo las órdenes de acuartelarse de sus superiores, se pusieron al frente de un puñado de hombres y mujeres, entre vecinos y militares insurrectos.


El Cuartel de Monteleón, durante su derribo en 1868.

Como testigo de aquella batalla, queda el humilde arco que preside la Plaza del Dos de Mayo, en el barrio de Malasaña, el único resto que nos ha llegado del viejo Cuartel de Monteleón. A sus pies se sitúa el grupo escultórico que rinde homenaje a Daoíz  y Velarde, realizado por Antonio Solá en 1822.

Pero, volviendo a Sevilla, sorprende saber que el hecho histórico que inicialmente se había elegido para representar a Madrid estaba vinculado con Fernando VII, tal vez el monarca más odiado de nuestra historia.


Museo Balaguer (Vilanova i la Geltrú, Barcelona).

Afortunadamente, se dio marcha atrás y se optó por el levantamiento popular del Dos de Mayo, a partir de una reproducción del cuadro La defensa del parque de Monteleón, que pintó Joaquín Sorolla en 1884.

La composición de azulejos que Sevilla dedica a Madrid se completa con varios escudos, dos vistas de la ciudad (una del Palacio Real y otra del Museo del Prado) y un mapa provincial, que se destacan en medio de una profusa ornamentación floral.

lunes, 22 de agosto de 2011

La sillería de Santa María de Valdeiglesias


Fuente: Región de Murcia Digital.

La sección "Madrid fuera de Madrid" pretende seguir la pista de aquellas piezas de arte que, teniendo un origen madrileño, han acabado fuera de nuestra región. Con tal motivo, visitamos la Catedral de Murcia, donde localizamos una de las mejores sillerías jamás realizadas dentro del actual territorio de la Comunidad de Madrid.

Se trata del coro del Monasterio de Santa María de Valdeiglesias, de Pelayos de la Presa, uno de los pocos tesoros que lograron salvarse de este conjunto, actualmente en ruinas, tras quedar abandonado en 1836 a raíz de la Desamortización de Mendizábal.

Esta obra plateresca, labrada entre 1567 y 1571 por el tallista Rafael de León, llegó a Murcia en tiempos de Isabel II (r. 1833-1868), poco después de que la catedral de esta ciudad se quedase sin sillería durante el incendio acaecido en 1854.


Fuente: Región de Murcia Digital.

Mariano Barrio Fernández, Obispo de Cartagena entre 1861 y 1876, solicitó a la Casa Real su intervención y consiguió que la reina firmase una Real Orden autorizando la cesión de la sillería madrileña a su diócesis.

Ésta se encontraba en aquel entonces en la Universidad Central de Madrid, en el viejo caserón de la Calle de San Bernardo, en espera de su traslado a San Jerónimo el Real, donde estaba planeada su instalación.

Los trabajos de adaptación al coro catedralicio corrieron a cargo de José Pérez Benito, autor también del sillón episcopal que posteriormente fue añadido para completar el conjunto.

La sillería de Santa María de Valdeiglesias lleva casi dos siglos en la catedral murciana. Ocupa la parte central de la nave principal, donde antes estuvo una sillería neoclásica de finales del siglo XVIII y principios del XIX, que, a su vez, había sustituido a una sillería tardogótica, de mediados del siglo XV.


Fuente: jdiezarnal.com.

Artículos relacionados

La serie "Madrid fuera de Madrid" consta de estos otros artículos:
- La Fuente del Águila, de la Casa de Campo
- De La Latina al Castillo de la Mota
- El templete de la Red de San Luis

lunes, 28 de marzo de 2011

La Fuente del Águila, de la Casa de Campo

Recuperamos la sección "Madrid fuera de Madrid", en la que seguimos la pista de aquellos restos artísticos e históricos que, teniendo un origen madrileño, han sido instalados o reproducidos en otros puntos geográficos.

En esta ocasión hablamos de la Fuente del Águila, uno de los principales elementos ornamentales de los desaparecidos jardines renacentistas de la Casa de Campo, donde estuvo hasta 1890.

En ese año fue trasladada a San Lorenzo de El Escorial, concretamente al patio central de la Casa de la Compaña, un edificio herreriano, anexo al Real Monasterio, que alberga la sede del Centro Universitario María Cristina, dependiente de la Universidad Complutense.


Fotografía de Santiago López-Pastor Rodríguez (monumentalnet.org).

Historia

El Real Sitio de la Casa de Campo surgió en el último tercio del siglo XVI, tras la compra por parte de Felipe II (r. 1556-1598) de la vivienda que la familia de los Vargas poseía en la orilla derecha del río Manzanares, así como de los terrenos colindantes.

La intención del monarca era crear un entorno privado alrededor del Real Alcázar, con una finalidad preferentemente recreativa y cinegética.

En 1562, el arquitecto Juan Bautista de Toledo (1515-1567) recibió el encargo de acondicionar tanto la finca como la Casa de los Vargas, que quedó convertida en un hermoso palacete.

Siguiendo las corrientes renacentistas de la época, dispuso sobre las fachadas varios pórticos de arcos y columnas dóricas, que favorecían la conexión del edificio con los jardines y parajes silvestres contiguos.

Enfrentada a la cara principal, trazó una plaza de planta octogonal, en cuyo centro colocó la Fuente del Águila, llamada así por el águila imperial bicéfala que la coronaba, de la que no se tiene ningún rastro.

Poco se sabe sobre el origen de esta obra, aunque se cree que fue realizada en Italia, muy probablemente en Génova, en el último tercio del siglo XVI.

Si bien algunos investigadores la atribuyen al escultor florentino Giovanni Angelo Montorsoli (1507-1563), lo cierto es que no hay consenso sobre su autoría.

Los jardines fueron objeto de diferentes transformaciones en los primeros años del siglo XVII. Una de las principales fue la instalación en 1616 de la estatua ecuestre de Felipe III (r. 1598-1621), actualmente en la Plaza Mayor, justo delante de la Fuente del Águila.

Aunque con los cambios la fuente quedó relegada y casi oculta en medio de una frondosa arboleda, todo el conjunto ganó en belleza y monumentalidad.

Esta disposición es la que reflejan las pinturas más antiguas que se conservan de la Casa de Campo, como las que reproducimos a continuación.


'Paisaje de la Casa de Campo', de Félix Castello (1634). Museo de Historia, Madrid. La fuente puede verse a la derecha, escondida entre los árboles.


'Vista de los jardines de la Casa de Campo' (detalle), Anónimo madrileño (siglo XVII). Museo de Historia, Madrid.

Descripción

A finales del siglo XVIII, el humanista ilustrado Antonio Ponz (1725-1792) hizo una detallada descripción de la Fuente del Águila, que extractamos de su obra Viage de España o cartas en que se da noticia de las cosas mas apreciables y dignas de saberse, que hay en ella (Madrid, 1772-1794):

"Más adelante en la misma calle del Caballo [por la estatua ecuestre de Felipe III], se levanta una magnífica y hermosa fuente de mármol, que consta de cuatro tazas superpuestas.

La mayor y más baja es de figura octogonal, colocada sobre tres gradas; en cada ángulo hay una cabeza de león, y haciendo pié, en la parte inferior, una garra del mismo animal.

En los espacios intermedios alternan águilas de dos cabezas y máscaras, formando con el collar del Toisón una especie de festón que pende de las cabezas de los leones, de las máscaras y de las águilas. En las molduras de dicha taza hay diferentes labores de conchas, delfines, hojas..."


Fotografía de Santiago López-Pastor Rodríguez (monumentalnet.org).

"Para sostener la segunda taza hay tres figuras de tritones. La tercera taza está sostenida por tres figuras, más pequeñas que las de abajo; son desnudos de hombres. La taza cuarta se sostiene por tres niños enteramente relevados y una columnita enmedio. Encima de la última taza hay un águila de dos cabezas y esto indica que la fuente se hizo en tiempos de Carlos V".


Fotografía de Santiago López-Pastor Rodríguez (monumentalnet.org).

La fuente se conserva en buen estado en su actual ubicación de San Lorenzo de El Escorial, si bien le faltan algunos de los elementos citados por Antonio Ponz.

Con el paso del tiempo se ha perdido la base de piedra sobre la que se asentaba, que era de forma octogonal, al igual que la plaza que presidía. También desapareció la figura del águila que le daba nombre, como ya hemos señalado.

Su titularidad corresponde a Patrimonio Nacional, el organismo que gestiona los bienes y propiedades que estuvieron en manos de la Corona.

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La serie "Madrid fuera de Madrid" consta de estos otros artículos:

martes, 21 de septiembre de 2010

De La Latina al Castillo de la Mota

La sección "Madrid fuera de Madrid" pretende dar a conocer los vestigios arquitectónicos y escultóricos que, teniendo un origen madrileño, han sido instalados o reproducidos en otros puntos geográficos.

En su momento, visitamos el templete de la Red de San Luis, construido en 1919 como acceso del metro madrileño y trasladado en 1971 al municipio pontevedrés de Porriño.

En esta ocasión llegamos hasta Medina del Campo (Valladolid), para conocer el Castillo de la Mota, donde pueden contemplarse sendas réplicas de la portada y de la escalera del desaparecido Hospital de la Latina.


Castillo de la Mota, en Medina del Campo. Fotografía de Quinok, en Wikipedia.

El Castillo de la Mota fue levantado en 1440 por orden de Juan II de Castilla (r. 1406-1454), si bien fueron Enrique IV (r. 1454-1474) y, sobre todo, los Reyes Católicos quienes le dieron su aspecto definitivo, hasta convertirlo en una de las mejores fortificaciones de la Europa del siglo XV.

La fortaleza ha sido objeto de numerosas intervenciones a lo largo de la historia, entre las que cabe destacar la reconstrucción llevada a cabo entre 1939 y 1942, tras los destrozos de la Guerra Civil, que afectó fundamentalmente al interior.

Durante estas obras de restauración, le fueron añadidos elementos arquitectónicos de nuevo cuño, la mayor parte copiados de otros monumentos tardomedievales.

Del Hospital de La Latina se tomaron prestados los modelos de su entrada y escalera, labradas en estilo gótico tardío, aunque con algunos rasgos isabelinos y platerescos.

El citado hospital, una de las instituciones más importantes del Madrid precapitalino, fue creado en 1499 por Beatriz Galindo (1465-1534) -a la que todo el mundo conocía como La Latina por su conocimiento de este idioma- y por su marido, Francisco Ramírez.

Su sede, un destartalado caserón situado en la Calle de Toledo, donde hoy está la tienda de disfraces de Caramelos Paco, fue destruida en 1904, con objeto de facilitar el ensanche de la vía pública. Por su notable valor artístico, las autoridades decidieron conservar la portada y la escalera, así como los sepulcros de los fundadores.

La primera pieza señalada fue llevada en los años setenta del siglo XX a la Escuela Técnico Superior de Arquitectura, en la Ciudad Universitaria, mientras que las otras dos fueron instaladas en 1910 en la Casa de Álvaro de Luján, en la Plaza de la Villa, donde lamentablemente no está permitida la visita.

Las copias que hoy se exhiben en el Castillo de la Mota son vaciados de los originales madrileños. La portada, en concreto, preside el Patio de Armas. Su arco apuntado, en forma de herradura, parece entrar en consonancia con el gusto musulmán que los dos constructores de la fortaleza, Abdala y Alí de Lerma, imprimieron al recinto.

De hecho, el hospital también salió de las manos de un artista hispano-árabe, el arquitecto Maese Hazán, tal y como hizo constar Fernando Ramírez en su testamento.

La presencia de estos dos pedacitos de Madrid en un monumento de la categoría del Castillo de la Mota debe constituir un motivo de orgullo para todos los que amamos esta ciudad.

Lo que no deja de ser una paradoja, habida cuenta el triste final que los madrileños hemos deparado al viejo hospital, como ha ocurrido con tantos y tantos edificios históricos de la villa.



Portada original del Hospital de La Latina, en la Ciudad Universitaria de Madrid.



Patio de Armas del Castillo de la Mota, con la réplica de la entrada del hospital. Fotografía de Pelayo2, en Wikimedia Commons.



Escalera original del hospital, en la Casa de Álvaro de Luján, en Madrid, sede de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Fotografía de 'Una ventana desde Madrid'.



Escalera de honor del Castillo de la Mota. Se trata de una reproducción fidedigna de la que existía en el Hospital de La Latina, si bien los pináculos carecen de los remates de la escalera original. Fotografía de 'Viajando tranquilamente por España'.

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- Cuatro puertas fuera de contexto

jueves, 8 de julio de 2010

El templete de la Red de San Luis


Fotografía: Mancomunidade de Vigo.

Traspasamos los límites de nuestra comunidad autónoma y llegamos hasta el municipio pontevedrés de Porriño, en busca de un pedacito del Madrid de principios del siglo XX.

Por increíble que parezca, aquí se encuentra el templete que, durante más de cincuenta años, sirvió de entrada a la estación de metro de la Red de San Luis (actualmente, Gran Vía).

Este acceso abrió sus puertas en 1919, coincidiendo con la inauguración de la primera línea del transporte metropolitano. Fue diseñado por el gran arquitecto Antonio Palacios (1874-1945), a quien los madrileños debemos edificios tan simbólicos como el Palacio de las Comunicaciones, el Hospital de Maudes o el Círculo de Bellas Artes, imprescindibles en el paisaje urbano de nuestra ciudad.

El 6 de diciembre de 1969 el templete de la Red de San Luis dejó de funcionar. Permaneció en la Gran Vía hasta 1970, año en el que el alcalde Carlos Arias Navarro (1908-1989) ordenó su desmontaje.

En 1971 fue donado al Ayuntamiento de Porriño, por ser la ciudad natal de Antonio Palacios, donde fue colocado en un pequeño parque público.

No se conserva completo, ya que han desaparecido varios elementos, entre ellos la marquesina de hierro y cristal, una de las piezas de mayor valor arquitectónico del primitivo conjunto.


El templete el día 6 de diciembre de 1969, cuando fue clausurado.

Descripción

El templete estaba ubicado en la confluencia de la Calle de la Montera con la Gran Vía. Se trataba de una pequeña estructura de planta rectangular, con un cierto aire monumental y con una notable influencia art decó.


Fachada norte.

En la fachada septentrional, la que estaba enfrentada a la Gran Vía, quedaba la entrada al metropolitano, mientras que en la orientada al sur, que daba a la Calle de la Montera, estaba situada la salida.

Dos ascensores (originalmente era uno) y una escalera de bajada se encargaban de canalizar el tránsito de unos 30.000 viajeros diarios, según las estadísticas de la época.

Para proteger a los pasajeros de las inclemencias meteorológicas, Palacios instaló una marquesina de forja, con piezas acristaladas, que recorría el templete por todos sus lados, menos por el meridional. Estaba dispuesta en un plano inclinado, como si fuese una gran visera.


Fachada sur.

La salida estaba enmarcada por un arco de medio punto, con dovelas en forma de estrella y dos pilastras rematadas con bolas de piedra custodiando los lados.

En la coronación, descansaba un entablamento rectangular con adornos escultóricos, que portaba una inscripción con la palabra "Metro". Todo ello estaba hecho en sillares almohadillados de granito.

Ni fuente, ni templete

Una vez que el templete fue desmantelado y llevado a Galicia, su solar fue ocupado por una fuente circular, que estaba adornada con unas esculturas de aves, hechas en metal, popularmente identificadas como cisnes. Fueron realizadas por Gerardo Martín Gallego y tenían la particularidad de que movían sus alas.

La fuente, que ya había quedado mutilada con la eliminación de los citados grupos escultóricos, fue definitivamente retirada de este emplazamiento en el año 2009, con motivo de las obras de peatonalización de la Calle de Fuencarral y de la Red de San Luis.

Se dijo que, en su lugar, iba a construirse una réplica moderna del templete de Antonio Palacios, que seguramente cumpliría la función de Oficina de Turismo. Pero llegó la crisis y el proyecto quedó paralizado.

Así que, a falta de pan, el Ayuntamiento de Madrid no dudó en convertir la explanada de la Red de San Luis en una desoladora extensión de granito, en la línea a la que nos tiene acostumbrados, a la vista de sus últimas intervenciones urbanísticas.

Así lo hemos podido comprobar con la reformas de la Puerta del Sol, de la Plaza de Santa Bárbara, de la Carrera de San Jerónimo o de la Plaza del Callao, por señalar sólo algunos enclaves, todos ellos bajo el síndrome del granitazo.


La Red de San Luis en una postal de 1972, con la desaparecida Fuente de los Cisnes en primer término.


Aspecto de la Red de San Luis en julio de 2010, un año después de que se retirara la fuente.

El templete de Sol

Hubo otro templete en la Puerta del Sol, obra también de Palacios, con un planteamiento muy similar al de la Red de San Luis. Compartía con éste la misma tipología de marquesina, aunque, en este caso, colocada en un plano horizontal y no inclinado.

Fue demolido en 1933, en virtud de una orden de la Dirección General de Ferrocarriles, fechada el 7 de abril, en la que se exigía a la Compañía Metropolitana de Madrid el cumplimiento de una serie de condiciones técnicas.

Aunque esta disposición también afectaba al acceso de la Red de San Luis, éste consiguió salvarse, después de que el ingeniero Miguel Otamendi (1878-1958), uno de los impulsores del metro madrileño, se entrevistara con el ministro de Fomento.

Fruto de aquel encuentro fue la realización de diferentes mejoras, entre ellos la instalación de un segundo ascensor, que prolongaron la vida del templete de la Gran Vía hasta el año 1969.


Templete de la Puerta del Sol.