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lunes, 5 de septiembre de 2011

La Muralla de Buitrago del Lozoya

Uno de nuestros lugares preferidos es el recinto amurallado de Buitrago del Lozoya, que, con sus 800 metros de perímetro, es el mejor conservado de la región madrileña y el único que ha llegado hasta nosotros íntegro.



La primera muralla con la que contó Buitrago fue levantada entre los siglos IX y XI, durante el periodo andalusí. Surgió en el contexto defensivo de la Marca Media, un vasto territorio situado en el centro peninsular, que los musulmanes habían fortificado para garantizar la defensa de Toledo, por medio de una jerarquizada red de plazas fuertes, atalayas y caminos militares.

Esta construcción no sólo no desapareció cuando se produjo la reconquista castellano-leonesa, sino que fue reforzada y ampliada por los cristianos para facilitar la repoblación de la zona.

Su apariencia actual es fruto de sucesivas intervenciones que se extendieron desde el siglo XI, una vez que el rey Alfonso VI (r. 1072-1109) se apoderó del enclave, hasta el siglo XV, cuando cesaron las luchas territoriales entre los diferentes señores feudales.

Para fortificar la plaza, los cristianos emplearon usos constructivos musulmanes -asimilados a través de los mudéjares-, como los que pueden verse en las escasas muestras de arquitectura militar andalusí existentes en la comunidad autónoma. Es el caso de las ruinas de Alcalá la Vieja, en Alcalá de Henares, y de la propia muralla árabe de Madrid.

Un claro ejemplo es el tipo de fábrica, consistente en mampostería encintada con ladrillo, por no hablar de la presencia de torres cuadrangulares, macizas y con escaso saliente, en lugar de las torres de planta circular, típicamente cristianas.



Descripción

La Muralla de Buitrago está situada en un pronunciado meandro del Lozoya, que le confiere una forma de triángulo escaleno. Los dos lados principales se encuentran a orillas del río, que actúa como una barrera defensiva natural, mientras que el tercero se eleva sobre tierra firme, en una zona de fácil acceso.

Es precisamente en esta parte, la más desprotegida físicamente, donde la muralla presenta una mayor envergadura, con nueve metros de altura y un grosor de tres metros y medio.



Este tramo, que recibe el nombre de adarve alto, es también el que reúne el mayor número de elementos defensivos: una barbacana de cuatro metros de alto, doce torres adosadas al paño, una coracha que aseguraba la toma de agua del río y un soberbio castillo del siglo XV, ubicado en uno de los extremos.

Aquí también se halla una de las tres entradas al recinto urbano. Se trata del acceso principal, protegido por la Torre del Reloj, una torre albarrana de 16 metros de altura, que da cobijo en su parte inferior, configurando un recodo, a una sucesión de arcos.

Los otros tramos, los que entran en contacto con el río, son conocidos como el adarve bajo, por la menor altura de los lienzos, apenas seis metros, con un grueso de unos dos metros.

Fueron levantados sobre un terreno muy escapardo, que hoy en día se encuentra anegado por las aguas del Embalse de Puentes Viejas, una de las muchas presas en la que es contenido el Lozoya a lo largo de su curso.



Artículos relacionados

También hemos hablado de estos otros lugares de Buitrago:
- La Casa del Bosque, de Buitrago
- La coracha de Buitrago del Lozoya
- La Torre del Reloj, de Buitrago
- El Puente del Arrabal

lunes, 27 de diciembre de 2010

La Casa del Bosque, de Buitrago

Uno de los monumentos más desconocidos de Buitrago del Lozoya es la Casa del Bosque, un palacete de origen renacentista que, a pesar de su lamentable estado de conservación, constituye una curiosa muestra de arquitectura manierista.

Se encuentra en la margen izquierda del río Lozoya, separado del casco urbano por las aguas del Embalse de Puentes Viejas. Antiguamente existía un acceso directo, a través del Puente de la Coracha, pero, con la construcción en 1940 de la citada presa, éste quedó completamente sumergido, sin posibilidad de ser utilizado.


Fotografía: 'Una ventana desde Madrid'

Hablar de la Casa del Bosque es hablar de la poderosa familia de los Mendoza, que, durante la Baja Edad Media, se hizo con el control de grandes extensiones de tierra en el centro peninsular, en las actuales provincias de Madrid y Guadalajara.

Entre ellas, el Señorío de Buitrago, que el rey Enrique II de Castilla (1333-1379) donó a Pedro González de Mendoza (1340-1385) en el siglo XIV.

Fue su nieto, Íñigo López de Mendoza (1398-1458), el célebre Marqués de Santillana, quien, en el siglo XV, convirtió la llamada Dehesa de El Bosque, una finca situada a unos tres kilómetros del recinto histórico de Buitrago, en un coto de caza mayor.

En el siglo XVI, otro Íñigo López de Mendoza (1566-1601), descendiente de aquel y, a la sazón, quinto Duque del Infantado, decidió levantar en este cazadero el palacio que ha llegado hasta nosotros.

Los trabajos de construcción se extendieron desde 1596 hasta 1601 y fueron dirigidos por Diego de Valera, maestro alarife de la casa ducal.

El edificio fue concebido para tener un uso recreativo, en la línea de las casas diseñadas, a mediados del siglo XVI, por el célebre arquitecto Andrea Palladio (1508-1580), en la región italiana del Véneto.

La influencia palladiana ha sido defendida por diferentes investigadores, como el historiador cántabro José Miguel Muñoz Jiménez (1956). La utilización de este término no alude tanto a una pretendida inspiración arquitectónica, como a la existencia un planteamiento similar, en lo que respecta a su configuración como villa rústica.

El palacete tuvo una intensa actividad social. En él residieron, de forma temporal, personalidades muy destacadas y poderosas, que eran invitadas para pasar unas jornadas de caza y asueto. Es el caso del rey Felipe III, que visitó la finca entre el 12 y el 16 de mayo de 1601.

De aquel esplendor no quedan más que unas cuantas ruinas de piedra, teja y ladrillo, entre las que sobresale la estructura de planta circular que sirvió de capilla, sin duda alguna el elemento que mejor se ha conservado.


El palacio, en los años cincuenta del siglo XX.

Artículos relacionados

Otros monumentos de Buitrago del Lozoya:
- La coracha de Buitrago del Lozoya
- La Torre del Reloj, de Buitrago
- El Puente del Arrabal

jueves, 29 de abril de 2010

La coracha de Buitrago del Lozoya

Regresamos a Buitrago del Lozoya y proseguimos con la visita de los distintos componentes que conforman su formidable recinto amurallado, el más importante de todos los que se mantienen en pie en la Comunidad de Madrid.

En concreto, nos detenemos en la coracha, que, por su excelente estado de conservación, se encuentra entre las de mayor interés histórico-artístico de Europa.

Fue realizada en un periodo indeterminado comprendido entre los siglos XI y XIII, junto con el resto de la muralla. Ésta surgió durante el proceso de repoblación emprendido por la Corona de Castilla, tras la reconquista del centro peninsular. Pese a su origen cristiano, se utilizaron pautas arquitectónicas andalusíes.


Lado septentrional de la coracha de Buitrago.

Una coracha es un elemento defensivo destinado a proteger un enclave situado extramuros, básicamente una fuente de agua, tales como un río, un manantial o un pozo.

Consiste en un muro con adarve, que, a modo de apéndice, comunica el lienzo principal de la muralla con el lugar donde se suministra el agua. En esta parte solía levantarse una "torre del agua", encargada de reforzar aún más el punto de abastecimiento, que, por lo general, quedaba integrado dentro de la estructura.

La célebre Torre del Oro, de Sevilla, ofrece un magnífico ejemplo de esta composición arquitectónica. Fue en su origen una torre albarrana, unida a la muralla hispalense mediante una coracha, desaparecida con la expansión de la ciudad.


Vista meridional de la coracha, con el adarve en la parte superior.

La coracha de Buitrago se levanta al este del recinto amurallado, junto a uno de los vértices del viejo castillo medieval, uniendo el caserío con el río Lozoya, hacia el que se inclina en suave pendiente.

La construcción en 1939 del Embalse de Puentes Viejas anegó el desfiladero que rodea el casco histórico de la villa y, con ello, quedó sumergido parcialmente el extremo oriental de la coracha, el que entra en contacto con las aguas.

También quedó dentro del pantano el Puente de la Coracha, que permitía llegar hasta la Casa del Bosque. Se trata de una villa de recreo edificada por la Casa de los Mendoza a finales del siglo XVI, completamente en ruinas, una de las joyas renacentistas más desconocidas de la región madrileña.

Los restos de este puente pueden verse cuando el embalse baja de nivel. Entre las aguas asoma una enorme mole de piedra, perfectamente alineada con la coracha, que servía de pilar a un tablero de madera.


El Puente de la Coracha a principios del siglo XX.

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martes, 9 de febrero de 2010

La Torre del Reloj, de Buitrago

El recinto amurallado de Buitrago del Lozoya es el único de la Comunidad de Madrid que se conserva en su integridad. Fue levantado entre los siglos XI y XIII, en pleno proceso de repoblación cristiana, si bien cabe pensar en la existencia de una muralla anterior, de origen andalusí, cuyo tapial pudo quedar incorporado dentro de la nueva construcción.

Con todo, la influencia musulmana es muy marcada en todo el conjunto. Tanto la fábrica empleada, mampostería con encintado de ladrillo en numerosos tramos, como la estructura, con torres macizas cuadrangulares, con escaso saliente con respecto al muro, responden a pautas arquitectónicas típicas de Al Ándalus. Ello se debe a la pervivencia de las citadas técnicas constructivas, más allá de los primeras etapas repobladoras de la Corona de Castilla.



La muralla de Buitrago da para tanto, que preferimos ir paso a paso y analizar por separado cada una de sus partes. Le toca hoy el turno a la Torre del Reloj, llamada así por el reloj instalado en el siglo XX, en su parte superior. Se trata de una torre albarrana, esto es, un torreón próximo al tapial, pero no integrado en el mismo, que, en este caso, tenía la función de vigilar la entrada principal de la ciudadela.

Es posible que fuera levantada en el siglo XIII para sustituir el sistema de acceso anterior. Éste estuvo formado probablemente por dos torres cuadrangulares, unidas por un arco de medio punto, siguiendo un modelo habitual en la arquitectura militar andalusí, que, como se ha dicho, tan presente está en el recinto amurallado de Buitrago. Sin ir más lejos, la Puerta de la Vega, uno de los ingresos de la muralla musulmana de Madrid, tenía una configuración como la que se acaba de describir.

Con la construcción de la Torre del Reloj se intentó hacer aún más fuerte la plaza, adoptándose un sistema de acceso en recodo, que quedaba completamente cubierto por el torreón. Precisamente ésta era la disposición que tenían las cuatro puertas de la muralla cristiana de Madrid (Valnadú, Moros, Cerrada -o de la Culebra- y Guadalajara), erigida en la misma época o, incluso, antes.



La Torre del Reloj mide 16 metros de altura y tiene planta pentagonal. La entrada a la que protegía está constituida por varios arcos de diferente tamaño, de forma ojival hacia el exterior y de herradura hacia el interior. En su parte interna, se observan varios huecos, a través de los cuales caía un rastrillo, que se accionaba en situaciones de emergencia para asegurar un aislamiento rápido.

martes, 26 de enero de 2010

El Puente del Arrabal, de Buitrago

No hemos cumplido ni un mes de existencia y, con éste, ya son tres los artículos que este blog ha dedicado a algún puente. Lo confesamos: tenemos pasión por Madrid, pero también por los puentes y, si éstos son madrileños, la pasión se multiplica por dos. Nuestro espíritu apasionado llega ahora hasta Buitrago del Lozoya y se detiene en el Puente del Arrabal, también conocido como Puente Viejo.


Cara meridional (aguas abajo) del Puente del Arrabal o Puente Viejo, en Buitrago del Lozoya.

El puente se alza sobre el Lozoya y fue levantado al comienzo de un pronunciado meandro del río, con el que Buitrago buscó protección natural durante la Edad Media. Pudo haber sido construido a finales del siglo XIV o principios del XV, aunque ha sufrido importantes transformaciones con el paso del tiempo.

Como casi todos los puentes medievales, pesaban sobre él derechos de pontazgo o, lo que es lo mismo, peajes con los que se gravaba a quienes lo franquearan, ya fueran viandantes, caballerías o ganaderías. Los puentes eran verdaderas máquinas de hacer dinero para las casas nobiliarias que disponían de uno y el Señorío de Buitrago, vinculado al Ducado del Infantado, debió de hacer una auténtica fortuna con éste, mientras duró el régimen señorial, dada su situación estratégica.

Era paso obligado de la Cañada Real Segoviana, una de las vías más importantes para la comunicación de las dos mesetas, con unos 500 km de longitud, que iban desde la actual provincia de Burgos hasta la de Badajoz. Más aún: conectaba el casco histórico de Buitrago con el arrabal del Andarrío (de ahí su nombre), en cuyas proximidades se encontraba un transitado lavadero de lana, propiedad, cómo no, de los duques.

El puente consta de un único arco de medio punto, que se deja ver cuándo las aguas del Embalse de Puentes Viejas, en el que es retenido el Lozoya a su paso por Buitrago, están bajas. En las fotografías que ilustran el presente artículo, el embalse superaba por poco la mitad de su capacidad, con lo que puede apreciarse buena parte del citado arco. En lo que respecta a su fábrica, se combinan mampostería y sillería de granito.

Su estado de conservación no es muy bueno, debido a que, en el siglo XX, le fueron añadidas nuevas estructuras, instaladas por el Canal de Isabel II, con objeto de que el agua potable llegara hasta Buitrago. Así, le fue adosado un pequeño acueducto, pero éste terminó derrumbándose con el tiempo, contribuyendo al deterioro del puente. De esta obra quedan algunos rastros en forma de arcos, que aparecen en la cara meridional, aguas abajo, y que sirvieron para sostener un travesaño.

Con tal motivo, también fue levantado un bloque de hormigón armado sobre el pretil, con lo que el puente casi duplicó su altura (de ahí el aspecto tan desproporcionado que presenta en la actualidad). En la cara septentrional, aguas arriba, hay varios contrafuertes a ambos lados del lado, igualmente construidos durante las obras del acueducto.


Cara septentrional del puente (aguas arriba). En esta imagen se puede apreciar la estructura de hormigón instalada en el siglo XX, para facilitar la construcción del acueducto que el puente llevó adosado.