En ellas se daba el salto desde el jardín medieval, concebido como un espacio recogido y cerrado, al jardín renacentista, que se abre al mundo exterior, integrando arquitectura y naturaleza.

De todos estos recintos, el Jardín de los Frailes, situado a los pies del Monasterio de El Escorial, no sólo es el que mejor conserva su fisonomía original, sino también el máximo exponente del concepto que el rey tenía de la jardinería, que debía proporcionar belleza visual, además de permitir el cultivo de hortalizas y frutas.
De ahí que este jardín sea un lugar de transición entre la imponente arquitectura del monasterio y las huertas, que garantizaban el abastecimiento a la comunidad religiosa y a los cortesanos.

Se extiende sobre una terraza artificial que, a modo de escuadra, bordea los lados sur y este del monasterio, salvando el desnivel existente hasta las huertas inferiores.
De todos estos recintos, el Jardín de los Frailes, situado a los pies del Monasterio de El Escorial, no sólo es el que mejor conserva su fisonomía original, sino también el máximo exponente del concepto que el rey tenía de la jardinería, que debía proporcionar belleza visual, además de permitir el cultivo de hortalizas y frutas.
De ahí que este jardín sea un lugar de transición entre la imponente arquitectura del monasterio y las huertas, que garantizaban el abastecimiento a la comunidad religiosa y a los cortesanos.

Se extiende sobre una terraza artificial que, a modo de escuadra, bordea los lados sur y este del monasterio, salvando el desnivel existente hasta las huertas inferiores.
Su punto de apoyo es un enorme talud de piedra, obra de Juan de Herrera (1530-1597), que recibe el nombre de Muro de los Nichos por las hornacinas que horadan su parte exterior.
Gracias a esta ubicación, los jardines constituyen un excelente mirador, no sólo de las huertas escurialenses, sino también de buena parte de la Comunidad de Madrid, con la rampa de la sierra y la llanura mesetaria a un golpe de vista.
En palabras del filósofo José Ortega y Gasset (1883-1955), no existe "mejor sitio para meditar sobre el paisaje y sobre Castilla". De hecho, en el momento de su construcción, el lugar llegó a ser comparado con los míticos jardines colgantes de Babilonia.
Gracias a esta ubicación, los jardines constituyen un excelente mirador, no sólo de las huertas escurialenses, sino también de buena parte de la Comunidad de Madrid, con la rampa de la sierra y la llanura mesetaria a un golpe de vista.
En palabras del filósofo José Ortega y Gasset (1883-1955), no existe "mejor sitio para meditar sobre el paisaje y sobre Castilla". De hecho, en el momento de su construcción, el lugar llegó a ser comparado con los míticos jardines colgantes de Babilonia.

Cuando hablamos del Jardín de los Frailes, genéricamente nos estamos refiriendo a tres espacios que, pese estar conectados entre sí y tener una unidad formal, están bien diferenciados: el Jardín de Convalecientes, el Jardín de los Frailes propiamente dicho y el Jardín Real, de carácter reservado.

Todos ellos están comunicados con las huertas adyacentes, a través de un sistema de dobles escaleras que, como si fuesen pasadizos, descienden hasta el nivel inferior. Hay un total de seis: dos están excavadas en el Jardín Real y las otras cuatro se distribuyen a lo largo del Jardín de los Frailes.
Jardín de Convalecientes
El Jardín de Convalecientes, también conocido como los Corredores del Sol, ocupa un patio cuadrangular, cerrado en dos de sus lados por las galerías porticadas de la Botica. Era el lugar donde se recuperaban los monjes enfermos, dadas sus favorables condiciones ambientales, muy diferentes a las de los umbríos claustros interiores del monasterio.

La Botica es un bello edificio de aire clásico, con planta en forma de ele, fruto de la colaboración de Juan Bautista de Toledo (1515-1567), el primer arquitecto de El Escorial, y Juan de Herrera, que asumió las obras tras la muerte de aquel. Su elemento más destacado es, sin duda, la columnata que enmarca el jardín, de orden jónico en el piso superior y toscano en el inferior.

Jardín de los Frailes
Estos jardines rodean las habitaciones de los monjes. Siguiendo los modelos italianos de la época, basados en la geometría, están formados por una sucesión de cuadros, dispuestos longitudinalmente y divididos, cada uno de ellos, en cuatro parterres, con un estanque con surtidor de piña en el centro.
Desde el siglo XVIII las plantaciones son de boj, pero originalmente había sembradas flores exóticas y plantas medicinales, "haciendo artificiosos y galanos compartimentos", que parecían "alfombras finas, traídas de Turquía, de El Cairo o Damasco", como describe Fray José de Sigüenza (1544-1606).
Jardín Real
El Jardín Real se encuentra junto a los Aposentos Reales, situados en el saliente oriental del monasterio. Está integrado por cuatro espacios, uno destinado al rey, otro para la reina, otro para el príncipe y el último para la Corte.

Tenía un carácter reservado, razón por la cual fue levantado un cerramiento de piedra que lo separa del Jardín de los Frailes. No obstante, este muro divisorio dispone de puertas, que permiten hacer un recorrido completo de todo el conjunto.

Jardín de Convalecientes
El Jardín de Convalecientes, también conocido como los Corredores del Sol, ocupa un patio cuadrangular, cerrado en dos de sus lados por las galerías porticadas de la Botica. Era el lugar donde se recuperaban los monjes enfermos, dadas sus favorables condiciones ambientales, muy diferentes a las de los umbríos claustros interiores del monasterio.
La Botica es un bello edificio de aire clásico, con planta en forma de ele, fruto de la colaboración de Juan Bautista de Toledo (1515-1567), el primer arquitecto de El Escorial, y Juan de Herrera, que asumió las obras tras la muerte de aquel. Su elemento más destacado es, sin duda, la columnata que enmarca el jardín, de orden jónico en el piso superior y toscano en el inferior.

Jardín de los Frailes
Estos jardines rodean las habitaciones de los monjes. Siguiendo los modelos italianos de la época, basados en la geometría, están formados por una sucesión de cuadros, dispuestos longitudinalmente y divididos, cada uno de ellos, en cuatro parterres, con un estanque con surtidor de piña en el centro.

Desde el siglo XVIII las plantaciones son de boj, pero originalmente había sembradas flores exóticas y plantas medicinales, "haciendo artificiosos y galanos compartimentos", que parecían "alfombras finas, traídas de Turquía, de El Cairo o Damasco", como describe Fray José de Sigüenza (1544-1606).
Jardín Real
El Jardín Real se encuentra junto a los Aposentos Reales, situados en el saliente oriental del monasterio. Está integrado por cuatro espacios, uno destinado al rey, otro para la reina, otro para el príncipe y el último para la Corte.

Tenía un carácter reservado, razón por la cual fue levantado un cerramiento de piedra que lo separa del Jardín de los Frailes. No obstante, este muro divisorio dispone de puertas, que permiten hacer un recorrido completo de todo el conjunto.

La huerta
La Huerta de los Frailes se halla en la zona más baja. Está cercada y cuenta con varias entradas, entre las que destaca la de El Bosquecillo. Presenta una distribución regular, con varios cuadros, donde se cultivaban árboles frutales y hortalizas.

Su riego estaba garantizado por el Estanque Grande, emplazado cerca del Jardín de Convalecientes, en el que intervino el arquitecto Francisco de Mora (h. 1553-1610), discípulo de Herrera, con el diseño de la balaustrada y de la majestuosa escalera de cuatro ramales.
A este autor también se deben la Cachicanía y el Pozo de Nieve, dos singulares edificios situados a escasa distancia.
