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lunes, 13 de enero de 2014

Los restos románicos de la Iglesia de la Almudena

Santa María de la Almudena fue la primera iglesia que se levantó en la capital. Estuvo situada en la Calle Mayor, frente al Palacio de los Consejos. Lamentablemente pocos son los restos que conservamos de ella, tras desaparecer en el año 1868, víctima de las obras de construcción de la Calle de Bailén.

Hablar de su historia es hablar de la historia misma de Madrid. Su origen está rodeado de los mismos enigmas que se ciernen sobre el nacimiento de la ciudad, acerca de la posible existencia de una población estable antes de la llegada de los musulmanes en la segunda mitad del siglo IX.


La iglesia en un grabado del siglo XIX. Museo del Romanticismo.

¿Hubo un primer templo visigodo? A favor de este planteamiento se encuentran varias crónicas del siglo XVII, que, convenientemente depuradas de fabulaciones, permiten dar crédito a ciertos detalles. Es el caso de la losa sepulcral hallada dentro del claustro de la iglesia, de la que dan cuenta tanto Jerónimo de Quintana (1576-1644) como Gil González Dávila (1570-1658).

La lápida fue descubierta en el año 1618. Al parecer, contenía varias inscripciones, entre ellas una reveladora fecha escrita en caracteres latinos, que, en función de las distintas versiones, se correspondería bien con el año 697, bien con el 735. Es decir, con el periodo visigótico.

Con la fundación de Mayrit a manos del emir Muhammad I, cabe pensar que la iglesia fue reconvertida en mezquita (tal vez la principal de la nueva población andalusí) y que así se mantuvo hasta 1085, cuando el rey Alfonso VI (1047-1109) entró en la ciudad y la hizo otra vez cristiana.

Pero dejemos el terreno de las hipótesis y vayamos al de las certezas. De lo que no hay ninguna duda es que el monarca castellano mandó reconstruir el antiguo templo (ya fuera la iglesia visigoda transformada en mezquita o, directamente, una mezquita de nueva factura), que quedó ampliado con unas dependencias conventuales y un claustro por el lado norte.

Tradicionalmente se ha pensado que el edificio impulsado por Alfonso VI era mudéjar, por ser la fábrica dominante en otras iglesias medievales madrileñas. Pero unos trabajos de acondicionamiento llevados a cabo en 1999 en la Calle de la Almudena, cerca de la confluencia de Mayor con Bailén, sacaron a la luz diferentes elementos arquitectónicos pertenecientes al templo, al más puro estilo románico.


Detalle de 'Le Chateau de Madrid', de Jan Cornelius Vermeyen, con San Miguel de la Sagra en primer término.

Puede sorprender la presencia del románico en Madrid, pero si echamos un vistazo al dibujo Le Chateau de Madrid (El Castillo de Madrid), realizado por Jan Cornelius Vermeyen hacia 1534, creemos reconocer este tipo de trazas en la desaparecida Iglesia de San Miguel de la Sagra, que estuvo junto al Real Alcázar.

No debe extrañar. Debido a su situación en el centro peninsular, el territorio que ahora ocupa la Comunidad de Madrid fue el punto de confluencia de las corrientes artísticas que triunfaban tanto en el norte (el románico puro y el románico-mudéjar) como en el sur (el mudéjar toledano). Todos estos estilos están presentes en diferentes puntos de la provincia.


Fuente: Arteguías.

En las citadas obras de la Calle de la Almudena, fueron desenterradas las cimentaciones de un ábside semicircular románico y de un testero recto del siglo XVII, actualmente visibles a través de una ventana arqueológica situada al principio de la vía.

También fueron descubiertas nueve piezas pétreas medievales, que fueron reutilizadas como materiales de construcción en la gran reforma de 1638, en la cual la iglesia adquirió la planta con la que llegó al siglo XIX, cuando fue derribada.


Fuente: Arteguías.

Los fragmentos más interesantes son una imposta ajedrezada y dos capiteles, uno decorado con un ave que inclina su cabeza hasta picotearse las patas y otro con ornamentaciones vegetales.

A ellos se añaden dos sillares con marcas de cantero (uno de ellos con una flor de lis), el tambor de un fuste, una pieza adornada con motivos vegetales, una parte de un arco abocelado y la clave de un arco que se decora con bocel y listoncillo.


Fuente: Arteguías.

Todo este patrimonio forma parte de la colección del Museo Arqueológico Regional, que la Comunidad de Madrid inauguró el 25 de mayo de 1999 en el antiguo Convento Dominico de la Madre de Dios, en la Plaza de las Bernardas, de Alcalá de Henares.


'Nuestra Señora de Flor de Lis' (siglo XIII).

Otra de las piezas románicas conservadas es una pintura al fresco de la Virgen de Flor de Lis, que fue encontrada en 1623 detrás del retablo mayor de la iglesia. Aunque la tradición sostiene que la mandó pintar Alfonso VI tras conquistar Madrid en 1085, parece más correcto pensar que fue hecha en el siglo XIII. En 1911 fue trasladada a la cripta de la Catedral de la Almudena.


Fuente: CERES.

Y terminamos con un sepulcro que, si bien no es románico por el momento en que fue realizado (hacia 1487), sí que muestra una clara influencia de este estilo en la concepción esquemática de sus relieves. Sirvió de enterramiento a Diego de Párraga, que aparece representado en la lápida. Fue llevado al Museo Arqueológico Nacional de Madrid, una vez derribada la Iglesia de la Almudena en 1868.

lunes, 10 de diciembre de 2012

La iglesia gótico-mudéjar de Humanejos

Genaro Pérez Villaamil (1807-1854) está considerado como el principal pintor paisajista del romanticismo español. Además de innumerables cuadros, hizo las ilustraciones del libro España artística y monumental, todo un clásico de la literatura de viajes, que se publicó por fascículos entre 1842 y 1850.



Gracias a esta obra, descubrimos la existencia de una iglesia gótico-mudéjar, lamentablemente perdida, en las cercanías de Parla. Estuvo en Humanejos (o Umanexos, según otras grafías), una aldea del antiguo Concejo de Villa y Tierra de Madrid, cuyo origen se remonta probablemente al siglo XI o XII, cuando los cristianos repoblaron la actual provincia madrileña.

A mediados del siglo XIV, este pequeño núcleo de población estuvo a punto de desparecer como consecuencia de la peste negra. Durante el reinado de los Reyes Católicos, vecinos llegados de Parla, Pinto y Torrejón de la Calzada lograron revitalizarlo.

Sin embargo, el lugar no consiguió mantenerse mucho tiempo más. Un documento de 1651 refleja que, entonces, solamente tenía tres habitantes y otro de 1701 da cuenta de su total despoblación.

A pesar de su irrelevancia demográfica, Humanejos se había dotado con una impresionante iglesia, a juzgar por la litografía de Villaamil, en la que se nos muestra un templo incompleto, únicamente con su cabecera y el tramo presbiterial.

La proporción de los personajes retratados en el dibujo permite afirmar que se trataba de un edificio de grandes proporciones. Pero lo que más llama la atención es la notable calidad artística de la traza, con una sucesión de arcos polibulados, ventanas góticas y arcos apuntados de herradura rodeando el ábside y un espléndido arco triunfal, con dovelaje bicolor, al gusto califal, en el presbiterio.



Por su situación a unos cuatrocientos metros del antiguo Camino de Toledo, la iglesia se convirtió en un punto de encuentro de los múltiples viajeros que pasaban por esta ruta. Esto aceleró su deterioro, aunque también cabe imaginar que fuese objeto de un intenso expolio, sobre todo a raíz de la difusión de la lámina de Villaamil en los años cuarenta del siglo XIX.

En el siglo XX sólo quedaban en pie unos cuantos muros, que desaparecieron totalmente cuando, en la década de los ochenta, se levantó la actual Autovía de Toledo (A-42).

Se desconoce en qué momento la iglesia pudo ser erigida, si bien, por su estilo y tipología, cabe entender que fue en los siglos XIV o XV. Ésta es la hipótesis que defiende José Antonio Mateos, historiador y Cronista Oficial de Parla, en cuyo término municipal se encuentra el despoblado de Humanejos.

También es posible que fuera construida sobre un templo anterior, como sostienen algunos autores, al considerar que su advocación, los Santos Justo y Pastor, fue muy recurrente al sur de la actual Comunidad de Madrid durante la Reconquista.

lunes, 26 de noviembre de 2012

La Iglesia de San Juan Bautista, en Talamanca

Si Talamanca de Jarama puede ser considerada como la capital románica de la Comunidad de Madrid, es gracias, sobre todo, a la Parroquia de San Juan Bautista, una de las cinco iglesias que llegó a tener la localidad durante la Edad Media y de las cuales sólo han sobrevivido dos.



No se sabe exactamente en qué momento se construyó, aunque cabe entender que fue a finales del siglo XII o a principios del XIII. En todo caso, es anterior al Ábside de los Milagros, el otro templo medieval que se mantiene en pie, que puede datarse a mediados del siglo XIII.

Talamanca no sólo es la única población madrileña que posee dos edificios románicos, sino que, además, puede presumir de tener representadas, en pocos metros, las dos corrientes principales que, de este estilo, penetraron en la región.

El románico puro, en su versión segoviana, está presente en San Juan Bautista, mientras que el Ábside de los Milagros se hizo en románico-mudéjar, también conocido como románico de ladrillo. 



Lamentablemente, la Iglesia de San Juan Bautista sólo conserva algunas partes de su trazado primitivo. En el siglo XVI fue objeto de una sustancial reforma, que significó el derribo de toda la nave original y la construcción de otra nueva, de factura renacentista. 

Por suerte, el ábside consiguió salvarse y hoy luce esplendoroso con su perfecta fábrica de sillería de caliza y sus soberbios, aunque muy erosionados, grupos escultóricos en capiteles, canecillos y metopas.


Estamos ante un semitambor de cinco paños verticales, separados al exterior por medio de columnas, que, arrancando desde un plinto rectangular, recorren longitudinalmente los muros hasta tocar la cubierta. En la parte inferior, una línea de imposta sirve de base al conjunto.

En los dos paños laterales y en el central se abren vanos de medio punto, rodeados de arquivolta plana, que se apoyan en columnillas con capiteles vegetales.


Son modelos típicamente segovianos, que también se aprecian en la rica ornamentación de la cornisa. Una galería de canecillos esculpidos con bestias mitológicas se desliza por debajo del alero, intercalándose con metopas decoradas con motivos geométricos y vegetales.


El interior de la cabecera se cubre con una bóveda de horno, con seis nervios triples, soportados por columnas adosadas a los muros. Se trata de una solución típica del románico tardío, con incorporaciones de ciertos avances de la arquitectura cisterciense.

Otros elementos medievales del interior de la iglesia son una pila bautismal de gajos y friso de entrelazos, varios arcos ciegos de medio punto, restos de yeserías mudéjares y una talla de la Virgen de Fuensanta, réplica de la escultura original románica desaparecida durante la Guerra Civil.


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La Iglesia de San Juan Bautista en 1920.

lunes, 4 de junio de 2012

En busca de los arcos de herradura medievales

Los arcos de herradura constituyen una poderosa seña de identidad de la arquitectura hispana. Aunque todo el mundo los asocia con los musulmanes, ya eran utilizados por los visigodos y, antes que éstos, por los romanos. Incluso, algunos autores sitúan su origen en los pueblos indígenas que habitaban la Península Ibérica antes de la conquista romana.

En Madrid no tenemos arcos de herradura tan primitivos. Los más remotos datan de la Baja Edad Media y están hechos en estilo mudéjar, con una clara influencia toledana. Vamos en su busca, intentando que no se nos quede ninguno en el tintero, pero, por si acaso, animamos a nuestros lectores a que cubran las ausencias que podamos tener.



Nuestro recorrido comienza en el corazón del Madrid medieval, en la Iglesia de San Nicolás de los Servitas, donde encontramos los arcos de herradura más antiguos de la ciudad, todos ellos del siglo XII.

De las tres arquerías ciegas que decoran la torre mudéjar de este templo, fijamos la mirada en la superior, que está integrada por un total de dieciséis arquillos ciegos de herradura, cuatro por cada lado.



Nos adentramos ahora en el interior de San Nicolás, que nos sorprende con un soberbio arco triunfal, en la unión de la capilla mayor con la nave, y con dos yeserías lobuladas, en el muro meridional del ábside. Son, junto con la torre y los cimientos, los únicos elementos originales de la iglesia que han llegado a nuestros días.



Siguiendo un orden cronológico, damos un salto hasta el siglo XIII, cuando se levantó la Ermita de Santa María la Antigua, en el antiguo pueblo de Carabanchel. En la cabecera de este templo descubrimos un pequeño vano, formado por un arco apuntado.



Regresamos al casco histórico de la villa, a la Calle del Nuncio, donde se eleva la majestuosa torre de San Pedro el Viejo, del siglo XIV. Tres de sus lados alojan otras tantas ventanas, que están enmarcadas por arcos de herradura de ladrillo.



Del siglo XV es esta portada de piedra que da entrada a la Torre de los Lujanes. Se encuentra en la Calle del Codo, haciendo esquina con la Plaza de la Villa, y es posiblemente el arco de herradura más directamente relacionado con la tradición islámica.



No abandonamos este legendario edificio, ya que tenemos que contemplar la galería de arcos que le sirve de remate. Veinte arquillos, cinco por cada cara, custodian la parte superior de la torre. Todos son ciegos, menos el central, que alberga un vano.


Fuente: Ayuntamiento de Madrid.

Nuestro paseo continúa pocos metros más allá, en la Casa de Álvaro Luján, de finales del siglo XV, que nos muestra una portada mudéjar con un arco apuntado, un magnífico ejemplo de la maestría de los alarifes madrileños en el uso del ladrillo.



Y no nos resistimos a acabar este artículo con una referencia al desaparecido Monasterio de Santo Domingo, fundado en 1218, que estuvo en la plaza del mismo nombre. En la única fotografía que se conserva de su ábside del siglo XIV, pueden apreciarse, en la parte inferior, unos arcos apuntados lobulados, que parecen tener forma de herradura.


Fuente: 'La Gatera de la Villa'.

lunes, 28 de noviembre de 2011

El Ábside de los Milagros

Talamanca de Jarama es, sin duda alguna, la capital románica de nuestra comunidad autónoma. Aquí podemos encontrar dos espléndidos ábsides de los siglos XII y XIII, además de otros monumentos medievales, como su recinto amurallado y su célebre puente que, pese a tener un origen romano, fue profundamente transformado durante la Edad Media.

Tan rico es el patrimonio de este municipio que vamos a ir por partes a la hora de describirlo. Hoy le toca el turno al Ábside de los Milagros, conocido popularmente como El Morabito, lo único que queda de una antigua iglesia románico-mudéjar, erigida en pleno centro del pueblo, en lo que actualmente se corresponde con la Plaza de la Constitución.



En anteriores ocasiones hemos hablado del románico-mudéjar o románico de ladrillo, una corriente artística que nació en la provincia de León y que se propagó por Zamora, Salamanca, Valladolid, Ávila y Segovia, hasta alcanzar Guadalajara y la parte septentrional de la Comunidad de Madrid.

Realmente se trata de una degeneración del románico, cuya principal característica es el empleo del ladrillo en la fábrica, en lugar de la piedra. El uso de este material facilitó una sustancial reducción de los tiempos y costes de las obras, lo que explica la rápida expansión que tuvo este estilo en buena parte del Reino de Castilla y León.

A Talamanca el románico-mudéjar llegó a mediados del siglo XIII, cuando muy probablemente se decidió construir El Morabito. A esas alturas la población ya contaba con varios templos, entre ellos la Iglesia de San Juan Bautista, erigida un siglo antes siguiendo pautas puramente románicas y con una marcada influencia segoviana, y Santa María de la Almudena (igual que en Madrid), que fue la antigua mezquita.

En total, la ciudad llegó a contar con cinco iglesias en la Edad Media, de las cuales sólo han llegado hasta nosotros la ya citada de San Juan Bautista y la que ahora ocupa nuestra atención.



Y es que Talamanca de Jarama fue un núcleo de importancia, tanto en la época de la dominación musulmana, como una de las plazas fuertes más destacadas de la Marca Media madrileña, como después de la Reconquista cristiana, cuando quedó bajo el dominio del Arzobispado de Toledo. Llegó a ser cabeza de jurisdicción eclesiástica y civil de una amplia comarca.

Pero es que, con anterioridad al periodo medieval, ya hubo un asentamiento romano, como han puesto de manifiesto los vestigios hallados en diferentes puntos de la villa, entre ellos en el propio Ábside de los Milagros. La presencia de cascos de barro saguntinos en uno de sus esquinales hace pensar que, durante su construcción, fueron reciclados materiales procedentes de edificios romanos anteriores.

No olvidemos que Talamanca de Jarama es, junto a Villamanta y a la propia Madrid, una de las tres ciudades candidatas a ser la mítica Mantua Carpetana que aparece citada en el Itinerario de Antonino, del siglo III.

También se han encontrado numerosos restos visigóticos. Recientes excavaciones desarrolladas en el entorno de El Morabito han puesto al descubierto una necrópolis de aquella época, con sepulcros de ladrillo dispuestos alrededor de lo que parece ser la cabecera y la nave de una iglesia, a la que el Ábside de los Milagros terminó sustituyendo.

Descripción

El Ábside de los Milagros es uno de los monumentos románico-mudéjares más relevantes de la Comunidad de Madrid, por no decir el que más. Está formado por el ábside propiamente dicho, una estructura semicircular que se cubre con una bóveda de horno, y un tramo recto presbiterial, que conectaba con la desaparecida nave.



El exterior es la parte más interesante del conjunto. Las arcadas ciegas del ábside, distribuidas en tres bandas horizontales, nos informan de la habilidad decorativa de los alarifes medievales, con recursos muy efectistas en el manejo del ladrillo.

Los arcos están doblados y se suceden en número de diez en las franjas más extremas. La intermedia consta de uno menos, al tiempo que presenta una ordenación distinta, con los arcos descansando sobre la clave de los inferiores.

El dinamismo que genera esta distribución se rompe en el tramo recto. Las tres bandas de arcadas aparecen ahora perfectamente alineadas, cada una con dos arcos, que quedan enmarcados mediante molduras.

En lo que respecta al interior, se observan tres vanos, que se corresponden con los arcos segundo, quinto y octavo de la arquería intermedia del exterior del ábside. El central ha sido cegado y su lugar lo ocupa una hornacina renacentista.



El arco absidal está triplemente arquivoltado y es ligeramente apuntado. Uno de sus pilares descansa sobre un sillar que, muy probablemente, tiene un origen visigodo, dada su ornamentación floral con cuatro pétalos y botón central.

El presbiterio destaca por su imponente arco triunfal, igualmente apuntado, donde tenía su arranque la bóveda de cañón que cubría la nave. Presenta cuatro armaduras concéntricas de ladrillo.

El Ábside de los Milagros está construido con muros de mampostería de cantos rodados, revestidos interior y exteriormente con ladrillo. Los cimientos son de piedra.

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lunes, 14 de febrero de 2011

Colmenar del Arroyo y su patrimonio medieval

Colmenar del Arroyo está situado en el suroeste madrileño, en una zona montañosa de transición, allá donde las sierras de Guadarrama y de Gredos entran en contacto.

Este pequeño pueblo, con apenas 1.500 habitantes, conserva algunos restos medievales, que informan de los procesos de repoblación que llevó a cabo el Concejo de Villa y Tierra de Segovia, una vez que los cristianos tomaron posesión de estas tierras, bajo el dominio andalusí hasta finales del siglo XI.

El municipio fue fundado en el siglo XII sobre las laderas de una colina, donde hoy se encuentra el cementerio. De esta época data la Ermita de San Vicente, que fue la primera iglesia parroquial con la que contó Colmenar del Arroyo.

Realmente sólo ha llegado hasta nosotros la espadaña, de estilo románico, y algunos muros, actualmente integrados dentro de la tapia que circunda el camposanto. Su fábrica es de mampostería de piedra de granito.



Con el paso del tiempo, la población colmenareña fue bajando hacia el valle, en busca de las aguas del arroyo que atraviesa el término municipal, lo que dio lugar a un nuevo barrio.

Para facilitar la comunicación entre los dos núcleos urbanos, fue construido el Puente de la Fragua, probablemente en el siglo XV. Posee un único ojo, constituido por un arco de medio punto, y presenta perfil alomado, con pretil redondeado y rematado en sus extremos con piezas cilíndricas, a modo de hitos.



Existe un segundo puente histórico, llamado de El Caño, que fue levantado en 1760, posiblemente en sustitución de una primitiva estructura medieval o tardomedieval.

Consta de dos ojos de medio punto, con aliviaderos adintelados en los extremos y tres tajamares de planta triangular, aguas arriba. Se conserva el tablero original, formado por losetas irregulares de piedra.



lunes, 31 de enero de 2011

La iglesia románico mudéjar de Nuestra Señora de la Nava, en Manzanares el Real

Llegamos hasta Manzanares el Real, en busca de restos románicos y mudéjares. Y los encontramos en la parte trasera del Castillo de los Mendoza, la soberbia fortificación gótico-isabelina que el primer Duque del Infantado, Diego Hurtado de Mendoza, mandó levantar en el año 1475.
















Esta fortaleza se edificó sobre la primitiva Iglesia de Nuestra Señora de la Nava, del siglo XIII, que no sólo quedó integrada dentro de su estructura, sino que fue ampliada y remodelada para ser utilizada como la capilla del castillo.

Los elementos originales que se conservan son la cabecera, consistente en un ábside de tambor de gran altura, y el arco apuntado del presbiterio, hecho en ladrillo, con el que arrancaba la bóveda de cañón que cubría la nave central.
















Todo ello en un inconfundible estilo románico mudéjar, como ponen de manifiesto los encintados de ladrillo que se alternan con la piedra, apreciables sobre todo en la parte baja de los muros, o los ventanucos en forma de aspilleras que se abren en la cabecera.

Ésta se encuentra orientada al este, como es preceptivo en la arquitectura religiosa medieval.



Con respecto al cuerpo principal del templo, éste carece de cubiertas, al haberse desplomado. Se trata de la única estancia del castillo cerrada al público, ya que no se ha procedido a su restauración. Pese a ello, es posible divisar la práctica totalidad de su planta desde el adarve superior.

Desde este punto, pueden verse las arquerías góticas y los muros laterales añadidos durante la construcción del castillo, así como el arco presbiterial de la primitiva fábrica románico mudéjar. Menos visible resulta la bóveda de horno del ábside, realizada en ladrillo, correspondiente también a este periodo constructivo.


Fotografía de António Passaporte, realizada entre 1927 y 1936.

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jueves, 20 de enero de 2011

El monasterio cisterciense de Valdeiglesias (2): descripción artística

El Monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias, situado en el término municipal de Pelayos de la Presa, es uno de los conjuntos medievales más importantes de la Comunidad de Madrid.


Este complejo cisterciense nos ofrece una completa lección de arquitectura, ya que, dentro de sus muros, se dan cita varios estilos artísticos, que abarcan un largo periodo de tiempo, que va desde el siglo XII hasta el XVII. 

Después de haber analizado su historia y su situación actual en el anterior post, recorremos a continuación sus principales estancias, por orden cronológico de construcción.

Plano del monasterio, realizado por Mariano García Benito.

Capilla mozárabe

Se trata de la primitiva Ermita de Santa Cruz, que dio origen a la fundación monástica. Su estructura mozárabe no sólo no fue derribada cuando se edificó el monasterio, sino que fue incorporada al mismo como capilla independiente. Está ubicada entre el claustro y la iglesia.

En su interior hay dispuestos varios nichos, rematados con arcos de medio punto, bajo los cuales se extiende un banco perimetral, aspecto que parece informar de una posible función asamblearia, además de la estrictamente religiosa.

Presenta planta cuadrangular y se cubre con bóveda octogonal. Los materiales empleados en la fábrica son el ladrillo y la mampostería rústica.

Iglesia

La iglesia fue la primera dependencia que empezó a construirse cuando el monasterio pasó a manos del Císter, en el último tercio del siglo XII. 

De aquella época únicamente se conserva la imponente cabecera románica, que consta de un ábside central de semitambor, con bóveda de cuarto de esfera y cinco largos ventanales de medio punto, y dos cuerpos laterales, de forma cúbica al exterior y semicircular al interior.

Siguiendo los preceptos de austeridad de la orden cisterciense, no hay apenas decoración, más allá de unos sobrios canecillos de proa de barco, colocados debajo del alero. Todo ello está realizado en sillería de granito.



















En la parte interna del ábside, se observan nervaduras bajo la cubierta, que parecen anticipar el gótico. Este estilo también se insinúa en el tramo presbiterial, que se une al cuerpo principal de la iglesia mediante una bóveda de cañón apuntada.

La iglesia fue proyectada con tres naves, pero un devastador incendio, acaecido en 1258, obligó a cambiar los planes y a buscar soluciones más económicas. Finalmente sólo pudo levantarse una única nave, adoptándose el estilo gótico que, en aquellos momentos, ya estaba plenamente vigente.

Ello no impidió incorporar en los muros elementos románico-mudéjares, como canecillos escalonados o frisos, con el ladrillo como material más recurrente.

Este último estilo está igualmente presente en la capilla circular situada al norte del crucero, recorrida por varios arcos de herradura, aunque en convivencia con el gótico, visible en la bóveda de crucería que cubre la estancia.

Como suele suceder en la inmensa mayoría de los templos medievales, la iglesia tiene orientada su cabecera al este y la fachada principal al oeste. Ésta es probablemente manierista, de la segunda mitad del siglo XVI.















Claustro y otros vestigios góticos

A pesar de que no se conserva completo, el claustro gótico es de gran belleza. Sus obras dieron comienzo en el siglo XIII y se extendieron hasta el XVI, con la conclusión de la parte superior, que ha desaparecido por completo.

La sala capitular, la sacristía, el refectorio y el campanario también fueron realizados durante esta etapa constructiva, marcada por el dominio del gótico.


Vista del claustro (archivo fotográfico de Mariano García Benito).

El campanario, en concreto, se levantaba sobre la cabecera de la iglesia y consistía en un pequeño templete, formado por cuatro arcos apuntados, que se apoyaban sobre columnas hexagonales. Se hundió en el año 1658.

Dependencias de los monjes y otros restos















Las dependencias de los monjes fueron construidas en el siglo XVI, siguiendo modelos renacentistas.

En este periodo también se hicieron las fachadas principales, de inspiración herreriana, así como la torre y la portada del recinto, de la que no queda nada. De época posterior es la bodega subterránea, que está fechada en el siglo XVII.

En referencia a la decoración y mobiliario interior, se conservan diferentes piezas originales. Es el caso de la sillería del coro (1567-1571), obra del tallista Rafael de León, que se encuentra instalada en la Catedral de Murcia.

Del mismo modo, en el Museo del Prado se exhiben siete tablas correspondientes al retablo que el pintor renacentista Juan Correa de Vivar realizó entre 1550 y 1555, aproximadamente.

Sillería renacentista del monasterio, actualmente en la Catedral de Murcia (archivo fotográfico de Región de Murcia Digital).


La tabla 'Aparición de la Virgen a San Bernardo', de Juan Correa de Vivar, formaba parte del retablo del monasterio. Se conserva en el Museo del Prado.

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lunes, 17 de enero de 2011

El monasterio cisterciense de Valdeiglesias (1): historia y situación actual

Pelayos de la Presa es un pequeño municipio del vértice suroccidental de la Comunidad de Madrid, situado en el Valle del Alberche, en las primeras estribaciones de la Sierra de Gredos. Aquí se encuentra el famoso Pantano de San Juan, alrededor del cual se ha articulado una de las zonas de baño más concurridas de la región.

Pero muy pocos conocen que, muy cerca de la cabecera de este embalse, se levantan las ruinas de Santa María la Real de Valdeiglesias, un monasterio fundado a mediados del siglo XII, que, pese a su delicado estado, constituye una de las principales muestras de arquitectura medieval de la provincia.

Hasta allí nos dirigimos, aún a sabiendas de que el recinto no puede visitarse, en busca de alguna panorámica que podamos captar desde el exterior, a través de los muros y vallas que protegen el monumento.















Historia

El entorno del monasterio fue un importante centro eremítico durante el periodo visigodo. Según la tradición, el noble Teodomiro se retiró a este enclave para abrazar la vida religiosa, en tiempos de Witiza, rey de Toledo entre los años 702 y 710.

En la Baja Edad Media, las tierras actualmente comprendidas dentro de los términos municipales de San Martín de Valdeiglesias y Pelayos de la Presa eran conocidas como el Valle de las Iglesias, por la existencia de doce ermitas, regentadas por una comunidad de frailes benedictinos.

En el siglo XII, Alfonso VII de León y Castilla (r. 1126-1157) decidió agrupar estos doce eremitorios en un uno solo, con el fin de consolidar la repoblación de la comarca por parte de los cristianos.

El 30 de noviembre de 1150 el monarca otorgó un Privilegio Real, firmado en Toledo, por el que se creaba el Monasterio de Valdeiglesias, bajo la Regla de San Benito.

El lugar escogido para la fundación fue la Ermita de Santa Cruz, ubicada a los pies a un pequeño arroyo, cerca del río Alberche, cuya primitiva estructura mozárabe todavía se conserva, integrada dentro del edificio que ha llegado hasta nosotros.

Con la llegada al trono de Alfonso VIII de Castilla (r. 1158-1214), el conjunto fue incorporado al Císter, como filial del Monasterio de la Santa Espina, en la provincia de Valladolid, que, a su vez, era dependiente del Monasterio de Claraval, en Francia.

En 1177 llegaron los primeros monjes cistercienses, procedentes de la Santa Espina, y en 1180 comenzó la construcción de un nuevo complejo, con la piedra como principal material de fábrica.

Fue en estos momentos cuando se impuso la advocación de Santa María de la Asunción, en virtud de la devoción mariana exigida por San Bernardo de Claraval (1090-1153), a quien se debió la expansión del Císter por todo el continente europeo.

A lo largo de la historia, el monasterio ha recibido numerosos Privilegios Reales, que le han valido el sobrenombre de Santa María la Real.

En la lista de monarcas benefactores figuran nombres como Fernando III, Alfonso X, Sancho IV, los Reyes Católicos, Carlos I, Felipe II, Felipe III y Felipe IV, además de los ya citados Alfonso VII y Alfonso VIII.
















Situación actual

En el año 1836, con la Desamortización de Mendizábal, las instalaciones quedaron abandonadas. Fue el principio de un lento proceso de deterioro que, afortunadamente, se consiguió detener en los años setenta del siglo XX, gracias al intenso trabajo del arquitecto madrileño Mariano García Benito.

García Benito se hizo con la propiedad de la finca en 1974. Utilizando sus propios medios, llevó a cabo la consolidación de los restos que aún permanecían en pie y restauró la torre, la cerca y diferentes fachadas. Al mismo tiempo, realizó una ingente labor historiográfica y documental.

En 2003, hizo donación del monasterio al Ayuntamiento de Pelayos de la Presa, en busca de apoyos públicos. También creó una fundación, que, en colaboración con el consistorio, ha conseguido que la Comunidad de Madrid tome cartas en el asunto.

La Consejería de Cultura y Deportes anunció en el año 2010 que procederá a la restauración del conjunto de forma inmediata. Está prevista la construcción de un hotel en una parte del recinto.

El Monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias fue declarado Monumento Histórico Artístico de carácter nacional en 1984. En la actualidad, este reconocimiento equivale a Bien de Interés Cultural, una vez transferidas las competencias sobre patrimonio a las comunidades autónomas.



Véase también

- El monasterio cisterciense de Valdeiglesias (2): descripción artística

martes, 2 de noviembre de 2010

La ermita medieval de la Virgen de la Oliva, de Patones



Patones se ha convertido en uno de los pueblos madrileños más célebres dentro y fuera de la región, gracias a la singularidad de su casco histórico, uno de los mejores exponentes de la llamada arquitectura negra.

Además de este atractivo, el municipio guarda otros tesoros, que, aunque no son muy conocidos, resultan muy relevantes desde el punto de vista histórico-artístico.

A lo largo y ancho de su término es posible encontrar vestigios prehistóricos, como los hallados en la Cueva del Reguerillo; prerromanos, como el castro carpetano de la Dehesa de la Oliva; o decimonónicos, como las fabulosas infraestructuras hidráulicas del Canal de Isabel II, caso del Pontón de la Oliva.

Hoy nos detenemos en el pasado medieval del municipio. Visitamos la Ermita de la Virgen de la Oliva, un pequeño templo del siglo XII o XIII, que, pese a su valor y significado, presenta una lamentable conservación.

Es uno de los nueve conjuntos madrileños que han sido incluidos en la Lista Roja de Patrimonio, con la que la asociación Hispania pretende dar a conocer los monumentos y paisajes españoles que se encuentran amenazados o en peligro de desaparición.



Descripción

La ermita se sitúa a unos cuatro kilómetros del núcleo urbano de Patones, en la Dehesa de la Oliva. Se alza sobre una ladera, desde la cual se desciende al río Lozoya y, más en concreto, al Pontón de la Oliva (1851-56), una de las primeras presas del Canal de Isabel II, actualmente en desuso.

No se sabe mucho sobre el origen de este templo románico, que, por su estado completamente ruinoso y su alejado emplazamiento, fuera de las grandes rutas turísticas, pasa por ser uno de los edificios más desconocidos del ya de por sí desconocido románico madrileño.



Sólo se mantienen en pie la cabecera, el inicio de la nave principal y uno de los muros, que, desgraciadamente, muestran un avanzado deterioro, con riesgo de desprendimientos y vegetación invasiva.

Con respecto al primer elemento señalado, se trata de un ábside semicircular que se cubre con una bóveda de cuarto de esfera, todo ello hecho en mampostería, con hiladas de ladrillo. 

En esta parte hay abiertos tres vanos, dispuestos simétricamente. El central, el de mayor interés, está constituido por un arco de medio punto, mientras que los dos laterales consisten en simples hendiduras, a modo de aspilleras.

La cabecera queda unida al cuerpo principal mediante un tramo recto, correspondiente al presbiterio. Aquí se sitúa un arco triunfal, de forma apuntada, que da paso a un arranque de bóveda de cañón, también apuntada. En ambos casos, la fábrica es de ladrillo.

Es una obra modesta y de carácter rural, que adopta libremente algunas de las pautas constructivas características del románico, imprimiéndole un aire mudejarizado. 

Por esta razón, no es posible encuadrarla, al menos de modo estricto, en ninguna de las dos corrientes arquitectónicas que florecieron en la región entre los siglos XII y XIV: por un lado, el románico de ladrillo o románico-mudéjar, que, procedente de León, se expandió por Zamora, Salamanca, Valladolid, Ávila y Segovia, hasta alcanzar el norte madrileño y la provincia de Guadalajara; y por otro, el mudéjar toledano, que, por proximidad geográfica, se impuso en el centro y sur de la comunidad autónoma.



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