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lunes, 11 de mayo de 2015

San Isidro en sus diferentes iconografías

En la semana en que se celebra la festividad de San Isidro Labrador, queremos analizar, aunque sea someramente, las diferentes iconografías con las que el patrón de Madrid ha sido mostrado en la pintura y escultura.


'San Isidro Labrador', relieve de Luis Salvador Carmona (1753-61). Museo del Prado, Madrid.

No es posible determinar con absoluto rigor en qué momento vivió San Isidro, si bien diferentes investigadores, basándose en el Códice de Juan Diácono, un texto del siglo XII pretendidamente biográfico, aventuran que pudo nacer en 1082 y morir en 1172, a los noventa años de edad.

Pese a este origen, apenas nos han llegado representaciones medievales de su figura, más allá del arca funeraria existente en la Catedral de la Almudena, una pieza de finales del siglo XIII o principios del XIV, decorada con pinturas alusivas a sus milagros.

Se trata del documento gráfico más antiguo que se conoce del santo y, sin embargo, le separan al menos cien años de la época en que estuvo vivo.


Pintura de San Isidro en su arca funeraria (siglo XIII o XIV). Fuente: archimadrid.

En las citadas pinturas San Isidro lleva un sayo de mangas largas, un capote recogido a la altura de los hombros, una caperuza y abarcas como calzado.

Son atuendos típicos de un campesino de la Edad Media, algo que tiene toda su lógica, pero que no deja de sorprender, toda vez que, en la inmensa mayoría de obras que lo representan, se le ve con ropajes surgidos en periodos muy posteriores.

Estas vestimentas vuelven a hacer acto de presencia en la fotografía inferior, en la que se aprecia la talla policromada del siglo XIV que estuvo venerándose en la Parroquia de San Andrés y que se perdió durante el incendio que asoló la iglesia en 1936.


Talla de San Isidro (siglo XIV). Fuente: 'La Esfera' (14 de mayo de 1927).

Lo más curioso de esta escultura no son tanto las ropas medievales que se observan, como los atributos incorporados, ya que no son los de un labrador, sino los de un pastor.

La vinculación del santo con este oficio se explica por la creencia de que el rey Alfonso VIII salió victorioso de la Batalla de las Navas de Tolosa gracias a la mediación milagrosa de un pastor, que después sería identificado con San Isidro.

Pero si existe una imagen reconocible del patrón madrileño, ésa es, sin duda, la que se forjó en el primer tercio del siglo XVII, una vez que se procedió a su beatificación en 1620 y, ya definitivamente, con su canonización dos años después, junto con San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús, San Francisco Javier y San Felipe Neri.


Grabado de Matheu Greuter (1622).

Esta quíntuple canonización fue todo un acontecimiento para el mundo católico, como así demuestra el grabado conmemorativo que Matheu Greuter hizo para la ocasión, donde quedaban plasmados los cinco santos y, en la parte central, la ceremonia que tuvo lugar en el Vaticano.

Haciéndose eco de la iconografía que ya se venía fraguando, el dibujo presentaba a San Isidro vestido con un sayo abotonado, calzones hasta media pierna y botas, como si fuera un labrador acomodado del siglo XVII.

Su difusión contribuyó a consolidar unas señas que, con alguna que otra alteración, se han venido repitiendo insistentemente a lo largo del tiempo, tanto en nuestro país como fuera de él.


'Isidor von Madrid', talla de Ignaz Günther (1762). Monasterio de Rott am Inn (Bavaria, Alemania). Fuente: Oberense.

Aunque no se sabe cómo era su físico, lo más frecuente es que el santo aparezca con melena, barba o, al menos, perilla y bigote. Por la observación de sus restos mortales (recordemos que su cuerpo incorrupto ha sido exhumado en varias ocasiones), se intuye que medía 1,80 metros de alto y que estaba bien formado, rasgos que las distintas representaciones se encargan de enfatizar.


'Saint Isidore', talla anónima del siglo XVIII. Iglesia de Sainte-Croix, La Croix-Helléan (Bretaña, Francia). Fuente: Wikimedia Commons.

Con respecto a sus atributos, éstos están relacionados con la agricultura. Aparejos como la pala, la aguijada, el azadón, el arado de mano, la guadaña o el mayal suelen combinarse con gavillas de trigo y otros símbolos de la recolección.


'San Isidro Labrador', anónimo boliviano del siglo XIX. Joslyn Art Museum, Omaha (Nebraska, Estados Unidos).

Los milagros más recurrentes en la iconografía son el de los bueyes y el de la fuente. En este último caso, San Isidro porta el cayado con el que milagrosamente hizo brotar agua, cuando su señor, Iván de Vargas, le pidió de beber.


'Saint Isidore', talla anónima. Abadía de Saint Gildas, Saint Gildas de Rhuys (Bretaña, Francia). Fuente: Wkimedia Commons.

Este patrón se mantiene, en líneas generales, a escala internacional, aunque con lógicas variantes locales. Las más llamativas sean tal vez las de la región francesa de Bretaña, donde el santo madrileño tiene un gran predicamento.

Aquí es frecuente verlo sin barba y vestido con el traje típico bretón (pantalón ancho abombado, chaleco bordado y chaqueta azul con botones decorativos, conocida como 'chuppen').


Cartel de las Fiestas de San Isidro de 1947. Museo de Historia, Madrid.

lunes, 12 de mayo de 2014

San Isidro, en Roma

Celebramos la festividad de San Isidro recuperando la sección “Madrid fuera de Madrid”, en la que seguimos la pista de aquellos personajes, objetos o tradiciones que, teniendo un origen madrileño, han encontrado arraigo fuera de nuestra ciudad.

Viajamos hasta Roma, donde localizamos dos iglesias consagradas al patrón de la capital, conocido en Italia como Sant’Isidoro Agricola o Sant’Isidoro Lavoratore. No olvidemos que el nombre Isidro, que nos suena tan castizo, es realmente una degeneración de Isidoro.



La primera de ellas es Sant'Isidoro a Capo le Case, de estilo barroco, situada muy cerca de la célebre Via Veneto. Fue fundada en 1625 por Ottaviano Vestri di Barbiana, por entonces obispo de Túsculo, tres años después de que el Papa Gregorio XV canonizase a San Isidro, junto con Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier y San Felipe Neri.

Además del templo, fue creado un hospicio, que en un principio fue regentado por franciscanos españoles, sustituidos posteriormente por franciscanos procedentes de Irlanda. Por esta razón la iglesia también es llamada Sant'Isidoro degli Irlandesi. 

Sus arquitectos fueron Antonio Felice Casoni (1559-1634), Domenico Castelli (1582-1657) y Carlo Bizzaccheri (1656-1721), este último autor de la fachada, que se estructura en tres secciones. La inferior está formada por un pórtico, al que se accede a través de una doble escalera en rampa, mientras que la superior queda configurada por un frontón de remate circular, donde se inscribe una leyenda alusiva al santo madrileño.

La parte central es, sin duda, la más ornamentada. Se ilumina por medio de un vano, coronado con un sinuoso frontón de volutas, a cuyos lados se sitúan dos hornacinas, una con una estatua de San Patricio y otra de San Isidro.


'Sant'Isidoro e la Vergine Maria', de Andrea Sacchi.

El templo tiene una única nave y es de cruz latina. Su elemento más valioso es la Cappella da Sylva, erigida en honor del noble portugués Rodrigo López da Sylva, obra de Lorenzo Bernini (1598-1680). En el altar mayor se encuentra el lienzo Sant'Isidoro e la Vergine Maria, de Andrea Sacchi (1599-1661), en el que se representa a San Isidro realizando su milagro más famoso, el de los ángeles tirando de los bueyes. 

Además de ésta, Roma cuenta con otra iglesia dedicada a San Isidro, en las proximidades de la Piazza della Repubblica. O mejor dicho, contaba, porque de Sant'Isidoro alle Terme, llamada así porque fue edificada en un sector de las Termas de Diocleciano, solo queda su fachada barroca.

Sant'Isidoro alle Terme. Fotografía de Wikipedia.

El Papa Benedicto XIV (1675-1758) ordenó su construcción en 1754, a partir de un proyecto del arquitecto Giovanni Pannini (1720-1810). En los años cuarenta del siglo XX se decretó su derribo, en un intento de recuperar la estructura original de las termas.

Conocemos el aspecto que tenía el altar mayor gracias a un grabado del siglo XVIII, que reproducimos a continuación. La pintura que lo presidía repetía el mismo tema del cuadro existente en Sant'Isidoro a Capo le Case, con un esquema muy parecido.


lunes, 13 de mayo de 2013

Una talla medieval de San Isidro

Rendimos homenaje a San Isidro, uno de los primeros madrileños ilustres, reproduciendo esta fotografía, que hemos descubierto en la revista La esfera, en el número correspondiente al 14 de mayo de 1927. Para nosotros ha sido una auténtica sorpresa, pues la imagen nos revela la existencia de una escultura medieval, que desconocíamos por completo.



Tal y como puede leerse en la citada revista, se trata de una talla policromada del siglo XIV, que estuvo en la Iglesia de San Andrés, una de las más antiguas de Madrid. Lamentablemente, la figura fue destruida durante la Guerra Civil (1936-39).

Según nos señala nuestro amigo Tirso, se encontraba dentro de una hornacina en el lado del Evangelio, junto al retablo mayor, igualmente desaparecido. En el lado de la Epístola, había una imagen de Santa María de la Cabeza, esposa de San Isidro, correspondiente a una época posterior.

Podemos comprobar esta disposición en la siguiente fotografía del interior del templo, que António Passaporte hizo antes de 1936. Es propiedad de la Fototeca del Patrimonio Histórico, del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.



En la imagen inferior, detalle de la anterior, puede verse la talla de San Isidro en su ubicación original con algo más de nitidez.



La escultura de San Isidro fue expuesta durante la muestra El Madrid antiguo, que la Sociedad Española de Amigos del Arte celebró en el año 1926 en el viejo hospicio de la Calle de Fuencarral (actual Museo de Historia).

En el catálogo de la citada exposición, se ponía el énfasis en el atuendo del santo, muy diferente del ropaje dieciochesco con el que se le suele representar, como un dato revelador del origen medieval de la figura.

En efecto, la vestimenta es la usual de los campesinos de la Edad Media, aspecto que también es visible en las pinturas del arca construida a finales del siglo XIII o principios del XIV para dar sepultura a los restos de San Isidro.


Pintura de San Isidro en su arca funeraria. Fotografía: archimadrid.

Otras esculturas medievales

Aprovechamos la ocasión para hacer un inventario de las esculturas medievales netamente madrileñas que han conseguido sobrevivir a guerras, desamortizaciones, derribos y expolios.

Que sepamos, se conservan en la capital al menos once conjuntos escultóricos correspondientes a la Edad Media. Es muy posible que nos dejemos alguno en el tintero, por eso animamos a nuestros lectores y seguidores a completar la lista.

Empezamos con la Virgen de Atocha, que se conserva en la basílica del mismo nombre, de origen tan remoto como incierto. Aunque la tradición sostiene que la figura es del siglo VII (¿antes de la fundación de Mayrit?), lo más probable es que fuera hecha en la primera mitad del siglo XIII.


Fotografía: Frayangelico, en Wikipedia.

La Madona de Madrid fue una de las imágenes marianas de mayor devoción del desaparecido Convento de Santo Domingo el Real, que estuvo en el solar donde hoy se extiende la plaza del mismo nombre. Fue tallada en el siglo XIV y actualmente se encuentra en la Calle de Claudio Coello, número 112.

En este monasterio también estuvieron los cenotafios del rey Pedro I el Cruel y de su nieta, Constanza de Castilla, que hoy forman parte de la colección del Museo Arqueológico Nacional. Del primero solamente ha llegado hasta nuestros días una estatua orante, mientas que el segundo se conserva prácticamente completo. Ambos son del siglo XV y están hechos en alabastro.


Fotografía: CERES.


Fotografía: CERES.

De la primitiva Iglesia de Santa María de la Almudena, demolida en 1868 para trazar la Calle de Bailén, nos ha llegado una lápida sepulcral de mármol, datada en 1487, que perteneció al enterramiento de Diego de Párraga (gracias, Tirso, por el apunte). Se exhibe también en el Museo Arqueológico Nacional.


Fotografía: CERES.

No abandonamos el citado museo, ya que sus fondos albergan una Virgen de madera del último tercio del siglo XIII, si bien fue modificada posteriormente. Procede del Colegio de Santa Isabel, una institución educativa fundada en 1596 por el rey Felipe II, donde es posible que fuera entregada en donación.


Fotografía: CERES.

En la Ciudad Universitaria, concretamente en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura, se alza la portada gótica del Hospital de La Latina, que fue edificado a principios del siglo XVI, aunque no en este emplazamiento, sino en la Calle de Toledo. Aquí podemos contemplar los grupos escultóricos de Santa Ana y San Joaquín, acompañados de San Onofre y San Francisco.

La Casa de Iván de Vargas, en la Calle de San Justo, integra algunos restos escultóricos de interés: por un lado, diversos escudos tardomedievales, colocados asimétricamente en las fachadas, y por otro, uno de los pozos milagrosos atribuidos a San Isidro, en cuyo brocal hay labrado un relieve del santo, de rasgos esquemáticos.

Y terminamos con el Cristo de la Buena Muerte, que se venera en la Iglesia de las Maravillas, y con el Calvario de la Iglesia de la Concepción, en la Calle de Goya, las dos únicas crucifixiones escultóricas que tenemos en Madrid de época medieval.

lunes, 14 de mayo de 2012

'Peregrinación a la fuente de San Isidro', de Goya

La romería de San Isidro siempre fue un tema recurrente en la obra de Francisco de Goya. Encontramos alusiones a esta tradición en su época de pintor de cartones y en sus célebres pinturas negras, consideradas como el primer gran embrión del arte moderno.



Nos centramos en estas últimas creaciones y, más en concreto, en la Peregrinación a la fuente de San Isidro, uno de los catorce murales que el artista pintó sobre las paredes de la Quinta del Sordo, su última residencia en España, donde hace una revisión dramática de la festividad del 15 de mayo.

Esta vivienda se encontraba en la orilla derecha del río Manzanares, junto al Puente de Segovia, en el antiguo término municipal de Carabanchel. Goya la compró en 1819 y ahí estuvo viviendo hasta 1824, cuando partió hacia el exilio, rumbo a Burdeos.

Es probable que el artista comenzara las pinturas negras en 1820, un año después de una grave enfermedad que le tuvo al borde de la muerte y que, tal vez, se encuentre en el origen de esta tétrica serie pictórica, tan alejada de la luz y vitalidad de sus primeras etapas costumbristas.


La Quinta del Sordo, hacia 1900. Fuente: 'Blanco y negro'.

Si bien hay constancia de ellas desde 1828, año en el que fueron catalogadas por primera vez por Antonio de Brugada, puede decirse que las pinturas negras salieron a la luz pública en 1874, cuando Émile D'Erlanger se fijó en ellas para venderlas en la Exposición Universal de París de 1878.

Con tal fin, D'Erlanger contrató al pintor y restaurador Salvador Martínez Cubells. El proceso de extraer las pinturas desde el revoco donde fueron plasmadas, para trasladarlas a lienzo, fue tan lento como laborioso y, desde luego, no fue inocuo, ya que provocó importantes pérdidas de materia pictórica.

Afortunadamente, nadie compró los cuadros, que finalmente fueron donados al Museo del Prado, donde se exponen desde 1881. La serie de catorce obras se encuentra completa en la pinacoteca madrileña, si bien algunas teorías apuntan a que existe una decimoquinta pintura negra, en una colección privada de Nueva York.

Pero volviendo a la Peregrinación a la fuente de San Isidro, no está del todo claro que sea realmente una representación de la romería madrileña, ya que Goya no puso título a ninguna de las obras que realizó en la Quinta del Sordo.



El ya citado Antonio de Brugada consideró que el cuadro reflejaba una procesión del Santo Oficio, basándose en el personaje de la esquina inferior derecha, vestido con los hábitos de la Inquisición. De ahí que también sea conocido como El Santo Oficio o como Procesión del Santo Oficio.

La obra es un buen exponente de las constantes que definen a las pinturas negras. Su composición desequilibrada, con una piña de figuras agolpada en uno de los ángulos, mientras en el extremo opuesto se abre el vacío, es un rasgo que aparece en otros cuadros de la serie.

Otro elemento común es la gama cromática utilizada, con los grises, negros y ocres como colores dominantes, que crean una atmósfera tenebrosa y terrible, sólo rota por el claro que se ve al fondo y al que la multitud se encamina buscando una salida, que lamentablemente no va a llegar, al tratarse del ocaso.

Sin olvidar las facciones desencajadas y grotescas de los personajes, que ponen rostro al concepto de esperpento acuñado por Valle-Inclán un siglo después, y que remarcan la trágica visión del último Goya sobre una España sin rumbo y arrebatada.

jueves, 12 de mayo de 2011

El templete de San Isidro, del Puente de Toledo

Cuando quedan pocos días para la festividad del 15 de mayo, visitamos el Puente de Toledo, donde se encuentra la que consideramos es la representación de San Isidro más bella de todas las que se conservan en Madrid.

Y no tanto por la calidad artística de la figura escultórica que reproduce al santo, sino por el espectacular templete que la custodia, máximo exponente del genio del arquitecto Pedro de Ribera (1681-1742), en el quedan condensados los rasgos principales del barroco madrileño.

Realmente son dos los templetes que hay instalados sobre el pretil del puente, justo encima de su arco central. Enfrentado al de San Isidro, se yergue otro idéntico, que conmemora a su esposa, Santa María de la Cabeza.


El arco central del Puente de Toledo, con los dos templetes, en una postal antigua.

Ambos fueron proyectados por Ribera en 1722, tres años después de que fuera concluido el Puente de Toledo, una de sus obras maestras. Están hechos en piedra berroqueña y miden seis metros y medio de alto, con una anchura de casi cuatro metros.

Presentan un trazado que, en cierto modo, recuerda a las espléndidas portadas que Pedro de Ribera hizo para el Antiguo Hospicio (actual Museo de Historia) o para el Monte de Piedad, con un marcado sentido escultórico y escenográfico.

Están integrados por dos pilares compuestos, con cuatro estípites adosados cada uno, minuciosamente tallados. Se rematan con las típicas orejeras del barroco madrileño, sobre las que descansan dos amorcillos. De los lados afloran salientes, que, a modo de pequeños pedestales, sostienen jarrones.


Templete de San Isidro.

La cubierta consiste en un dosel de abigarrada decoración, con hojarascas, volutas y abundantes elementos curvilíneos, que envuelven un escudo de piedra de caliza con las armas del rey Felipe V (r. 1700-1746). Una corona real preside todo el conjunto desde la parte superior.

Con respecto a las estatuas, éstas fueron realizadas en 1723 por Juan Alonso Villabrille y Ron (1663-1732), por encargo directo de Pedro de Ribera, en su calidad de arquitecto-director de las obras del Puente de Toledo. A él también se debe la imagen de Fernando III el Santo que hay en la portada del Antiguo Hospicio, en la Calle de Fuencarral.

San Isidro está representado junto a su hijo Illán, después de producirse el célebre milagro del pozo. Los dos están mirando hacia el cielo, en señal de agradecimiento. Según la tradición, el santo consiguió salvar la vida de su hijo, haciendo subir las aguas del pozo en el que éste había caído hasta el brocal.


Templete de Santa María de la Cabeza.

Illán vuelve a aparecer en el grupo escultórico dedicado a su madre, Santa María de la Cabeza. Aquí se recoge el instante previo al milagro, cuando ambos se dirigen hacia el pozo para sacar agua, antes de que el niño cayera a su interior. De ahí la actitud caminante de ambas figuras.

Las esculturas son de tamaño natural y están hechas en caliza. Se encuentran bastante deterioradas, debido a la erosión.


Vista de los templetes desde el tablero del puente, en una postal antigua.

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lunes, 21 de marzo de 2011

Los pozos milagrosos de San Isidro

En nuestra reciente visita a la Casa de Iván de Vargas, tuvimos la oportunidad de ver uno de los cuatro pozos milagrosos que tradicionalmente se han vinculado a San Isidro Labrador (1082-1172). Hoy seguimos la pista de todos ellos.


'El milagro del pozo', de Alonso Cano (1648). Museo del Prado.

Museo de los Orígenes

Este museo tiene su sede en un palacio del siglo XVI, situado en la Plaza de San Andrés, en cuyo solar estuvo antiguamente una de las muchas casas que el linaje de los Vargas, uno de los más poderosos del Madrid medieval, tenía repartidas por la ciudad.

Se cree que San Isidro vivió en este lugar, como sirviente de esta influyente familia. De hecho la tradición localiza aquí el llamado milagro del pozo, gracias al cual el santo pudo salvar a su hijo de morir ahogado, haciendo subir las aguas hasta el brocal.

Lo milagroso es que el pozo haya llegado hasta nosotros. Se encuentra dentro del museo y tiene una profundidad de 27 metros, a los que hay añadir tres metros más de agua potable.


El pozo existente en el museo, en una imagen de 2008.

Iglesia de Santa María la Antigua

Esta iglesia del siglo XIII, ubicada junto al cementerio de Carabanchel, guarda en su interior un pozo medieval, que fue descubierto en 1997, durante los trabajos de restauración llevados a cabo por la Comunidad de Madrid.

El depósito tiene una profundidad de 13,5 metros y está hecho en ladrillo, con el brocal de piedra. Se supone que a él acudía San Isidro para dar de beber a sus bueyes.

Santa María la Antigua se disputa con el Museo de los Orígenes la titularidad del milagro del pozo, aunque el templo ya va sobrado de este tipo de hechos extraordinarios, pues la creencia popular también sitúa aquí el milagro del lobo. Según éste, San Isidro consiguió librar a un burro del ataque de un lobo, encomendándose a Dios en oración.

Sea como sea, no cuadran las fechas. La iglesia fue construida al menos un siglo después de que el santo muriera, con lo cual, haciendo caso de la tradición, tendríamos que suponer que los milagros se produjeron a campo abierto o sobre una edificación primitiva.

En cualquier caso, no parece descabellado pensar que la iglesia se decidiera levantar sobre un pozo al que los fieles atribuían propiedades curativas y milagrosas.


Vista del pozo, poco después de ser descubierto por el equipo de arqueólogos que intervino en la Iglesia de Santa María la Antigua, a finales del siglo XX (nova.es). Por entonces, aún no había sido restaurado.

Colegiata de San Isidro

Se dice que San Isidro fue zahorí antes que labrador. Y que, fruto de este oficio, fue la apertura de numerosos pozos por toda la ciudad y sus inmediaciones.

Uno de ellos pudo ser el depósito que actualmente se conserva bajo la Capilla de la Inmaculada, en la Real Colegiata de San Isidro, en la Calle de Toledo.

Fue construido para uso de la familia de los Vera, que, durante la Edad media, fue propietaria de una casa en el solar que hoy ocupa el templo.


Vista de la capilla, con el pozo en primer término, señalado con una flecha (archimadrid.es).

Casa de Iván de Vargas

El pozo de la Casa de Iván de Vargas es, sin duda alguna, el de mayor valor artístico de todos los que se relacionan con el santo. Frente al aspecto rústico de los otros tres, éste tiene labrado en el brocal un relieve, donde se representa a San Isidro mediante rasgos esquemáticos, característicos de la Edad Media.

Se encuentra en uno de los dos patios del inmueble, que, como ya hemos señalado en otra ocasión, fue demolido en 2002 y reconstruido para ser habilitado como biblioteca municipal. Se trataba de un edificio renacentista, levantado sobre los restos de un caserón medieval, donde residía Iván de Vargas, patrono de San Isidro.

A pesar de las diferentes intervenciones arquitectónicas sufridas por la vivienda a lo largo del tiempo, el pozo ha sido respetado y conservado, debido a su directa vinculación con el santo.

De hecho siempre ha sido objeto de culto por parte de los madrileños, con las consiguientes molestias a los dueños de la casa, que consentían resignados el constante desfile de peregrinos por su propiedad.

Para evitar estos trastornos, en la década de los cincuenta del siglo XX, el Ayuntamiento de Madrid ideó un plan de acceso directo al pozo desde la calle, que no pudo llevarse a cabo, en el que se contemplaba la instalación de la portada gótica del Hospital de la Latina.

Lo ocurrido posteriormente ya lo conocemos. La Casa de Iván de Vargas quedó abandonada, ante el desinterés y la desidia municipal, hasta su arruinamiento y destrucción final.


Imagen de San Isidro, labrada en el pozo de la Casa de Iván de Vargas (marzo de 2011).

sábado, 15 de mayo de 2010

La Romería de San Isidro en ocho imágenes históricas y artísticas

Hoy se celebra la festividad de Isidro de Merlo y Quintana, más conocido como San Isidro Labrador, que vio la luz en Madrid hace aproximadamente 930 años.

En su honor, los madrileños celebran cada 15 de mayo diferentes actos festivos, religiosos y lúdicos, entre los que ocupa un lugar preferente la romería a la Pradera de San Isidro.

Hacemos un repaso a esta popular tradición a través de ocho imágenes históricas y artísticas, que recorren los tres últimos siglos.



La romería en 1788, tal y como la plasmó Francisco de Goya en La pradera de San Isidro.



Varios años después, Goya ofreció una visión completamente diferente de los actos festivos de la pradera. El cuadro La romería de San Isidro, una de las pinturas negras del artista, está fechado entre 1819 y 1823.



Estampa realizada entre 1801 y 1850, donde se aprecia el ambiente festivo de la pradera.



Dibujo sarcástico publicado en 1870 en 'La Ilustración de Madrid', con el título La Romería de San Isidro: cómo van, cómo vuelven.



Cuadro de José Gutiérrez Solana, titulado Verbena en la Pradera de San Isidro, pintado hacia 1908-1915.



Atracciones mecánicas en la pradera, en el año 1930.



Vista de la pradera el 15 de mayo de 1950.



Un grupo de romeros junto a la Ermita de San Isidro, en 1961.