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lunes, 15 de julio de 2013

Puerta Cerrada, número 4

En la primavera de 2011 fue demolido el edificio existente en el número 4 de la Plaza de Puerta Cerrada. Ello significó la desaparición de uno de los murales que el diseñador Alberto Corazón pintó en 1983, pero, a cambio, quedaron al descubierto varios restos del recinto amurallado que los cristianos levantaron Madrid entre los siglos XI y XII.



En una de las esquinas del solar liberado, puede verse un lienzo de la muralla, que arranca desde el suelo y llega hasta la segunda planta. Todo parece indicar que forma parte del muro que fue documentado en el último tercio del siglo XX, aunque en referencia al número 6 de la plaza, donde se encuentra el Bar La Escondida.



Se trata de uno de los lienzos más importantes que se conservan de la muralla, pues no solo mantiene completa la altura original, sino también el adarve o camino de ronda e, incluso, el pretil. Solo que, desde el número 4, no podemos ver más que un pequeño fragmento, correspondiente a la base, que apenas permite hacerse una idea de sus auténticas dimensiones.

Más relevante, si cabe, es el arco de medio punto que se abre justo encima. Podría pertenecer al torreón de la muralla que comparten, desde sus respectivas traseras, los números 4 y 6 de la Plaza de Puerta Cerrada y el número 4 de la Cava Baja.

Si se confirman nuestras sospechas, podríamos estar ante la puerta de ingreso a la torre, desde el adarve. En su interior, se observa una escalera en ascenso, actualmente apuntalada, que, pese a los materiales modernos que la recubren, bien podría tener un origen medieval.



Solo esperamos de nuestras autoridades que pongan un especial empeño para salvaguardar estos restos y que faciliten todos los medios para su exploración y estudio. Desde que se produjera el derribo, hace ya más de dos años, apenas hemos visto actividad en la zona.

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lunes, 14 de enero de 2013

El mastodonte mayrití

La existencia de animales prehistóricos en el subsuelo madrileño no es un descubrimiento reciente, sino que se conoce desde la propia fundación de la ciudad, en el siglo IX. Aunque cabe entender que, en aquel entonces, no se pensara en términos paleontológicos y se hablara de prodigios de la naturaleza, bestias monstruosas, demonios o dragones.

Una de las crónicas más detalladas que se conservan del Madrid islámico hace referencia precisamente a la aparición de una osamenta de grandes proporciones, mientras se excavaba el foso exterior de la muralla musulmana.


Muralla musulmana, en la Cuesta de la Vega.

Estamos hablando, por tanto, de los tiempos del emir Muhammad I (823-886), considerado el fundador de Mayrit, o quizá de su primogénito y sucesor, Al Mundir (844-888).

Sin embargo, la crónica en cuestión es muy posterior a ese momento. Es de finales del siglo XV y la firma el geógrafo Al Himyari, quien, haciéndose eco de las palabras del historiador Ibn Hayyan (987-1075), describía el hallazgo de este modo:

"Se encontró una tumba con un esqueleto gigantesco, cuya longitud era de cincuenta y un codos, es decir, ciento dos palmos, desde la punta de la cabeza a los pies."

"Se confirmó la veracidad de esto por un comunicado del cadí de Mayrit, que fue en persona a verlo, junto a sus testigos oficiales, y notificó que el volumen de caja craneana alcanzaría ocho arrobas, más o menos. ¡Alabado sea quién ha puesto en todo su signo!"

¿Sería un mastodonte, un mamut o, tal vez, un dinosaurio?

Mastodonte de Cerámica Mirasierra, en el barrio de Tetúan (1959).

lunes, 25 de junio de 2012

El viaje de agua de la Plaza de los Carros

La Plaza de los Carros alberga una de las huellas más interesantes del Madrid musulmán. Las excavaciones realizadas en 1983 en este recinto sacaron a la luz los restos de un viaje de agua, cuyo origen islámico fue ratificado por los arqueólogos Luis Caballero, Manuel Retuerce y Carmen Priego.



Se trata de un tramo de diez metros de longitud, perteneciente a un viaje que posiblemente nacía en las Fuentes de San Pedro, cerca de Puerta Cerrada, para luego dirigirse a la Cava Baja hasta llegar a la Plaza de los Carros, donde recibía las aguas de San Andrés.

Continuaba después por la Calle de Don Pedro para descender por la Cuesta de los Caños Viejos, junto a uno de los estribos del viaducto, en dirección a la Calle de Segovia.

Los vestigios encontrados consisten en un canal de sección rectangular, con un andén lateral o codo de 43 centímetros de ancho y un lecho de piedras en el fondo. Está construido en pendiente, salvando el pronunciado barranco que había en la zona, en dirección este-oeste.

Cuenta con un murete intermedio que, a modo de presilla, llega a la altura del andén. La función de este elemento era depurar el agua que conducía el viaje, actuando como un pequeño pozo donde se depositaban los residuos sólidos arrastrados por la corriente.


Fuente: Manuel Retuerce Velasco.

Para Manuel Retuerce, no hay ninguna duda de que el viaje fue hecho durante el periodo omeya, "en un momento bastante anterior a la conquista castellana de 1085". Tal afirmación se basa en el estudio de los escombros vertidos, que se presentan en varias capas, todas ellas con cerámicas musulmanas.

Además, existe una tradición oral y escrita que alude a la existencia de viajes de agua árabes. Es el caso del arquitecto Teodoro de Ardemans (1661-1726), quien alertó sobre las "minas antiguas de Madrid, hechas en tiempo que ocuparon los moros", ya que provocaban hundimientos en las calles.


Fuente: Manuel Retuerce Velasco.

A pesar de ello, el hecho de que no se hayan descubierto restos similares impide ser categóricos a la hora de establecer una cronología islámica, como previene el gran investigador José Manuel Castellanos.

Incluso algunos autores sostienen que pudo ser construido en época cristiana, pero no por los cristianos -los vencedores-, sino por los árabes -los vencidos-.

Esta última hipótesis se basa en la idea de que una ciudad tan pequeña como el primitivo Mayrit no precisaba de viajes de agua, sino que se abastecía mediante pozos y otros sistemas hidráulicos, de menor complejidad que aquellos.

Y sólo cuando se produjo un cierto desarrollo demográfico -esto es, a partir de los siglos XI y XII-, los viajes se hicieron necesarios.

El viaje de agua de la Plaza de los Carros no fue destruido tras su excavación. Tampoco fue sepultado, sino que yace en el subsuelo, dentro de una oquedad, esperemos que por mucho tiempo.

Fuentes consultadas

- Testimonios materiales del Madrid andalusí, de Manuel Retuerce Velasco (2004)
- Los viajes de agua de Madrid, de Emilio Guerra Chavarino (2006)
- Vestigios del Madrid islámico: silos y pozos, de José Manuel Castellanos Oñate (2012)
- Mayrit fundación musulmana: evidencias materiales, de José Luis Garrot Garrot (2012)
- Foro del Viejo Madrid

lunes, 7 de mayo de 2012

La muralla de Escalinata 21 ha quedado visible

Según hemos podido saber en el Foro del Viejo Madrid -al que desde aquí mandamos un cariñoso saludo-, el lienzo de muralla existente en el número 21 de la Calle de la Escalinata, junto a la Plaza de Isabel II, ha quedado al descubierto, tras ser retirados los paneles de protección que impedían su visión.



Los vestigios se corresponden con la primitiva muralla cristiana, que se empezó a levantar a finales del siglo XI o principios del XII, una vez que la ciudad musulmana de Mayrit pasó a manos de la Corona de Castilla y León.

Fueron hallados en el año 1988, al derribarse un inmueble, que tenía integrados estos restos medievales dentro de la medianería que compartía con un edificio contiguo, accesible desde la Calle del Espejo (paralela a Escalinata).

Al tratarse de un patrimonio protegido, no pudo construirse sobre los terrenos liberados. Para suavizar el impacto visual que suponía la presencia de un solar vacío en una zona monumental como la de Ópera, se optó por cercarlo con unas vallas metálicas, que, a modo de trampantojo, simulaban una fachada y que, al mismo tiempo, servían de soporte publicitario.

Hace unas cuantas semanas los paneles fueron eliminados, dejando visible un muro medianero, en el que hay incrustado un lienzo de mampostería, en cuyo interior se abre un vano de medio punto, hecho en ladrillo.

Es inevitable relacionar esta oquedad con el arco medieval que hay en el sótano de un restaurante próximo, ubicado en el número 3 de la Plaza de Isabel II. ¿Serán la entrada y la salida de la misma puerta?

Sea como sea, ese acceso se encuentra ahora varios metros sobre el suelo, lo que da cuenta de cómo ha sido modificado el terreno. Debe considerarse que, en esta zona, existían unos profundos barrancos, que, con el paso del tiempo, se fueron suavizando hasta conformar un entorno de apariencia llana o, a lo sumo, con pequeñas cuestas.


Plaza de Isabel II, número 3. 


Calle de Escalinata, 21.

El solar se ha cubierto con una capa de cemento,al tiempo que ha sido instalada una verja, que protege el lugar, sin impedir la visibilidad.

Todo parece indicar que estas acciones están relacionadas con el Plan Temático del Recinto Amurallado, que el Ayuntamiento de Madrid empezó a gestar en 2007.

Según podemos leer en la web municipal, su objetivo es "poner en valor los restos existentes en los edificios, establecer criterios de tratamiento de los espacios libres públicos que refuercen la singularidad del recinto y contribuir a la mejora ambiental y la habitabilidad".

Si esto es realmente así, mucho nos tememos que el citado plan se ha quedado muy corto, al incidir tan sólo en el envoltorio visual y truncar toda posibilidad de cata arqueológica con la pavimentación del suelo.

Estaremos pendientes para ver si, al menos, se procede, no ya a la restauración, sino a un mínimo acondicionamiento de los restos. O si, por el contrario, como ocurre con otros fragmentos de la muralla, los dejaremos sin consolidar, con las piedras desprendiéndose poco a poco.

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lunes, 7 de noviembre de 2011

La cámara subterránea de la Cuesta de la Vega

Nos dirigimos a la confluencia de la Calle Mayor con la Cuesta de la Vega, a los aledaños de la Cripta de la Catedral de la Almudena, en busca de uno de los mayores misterios arquitectónicos que esconde el subsuelo de la ciudad.

A los pies de la fachada meridional del Museo de Colecciones Reales, donde antes había un muro de ladrillo con una hornacina dedicada a la Virgen, se encuentra una cámara subterránea, muy poco conocida por los madrileños, que, por motivos de seguridad del Palacio Real, está sellada.

Este desconocimiento no sólo se explica por la inaccesibilidad del recinto, sino también por la escasa divulgación que han tenido las prospecciones y estudios realizados, tal vez porque ninguno de ellos ha arrojado datos verdaderamente concluyentes, aunque siempre se ha apuntado un posible origen medieval.


La Puerta de la Vega en el plano de Pedro Teixeira, de 1656.

En relación con la desaparecida muralla musulmana, la cámara estaba situada extramuros, casi pegada a una de las torres que protegían la Puerta de la Vega, precisamente en el punto donde la tradición sitúa la aparición de la Almudena.

Esta sorprendente localización ha hecho mucho que pensar a investigadores, arqueólogos y aficionados, toda vez que aparecen vinculaciones muy directas con la la leyenda de la Virgen de la Almudena.

¿Y si ésta tuviese algún fundamento histórico? ¿Sería éste el lugar donde la talla permaneció desde el año 712, cuando presuntamente fue escondida, hasta 1085, cuando el rey Alfonso VI la encontró milagrosamente?

Aceptar este planteamiento supondría dar un vuelco a la historia de Madrid, pues cabría entender que la villa no fue fundada por los musulmanes en el siglo IX, como se mantiene oficialmente, sino que existía una población anterior, de origen visigodo, que tomó la decisión de ocultar la imagen, ante la amenaza de la invasión árabe.


Dibujo de la Cuesta de la Vega, en 'El Museo Universal' (1867).

¿Una construcción militar?

Como se ha dicho, la estancia ha sido objeto de diferentes evaluaciones, llevadas a cabo en las últimas décadas del siglo XX tanto por técnicos municipales como por arqueólogos de la Comunidad de Madrid, con resultados tan diversos como sugerentes.

En ellas han intervenido personalidades tan relevantes como Manuel Montero Vallejo, que emitió el informe correspondiente a la investigación de 1987.

Lejos de cualquier consideración religiosa, el insigne profesor señaló que podía tratarse de la cántara que alojaba al cuerpo de guardia, encargado de vigilar los accesos por la Puerta de la Vega. Tendría, por tanto, un origen medieval, aunque, según esta interpretación, bastante posterior al periodo musulmán.

Con independencia de esta posible función militar en el medievo, lo que sí parece cierto es que la cámara fue utilizada militarmente en el siglo XX, en concreto, durante la Guerra Civil, cuando sirvió de refugio.

La entrada al mismo puede verse al fondo de la imagen inferior, junto a una pequeña garita. En primer plano, pueden apreciarse los asentamientos de las piezas de artillería allí instaladas durante la contienda.


La Cuesta de la Vega en 1939.

En la siguiente fotografía se ve con mayor detalle el pozo de acceso al refugio de la Cuesta de la Vega, que, como se acaba de comentar, podría corresponderse con la cámara que ocupa nuestra atención.



¿Un templo visigodo?

Mucho más impactantes fueron los trabajos llevados a cabo en 1992, que se efectuaron bajo la supervisión de la Dirección General de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid.

En ellos se concluyó que la estructura podría haber sido levantada entre los siglos VII y X, a juzgar por los patrones constructivos utilizados. Se insinuaba así un posible origen visigodo.

La cámara presenta elementos arquitectónicos de relevancia, construidos con una clara intención artística, lo que lleva a considerar que desarrolló una función importante, tal vez vinculada al culto religioso.

Su descripción la encontramos en la revista Amigos del Foro del año 2005, en un artículo firmado por Julio Real. "Orientada en sentido longitudinal oeste-este, es una construcción de nueve metros de longitud por cinco metros de anchura y tres metros de altura".


La Cuesta de la Vega en el año 1875.

"Se encuentra dividida en dos naves por dos pilares de piedra granítica. Estas naves se hallan cubiertas de bóvedas vaídas recubiertas de ladrillos perfectamente dispuestos y que buscan ocasionales y sencillos efectos decorativos, como su organización en varios arcos ciegos en las paredes laterales".

"Asimismo, en dichas paredes se repite el elemento arquitectónico de los pilares de granito, embutidos en las paredes y rematados por capiteles de ladrillo que apean los arranques de las bóvedas de las naves respectivas. El solado, integrado por un pavimento de losas de sílex, no es coetáneo del resto de las estructuras del edificio y puede responder a una reforrna posterior".

"Presenta dos puertas de acceso originales. La que parece ser principal, está constituida por un arco rebajado, estando orientada al norte, hacia el interior de la Villa y del antiguo Alcázar; la otra se abre hacia la Cuesta de la Vega, acceso de salida de la población hacia la vega del río Manzanares".

¿Mudéjar, mozárabe?

En el magnífico libro Madrid musulmán, judío y cristiano. Las murallas medievales de Madrid, de Isabel Gea Ortigas y José Manuel Castellanos Oñate, descubrimos un sencillo croquis de la estancia, que dibujó hacia 1985 María Teresa Ruiz Alcón, por entonces Conservadora de Bienes Muebles e Inmuebles de Patrimonio Nacional.



Según se reproduce en el libro que acabamos de citar, María Teresa Ruiz Alcón considera que la cámara "no guarda ninguna relación con los subterráneos del Palacio Real ni, por supuesto, del antiguo Alcázar y parece independiente de cualquiera otra edificación que hoy no exista".

Para ella, se trataría de una construcción mozárabe o mudéjar, de los siglos XI o XII, que fue erigida de manera exenta, al menos en uno de sus lados, y cubierta con tierra más tarde. También observó huellas de reformas posteriores, tal vez de los siglos XVII o XVIII.

¿La primera Iglesia de la Almudena?

Una de las posibilidades barajadas es que podemos estar ante los restos del primer templo que tuvo, no ya la Virgen de la Almudena, sino la que pudo ser su predecesora, la de la Vega. Y que, con el paso del tiempo, terminó engullido bajo la tierra, sobre todo después de que, en 1905, fuera levantado el muro de contención de la catedral.

El ya señalado libro Madrid musulmán, judío y cristiano. Las murallas medievales de Madrid se hace eco de las valoraciones de Nicolás Sanz, archivero de la Cripta de la Catedral de la Almudena, ya fallecido, quien estaba seguro de que ésta fue la primera ubicación de la Iglesia de Santa María, donde se ocultó la imagen de la Virgen en el año 712.

Sanz pensaba que la iglesia tuvo "que ser abandonada, porque levantada como estaba casi a la mitad de la torrentera que baja de Bailén a la Vega, el agua inundaría un piso y otro, por lo que tuvieron necesidad de buscar otro emplazamiento, bien fuera del solar de la antigua mezquita, bien fuera donde fuera".


Octubre de 2011. La cámara se encuentra bajo esta acera, actualmente cercada por las obras del Museo de Colecciones Reales.

La solución, a punto

El misterio de este recinto está a punto de despejarse. Lamentablemente, los que nos habíamos hecho ilusiones con un origen alto o bajomedieval tenemos que aterrizar y poner los pies en el suelo, pues, al parecer, estamos ante una obra decimonónica.

Y para solucionar el enigma, volvemos a acudir a la gran investigadora Isabel Gea, que, hace apenas unos meses, en el Foro del Viejo Madrid, nos ofrecía los últimos datos, quizá ya los definitivos, tras mantener una conversación con el arqueólogo Salvador Quero, conservador del Museo de los Orígenes.

Quero "encontró accidentalmente -porque estaba archivado en un lugar equivocado- un legajo en el cual se explicaba un proyecto de construcción de una columna muy alta coronada con la imagen de la Virgen de la Almudena. Este proyecto se comenzó a construir en el siglo XIX y la cámara subterránea era el basamento de la columna".

Quedamos a la espera de datos más precisos sobre este proyecto extraviado, recién descubierto, que ha puesto freno, de manera tan repentina y brusca, a nuestra divagante imaginación.

Bibliografía y agradecimientos

Madrid musulmán, judío y cristiano. Las murallas medievales de Madrid, de Isabel Gea Ortigas y José Manuel Castellanos Oñate. Ediciones La Librería, Madrid, 2008.

¿Templo visigodo en la Cuesta de la Vega?, de Julio Real. Revista Amigos del Foro, Asociación Amigos del Foro Cultural, Madrid, 2005.

Agradecimientos especiales a Julio Real, a Isabel Gea, a 34BM (que nos ha hecho llegar la fotografía de 1939, a su vez colgada por Pepcor, y otras imágenes históricas, procedentes de www.gefrema.org), al Foro del Viejo Madrid y a Urbanity.

miércoles, 23 de marzo de 2011

El Museo de los Caños del Peral, inaugurado

Hoy miércoles ha sido inaugurado el museo subterráneo de la estación de metro de Ópera, donde se guardan los restos de la Fuente de los Caños del Peral, de origen renacentista; de la Alcantarilla del Arenal, del siglo XVI; y del Acueducto de Amaniel, construido a principios del siglo XVII.



Los políticos ya se hicieron la foto, los medios de comunicación la difundieron y todos tan contentos de cara a la galería. Pero casi nadie ha sido capaz de llegar al verdadero meollo del asunto: debajo de toda la parafernalia de la foto inaugural, se esconde una nueva y vergonzosa demostración del absoluto desprecio de nuestros gobernantes hacia el patrimonio histórico-artístico madrileño.



Como ya comentamos hace unos días, se confirma que la musealización de los vestigios hallados bajo la Plaza de Isabel II ha supuesto la mutilación de los mismos, así como su desplazamiento con respecto a su ubicación primitiva.

El Acueducto de Amaniel ha sido salvajemente troceado. Tan sólo se exhibe un pequeño fragmento, mientras que la mayor parte de la estructura yace seccionada en los almacenes municipales de la Casa de Campo, según hemos podido leer en algunos foros.



Tampoco la fuente está en su totalidad, ya que se ha optado por mostrar únicamente cinco metros, de los treinta y cuatro de los que consta la obra original. Nos dicen que la parte que no ha sido musealizada ha vuelto a ser enterrada. ¿Será verdad?



Si esto ha ocurrido con uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de la historia de Madrid, por la envergadura de lo encontrado y su buen estado de conservación, ¿que no habrá pasado y pasará con los restos de menores dimensiones?


Dibujo existente en el museo, en el que se recrea el primitivo aspecto de la fuente, del acueducto y de la alcantarilla.

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lunes, 21 de marzo de 2011

Los pozos milagrosos de San Isidro

En nuestra reciente visita a la Casa de Iván de Vargas, tuvimos la oportunidad de ver uno de los cuatro pozos milagrosos que tradicionalmente se han vinculado a San Isidro Labrador (1082-1172). Hoy seguimos la pista de todos ellos.


'El milagro del pozo', de Alonso Cano (1648). Museo del Prado.

Museo de los Orígenes

Este museo tiene su sede en un palacio del siglo XVI, situado en la Plaza de San Andrés, en cuyo solar estuvo antiguamente una de las muchas casas que el linaje de los Vargas, uno de los más poderosos del Madrid medieval, tenía repartidas por la ciudad.

Se cree que San Isidro vivió en este lugar, como sirviente de esta influyente familia. De hecho la tradición localiza aquí el llamado milagro del pozo, gracias al cual el santo pudo salvar a su hijo de morir ahogado, haciendo subir las aguas hasta el brocal.

Lo milagroso es que el pozo haya llegado hasta nosotros. Se encuentra dentro del museo y tiene una profundidad de 27 metros, a los que hay añadir tres metros más de agua potable.


El pozo existente en el museo, en una imagen de 2008.

Iglesia de Santa María la Antigua

Esta iglesia del siglo XIII, ubicada junto al cementerio de Carabanchel, guarda en su interior un pozo medieval, que fue descubierto en 1997, durante los trabajos de restauración llevados a cabo por la Comunidad de Madrid.

El depósito tiene una profundidad de 13,5 metros y está hecho en ladrillo, con el brocal de piedra. Se supone que a él acudía San Isidro para dar de beber a sus bueyes.

Santa María la Antigua se disputa con el Museo de los Orígenes la titularidad del milagro del pozo, aunque el templo ya va sobrado de este tipo de hechos extraordinarios, pues la creencia popular también sitúa aquí el milagro del lobo. Según éste, San Isidro consiguió librar a un burro del ataque de un lobo, encomendándose a Dios en oración.

Sea como sea, no cuadran las fechas. La iglesia fue construida al menos un siglo después de que el santo muriera, con lo cual, haciendo caso de la tradición, tendríamos que suponer que los milagros se produjeron a campo abierto o sobre una edificación primitiva.

En cualquier caso, no parece descabellado pensar que la iglesia se decidiera levantar sobre un pozo al que los fieles atribuían propiedades curativas y milagrosas.


Vista del pozo, poco después de ser descubierto por el equipo de arqueólogos que intervino en la Iglesia de Santa María la Antigua, a finales del siglo XX (nova.es). Por entonces, aún no había sido restaurado.

Colegiata de San Isidro

Se dice que San Isidro fue zahorí antes que labrador. Y que, fruto de este oficio, fue la apertura de numerosos pozos por toda la ciudad y sus inmediaciones.

Uno de ellos pudo ser el depósito que actualmente se conserva bajo la Capilla de la Inmaculada, en la Real Colegiata de San Isidro, en la Calle de Toledo.

Fue construido para uso de la familia de los Vera, que, durante la Edad media, fue propietaria de una casa en el solar que hoy ocupa el templo.


Vista de la capilla, con el pozo en primer término, señalado con una flecha (archimadrid.es).

Casa de Iván de Vargas

El pozo de la Casa de Iván de Vargas es, sin duda alguna, el de mayor valor artístico de todos los que se relacionan con el santo. Frente al aspecto rústico de los otros tres, éste tiene labrado en el brocal un relieve, donde se representa a San Isidro mediante rasgos esquemáticos, característicos de la Edad Media.

Se encuentra en uno de los dos patios del inmueble, que, como ya hemos señalado en otra ocasión, fue demolido en 2002 y reconstruido para ser habilitado como biblioteca municipal. Se trataba de un edificio renacentista, levantado sobre los restos de un caserón medieval, donde residía Iván de Vargas, patrono de San Isidro.

A pesar de las diferentes intervenciones arquitectónicas sufridas por la vivienda a lo largo del tiempo, el pozo ha sido respetado y conservado, debido a su directa vinculación con el santo.

De hecho siempre ha sido objeto de culto por parte de los madrileños, con las consiguientes molestias a los dueños de la casa, que consentían resignados el constante desfile de peregrinos por su propiedad.

Para evitar estos trastornos, en la década de los cincuenta del siglo XX, el Ayuntamiento de Madrid ideó un plan de acceso directo al pozo desde la calle, que no pudo llevarse a cabo, en el que se contemplaba la instalación de la portada gótica del Hospital de la Latina.

Lo ocurrido posteriormente ya lo conocemos. La Casa de Iván de Vargas quedó abandonada, ante el desinterés y la desidia municipal, hasta su arruinamiento y destrucción final.


Imagen de San Isidro, labrada en el pozo de la Casa de Iván de Vargas (marzo de 2011).

jueves, 17 de marzo de 2011

Inquietudes arqueológicas (2)

Completamos el reportaje "Inquietudes arqueológicas" con algunas preguntas sobre los vestigios aparecidos en el solar de del Museo de Colecciones Reales, el paradero de las Puentes Toledana y Segoviana y las piezas históricas que se han perdido durante la reconstrucción de la Casa de Iván de Vargas.

Museo de Colecciones Reales

La edificación de este polémico museo, a los pies de la Catedral de la Almudena y junto al Palacio Real, ha permitido descubrir restos de primer orden para comprender el origen y la evolución de Madrid.


Estado de las obras del museo en junio de 2010. 

Sin embargo, aún no conocemos la verdadera cuantía y naturaleza de todo lo que se ha encontrado, más allá de algunos elementos de gran magnitud, como el magnífico lienzo de muralla musulmana. Y las informaciones aparecidas son tan desconcertantes, sorprendentes, contradictorias y, sobre todo, tan poco fundamentadas que no es de extrañar que andemos un poco perdidos sobre la trascendencia de los hallazgos.

Por ejemplo, el pasado 20 de febrero la prensa publicó que las excavaciones arqueológicas realizadas obligaban a retrasar el nacimiento de Madrid como ciudad al siglo XII y que, con anterioridad, sólo cabía hablar de un simple acuartelamiento militar. Y todo ello porque se habían descubierto unas viviendas, que parecían corresponder a ese siglo.

De un plumazo y sin más explicaciones (las estamos esperando), se echaban por tierra años y años de sólidas investigaciones, a cargo de acreditados historiadores, en las que se evidencia que Madrid, en el siglo IX, no sólo era una almudayna (ciudadela, de carácter militar), sino también una medina (ciudad, de carácter civil).

Y si no, ¿dónde hubiéramos metido a los afamados astrónomos Maslama al-Mayriti y su hija Fatima al-Mayriti, nacidos en el siglo X y considerados los primeros madrileños con nombre conocido? ¿O es que fueron fruto de un insólito apareamiento entre machos militares, acuartelados en la guarnición madrileña?


Restos arqueológicos bajo la explanada de la Almudena. Imagen capturada del vídeo explicativo de la arqueóloga Esther Andréu, donde ésta aduce que Madrid surgió como ciudad en época cristina y no islámica (25 de febrero de 2011).

Lo más asombroso del asunto es que, apenas nueve días antes, Emilio Tuñón, uno de los arquitectos del nuevo museo, ofreció una versión muy diferente, durante una conferencia celebrada en Pamplona, en la Universidad de Navarra.

No sólo señaló que las viviendas a las que nos acabamos de referir eran del siglo IX, sino que se hizo eco de algunos descubrimientos arqueológicos poco divulgados, como es el caso de un yacimiento carpetano (donde él situaba el verdadero origen de Madrid) y de varios enterramientos de esclavos cristianos.

Todo un cúmulo de paradojas que nos llevan a pensar mal. ¿No será que estamos ante una campaña de intoxicación informativa o, mejor dicho, desinformativa? ¿No será que nos quieren despistar sobre el destino final de los restos encontrados, que, en su mayoría y al margen de los que van a ser musealizados, terminarán nuevamente bajo tierra o, sencillamente, destruidos?

Esperemos que este mal pensamiento sólo sea una conjetura sin fundamento y que pronto nos tengamos que morder la lengua. A ver cómo se desarrollan los acontecimientos.

Puentes Segoviana y Toledana

Puestos a ser desconfiados, nos preguntamos por el paradero de las puentes Segoviana y Toledana, antecedentes medievales de los actuales puentes de Segovia y Toledo, cuyos vestigios aparecieron durante las obras de soterramiento de la M-30.

Aún recordamos cómo la Comunidad de Madrid instó al ayuntamiento para que instalara los restos de la Puente Segoviana, por ser los más completos, en uno de las jardines surgidos dentro del Proyecto Madrid Río, en un lugar próximo a su enclave primitivo.

Cuando éste está a punto de ser finalizado, al menos en sus principales fases, el rastro de la vieja estructura parece haberse perdido.

El primitivo Puente Segoviana. Detalle del dibujo de Anton van den Wyngaerde (Biblioteca Nacional de Viena).

Casa de Iván de Vargas

Terminamos con un tema que hemos abordado hace poco: la Casa de Iván de Vargas. Este edificio del siglo XVI, tradicionalmente vinculado a San Isidro, fue demolido en 2002 para ser reconstruido y habilitado como biblioteca.

Durante las obras han desaparecido valiosos elementos arquitectónicos y ornamentales, caso de la portada y de un escudo renacentista. Si esto ha ocurrido con diferentes piezas de la fachada, que eran visibles al público, ¿qué no habrá pasado con el casi desconocido interior, al que nadie podía acceder?

Quizá seamos demasiado desconfiados. Pero, visto lo visto, hemos comprobado que el respeto por el patrimonio histórico y artístico no se encuentra entre las prioridades de nuestros políticos.

La Casa de Iván de Vargas apuntalada, en una imagen histórica.

lunes, 14 de marzo de 2011

Inquietudes arqueológicas (1)

Abandonamos el tono apacible y apasionado que solemos utilizar en este blog, para adoptar un punto de vista crítico e, incluso, malhumorado.

Desde esta posición reivindicativa, trasladamos a nuestros lectores las dudas, inquietudes e interrogantes que nos han surgido en los últimos días, acerca del destino final que tendrán los restos arqueológicos descubiertos con las últimas obras urbanas.

En esta primera entrega analizamos los vestigios desenterrados durante la reforma de la Plaza de Isabel II y de la Calle de Serrano. En la segunda, que publicaremos el próximo jueves 17 de marzo, hablaremos del Museo de Colecciones Reales, de las antiguas Puentes Toledana y Segoviana -que aparecieron durante el soterramiento de la M-30- y de la Casa de Iván de Vargas.

Fuente de los Caños del Peral

Treinta y cuatro metros de fuente y sólo podremos ver un pequeño pedazo. Según hemos leído en algunos foros y periódicos, esta obra del siglo XVI, hallada en el subsuelo durante los trabajos de remodelación de la Plaza de Isabel II, ha sido dividida en dos partes, muy desiguales.


Montaje del testero norte de la fuente para su musealización (ADN, 10 de febrero de 2011).

Un fragmento de apenas cinco metros será exhibido dentro del nuevo museo que está a punto de inaugurarse en el interior de la estación de metro de Ópera. El otro, de 29 metros, el que mejor nos podía dar una idea de la monumentalidad de la fuente, ha vuelto a ser enterrado.

Si esto se confirma (que parece que sí), nos quedaremos sin ver, en su auténtica envergadura, uno de los descubrimientos arqueológicos más deslumbrantes de la historia de Madrid: no estamos hablando de simples vestigios, sino de una fuente grandiosa e imponente, en muy buen estado de conservación.

Debe tenerse en cuenta que la fuente no fue derribada, sino que se optó por sepultarla, en el contexto de los trabajos de nivelación de los antiguos barrancos existentes en la zona, llevados a cabo en el siglo XIX. Esto ha permitido que haya llegado hasta nosotros prácticamente entera.

La Fuente de los Caños del Peral tiene forma de L y consta de cinco caños, instalados en otras tantas hornacinas con veneras. La sección que va a ser musealizada se corresponde con el testero norte de la fuente (esto es, con la parte donde la L se dobla -así por lo menos lo entendemos-), donde sólo hay una hornacina.

Acueducto de Amaniel

En el museo subterráneo de Ópera, que ocupa una superficie de 200 metros cuadrados, tampoco caben los tres arcos de medio punto del Acueducto de Amaniel, descubiertos igualmente durante las obras de la Plaza de Isabel II.

De ahí que esta construcción hidráulica, que formaba parte de un viaje de agua del siglo XVII, haya sido mutilada, para poder ser encajada en el nuevo espacio museístico. Finalmente, sólo se van a exponer un arco y la mitad de otro.

Resulta increíble que nuestros gobernantes, tan generosos excavando túneles y más túneles de tráfico, se hayan mostrado tan ruines y mezquinos a la hora de arañar unos cuantos metros más en el subsuelo de la plaza.



Arriba, el acueducto en octubre de 2009, recién descubierto. Abajo, restaurado y seccionado, en el año 2011 (ADN, 10 de febrero de 2011).

Cerca de Felipe IV

Se ha inaugurado el último de los aparcamientos excavados bajo la Calle de Serrano y los restos de la Cerca de Felipe IV (siglo XVII), que aparecieron durante las obras, siguen ocultos. Se trata de un lienzo de unos 70 metros de longitud, de los cuales alrededor de 48 se vieron afectados por la nueva infraestructura.

Según hemos podido leer en algunos medios, se está a la espera de que la Comunidad de Madrid, que anunció que los vestigios encontrados iban a ser expuestos, pueda comenzar el proyecto de musealización al que se comprometió públicamente.

Mucho nos tememos que, dados los tiempos de crisis que corren, esta promesa se quede en agua de borrajas. No sería la primera vez que nos ponen la zanahoria delante del hocico, para después dejar pasar el tiempo y todo se olvide.

Y, si no, sólo hay que echar un visto al nuevo parking construido: todo esta pluscuamperfecto, inmaculado, sin ninguna pista de que, detrás de algún muro, pueda esconderse algún resto arqueológico. Vamos, como si fuera a quedarse así toda la vida.


Excavaciones en la Calle de Serrano (El Mundo, 6 de agosto de 2009).

miércoles, 14 de abril de 2010

Cuatro puertas fuera de contexto

Nos detenemos en esta ocasión en cuatro puertas monumentales, que tienen como denominador común ser supervivientes. Consiguieron salvarse de la piqueta, tal vez milagrosamente, y a cambio tuvieron que pagar el precio de quedar fuera de contexto o, mejor dicho, de asumir un entorno muy diferente al del momento de su construcción.

Portada del Hospital de La Latina



La portada gótica del Hospital de la Concepción de Nuestra Señora quedó fuera de contexto cuando, en 1904, fue demolido el edificio al que daba acceso. Después de varias décadas olvidada en los depósitos municipales, fue trasladada en los años setenta del siglo XX a los jardines de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura, en la Ciudad Universitaria.

Al menos, tuvimos la suerte de que fuera rescatada, junto con una bella escalera gótica, que terminó instalada en una de las casas de los Lujanes de la Plaza de la Villa. Algo inusual en una ciudad tan aficionada a llevarse por delante monumentos y restos arqueológicos.

El hospital estaba en la Calle de Toledo, donde ahora se levanta la tienda de disfraces de Caramelos Paco. Fue creado en 1499 por Beatriz Galindo (1465-1534), a la que todo el mundo llamaba La Latina por sus elevados conocimientos del latín, apodo que, a la postre, fue el que se impuso a la hora de designar a la institución hospitalaria.

Del primitivo deambular de enfermos y personal sanitario, la puerta acoge en la actualidad un continuo trasiego de profesores y estudiantes, que la asedian aparcando sus motos bajo su arco apuntado y sus coches delante del frontal.

En su emplazamiento actual, muy alejado del casco histórico donde fue levantada, pasa desapercibida para la mayoría de turistas que visitan nuestra ciudad, pero tampoco muchos madrileños saben de su existencia.

Arovechamos la ocasión para expresar nuestro deseo de que la puerta pudiera regresar al centro de Madrid, a un enclave donde luzca como merece, acorde con su enorme importancia histórico-artística.

Puerta de la muralla



Esta sencilla puerta, que formó parte de la antigua muralla cristiana de la villa, puede verse en el sótano de un restaurante de comida americana, situado en la Plaza de Isabel II.

La función militar para la que fue creada ha dejado paso, varios siglos después, a un ambiente ruidoso y festivo, en el que no tienen cabida ni asaltos ni defensas. Y los centinelas que la flanquearon durante la Edad Media, en alerta ante posibles incursiones musulmanas, han sido sustituidos por bulliciosos comensales que pasan junto a ella, a veces sin darse cuenta de su existencia, en busca de los aseos.

Aunque la muralla fue levantada entre los siglos XI y XII, cabe suponer que la portada tenga un origen posterior. Algunos investigadores, como José Manuel Castellanos, autor de la estupenda web El Madrid medieval, sostienen que pudo ser construida en época tardomedieval, tras una posible remodelación del recinto amurallado.

Los restos que se conservan consisten en un un arco de medio punto, hecho en ladrillo, que se abre en un lienzo de mampostería de sílex, de 2,5 metros de alto y 3 metros de longitud.

Portada de San Luis Obispo



La portada barroca que vemos en la fotografía también está fuera de contexto, aunque no tanto como las dos puertas anteriores. A pesar de que, como éstas, también fue trasladada, no cambió tan radicalmente de ambiente, de tal modo que continúa vinculada al mismo entorno religioso en el que vio la luz.

Se trata de la entrada principal de la desaparecida Iglesia de San Luis Obispo, que estuvo emplazada en la Calle de la Montera hasta el 13 de marzo de 1935, cuando sucumbió pasto de las llamas. Lo único que se salvó fue la portada, instalada desde el año 1950 en la fachada septentrional de la Iglesia del Carmen, situada muy cerca de la Puerta del Sol.

Aunque suele permanecer cerrada, ya que el acceso al templo se realiza desde la Calle del Carmen, la portada sigue participando del mismo ámbito eclesiástico de cuando estuvo en la Montera, al que se le añade en la actualidad una dimensión turística que, en aquel entonces, ni se sospechaba que pudiera aparecer. Feligreses y turistas comparten, a partes iguales, el día a día de la puerta.

La Iglesia de San Luis Obispo se construyó en la segunda mitad del siglo XVII, pero la portada que ahora mismo luce en la Iglesia del Carmen fue realizada en 1714 por Francisco Ruiz. Está presidida por una escultura del santo titular, hecha en piedra de caliza por Pablo González Velázquez.

Portada de la Capilla del Monte de Piedad



La cuarta y última puerta que traemos a colación cambió su contexto religioso original por el mundo de las finanzas. Desde 1733, cuando fue construida por Pedro Ribera, hasta los años sesenta del siglo XX, cuando estrenó un nuevo emplazamiento, fue la entrada de la capilla anexa al Monte de Piedad.

Esta institución se fundó en 1702, a partir de una iniciativa de Francisco Piquer, que contó con el apoyo del rey Felipe V. Tenía su sede en un edificio barroco situado en la Plaza de las Descalzas Reales, que fue demolido para construir en su solar una de las sedes de Caja de Madrid.

La portada de la capilla consiguió salvarse de la piqueta y fue llevada unos metros más allá de su ubicación original. Está encajada en la fachada trasera del inmueble de la entidad bancaria, mirando hacia el Monasterio de las Descalzas. Y, como las tres anteriores puertas, se encuentra fuera de contexto.

Artículos relacionados

La serie "Las otras puertas de Madrid" consta de estos otros reportajes:
- La Puerta de Felipe IV
- La Puerta Real

martes, 23 de marzo de 2010

Empeora el estado de la muralla de la Calle del Almendro



Hace unos cuantos meses, el blog Arte en Madrid publicaba el magnífico artículo Un paseo en busca de la muralla cristiana, donde se hacía un recorrido por los restos de la fortificación que aún se mantienen en pie.

Entre ellos, los que se conservan en el número 17 de la Calle del Almendro, a los que Mercedes Gómez, la autora del reportaje, se refería en los siguientes términos: "tras la verja de un pequeño jardín, hallamos un lienzo de 16 metros de largo, que siempre da la impresión de que necesitaría más cuidados".

Tras visitar recientemente estos vestigios, creemos que ya no hay que hablar solamente de cuidados, como sugería Mercedes con todo el sentido, sino de una completa restauración y consolidación.

Como puede observarse en las fotografías, nos da la sensación de que ha aumentado sensiblemente el número de piedras desprendidas, tal vez como consecuencia de las inclemencias de este invierno, mucho más húmedo que otros.

El aspecto actual de las ruinas resulta bastante inquietante. Esperemos que las autoridades municipales sean conscientes de este hecho y tomen medidas, antes de que sea demasiado tarde.

domingo, 14 de marzo de 2010

¿Atalaya islámica o torre cristiana?

Lo que vemos en estas fotografías son los únicos restos arqueológicos, de índole arquitectónica, que no fueron destrozados con la construcción, a finales del siglo XX, del aparcamiento de la Plaza de Oriente y del túnel de la Calle de Bailén.



Nos duele recordar que aquellas obras, concluidas en 1996, supusieron el descubrimiento y, paradójicamente, la eliminación de numerosos vestigios de nuestro pasado. Entre ellos, fueron arrasados los cimientos y sótanos de la Casa del Tesoro, comenzada en 1568 a instancias de Felipe II. Destrucción que fue justificada por algún político con frases del tipo "eran sólo piedras".

Los citados restos se exhiben, convenientemente acristalados, en el primer nivel del parking de la Plaza de Oriente y corresponden a la base de una torre medieval. Según el cartel explicativo instalado junto a las ruinas, se trataría de una atalaya islámica del siglo XI, levantada fuera del primitivo recinto amurallado que, dos siglos antes, dio origen a la ciudad de Madrid, durante la dominación musulmana de la península.

Su misión era la vigilancia y protección de una zona que, al encontrarse en fuerte pendiente por la existencia de un antiguo barranco, constituía un punto de peligro para los arrabales situados al norte de la muralla.

Sin embargo, autores como José Manuel Castellanos Oñate entienden que el origen atribuido a la atalaya es demasiado tardío como para ser musulmana. Hay que recordar que la conquista cristiana de Madrid se produjo en el siglo XI, concretamente en el año 1083, cuando el rey Alfonso VI de Castilla se apoderó de la plaza.

En su estupenda página El Madrid medieval, el investigador considera que los vestigios de la Plaza de Oriente son cristianos y que su origen podría datarse bien a finales del siglo XI, bien a principios del XII. Esto es, fue levantada en el contexto de las obras de la muralla cristiana de Madrid.

Según su teoría, estaríamos ante la Torre de los Huesos, que, junto con la Torre de Alzapierna, flanqueaba la Puerta de Valnadú, que estuvo ubicada en lo que hoy es la confluencia de las calles de la Unión y Vergara, cerca de la Plaza de Isabel II. Era una torre albarrana, separada del lienzo de la muralla cristiana, que, al estar próxima al cementerio de la Huesa del Raf, empezó a ser conocida con el apelativo que ha llegado a nuestros días.

Los restos conservados bajo la Plaza de Oriente presentan fábrica de mampostería de sílex y caliza, con sillares en los esquinales que reforzaban la construcción. Su planta era cuadrangular (3,65 x 3,40 metros) y era maciza en buena parte de la estructura.

Aunque estas características técnicas eran habituales en la arquitectura militar andalusí, debe señalarse que pervivieron más allá de la conquista cristiana. El recinto amurallado de Buitrago del Lozoya es un claro ejemplo de la persistencia de las pautas constructivas musulmanas en los siglos XI, XII y XIII, en pleno proceso de repoblación cristiana.

sábado, 30 de enero de 2010

El Parque de Mohamed I, casi listo



El Parque de Mohamed I ha sido objeto de una profunda transformación. Aunque el recinto todavía se encuentra cerrado, ya que las obras no han concluido del todo, se han retirado las vallas de protección de algunas zonas, lo que ha dejado al descubierto su nuevo aspecto.



Como puede verse en las fotografías que se acompañan, el núcleo central de esta reforma y adecuación ha sido la explanada situada delante de la muralla musulmana, que ha sido pavimentada y decorada con una fuente, utilizándose motivos ornamentales de clara inspiración andalusí. También se ha ampliado la superficie dedicada a los jardines, con nuevas plantaciones, y se ha actuado sobre el cerramiento perimetral y las pasarelas que servían de miradores de la muralla.

En lo que respecta a la muralla, la construcción más antigua que se conserva en Madrid, se ha ajardinado con plantas tapizantes el desnivel existente en su base y se ha puesto en valor todo el conjunto. Pero lo que más llama la atención es que los restos arquitectónicos adosados a la muralla han sido cubiertos con pequeños rollos de piedra, de tal forma que quedan completamente ocultos a la vista.

Las obras han sido promovidas por el Área de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Madrid y financiadas por el Plan E de Inversión Local, del Gobierno de España.

Un poco de historia

El Parque de Mohamed I fue creado a finales de la década de los ochenta, durante el mandato de Juan Barranco, con objeto de adecuar y adecentar el entorno inmediato de la muralla musulmana y permitir su visita. Fue el punto culminante de un largo proceso que se inició en los años cincuenta, cuando buena parte de los restos que hoy se exhiben quedaron al descubierto, al derruirse el Palacio de Malpica, que había sido construido sobre la propia muralla, a modo de cimiento.

Hubo que esperar bastante tiempo para acometer los trabajos arqueológicos, con diferentes campañas de excavación (de 1972 a 1975 y en 1985) y, finalmente, las tareas de restauración y consolidación, llevadas a cabo entre 1987 y 1988. Y después vino el olvido y el deterioro provocado por la desidia de las autoridades municipales, con la muralla convertida en refugio de indigentes. Toda una triste historia que, afortunadamente, parece ser agua pasada.

Resulta increíble que estos vestigios hayan llegado hasta nuestros días, teniendo en cuenta el desprecio que, históricamente, han mostrado los políticos hacia el patrimonio histórico-artístico. Sin ir más lejos, otro importante tramo de muralla, que era continuación de éste, fue arrasado impunemente hacia 1960, para levantar el actual edificio de viviendas de la calle de Bailén, número 12.

Los pocos restos que no se destruyeron se hallan sepultados en el garaje del inmueble, en un lamentable estado. Y decimos impunemente, con todo el significado de este término, porque en aquel tiempo la muralla ya había sido declarada monumento histórico-artístico (recibió esta declaración en 1954).

Breve descripción


Detalle del dibujo de Madrid, realizado por Anton Van der Wyngaerde en 1562. Puede verse la muralla musulmana, desde el Alcázar (a la izquierda) hasta la Puerta de la Vega (a la derecha).

La muralla se levantó en una fecha indeterminada entre los años 860 y 880. Fue mandada construir por el emir cordobés Muhammad I (852-886), considerado como el fundador de Madrid.

El tramo que se encuentra en el Parque de Mohamed I es el más importante de todos los conservados de la muralla musulmana. Tanto por sus dimensiones (consiste en un lienzo de aproximadamente 120 metros de largo y 2,6 de ancho) como por la posibilidad de ser visitado (la mayor parte de los otros restos no pueden contemplarse, al encontrarse en propiedades privadas).

En el lienzo hay integradas cuatro torres, que se disponen cada 20 metros, aunque de una de ellas sólo se conserva el basamento. Es muy posible que ésta fuera la que flanqueaba la Puerta de la Vega, que fue demolida en el siglo XVIII. Existe una quinta torre, que emerge solitaria junto a la parte trasera del edificio de viviendas de la Calle Mayor, 83.

El trazado de la muralla revela inequívocamente su origen islámico. Las torres son cuadrangulares, con una ubicación poco saliente en relación con el muro, rasgos inconfundibles de la arquitectura militar andalusí, frente a la planta semicircular de las las torres de las fortificaciones cristianas. También su fábrica, sílex y caliza con aparejo cordobés, informa de su construcción musulmana.

Terminamos la descripción de la muralla musulmana con esta crónica realizada por Jerónimo de Quintana, en el siglo XVII: "Fortíssima de cal y canto y argamasa, leuantada y gruessa, de doze pies en ancho, con grandes cubos, torres, barbacanas y fosos".

Galería de imágenes



El antes. Las estructuras adosadas a la parte trasera de la muralla estaban llenas de maleza y suciedad. Pero podían verse...



El después. Las citadas estructuras han sido cubiertas, imposibilitando su contemplación.



El antes. La muralla descansaba sobre un pequeño desnivel, sin ajardinar.



El después. El lienzo se apoya ahora sobre una alfombra de plantas tapizantes.



El antes. Al fondo puede verse cómo estaba la explanada de la muralla.



El después. Han aumentado las zonas ajardinadas y se ha pavimentado la explanada.