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lunes, 23 de enero de 2012

El viaje de Cosme de Médici (2): Reales Sitios, Valdemoro, Torrelodones y Las Rozas

Proseguimos con el viaje que Cosme III de Médici realizó por España y Portugal en el último tercio del siglo XVII y, más en concreto, por tierras madrileñas, donde permaneció los meses de octubre y noviembre de 1668.

Después de haber conocido su opinión sobre Alcalá de Henares y Madrid, le toca ahora el turno a El Pardo, El Escorial, Aranjuez, Valdemoro, Torrelodones y Las Rozas. Todos estos lugares fueron plasmados por el pintor Pier Maria Baldi, que acompañó al duque.


'El Escorial' (Pier Maria Baldi, 1668).

El Escorial, Torrelodones y Las Rozas

Cosme de Médici aprovechó su estancia en Madrid para visitar el Real Sitio de El Escorial. El trayecto se hacía aproximadamente en una jornada, por lo que se vio obligado a realizar una parada a medio camino, para descansar y comer.

La comitiva se detuvo en Torrelodones, "una aldehuela miserable situada al pie de unas colinas rocosas", que aparece identificada en el relato oficial con el curioso topónimo de la Torre de los Oidores.

No se sabe exactamente la razón de este nombre, a todas luces erróneo, aunque cabe entender que fuese una licencia, tal vez por la coincidencia durante el almuerzo con uno o varios oidores, un antiguo cargo judicial del Reino de Castilla.


'Torrelodones' (Pier Maria Baldi, 1668).

Debe tenerse en cuenta que Torrelodones era una parada casi obligada en el camino que conducía hasta El Escorial, al encontrarse a cinco leguas de Madrid, distancia que normalmente se recorría en media jornada yendo en coche de caballos.

Las Rozas, "otra pequeña aldea, pero fabricada más regularmente", fue otro de los lugares por los que la comitiva pasó, aunque, en esta ocasión, de regreso desde El Escorial y tomando como destino el Convento del Santo Cristo de El Pardo.


'Las Rozas' (Pier Maria Baldi, 1668).

El Pardo

A Cosme de Médici le impresionó gratamente el Real Sitio de El Pardo, principalmente sus parajes naturales. "Es una quinta del rey, colocada en el fondo de un valle habitado de gamos que, en grandísima cantidad, esperando servir los placeres del rey, gozan de la seguridad que les da un bellísimo boscaje de carrascas".

"Los bordes de este valle están formados por una serie continua de montañas poco elevadas, desde las cuales la vista no deja ser agradable y el aire salubre. En la parte más baja, corre el Manzanares".


'El Pardo' (Pier Maria Baldi, 1668).

En cambio, su impresión concreta del Palacio Real, por entonces mucho más pequeño que ahora, fue menos entusiasta. "El edificio no tiene nada de extraordinario; para un caballero privado no estaría mal. Pero la regularidad de su arquitectura le da una apariencia superior a lo que es realmente".

"Consiste en un edificio cuadrado, de ladrillos con encuadramientos de piedra, en cuyos ángulos se destacan cuatro torrecillas que, por tener dos pisos, se alzan por encima de la casa. Alrededor le da vuelta un foso seco, aunque bastante profundo, utilizado como jardín".

Aranjuez y Valdemoro

Cosme III de Médici abandonó Madrid el 25 de noviembre de 1668, para dirigirse a Andalucía. De camino, pasó por Villaverde, Pinto y Valdemoro, "un lugar muy grande del Duque de Cardona", que aparece "en el fondo de un valle", aunque, de salida, "se presenta notablemente levantado sobre el camino real".


'Valdemoro' (Pier Maria Baldi, 1668).

En Aranjuez, el soberano toscano estuvo alojado como huésped del rey. Aunque no pudo forjarse una opinión cerrada del Palacio Real, al estar "sólo un lado construido", sí que hizo una detallada descripción de los jardines.

El río Tajo, "poco antes de llegar allí dividiéndose al pasar por un depósito, forma artificiosamente una isla no muy grande donde hay un jardín. El llano de la isla está dividido por varios paseos cubiertos, aunque estrechos y bajos, en cuyos entrecruces se encuentran numerosas fuentes".

"Muchas son ricas de materia por la abundancia de los bronces y de los mármoles, pero sobre poco más o menos todas pobres de agua, pues consisten solamente en surtidores".


'Aranjuez' (Pier Maria Baldi, 1668).

"Fuera de la isla todo el resto del campo a uno y otro lado del Tajo está revestido de olmos altísimos que plantados por todas partes en dos filas forman vastísimos paseos, los cuales, al encontrarse en diversos puntos y con diversas disposiciones, ya forman una estrella de doce paseos, ya una media estrella de cinco".

Bibliografía

Viaje de Cosme III por España (1668-1669): Madrid y su provincia, de Ángel Sánchez Rivero. Publicaciones de la "Revista de la Biblioteca, Archivo y Museos", volumen primero. Ayuntamiento de Madrid, Madrid, 1927.

viernes, 12 de marzo de 2010

El Puente del Retamar



El Puente del Retamar es una soberbia construcción del siglo XVIII, situada sobre el río Guadarrama. Se encuentra en las proximidades de la urbanización Molino de la Hoz, junto a la carretera comarcal M-505, en el límite de los términos municipales de Las Rozas de Madrid y Galapagar.

Es uno de los principales atractivos del Área Recreativa Virgen del Retamar, incluida dentro del Parque Regional del río Guadarrama y su entorno.

Antecedentes históricos

Cerca del enclave donde ahora se asienta el puente estuvo la antigua aldea de Santa María del Retamar, fundada por repobladores madrileños en la primera mitad del siglo XII y abandonada a finales del siglo XIV.

De esta desaparecida población no queda más rastro que su topónimo, aplicado actualmente al puente, al área recreativa donde éste se halla y a una imagen religiosa, que se venera en la Iglesia de San Miguel, de Las Rozas.

Por su situación a los pies del Puerto de Galapagar y en una zona donde el Guadarrama amplía su valle, Santa María del Retamar siempre fue un lugar muy transitado y paso obligado para salvar el río.

Aquí confluían varios caminos comarcales, que, en el último tercio del siglo XVI, cobraron cierta importancia dentro de la red viaria del centro peninsular, debido a la fundación del Monasterio de El Escorial.

Pero, ante la carencia de infraestructuras que facilitasen un paso rápido y cómodo del río, los desplazamientos de la Corte se hacían preferentemente por el Camino de Valladolid, que unía Madrid con el Real Sitio a través de Torrelodones, Collado Villalba y Guadarrama.


El puente, aguas abajo, con sus tajamares semicirculares.

Construcción

La decisión de levantar un gran puente en la zona de El Retamar se tomó durante el gobierno del Marqués de la Ensenada (1702-1781). Fue construido en el contexto de las obras del Real Camino de Castilla y Galicia, con el objetivo de hacer transitable el paso del Guadarrama a los carros, algo imposible hasta ese momento.

Esta vía formaba parte de la estructura radial de calzadas que los Borbones pusieron en marcha en diferentes fases, junto con las carreteras de Badajoz, Cádiz, Alicante y Francia, a través de Bayona y Perpiñán. El concepto centralizador de esta red viaria, con Madrid como punto de referencia ineludible, ha pervivido hasta el último tercio del siglo XX.

Al margen de estos datos, poco más se conoce sobre el origen del puente, ni siquiera si su construcción coincidió con el reinado de Fernando VI (r. 1746-1759) o con el de Carlos III (r. 1759-1788). Tampoco se sabe quién fue su autor.

Aunque generalmente la obra es atribuida a una iniciativa de Carlos III, algunos investigadores sostienen que fue realizada en tiempos de su predecesor. Ésta es la tesis que defienden Rosario Martínez Vázquez de Parga y Teresa Sánchez Lázaro, quienes, después de analizar la factura del puente, han detectado la presencia de innovaciones técnicas que se introdujeron en España en tiempos de Fernando VI.

Es el caso de sus tajamares en forma de pie de pato, en lugar de los clásicos triangulares, o de los sombreretes gallonados, que también aparecen el Puente de San Fernando, mandado levantar por el citado monarca en 1750. Su conclusión es que pudo ser erigido en una fecha indeterminada comprendida entre 1740 y 1760.

Descripción


Labrado enteramente en sillares de granito, el Puente del Retamar es de rasante horizontal y se apoya sobre siete bóvedas de medio punto, de 8,40 metros de luz. Con respecto al tablero, su anchura es de aproximadamente 6,50 metros.

Las bases en las que se asientan los arcos miden 4,20 metros de ancho y se encuentran custodiadas a ambos lados por tajamares. Los situados aguas arriba son apuntados, mientras que los de aguas abajo son semicirculares y presentan sombreretes gallonados, que se elevan hasta casi tocar la línea de imposta.


Vista del puente, aguas arriba. En esta parte los tajamares son apuntados.

jueves, 14 de enero de 2010

El Puente Puerta de Las Rozas



Este puente sin río se ha convertido en el nuevo emblema del municipio de Las Rozas de Madrid. Su nombre, Puerta de Las Rozas, parece informar de esa función simbólica a la que, sin duda, está abocado. Fue construido hace pocos años, en plena época del ladrillazo, para comunicar dos barrios en desarrollo, que la brusca llegada de la crisis impidió finalmente urbanizar. Pero ahí quedó el puente, atravesando la Carretera de La Coruña, para recordar a los viajeros que hubo un momento de vacas gordas, en la que todos vivimos al compás del espejismo inmobiliario.



El Puente Puerta de Las Rozas fue inaugurado el 23 de junio de 2007. Su autor es el ingeniero Juan José Arenas de Pablo, a quien se deben construcciones tan significativas como el Puente de la Barqueta, de Sevilla, el puente móvil del Puerto de Barcelona, el Puente del Tercer Milenio, de Zaragoza, y el Puente de Hispanoamérica, de Valladolid. Se alza sobre el punto kilómetrico 20,175 de la A-6.



Tiene 102 metros de luz y se sostiene sobre un mástil de 45 metros de altura. Éste está formado por dos cartabones inclinados de acero, que se unen en sus extremos superiores por dos cédulas triangulares. Nueve parejas de tirantes, que parten de los cartabones, sujetan el tablero de acero y hormigón.



Con respecto al tablero, mide 20 metros de anchura. Como puede verse en la fotografía superior, integra un andén peatonal central, pavimentado en madera, con un ancho de cuatro metros. Le flanquean a ambos lados dos calzadas de dos carriles cada una, una de ida y otra de vuelta, reservadas al tráfico rodado.



Todo ello conforma una estructura asimétrica y bicromática, con el rojo como color dominante de los elementos que están en tensión (tirantes y cédulas triangulares) y el blanco en los restantes.