Mostrando entradas con la etiqueta Vírgenes madrileñas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Vírgenes madrileñas. Mostrar todas las entradas

lunes, 3 de noviembre de 2014

Una escultura y pintura cuzqueña de la Virgen de la Almudena

Cuando apenas queda una semana para la festividad de la Almudena, viajamos imaginariamente hasta Cuzco, donde existe una gran devoción por esta advocación mariana.

La presencia de esta virgen en el Perú se debe a Manuel Mollinedo y Angulo (1640-1699), un clérigo burgalés que, tras regentar la desaparecida Parroquia de Santa María de la Almudena, en la capital de España, fue nombrado Obispo de Cuzco, puesto en el que se mantuvo desde 1673 hasta el día de su muerte.

Mollinedo tenía una especial querencia por la patrona de Madrid, a quien achacaba la buena marcha de su carrera eclesiástica. Cuando se desplazó a América, se llevó consigo una lámina de la virgen, además de una astilla, que había extraído de la imagen madrileña, como así se hace constar en el inventario de sus bienes.


Fuente: Religiosidad en la Ciudad de los Reyes.

En 1686 el escultor indio Juan Tomás Tuyro Túpac recibió el encargo del prelado de labrar una nueva talla, en la que dejó incrustada la astilla, para que pudiera ser venerada por parte de los cuzqueños. Bautizada oficialmente como Natividad de la Almudena, la figura fue entronizada en 1689 en una iglesia propia, que, con el paso del tiempo, se ha convertido en una de las más visitadas de la ciudad.

Pero no solo el citado templo cuenta con representaciones artísticas de la virgen madrileña. En la Catedral de Cuzco, en el lado del Evangelio, hay colgado un cuadro de grandes dimensiones (3,10 por 5,40 metros), titulado Carlos II y María Luisa de Orleans adorando a la Virgen de la Almudena en Madrid.

Fue realizado en 1698 por Basilio de Santa Cruz Puma Callao, uno de los máximos exponentes de la Escuela Cuzqueña de pintura, igualmente a petición de Manuel Mollinedo.














El artista utilizó como referencia pictórica la lámina que el obispo se trajo de España. Se desconoce cómo era ésta, aunque cabe pensar que fuese muy similar a la que reproducimos más abajo, un grabado de la época en el que puede verse al matrimonio real en actitud orante, acompañado de Mariana de Austria, la reina viuda.



Al igual que en la lámina, el lienzo nos muestra a los reyes arrodillados delante de la Almudena, que aparece vestida con traje brocado y dentro de un retablo, que, sin duda, ha sido idealizado, pues no se corresponde con el de la estampa. En cambio, el trono sobre el que se eleva la imagen sí que parece guardar relación (fue una donación del Ayuntamiento de Madrid, efectuada en 1640).

En la parte izquierda de la pintura se representa una escena pseudo-histórica, que presuntamente se produjo durante la Edad Media: las tropas islámicas ponen cerco a la ciudad cristiana, que no solo es capaz de resistir, sino también de imponerse a los invasores, gracias a la virgen, que acude milagrosamente en su ayuda.

A la derecha se recrea fantásticamente la Parroquia de Santa María de la Almudena, plasmada probablemente desde el este, el punto cardinal hacia el que estaba orientada su cabecera, como era preceptivo en los templos medievales. A su alrededor se levanta un recinto amurallado, en el que se está disputando una cruenta batalla.



Basilio de Santa Cruz pintó un ábside de forma semicircular, tal vez poligonal, que es precisamente la planta que tuvo durante la Edad Media y que desapareció con la gran remodelación que sufrió el templo en la primera mitad del siglo XVII.

Llama la atención el anacronismo en el que cae el artista al ataviar a los cristianos con vestimentas propias del siglo XVII, así como la deslocalización de las llamas, una especie típicamente andina que se incluye en la composición junto a la caballería musulmana.

No se trata de la única pintura sobre la Almudena que se hizo en el Perú durante el barroco. Existen numerosas obras dedicadas a la virgen madrileña, como ésta que adjuntamos a continuación, una tela de finales del siglo XVII o principios del XVIII, atribuida a Mateo Pisarro. Forma parte del retablo principal de la Iglesia de Cochinoca, en la provincia argentina de Jujuy, que, en aquellos tiempos, dependía del Virreinato del Perú.



Artículos relacionados

- La otra Virgen de la Almudena
- Los restos románicos de la Iglesia de la Almudena
- La Virgen de la Almudena, según Lope de Vega
- La cámara subterránea de la Cuesta de la Vega

Bibliografía

La Almudena: historia de la Iglesia de Santa María la Real y de sus imágenes, de Martín Bravo Navarro y José Sancho Roda. Editora Mundial, Madrid, 1993.

lunes, 4 de noviembre de 2013

La otra Virgen de la Almudena

A pesar de tratarse de dos realidades urbanas muy distantes, Madrid y Talamanca de Jarama mantienen paralelismos históricos notables. No solo comparten el mismo pasado andalusí, sino también algunas tradiciones religiosas de origen medieval.

Es el caso de la Virgen de la Almudena, una advocación surgida casi al mismo tiempo en Madrid y en Talamanca, con similitudes más que evidentes en su proceso de gestación, aunque no en su posterior evolución. Pero vayamos por partes.


Fuente: Cofrades.

Durante la dominación musulmana, los árabes crearon un sistema defensivo en la Marca Media, como así eran conocidas las tierras del centro peninsular que hacían frontera con los reinos cristianos.

Madrid y Talamanca se encontraban entre las plazas fuertes más importantes de esta demarcación territorial. Sus almudaynas (o ciudadelas) fueron fundadas por el emir Muhammad I (853-883) en el último tercio del siglo IX, como así avalan los restos fortificados que aún se conservan en ambas poblaciones.


Puerta de la Tostonera (Talamanca de Jarama). Posible acceso de la alcazaba musulmana.

Dos siglos después fueron incorporadas a la Corona de León y Castilla, en el contexto de las diferentes campañas desplegadas por el rey Alfonso VI (1047-1109) para la conquista de Toledo, la antigua capital visigótica.

Fue en estos momentos cuando vio la luz la advocación de la Virgen de la Almudena y, si hacemos caso de la tradición, tomó cuerpo antes en Talamanca que en Madrid.

En 1079 las tropas de Alfonso VI entraron en Talamanca de Jarama y se hicieron con el control de la mezquita mayor, donde entronizaron una imagen mariana. En alusión al enclave donde se hallaba el templo, la almudayna, la talla quedó bajo la advocación de Santa María de la Almudena. 

La historia volvió a repetirse con la toma de Madrid a manos del monarca leonés, en 1085. Y aunque la leyenda afirme que la Virgen apareció milagrosamente en el recinto amurallado de la almudayna, hemos de entender que Alfonso VI procedió como lo hizo en Talamanca, con la purificación de la mezquita principal y la posterior entronización de María, como símbolo del poder cristiano.

Ni en Talamanca ni en Madrid han pervivido las iglesias medievales en las que se veneraba a la Almudena. La madrileña fue demolida en 1868, para facilitar la creación de la Calle de Bailén, mientras que los últimos vestigios de la de Talamanca debieron perderse a mediados del siglo XX.

En las Relaciones Topográficas de Felipe II, de 1580, se habla someramente de este último templo: “se llama Nuestra Señora de la Almudena, que antiguamente dicen solía ser mezquita de moros y es al modo de la de Córdoba con mármoles de jaspe en ella”.

Gracias a estudios recientes, sabemos que estuvo ubicada en la parte meridional de Talamanca y que, a su alrededor, se fue articulando un cementerio, hoy día desaparecido.



En la imagen superior, detalle de un plano fechado entre 1875 y 1880, puede verse la planta del citado cementerio, que, a tenor de su complejidad, seguramente integraba numerosos elementos arquitectónicos de la iglesia anterior y también de la primitiva mezquita.

El historiador Florentino Castañeda publicó en 1955 una fotografía de las últimas ruinas que aún seguían en pie, en lo que parecía ser una parte de la cripta. En cualquier caso, intuimos que, más allá de la pérdida del edificio, el culto a la Almudena debió extinguirse en la localidad mucho antes del siglo XX.



De otra forma no se entiende que, en Talamanca, no exista ningún rastro de esta advocación. Ni una imagen, ni una calle, ni una capilla. Todo lo contrario de lo ocurrido en Madrid, donde esta Virgen llegó a convertirse, como todos sabemos, en la patrona de la ciudad.

lunes, 12 de agosto de 2013

El verdadero origen del lienzo de la Paloma

A diferencia de otras imágenes marianas, la Virgen de la Paloma no es una talla escultórica, sino un sencillo lienzo de limitado valor artístico, que ni siquiera es original, sino una de las muchas copias que se hicieron en el pasado de la Virgen de la Soledad.

Su origen, por tanto, hay que buscarlo en esta última advocación, una de las más veneradas del mundo católico, que, como veremos a continuación, también surgió en Madrid. 


Virgen de la Paloma. Anónimo del siglo XVIII. Iglesia de San Pedro el Real o de la Paloma.

Cuando Isabel de Valois (1546-1568), la tercera esposa de Felipe II (1527-1598), llegó a España, se trajo consigo una pintura por la que sentía gran aprecio. En ella se representaba a una Virgen arrodillada, detrás de una cruz vacía.

La reina encargó a Gaspar Becerra (1520-1568) que materializara en una escultura la imagen del cuadro. Siguiendo la costumbre de la época, el artista andaluz realizó una estatua vestidera, que debió acabar hacia 1561, año en el que Madrid fue proclamada capital de España. 


Virgen de la Soledad, de Gaspar Becerra (anterior a 1925). Fototeca del Patrimonio Histórico.

Fue María de la Cueva y Álvarez de Toledo, condesa de Ureña y camarera de la soberana, quien sugirió el atuendo de la talla, así como su nombre. Tal vez influida por la reciente pérdida de su marido, propuso llamarla Nuestra Señora de la Soledad y donarle uno de sus vestidos de viuda, la característica saya blanca y manto negro que, en tiempos de los Austrias, utilizaban las nobles castellanas cuando enviudaban.

"Cierto que supuesto que este misterio de la Soledad de la Virgen parece que quiere decir cosas de viudas, que si se pudiese vestir como viuda, de la manera que yo ando, que me holgaría, porque tuviese yo también parte en esto y pudiese servir a Nuestra Señora con un vestido y tocas como estas mías".


Convento de la Victoria, según dibujo de E. Lettre.

La imagen fue bendecida en 1565 y llevada al desaparecido Convento de la Victoria, situado muy cerca de la Puerta del Sol, en la actual Calle de Espoz y Mina, donde fue objeto de una intensa devoción por parte de los madrileños. En muy poco tiempo, logró convertirse en la Virgen más popular de Madrid.

En 1567 se fundó la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, que la procesionaba cada Viernes Santo. En 1611 fue construida una capilla propia para la talla, anexa al Convento de la Victoria, que tuvo que ser ampliada en 1660, ante el incesante desfile de fieles.


Virgen de la Soledad, de Gaspar Becerra, procesionando (anterior a 1936).

La Soledad fue copiada hasta la saciedad entre los siglos XVI y XVIII. No hubo iglesia española que no contara con una réplica, ya fuera escultórica o pictórica. Además, la costumbre madrileña de sacarla en procesión en Viernes Santo fue adoptada por numerosas congregaciones religiosas de todo el país.

El patrocinio regio del que gozaba la advocación facilitó también su expansión internacional, en concreto por los dominios hispanos de Europa, América y Filipinas, gracias a una iconografía que encajaba perfectamente con los principios de la Contrarreforma.

El investigador Armando Rubén Puente estima que, durante el barroco, hubo al menos veintisiete pintores en Madrid que hacían copias “a un ritmo de dos o tres por semana”.

Según este autor, el Museo del Prado guarda en sus almacenes nueve pinturas que siguen el patrón de la Soledad, mientras que en iglesias y conventos de la ciudad se contabilizan aproximadamente veinte. Entre ellas cabe citar la existente en el humilladero de la Calle de Fuencarral.


Virgen de la Soledad. Anónimo del siglo XVII.

Una de esas copias fue la que, a principios de 1787, dio origen a la advocación de la Virgen de la Paloma, que, pese a ser relativamente reciente, se ha convertido en una de las de mayor fervor de la capital, hasta el punto de desplazar a la Soledad, de la que procede.

Su historia es muy conocida. Al parecer, unos niños estaban jugando en los llamados Corrales de la Paloma con una tela pintada con la Virgen de la Soledad, cuando Isabel Tintero, una vecina del barrio, los convenció para que se la entregaran, a cambio de unas monedas.

La mujer instaló el lienzo en un altar dentro de su propia vivienda, que pronto se convirtió en un lugar de peregrinación. En 1796 se edificó una capilla en condiciones, que quedó bajo la advocación de Nuestra Señora de la Soledad, si bien el nombre que se impuso fue el de la Paloma, en alusión a la calle donde había sido levantada.

La capilla fue derribada en 1896. Ese mismo año empezaron las obras de la iglesia neomudéjar que ha llegado a nuestros días, tal y como la proyectó el arquitecto Lorenzo Álvarez Capra (1848-1901). Fue inaugurada el 23 de marzo de 1912.


Iglesia de San Pedro el Real o de la Paloma, altar mayor (anterior a 1936). Fototeca del Patrimonio Histórico.

¿Y qué pasó con la primitiva Virgen de la Soledad? Tras la Desamortización de Mendizábal, que supuso el derribo del Convento de la Victoria, la talla de Gaspar Becerra fue trasladada en 1837 a la Colegiata de San Isidro, en la Calle de Toledo.

Aquí estuvo apenas un siglo, ya que, en 1936, nada más comenzar la Guerra Civil, desapareció en un incendio. De todos modos, el templo cuenta con otra imagen de la Soledad, que fue labrada en el siglo XIX.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Por ser la Virgen de la Paloma

Por ser la Virgen de la Paloma, el Barrio de La Latina se ha vestido con sus mejores galas. Así lucía esta mañana festiva la Calle de Calatrava, que, un año más, se ha engalanado con vistosos mantones de Manila, telas, banderolas y los inevitables farolillos.





Aunque este año ha habido una novedad y es el tono reivindicativo que ha presidido en las decoraciones de algunos balcones, con alusiones a las dificultades económicas del momento actual.



lunes, 15 de agosto de 2011

La Virgen de la Paloma en siete imágenes históricas

Hoy 15 de agosto, festividad de la Virgen de la Paloma, repasamos el origen de esta devoción mariana, una de las más arraigadas entre los católicos madrileños, a través de siete imágenes históricas.



Comenzamos con esta vieja postal que reproduce la pintura Hallazgo y compra del lienzo de la Virgen de la Paloma, realizada en 1901 por Eugenio Oliva Rodrigo (1852-1925). En ella se refleja el momento en el que, según la tradición, fue encontrada la Virgen en los llamados Corrales de la Paloma, a principios de 1787.

Al parecer, unos niños estaban jugando con una tela pintada con la Soledad, cuando Isabel Tintero, una vecina del barrio, los convenció para que se la entregaran, a cambio de unas cuantas monedas.

La mujer colocó la imagen en el portal de su vivienda y, posteriormente, la trasladó a una habitación de su propia casa, para facilitar el tránsito de los muchos devotos que acudían al lugar.



En 1796 se construyó una capilla en condiciones, con el apoyo de la Casa Real. Quedó bajo la advocación de Nuestra Señora de la Soledad, aunque muy pronto se impuso el nombre popular de la Paloma, en alusión a la calle donde había sido levantada.

El pequeño templo fue diseñado por Francisco Sánchez, discípulo de Juan de Villanueva, al más puro estilo neoclásico, como podemos comprobar en el fotografía superior, fechada en el año 1895.



En esta imagen, correspondiente igualmente a 1895, vemos el aspecto que tenía la capilla por dentro. El lienzo de la Virgen se custodiaba dentro de una sencilla estructura de aire clasicista, muy diferente a la actual, mucho más ornamentada y efectista.



La capilla diseñada por Francisco Sánchez fue derribada en 1896. Ese mismo año empezaron las obras de la iglesia que ha llegado a nuestros días, según la proyectó el arquitecto Lorenzo Álvarez Capra (1848-1901), a partir de modelos neomudéjares y neogóticos. Fue inaugurada el 23 de marzo de 1912, si bien la fotografía que acompañamos es bastante posterior, probablemente de los años cuarenta del siglo XX.



Seguimos en la década de los cuarenta del siglo pasado. Ahora vemos el interior de la Iglesia de la Paloma, con la mesa de la eucaristía pegada al altar, siguiendo los cánones de aquella época. En la configuración actual, resultado de las ideas del Concilio Vaticano II (1962-65), la mesa está situada en el centro de la nave, con los bancos de los feligreses alrededor.



Retrocedemos al verano de 1939, recién acabada la Guerra Civil. Esta fotografía de Vidal nos muestra el desfile procesional que tuvo lugar el 6 de agosto, cuando la Virgen fue devuelta a su templo de la Calle de la Paloma, tras ser escondida durante la contienda. Puede verse la comitiva a su paso por la Plaza Mayor.



Concluimos con otra fotografía de Vidal, captada el 15 de agosto de 1942, en plena procesión de la Paloma. Sorprende el rundimentario paso de la Virgen, que desfila sobre una humilde camioneta, camuflada bajo diferentes adornos florales.

Artículos relacionados

jueves, 2 de diciembre de 2010

La Madona de Madrid

La Madona de Madrid es una de las tallas marianas más bellas y, al mismo tiempo, más desconocidas de la ciudad, a pesar de su enorme relevancia histórica y artística.

Estamos ante una de las escasas muestras de escultura medieval que tenemos en la capital y, sin embargo, no puede ser visitada, al estar ubicada en la zona de clausura del nuevo Convento de Santo Domingo, en el número 112 de la Calle de Claudio Coello.


La talla en un fotograbado de principios del siglo XX.

Historia

La Madona de Madrid se veneraba en el desaparecido Convento de Santo Domingo el Real, el primero de nuestro país regentado por una congregación femenina, según figura en algunas fuentes. Fue construido en 1218, en el solar sobre el que actualmente se extiende la Plaza de Santo Domingo.

La tradición sostiene que la imagen llegó a esta institución en 1228, año en el que Fernando III el Santo (1199-1252) tomó a las monjas bajo su protección y les hizo entrega de los terrenos de la llamada Huerta de la Reina.

No obstante, la hipótesis más aceptada es que, dadas sus características formales, la estatua sea de mediados del siglo XIV. Pero de lo que no cabe ninguna duda es que fue donada por algún miembro de la realeza, como así se desprende de las armas labradas en su base, alusivas a la Corona de Castilla y León.


Fotografía de Mercedes Pérez Vidal.

Es posible que fuese una donación de Pedro I el Cruel (1334-1369) o tal vez de su nieta, Constanza de Castilla y Eril, que fue abadesa del convento durante buena parte del siglo XV. A ella se debió el traslado de los restos mortales de su abuelo, el rey, desde su primer enterramiento en Puebla de Alcocer (Badajoz) hasta Santo Domingo el Real.

En 1869 se ordenó la demolición del monasterio, lo que supuso la desaparición de casi todos los tesoros artísticos y documentos históricos que se custodiaban en sus dependencias. Una pérdida de incalculable valor, que los madrileños no hemos lamentado lo suficiente.

Las monjas fueron acogidas en el Convento de Santa Catalina de Siena, en la Calle de Mesón de Paredes. Aquí permanecieron hasta 1882, año en el que se trasladaron al actual edificio de la Calle de Claudio Coello, cuya construcción dio comienzo en 1879, a partir de un proyecto del arquitecto Vicente Carrasco.


Interior de Santo Domingo el Real en una estampa anterior a 1869. Museo de Historia.

Además de la talla que nos ocupa, las religiosas se llevaron consigo la pila bautismal donde, según la tradición católica, fue cristianado Santo Domingo de Guzmán (1170-1221). Desde tiempos de Felipe III (1578-1621), es utilizada por la Familia Real española para bautizar a sus descendientes.

Otra de las obras rescatadas fue el sepulcro tardomedieval de Pedro I el Cruel, que se exhibe en el Museo Arqueológico Nacional, en la madrileña Calle de Serrano.

La Madona de Madrid sólo ha salido de su actual emplazamiento en muy contadas ocasiones, con motivo de la celebración de algún acto religioso, caso de la procesión que tuvo lugar el 8 de diciembre de 1929, o de una alguna que otra exposición, como la organizada en 1986 para conmemorar el centenario de la Diócesis de Madrid-Alcalá.

Descripción

En pleno Siglo de Oro, el clérigo Jerónimo de Quintana, considerado por muchos como el primer cronista de la Villa de Madrid, dijo de la imagen que era "grande, de bulto". Quizá fue una calificación excesivamente generosa, ya que la talla mide aproximadamente 100 centímetros de alto, 45 centímetros de ancho y 20 centímetros de fondo.


Fotografía del catálogo de la Exposición conmemorativa del centenario de la Diócesis de Madrid-Alcalá (1986). En la actualidad, la Virgen está coronada.

Santa María aparece sentada en un trono bajo, con una expresión entre serena y alegre. Con el brazo derecho agarra una rosa, mientras que, con el izquierdo, toma a su hijo, mostrándolo al mundo. En plena consonancia con las pautas románicas, se ha rebajado la carga maternal, para enfatizar la majestad del recién nacido.

La escultura utiliza el modelo sedente característico del románico, si bien la riqueza de matices conseguida en los rostros de la Virgen y el Niño, así como la sensación de movimiento que transmite el manto materno, revelan que estamos ante una fase muy tardía del citado estilo.

El Niño Jesús se encuentra también sentado, apoyado sobre una de las piernas de la Virgen. Con una de sus manos, imparte la bendición y, con la otra, sostiene un pequeño libro. Le envuelve parcialmente el gran manto de la madre, con la que ésta se cubre desde el cuello hasta los pies del sitial.

La escultura está hecha en madera policromada, con el rojo, el negro y el oro como colores dominantes. En su parte inferior, se alternan representaciones de castillos y leones heráldicos, que informan de su procedencia real.


'La Plaza de Santo Domingo' (1665-68), por Louis Meunier. Museo de Historia. El Convento de Santo Domingo se alza detrás de la fuente.

lunes, 8 de noviembre de 2010

La Virgen de la Almudena, según Lope de Vega

El 9 de noviembre los católicos celebran la festividad de la Virgen de la Almudena, patrona de Madrid.

Se conmemora así una tradición que se remonta a 1085, cuando, poco después de reconquistar la ciudad, el rey Alfonso VI de León y Castilla ordenó la búsqueda de una talla mariana que, presuntamente, había sido escondida en el siglo VIII.

Según la leyenda, la imagen fue descubierta milagrosamente, al desprenderse el lienzo de muralla donde fue ocultada, cerca de la desaparecida Puerta de la Vega, en la cuesta del mismo nombre, justo cuando pasaba la comitiva encargada de su busca.

Esta conocida historia ha servido de inspiración a diferentes autores del Siglo de Oro, caso de Lope de Vega, Calderón de la Barca, Jerónimo de Quintana o Juan de Vera Tassis. Entre todos ellos, destacamos a Lope, que, en 1625, publicó el libro de poemas Triunfos divinos, donde se incluían unas octavas dedicadas a la Virgen de la Almudena, que reproducimos parcialmente más abajo. 

El literato relata el momento de la aparición y pone el énfasis en el estado de conservación de la imagen, que, siempre según la tradición, salió a la luz sin ningún signo de deterioro, después de cuatrocientos años oculta dentro de la muralla, e, incluso, con dos velas prendidas a sus pies. 

Madrid, por tradición de sus mayores, 
busca su imagen con devota pena,
donde los africanos vencedores
tenían de su trigo la almudena.

El muro, produciendo varias flores
por los resquicios de la tierra amena,
con letras de colores parecía
que les mostraba el nombre de María. 

La imagen, pues, tan limpia y bien tratada
salió del  muro, aunque de piedras era,
que parecía que con ser pintada
conservaba también ser siempre entera (...).

El pino de que es hecha, siempre entero,
a tanta edad se muestra inaccesible,
que no a ser Dios el escultor primero
pareciera a los años imposible.

En su virtud, el cándido madero,
como si fuera cedro incorruptible,
imita al dueño de quien fue traslado,
que no admitió carcoma de pecado.


La aparición de la Virgen, en un grabado del siglo XVIII

Artículos relacionados
- La romería de San Isidro, en ocho imágenes históricas