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lunes, 11 de mayo de 2015

San Isidro en sus diferentes iconografías

En la semana en que se celebra la festividad de San Isidro Labrador, queremos analizar, aunque sea someramente, las diferentes iconografías con las que el patrón de Madrid ha sido mostrado en la pintura y escultura.


'San Isidro Labrador', relieve de Luis Salvador Carmona (1753-61). Museo del Prado, Madrid.

No es posible determinar con absoluto rigor en qué momento vivió San Isidro, si bien diferentes investigadores, basándose en el Códice de Juan Diácono, un texto del siglo XII pretendidamente biográfico, aventuran que pudo nacer en 1082 y morir en 1172, a los noventa años de edad.

Pese a este origen, apenas nos han llegado representaciones medievales de su figura, más allá del arca funeraria existente en la Catedral de la Almudena, una pieza de finales del siglo XIII o principios del XIV, decorada con pinturas alusivas a sus milagros.

Se trata del documento gráfico más antiguo que se conoce del santo y, sin embargo, le separan al menos cien años de la época en que estuvo vivo.


Pintura de San Isidro en su arca funeraria (siglo XIII o XIV). Fuente: archimadrid.

En las citadas pinturas San Isidro lleva un sayo de mangas largas, un capote recogido a la altura de los hombros, una caperuza y abarcas como calzado.

Son atuendos típicos de un campesino de la Edad Media, algo que tiene toda su lógica, pero que no deja de sorprender, toda vez que, en la inmensa mayoría de obras que lo representan, se le ve con ropajes surgidos en periodos muy posteriores.

Estas vestimentas vuelven a hacer acto de presencia en la fotografía inferior, en la que se aprecia la talla policromada del siglo XIV que estuvo venerándose en la Parroquia de San Andrés y que se perdió durante el incendio que asoló la iglesia en 1936.


Talla de San Isidro (siglo XIV). Fuente: 'La Esfera' (14 de mayo de 1927).

Lo más curioso de esta escultura no son tanto las ropas medievales que se observan, como los atributos incorporados, ya que no son los de un labrador, sino los de un pastor.

La vinculación del santo con este oficio se explica por la creencia de que el rey Alfonso VIII salió victorioso de la Batalla de las Navas de Tolosa gracias a la mediación milagrosa de un pastor, que después sería identificado con San Isidro.

Pero si existe una imagen reconocible del patrón madrileño, ésa es, sin duda, la que se forjó en el primer tercio del siglo XVII, una vez que se procedió a su beatificación en 1620 y, ya definitivamente, con su canonización dos años después, junto con San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús, San Francisco Javier y San Felipe Neri.


Grabado de Matheu Greuter (1622).

Esta quíntuple canonización fue todo un acontecimiento para el mundo católico, como así demuestra el grabado conmemorativo que Matheu Greuter hizo para la ocasión, donde quedaban plasmados los cinco santos y, en la parte central, la ceremonia que tuvo lugar en el Vaticano.

Haciéndose eco de la iconografía que ya se venía fraguando, el dibujo presentaba a San Isidro vestido con un sayo abotonado, calzones hasta media pierna y botas, como si fuera un labrador acomodado del siglo XVII.

Su difusión contribuyó a consolidar unas señas que, con alguna que otra alteración, se han venido repitiendo insistentemente a lo largo del tiempo, tanto en nuestro país como fuera de él.


'Isidor von Madrid', talla de Ignaz Günther (1762). Monasterio de Rott am Inn (Bavaria, Alemania). Fuente: Oberense.

Aunque no se sabe cómo era su físico, lo más frecuente es que el santo aparezca con melena, barba o, al menos, perilla y bigote. Por la observación de sus restos mortales (recordemos que su cuerpo incorrupto ha sido exhumado en varias ocasiones), se intuye que medía 1,80 metros de alto y que estaba bien formado, rasgos que las distintas representaciones se encargan de enfatizar.


'Saint Isidore', talla anónima del siglo XVIII. Iglesia de Sainte-Croix, La Croix-Helléan (Bretaña, Francia). Fuente: Wikimedia Commons.

Con respecto a sus atributos, éstos están relacionados con la agricultura. Aparejos como la pala, la aguijada, el azadón, el arado de mano, la guadaña o el mayal suelen combinarse con gavillas de trigo y otros símbolos de la recolección.


'San Isidro Labrador', anónimo boliviano del siglo XIX. Joslyn Art Museum, Omaha (Nebraska, Estados Unidos).

Los milagros más recurrentes en la iconografía son el de los bueyes y el de la fuente. En este último caso, San Isidro porta el cayado con el que milagrosamente hizo brotar agua, cuando su señor, Iván de Vargas, le pidió de beber.


'Saint Isidore', talla anónima. Abadía de Saint Gildas, Saint Gildas de Rhuys (Bretaña, Francia). Fuente: Wkimedia Commons.

Este patrón se mantiene, en líneas generales, a escala internacional, aunque con lógicas variantes locales. Las más llamativas sean tal vez las de la región francesa de Bretaña, donde el santo madrileño tiene un gran predicamento.

Aquí es frecuente verlo sin barba y vestido con el traje típico bretón (pantalón ancho abombado, chaleco bordado y chaqueta azul con botones decorativos, conocida como 'chuppen').


Cartel de las Fiestas de San Isidro de 1947. Museo de Historia, Madrid.

lunes, 30 de marzo de 2015

Dos calvarios medievales madrileños

Coincidiendo con la Semana Santa, centramos nuestra atención en dos grupos escultóricos medievales, conservados en la Comunidad de Madrid, que abordan el tema de la crucifixión. Ambos siguen el modelo de los calvarios, donde no solo se representa al crucificado, sino también algunas de las figuras que, según la tradición, acompañaron a Jesús en su agonía.



Nuestro primer destino es la Basílica de la Concepción de Nuestra Señora, en la Calle de Goya, la primera parroquia con la que contó el Barrio de Salamanca, aunque, en sus orígenes, estuvo ubicada en otro enclave.

La iglesia actual es de estilo neogótico y fue construida entre 1912 y 1914 por el arquitecto Eugenio Jiménez Corera, sustituido, tras su muerte, por Jesús Carrasco. Si bien la mayor parte de los elementos que decoran su interior fueron elaborados en el primer tercio del siglo XX, guarda piezas artísticas de épocas anteriores.



Entre ellas sobresale el llamado Cristo de la Salud, un calvario de procedencia desconocida, que se encuentra en una pequeña capilla, en una de las naves laterales. Se corresponde con una etapa primitiva del gótico, que podría datarse en la primera mitad del siglo XIII.

El calvario está integrado por tres imágenes policromadas (Jesucristo, la Virgen María y San Juan Evangelista), que, a pesar de mantener una posición rígida, propia del románico, dejan entrever un suave movimiento y una cierta actitud dialogante, conseguida por medio de las expresiones que se dibujan en los rostros.

Los citados rasgos vuelven a observarse, todavía con mayor rotundidad, en el calvario de la Iglesia de Santo Domingo de Silos, en Prádena del Rincón. Se trata de uno de los templos románicos más singulares que tenemos en la Comunidad de Madrid, posiblemente del siglo XII, como tuvimos ocasión de comprobar cuando lo visitamos en 2010.



Este grupo escultórico, del que solo han sobrevivido las tallas de la Virgen y San Juan, se exhibe en estos momentos en la exposición El triunfo de la imagen, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en la que se muestran obras religiosas restauradas en los últimos tiempos por la Comunidad de Madrid.

Las figuras fueron descubiertas en muy mal estado en el año 2011. Se hallaban dentro de un nicho horadado en el atrio norte de la iglesia, junto a restos humanos, como si hubiesen recibido sepultura. A modo de hipótesis, cabría pensar que la parroquia adquirió unas nuevas imágenes y que, dada la prohibición medieval de vender o destruir los objetos religiosos, optó por enterrar ritualmente las antiguas.



Al igual que el calvario anterior, el de Prádena del Rincón es gótico, aunque dentro de una fase más avanzada. Podría ser de la primera mitad del siglo XIV, como se desprende de su mayor sentido del movimiento o del tratamiento de los ropajes. No obstante, se observan ciertos toques arcaizantes, sobre todo en las facciones.

En los dos grupos escultóricos se repiten las mismas posturas. María aparece ataviada con túnica, cruzando las manos sobre su pecho, como símbolo de asociación al sacrificio de su hijo. Por su parte, Juan se lleva la mano derecha al rostro, mientras que con la izquierda sostiene un libro (desaparecido en el caso de Prádena), en clara referencia a su Evangelio.


lunes, 13 de enero de 2014

Los restos románicos de la Iglesia de la Almudena

Santa María de la Almudena fue la primera iglesia que se levantó en la capital. Estuvo situada en la Calle Mayor, frente al Palacio de los Consejos. Lamentablemente pocos son los restos que conservamos de ella, tras desaparecer en el año 1868, víctima de las obras de construcción de la Calle de Bailén.

Hablar de su historia es hablar de la historia misma de Madrid. Su origen está rodeado de los mismos enigmas que se ciernen sobre el nacimiento de la ciudad, acerca de la posible existencia de una población estable antes de la llegada de los musulmanes en la segunda mitad del siglo IX.


La iglesia en un grabado del siglo XIX. Museo del Romanticismo.

¿Hubo un primer templo visigodo? A favor de este planteamiento se encuentran varias crónicas del siglo XVII, que, convenientemente depuradas de fabulaciones, permiten dar crédito a ciertos detalles. Es el caso de la losa sepulcral hallada dentro del claustro de la iglesia, de la que dan cuenta tanto Jerónimo de Quintana (1576-1644) como Gil González Dávila (1570-1658).

La lápida fue descubierta en el año 1618. Al parecer, contenía varias inscripciones, entre ellas una reveladora fecha escrita en caracteres latinos, que, en función de las distintas versiones, se correspondería bien con el año 697, bien con el 735. Es decir, con el periodo visigótico.

Con la fundación de Mayrit a manos del emir Muhammad I, cabe pensar que la iglesia fue reconvertida en mezquita (tal vez la principal de la nueva población andalusí) y que así se mantuvo hasta 1085, cuando el rey Alfonso VI (1047-1109) entró en la ciudad y la hizo otra vez cristiana.

Pero dejemos el terreno de las hipótesis y vayamos al de las certezas. De lo que no hay ninguna duda es que el monarca castellano mandó reconstruir el antiguo templo (ya fuera la iglesia visigoda transformada en mezquita o, directamente, una mezquita de nueva factura), que quedó ampliado con unas dependencias conventuales y un claustro por el lado norte.

Tradicionalmente se ha pensado que el edificio impulsado por Alfonso VI era mudéjar, por ser la fábrica dominante en otras iglesias medievales madrileñas. Pero unos trabajos de acondicionamiento llevados a cabo en 1999 en la Calle de la Almudena, cerca de la confluencia de Mayor con Bailén, sacaron a la luz diferentes elementos arquitectónicos pertenecientes al templo, al más puro estilo románico.


Detalle de 'Le Chateau de Madrid', de Jan Cornelius Vermeyen, con San Miguel de la Sagra en primer término.

Puede sorprender la presencia del románico en Madrid, pero si echamos un vistazo al dibujo Le Chateau de Madrid (El Castillo de Madrid), realizado por Jan Cornelius Vermeyen hacia 1534, creemos reconocer este tipo de trazas en la desaparecida Iglesia de San Miguel de la Sagra, que estuvo junto al Real Alcázar.

No debe extrañar. Debido a su situación en el centro peninsular, el territorio que ahora ocupa la Comunidad de Madrid fue el punto de confluencia de las corrientes artísticas que triunfaban tanto en el norte (el románico puro y el románico-mudéjar) como en el sur (el mudéjar toledano). Todos estos estilos están presentes en diferentes puntos de la provincia.


Fuente: Arteguías.

En las citadas obras de la Calle de la Almudena, fueron desenterradas las cimentaciones de un ábside semicircular románico y de un testero recto del siglo XVII, actualmente visibles a través de una ventana arqueológica situada al principio de la vía.

También fueron descubiertas nueve piezas pétreas medievales, que fueron reutilizadas como materiales de construcción en la gran reforma de 1638, en la cual la iglesia adquirió la planta con la que llegó al siglo XIX, cuando fue derribada.


Fuente: Arteguías.

Los fragmentos más interesantes son una imposta ajedrezada y dos capiteles, uno decorado con un ave que inclina su cabeza hasta picotearse las patas y otro con ornamentaciones vegetales.

A ellos se añaden dos sillares con marcas de cantero (uno de ellos con una flor de lis), el tambor de un fuste, una pieza adornada con motivos vegetales, una parte de un arco abocelado y la clave de un arco que se decora con bocel y listoncillo.


Fuente: Arteguías.

Todo este patrimonio forma parte de la colección del Museo Arqueológico Regional, que la Comunidad de Madrid inauguró el 25 de mayo de 1999 en el antiguo Convento Dominico de la Madre de Dios, en la Plaza de las Bernardas, de Alcalá de Henares.


'Nuestra Señora de Flor de Lis' (siglo XIII).

Otra de las piezas románicas conservadas es una pintura al fresco de la Virgen de Flor de Lis, que fue encontrada en 1623 detrás del retablo mayor de la iglesia. Aunque la tradición sostiene que la mandó pintar Alfonso VI tras conquistar Madrid en 1085, parece más correcto pensar que fue hecha en el siglo XIII. En 1911 fue trasladada a la cripta de la Catedral de la Almudena.


Fuente: CERES.

Y terminamos con un sepulcro que, si bien no es románico por el momento en que fue realizado (hacia 1487), sí que muestra una clara influencia de este estilo en la concepción esquemática de sus relieves. Sirvió de enterramiento a Diego de Párraga, que aparece representado en la lápida. Fue llevado al Museo Arqueológico Nacional de Madrid, una vez derribada la Iglesia de la Almudena en 1868.

lunes, 4 de noviembre de 2013

La otra Virgen de la Almudena

A pesar de tratarse de dos realidades urbanas muy distantes, Madrid y Talamanca de Jarama mantienen paralelismos históricos notables. No solo comparten el mismo pasado andalusí, sino también algunas tradiciones religiosas de origen medieval.

Es el caso de la Virgen de la Almudena, una advocación surgida casi al mismo tiempo en Madrid y en Talamanca, con similitudes más que evidentes en su proceso de gestación, aunque no en su posterior evolución. Pero vayamos por partes.


Fuente: Cofrades.

Durante la dominación musulmana, los árabes crearon un sistema defensivo en la Marca Media, como así eran conocidas las tierras del centro peninsular que hacían frontera con los reinos cristianos.

Madrid y Talamanca se encontraban entre las plazas fuertes más importantes de esta demarcación territorial. Sus almudaynas (o ciudadelas) fueron fundadas por el emir Muhammad I (853-883) en el último tercio del siglo IX, como así avalan los restos fortificados que aún se conservan en ambas poblaciones.


Puerta de la Tostonera (Talamanca de Jarama). Posible acceso de la alcazaba musulmana.

Dos siglos después fueron incorporadas a la Corona de León y Castilla, en el contexto de las diferentes campañas desplegadas por el rey Alfonso VI (1047-1109) para la conquista de Toledo, la antigua capital visigótica.

Fue en estos momentos cuando vio la luz la advocación de la Virgen de la Almudena y, si hacemos caso de la tradición, tomó cuerpo antes en Talamanca que en Madrid.

En 1079 las tropas de Alfonso VI entraron en Talamanca de Jarama y se hicieron con el control de la mezquita mayor, donde entronizaron una imagen mariana. En alusión al enclave donde se hallaba el templo, la almudayna, la talla quedó bajo la advocación de Santa María de la Almudena. 

La historia volvió a repetirse con la toma de Madrid a manos del monarca leonés, en 1085. Y aunque la leyenda afirme que la Virgen apareció milagrosamente en el recinto amurallado de la almudayna, hemos de entender que Alfonso VI procedió como lo hizo en Talamanca, con la purificación de la mezquita principal y la posterior entronización de María, como símbolo del poder cristiano.

Ni en Talamanca ni en Madrid han pervivido las iglesias medievales en las que se veneraba a la Almudena. La madrileña fue demolida en 1868, para facilitar la creación de la Calle de Bailén, mientras que los últimos vestigios de la de Talamanca debieron perderse a mediados del siglo XX.

En las Relaciones Topográficas de Felipe II, de 1580, se habla someramente de este último templo: “se llama Nuestra Señora de la Almudena, que antiguamente dicen solía ser mezquita de moros y es al modo de la de Córdoba con mármoles de jaspe en ella”.

Gracias a estudios recientes, sabemos que estuvo ubicada en la parte meridional de Talamanca y que, a su alrededor, se fue articulando un cementerio, hoy día desaparecido.



En la imagen superior, detalle de un plano fechado entre 1875 y 1880, puede verse la planta del citado cementerio, que, a tenor de su complejidad, seguramente integraba numerosos elementos arquitectónicos de la iglesia anterior y también de la primitiva mezquita.

El historiador Florentino Castañeda publicó en 1955 una fotografía de las últimas ruinas que aún seguían en pie, en lo que parecía ser una parte de la cripta. En cualquier caso, intuimos que, más allá de la pérdida del edificio, el culto a la Almudena debió extinguirse en la localidad mucho antes del siglo XX.



De otra forma no se entiende que, en Talamanca, no exista ningún rastro de esta advocación. Ni una imagen, ni una calle, ni una capilla. Todo lo contrario de lo ocurrido en Madrid, donde esta Virgen llegó a convertirse, como todos sabemos, en la patrona de la ciudad.

lunes, 9 de septiembre de 2013

El Castillo de Aulencia

El Castillo de Aulencia o de Villafranca se encuentra en el término municipal de Villanueva de la Cañada, en un espigón donde confluyen los ríos Aulencia y Guadarrama, dentro de una finca privada.



En este paraje existió un antiguo pueblo medieval, que, según se recoge en el Libro de la Montería, escrito en la primera mitad del siglo XIV, era conocido como El Horcajo, nombre que posteriormente fue sustituido por el de Villafranca, a instancias del rey Juan II de Castilla (1405-1454).

Su primer señor fue García Hernández, aunque, en 1450, el lugar pasó a manos de Alonso Álvarez de Toledo, coincidiendo con la fundación de un mayorazgo. Lo más probable es que el castillo fuera levantado en ese momento.

Las primeras referencias de la fortificación son del 10 de marzo de 1494. En un documento datado en Medina del Campo se dicta una instrucción para que "el alcalde de Villafranca haga vida con su mujer y deje a su manceba".

Villafranca entró en decadencia en el siglo XVIII, cuando los Álvarez de Toledo perdieron la propiedad, y quedó completamente despoblada a principios del XIX. Su topónimo pervive en la actualidad en la urbanización Villafranca del Castillo.

En el siglo XX la fortaleza ya estaba arruinada. Pese a ello, durante la Guerra Civil (1936-1939), fue utilizada como refugio de una brigada de soldados soviéticos, que apoyaban al bando republicano. En julio de 1937, mientras se disputaba la Batalla de Brunete, sufrió graves daños, al ser bombardeada por las tropas franquistas.



El Castillo de Aulencia es cuadrangular. Mide aproximadamente 25 metros de lado, unas dimensiones ciertamente reducidas si las comparamos con las del Castillo Nuevo de Manzanares el Real (44 por 36) o con las del Castillo de Santiago, en Fuentidueña de Tajo (110 por 50).

Su elemento más destacado es la torre del homenaje, que ocupa la cuarta parte de la planta del conjunto. Tiene una altura de más de 20 metros y un ancho de 14 por 13. Se encuentra adosada a una de las esquinas y consta de varios pisos, aunque, dado el estado de ruina, solo es accesible el inferior. Éste consta de dos salas abovedadas, comunicadas entre sí, con entradas al patio de armas.

Con diferente grado de conservación, se mantienen en pie ocho torres semicilíndricas, cuatro de ellas situadas en los ángulos y las restantes en la parte central de los paños. Los muros tienen unos seis metros de alto y un grosor de un metro y medio.

También hay restos de una barbacana o antemuro, además de diferentes cámaras subterráneas. Tiene fábrica de mampostería con encintados de ladrillo.


Planta del castillo.

lunes, 22 de julio de 2013

Una noticia triste y otra para reflexionar

Juan Luis García, seguidor de este blog, nos ha hecho llegar una triste noticia. El grupo escultórico 'Los atletas', al que dedicamos un artículo hace casi dos años, fue destruido la semana pasada, entendemos que accidentalmente, mientras se realizaban unas obras en una edificación próxima.


Octubre de 2011.

Este conjunto fue ejecutado en 1946 por el artista navarro Fructuoso Orduna (1893-1973), en arenisca blanca. Está integrado por seis figuras, representativas de otras tantas disciplinas deportivas, que, pese a que fueron concebidas de manera independiente, fueron colocadas en grupo, a las puertas del Instituto Ramiro de Maeztu.

En realidad, las estatuas destruidas han sido cuatro. Nuestro informante nos ha comentado que fue testigo de cómo se llevaron los restos en carretillas. Desconocemos qué harán con ellos, pero mantenemos la confianza de que procederán a su restauración. Una tarea que presumimos bastante compleja, por lo endeble del material utilizado en la construcción.

El lugar donde estaba el monumento ha sido protegido con una malla verde. Mirando a través de la misma hemos podido confirmar que, en efecto, se mantienen dos figuras íntegras, mientras que de las otras cuatro no quedan más que algunos fragmentos, por lo general, partes seccionadas de las extremidades inferiores.


Julio de 2013.

La otra noticia la conocimos el martes 16 de julio por la prensa. El cuadro La Virgen con el Niño en un trono, obra maestra de Pedro Berruguete (h. 1445-1503) y propiedad del Ayuntamiento de Madrid, va a ser cedido al Museo del Prado, donde se expondrá junto con otros trabajos del pintor palentino.

A cambio, la pinacoteca pondrá a disposición del consistorio varias pinturas pertenecientes a sus fondos, que está relacionadas directamente con la ciudad. Entre ellas se encuentran diferentes paisajes urbanos y escenas costumbristas de José del Castillo, Ramón Bayeu o Ginés de Aguirre, además de retratos de figuras de la realeza.

La tabla La Virgen con el Niño en un trono fue encargada por Beatriz Galindo (1465-1534) para la capilla del Hospital de la Latina, una de las instituciones que la célebre humanista fundó en Madrid. Aquí permaneció hasta la demolición del edificio en 1906.

Después de deambular por distintos lugares, el cuadro pasó al Museo de Historia, hasta que, en el año 2012, fue trasladado al Museo de San Isidro, junto con los sepulcros renacentistas que Beatriz Galindo ordenó construir para ella y su marido, Francisco Ramírez, igualmente para la citada capilla.


La noticia nos ha pillado por sorpresa y divide nuestra opinión. Una obra tan magnífica como ésta merece, sin duda alguna, alojarse en El Prado, donde están los más grandes.

Pero, por otro lado, nos da muchísima pena que no se exponga en un museo de titularidad municipal, sobre todo considerando que, en su última ubicación, el cuadro se encontraba contextualizado históricamente, al lado de otras piezas que también proceden del Hospital de la Latina.

Nos da pena también porque esta cesión es contraria a nuestro sueño de poder reunir, bajo un mismo techo, las obras de arte medieval y renacentista de origen madrileño que ahora mismo están desperdigadas en distintas dependencias municipales, museos nacionales o entidades religiosas. No son muchas, pero, si se lograran aglutinar en un mismo museo, la colección sorprendería a más de uno. En fin, era solo un sueño.

Solamente esperamos que el paso dado por el Ayuntamiento responda realmente a una verdadera política museográfica y no sea un nuevo remiendo en la cadena de despropósitos que acumulan los espacios culturales que dependen de su gestión, con museos desaparecidos, como el de la Ciudad, o sumidos en un largo proceso de reforma, como el de Historia, o con buena parte de la colección sin exponer, como el de San Isidro. 

Por no hablar de otros recintos, que se encuentran completamente desaprovechados (Conde Duque, Palacio de Cañete, CentroCentro...) o cerrados a cal y canto, sin proyecto alguno, como ocurre con la Casa de la Villa.

lunes, 15 de julio de 2013

Puerta Cerrada, número 4

En la primavera de 2011 fue demolido el edificio existente en el número 4 de la Plaza de Puerta Cerrada. Ello significó la desaparición de uno de los murales que el diseñador Alberto Corazón pintó en 1983, pero, a cambio, quedaron al descubierto varios restos del recinto amurallado que los cristianos levantaron Madrid entre los siglos XI y XII.



En una de las esquinas del solar liberado, puede verse un lienzo de la muralla, que arranca desde el suelo y llega hasta la segunda planta. Todo parece indicar que forma parte del muro que fue documentado en el último tercio del siglo XX, aunque en referencia al número 6 de la plaza, donde se encuentra el Bar La Escondida.



Se trata de uno de los lienzos más importantes que se conservan de la muralla, pues no solo mantiene completa la altura original, sino también el adarve o camino de ronda e, incluso, el pretil. Solo que, desde el número 4, no podemos ver más que un pequeño fragmento, correspondiente a la base, que apenas permite hacerse una idea de sus auténticas dimensiones.

Más relevante, si cabe, es el arco de medio punto que se abre justo encima. Podría pertenecer al torreón de la muralla que comparten, desde sus respectivas traseras, los números 4 y 6 de la Plaza de Puerta Cerrada y el número 4 de la Cava Baja.

Si se confirman nuestras sospechas, podríamos estar ante la puerta de ingreso a la torre, desde el adarve. En su interior, se observa una escalera en ascenso, actualmente apuntalada, que, pese a los materiales modernos que la recubren, bien podría tener un origen medieval.



Solo esperamos de nuestras autoridades que pongan un especial empeño para salvaguardar estos restos y que faciliten todos los medios para su exploración y estudio. Desde que se produjera el derribo, hace ya más de dos años, apenas hemos visto actividad en la zona.

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lunes, 1 de julio de 2013

Los replicantes del Hospital de la Latina

A pesar de que fue demolido en el año 1904, el Hospital de la Latina sobrevive de alguna manera. Su recuerdo no sólo perdura en la toponimia madrileña, sino también en la arquitectura de numerosas construcciones modernas, que, dentro y fuera de la ciudad, no han dudado en emular, cuando no replicar, su magnífica portada tardomedieval.



Realizada en 1507 por el alarife Hazán, la portada pudo salvarse del derribo, junto con una escalera plateresca, los sepulcros de los fundadores del hospital y diversas pinturas. Hoy día se encuentra en la Escuela Superior de Arquitectura, en la Ciudad Universitaria, donde fue trasladada después de varias décadas olvidada en los depósitos municipales.

La portada empezó a popularizarse como modelo arquitectónico a finales del siglo XIX, al hilo de las corrientes historicistas de la época. Por sus características formales, en la confluencia de las tradiciones musulmana y cristiana, encajaba perfectamente tanto en el neogótico como en el neomudéjar, sin olvidarnos del neoárabe.


Iglesia de San Fermín de los Navarros.

El primer edificio en incorporarla fue la Iglesia de San Fermín de los Navarros (1886-1891), en la Calle de Eduardo Dato, levantada en estilo neomudéjar por Eugenio Jiménez Correa y Carlos Velasco Peinado. Su acceso principal, que se abre bajo la torre, en el eje longitudinal, reproduce claramente el concepto de la Latina.


Casa de Pérez de Ayala.

En la Calle del General Arrando se encuentra la Casa de Pérez de Ayala (1897-1899), también llamada del Conde de Cedillo, por ser éste su primer propietario. Su arquitecto, Joaquín María Fernández y Menéndez-Valdés, se inspiró en el gótico veneciano para el diseño de los vanos, excepción hecha de la portada, donde tomó prestado el esquema del maestro Hazán. Entre 1904 y 1910 la casa fue objeto de un recrecido de dos plantas, además de otras reformas, que alteraron su planteamiento inicial.


Actual Convento de la Latina.

Sobre el solar del Hospital de la Latina, en la Calle de Toledo, se alza en la actualidad un convento neomudéjar, heredero del primitivo cenobio que había junto a la institución hospitalaria. Fue realizado en 1907 por el arquitecto Juan Bautista Lázaro, quien, a modo de homenaje, sintetizó en la fachada la portada del viejo hospital.


Instituto de Valencia de Don Juan.

Situado en la Calle de Fortuny, el Instituto Valencia de Don Juan fue construido como palacio en 1889 y, posteriormente, reconvertido en museo. En 1914 le fue añadido un anexo, obra de Vicente García Cabrera, quien mantuvo el estilo neoárabe del primer edificio. El acceso a esta parte imita el modelo que el maestro Hazán ideó cuatrocientos años antes.


Patio de Armas del Castillo de la Mota (Medina del Campo). Fuente: Wikimedia Commons.

Conforme iba avanzando el siglo XX y el historicismo iba perdiendo fuelle, la portada del Hospital dejó de ser un referente arquitectónico. No obstante, en los años cincuenta y sesenta del citado siglo, volvió a ser objeto de varias réplicas, no ya destinadas a palacios o iglesias de nueva factura, sino a monumentos históricos en proceso de reconstrucción o recreación.

Es el caso del Castillo de la Mota, en Medina del Campo (Burgos), cuyo Patio de Armas luce la que puede ser considerada como la mejor copia existente de la portada. No en vano fue realizada a partir de un vaciado de la original, que, por entonces, se encontraba almacenada en los depósitos del Ayuntamiento de Madrid.


Casa-museo de Colón (Valladolid). Fuente: Wikimedia Commons.

La Casa de Colón, de Valladolid, también cuenta con una entrada similar a la madrileña. Este museo fue inaugurado en 1968 sobre una edificación contemporánea que sigue las trazas palaciegas del Renacimiento castellano. Está enclavada en el lugar donde, según la tradición, estuvo la residencia vallisoletana de Cristóbal Colón.

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lunes, 13 de mayo de 2013

Una talla medieval de San Isidro

Rendimos homenaje a San Isidro, uno de los primeros madrileños ilustres, reproduciendo esta fotografía, que hemos descubierto en la revista La esfera, en el número correspondiente al 14 de mayo de 1927. Para nosotros ha sido una auténtica sorpresa, pues la imagen nos revela la existencia de una escultura medieval, que desconocíamos por completo.



Tal y como puede leerse en la citada revista, se trata de una talla policromada del siglo XIV, que estuvo en la Iglesia de San Andrés, una de las más antiguas de Madrid. Lamentablemente, la figura fue destruida durante la Guerra Civil (1936-39).

Según nos señala nuestro amigo Tirso, se encontraba dentro de una hornacina en el lado del Evangelio, junto al retablo mayor, igualmente desaparecido. En el lado de la Epístola, había una imagen de Santa María de la Cabeza, esposa de San Isidro, correspondiente a una época posterior.

Podemos comprobar esta disposición en la siguiente fotografía del interior del templo, que António Passaporte hizo antes de 1936. Es propiedad de la Fototeca del Patrimonio Histórico, del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.



En la imagen inferior, detalle de la anterior, puede verse la talla de San Isidro en su ubicación original con algo más de nitidez.



La escultura de San Isidro fue expuesta durante la muestra El Madrid antiguo, que la Sociedad Española de Amigos del Arte celebró en el año 1926 en el viejo hospicio de la Calle de Fuencarral (actual Museo de Historia).

En el catálogo de la citada exposición, se ponía el énfasis en el atuendo del santo, muy diferente del ropaje dieciochesco con el que se le suele representar, como un dato revelador del origen medieval de la figura.

En efecto, la vestimenta es la usual de los campesinos de la Edad Media, aspecto que también es visible en las pinturas del arca construida a finales del siglo XIII o principios del XIV para dar sepultura a los restos de San Isidro.


Pintura de San Isidro en su arca funeraria. Fotografía: archimadrid.

Otras esculturas medievales

Aprovechamos la ocasión para hacer un inventario de las esculturas medievales netamente madrileñas que han conseguido sobrevivir a guerras, desamortizaciones, derribos y expolios.

Que sepamos, se conservan en la capital al menos once conjuntos escultóricos correspondientes a la Edad Media. Es muy posible que nos dejemos alguno en el tintero, por eso animamos a nuestros lectores y seguidores a completar la lista.

Empezamos con la Virgen de Atocha, que se conserva en la basílica del mismo nombre, de origen tan remoto como incierto. Aunque la tradición sostiene que la figura es del siglo VII (¿antes de la fundación de Mayrit?), lo más probable es que fuera hecha en la primera mitad del siglo XIII.


Fotografía: Frayangelico, en Wikipedia.

La Madona de Madrid fue una de las imágenes marianas de mayor devoción del desaparecido Convento de Santo Domingo el Real, que estuvo en el solar donde hoy se extiende la plaza del mismo nombre. Fue tallada en el siglo XIV y actualmente se encuentra en la Calle de Claudio Coello, número 112.

En este monasterio también estuvieron los cenotafios del rey Pedro I el Cruel y de su nieta, Constanza de Castilla, que hoy forman parte de la colección del Museo Arqueológico Nacional. Del primero solamente ha llegado hasta nuestros días una estatua orante, mientas que el segundo se conserva prácticamente completo. Ambos son del siglo XV y están hechos en alabastro.


Fotografía: CERES.


Fotografía: CERES.

De la primitiva Iglesia de Santa María de la Almudena, demolida en 1868 para trazar la Calle de Bailén, nos ha llegado una lápida sepulcral de mármol, datada en 1487, que perteneció al enterramiento de Diego de Párraga (gracias, Tirso, por el apunte). Se exhibe también en el Museo Arqueológico Nacional.


Fotografía: CERES.

No abandonamos el citado museo, ya que sus fondos albergan una Virgen de madera del último tercio del siglo XIII, si bien fue modificada posteriormente. Procede del Colegio de Santa Isabel, una institución educativa fundada en 1596 por el rey Felipe II, donde es posible que fuera entregada en donación.


Fotografía: CERES.

En la Ciudad Universitaria, concretamente en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura, se alza la portada gótica del Hospital de La Latina, que fue edificado a principios del siglo XVI, aunque no en este emplazamiento, sino en la Calle de Toledo. Aquí podemos contemplar los grupos escultóricos de Santa Ana y San Joaquín, acompañados de San Onofre y San Francisco.

La Casa de Iván de Vargas, en la Calle de San Justo, integra algunos restos escultóricos de interés: por un lado, diversos escudos tardomedievales, colocados asimétricamente en las fachadas, y por otro, uno de los pozos milagrosos atribuidos a San Isidro, en cuyo brocal hay labrado un relieve del santo, de rasgos esquemáticos.

Y terminamos con el Cristo de la Buena Muerte, que se venera en la Iglesia de las Maravillas, y con el Calvario de la Iglesia de la Concepción, en la Calle de Goya, las dos únicas crucifixiones escultóricas que tenemos en Madrid de época medieval.