lunes, 25 de junio de 2012

El viaje de agua de la Plaza de los Carros

La Plaza de los Carros alberga una de las huellas más interesantes del Madrid musulmán. Las excavaciones realizadas en 1983 en este recinto sacaron a la luz los restos de un viaje de agua, cuyo origen islámico fue ratificado por los arqueólogos Luis Caballero, Manuel Retuerce y Carmen Priego.



Se trata de un tramo de diez metros de longitud, perteneciente a un viaje que posiblemente nacía en las Fuentes de San Pedro, cerca de Puerta Cerrada, para luego dirigirse a la Cava Baja hasta llegar a la Plaza de los Carros, donde recibía las aguas de San Andrés.

Continuaba después por la Calle de Don Pedro para descender por la Cuesta de los Caños Viejos, junto a uno de los estribos del viaducto, en dirección a la Calle de Segovia.

Los vestigios encontrados consisten en un canal de sección rectangular, con un andén lateral o codo de 43 centímetros de ancho y un lecho de piedras en el fondo. Está construido en pendiente, salvando el pronunciado barranco que había en la zona, en dirección este-oeste.

Cuenta con un murete intermedio que, a modo de presilla, llega a la altura del andén. La función de este elemento era depurar el agua que conducía el viaje, actuando como un pequeño pozo donde se depositaban los residuos sólidos arrastrados por la corriente.


Fuente: Manuel Retuerce Velasco.

Para Manuel Retuerce, no hay ninguna duda de que el viaje fue hecho durante el periodo omeya, "en un momento bastante anterior a la conquista castellana de 1085". Tal afirmación se basa en el estudio de los escombros vertidos, que se presentan en varias capas, todas ellas con cerámicas musulmanas.

Además, existe una tradición oral y escrita que alude a la existencia de viajes de agua árabes. Es el caso del arquitecto Teodoro de Ardemans (1661-1726), quien alertó sobre las "minas antiguas de Madrid, hechas en tiempo que ocuparon los moros", ya que provocaban hundimientos en las calles.


Fuente: Manuel Retuerce Velasco.

A pesar de ello, el hecho de que no se hayan descubierto restos similares impide ser categóricos a la hora de establecer una cronología islámica, como previene el gran investigador José Manuel Castellanos.

Incluso algunos autores sostienen que pudo ser construido en época cristiana, pero no por los cristianos -los vencedores-, sino por los árabes -los vencidos-.

Esta última hipótesis se basa en la idea de que una ciudad tan pequeña como el primitivo Mayrit no precisaba de viajes de agua, sino que se abastecía mediante pozos y otros sistemas hidráulicos, de menor complejidad que aquellos.

Y sólo cuando se produjo un cierto desarrollo demográfico -esto es, a partir de los siglos XI y XII-, los viajes se hicieron necesarios.

El viaje de agua de la Plaza de los Carros no fue destruido tras su excavación. Tampoco fue sepultado, sino que yace en el subsuelo, dentro de una oquedad, esperemos que por mucho tiempo.

Fuentes consultadas

- Testimonios materiales del Madrid andalusí, de Manuel Retuerce Velasco (2004)
- Los viajes de agua de Madrid, de Emilio Guerra Chavarino (2006)
- Vestigios del Madrid islámico: silos y pozos, de José Manuel Castellanos Oñate (2012)
- Mayrit fundación musulmana: evidencias materiales, de José Luis Garrot Garrot (2012)
- Foro del Viejo Madrid

lunes, 18 de junio de 2012

Las Casas de Cordero



Las Casas de Cordero, situadas en plena Puerta del Sol, han pasado a la historia por ser el primer gran bloque de pisos, en sentido moderno, levantado en Madrid. Pero también porque sirvieron de modelo a los edificios perimetrales de la plaza, surgidos tras la reforma de mediados del siglo XIX.

Estas viviendas fueron realizadas entre 1842 y 1845 en el lugar donde estuvo el Convento de San Felipe el Real, fundado en 1547, célebre porque en su mentidero se daban "las noticias de los sucesos antes de que éstos hubiesen ocurrido", en palabras de Mesonero Romanos.


Litografía de José María Avrial (1860-64).

La demolición de San Felipe tuvo lugar en 1838, dos años después de que fuera desamortizado. Sobre una parte importante del solar liberado, Santiago Alonso Cordero (1793-1865), un hombre de negocios conocido como "El Maragato", que llegó a ser Presidente de la Diputación Provincial de Madrid, promovió la construcción de las casas que llevarían su apellido.

Otra parte del terreno -donde estuvo el claustro de estilo renacentista- fue destinada a uso público, en lo que hoy constituye la recoleta Plaza de Pontejos, presidida por la fuente homónima.

Litografía de José Cebrián (1860-64).

Se dice que Santiago Alonso Cordero adquirió el solar por diecisiete millones de reales, aunque no hizo efectiva toda esta cantidad, ya que el Estado tuvo que descontar el importe correspondiente a un primer premio de la Lotería, con el que el empresario había sido agraciado.

Estos hechos no están, ni mucho menos, probados. Más bien parecen una invención de Ramón Gómez de la Serna (1888-1963), como él mismo relató en su obra Toda la historia de la Puerta del sol (1920), no sin cierta maledicencia.

Aunque, en honor a la verdad, casi es mejor esta versión que la otra que corre, tampoco documentada, según la cual la adquisición de los terrenos fue resultado de las corruptelas del ministro Juan Álvarez Mendizábal, el de la famosa desamortización, y el propio Cordero.


Postal coloreada de 1915.

El proyecto recayó sobre Juan José Sánchez Pescador, de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, a quien los madrileños debemos la reordenación de la Cuesta de la Vega, entre otros trabajos.

El arquitecto ideó un conjunto de cuatro alturas sobre planta baja, donde tienen cabida cien apartamentos de varios tipos, definidos a partir del perfil social y económico de su propietario, además de diferentes locales comerciales. En la parte central del edificio se sitúan los pisos más lujosos.

Pero volvamos al gran Ramón para conocer, de su puño y letra, cómo eran las casas. Y decimos bien, casas, en plural, ya que realmente estamos hablando de seis inmuebles, unificados al exterior bajo la misma apariencia, que ocupan toda una manzana, con nada menos que 286 ventanas a la calle.

"Las seis casas mancomunadas en luces y aguas tienen bien alumbradas sus habitaciones por siete patios, algunos de ellos bastante espaciosos, conteniendo todas en los pisos bajo, entresuelo, principal, segundo, tercero y guardillas, habitaciones cómodas, y algunas de ellas de grande extensión, incluyéndose en este número las tiendas, almacenes y grandes sótanos que contiene".

"La fachada que da a la Calle Mayor tiene en su centro un pabellón que coge cinco huecos de medio punto con archivolta, decorado con pilastras del orden jónico compuesto; el cornisamento arquitrabado completa el orden que comprende en su altura dos pisos, y forma el principal coronado de un piso ático".



La construcción de las Casas de Cordero fue todo un acontecimiento, al menos para la clase política liberal, que veía en él un ideal urbanístico. Por esta razón, cuando se acometió la reforma de la Puerta del Sol, entre 1852 y 1862, su trazado sirvió de referencia arquitectónica para la nueva plaza, como ya se ha apuntado.

Aspecto que puede comprobarse en la disposición de los vanos, balcones y pilastras de los inmuebles que forman el contorno de la Puerta del Sol, que siguen el mismo planteamiento que está visible en las Casas de Cordero.

Entre los comercios que esta legendaria edificación ha albergado, Gómez de la Serna cita unos baños públicos, "bien surtidos de excelentes aguas, extraídas por una noria", y el Gran Bazar de la Unión, que se puso en marcha en el año 1869.

A estos dos establecimientos hay que sumarles varios cafés nacidos en el siglo XIX, como el Café Nuevo del Pombo, sustituido posteriormente por el Café del Comercio y por el Café Lisboa.


El Restaurante Tobogán hacia 1970. Foto Wagner.

Por no hablar de la también decimonónica Compañía Madrileña de Teléfonos o, mucho más recientemente, el Restaurante Tobogán, inaugurado en 1958 como uno de los primeros self-service de la capital.

Todos ellos han sido sustituidos por modernas hamburgueserías y salas de juegos. El único local casi centenario que se mantiene en pie es el Almacén de Pontejos, que abrió sus puertas en 1913 en la parte posterior del edificio, que da a la plaza del mismo nombre.

lunes, 11 de junio de 2012

Edificio Mirador

El Edificio Mirador fue inaugurado en el año 2005 en el barrio de Sanchinarro, uno de los PAUs desarrollados en Madrid a raíz del discutido Plan General de Ordenación Urbana de 1997, con el que se agotó el suelo urbanizable disponible en el término municipal.



Fue concebido como un hito arquitectónico. De ahí su llamativa silueta de 63,4 metros de alto, fácilmente distinguible en un entorno homogéneo, en el que se suceden anodinas construcciones de no más de seis plantas, que se agrupan en manzanas cerradas.

Precisamente sus autores, la firma holandesa MVRDV y la arquitecta madrileña Blanca Lleó, se apoyaron en este concepto urbanístico para darle la vuelta y diseñar una especie de manzana cerrada verticalizada, como si alguien la hubiese sacado del plano y la hubiese puesto de pie.

Surgió así una grandiosa estructura de 23.000 metros cuadrados construidos, 21 alturas y un total de 156 apartamentos, donde el patio de uso común, característico de las manzanas cerradas, se convierte en una terraza-mirador, en la que queda enmarcada la Sierra de Guadarrama.

Esta apertura, sin duda alguna, el elemento más curioso de toda la edificación, se eleva 37 metros sobre el nivel del suelo y es accesible desde el piso 12. Tiene 580 metros cuadrados y mide unos 40 metros de largo por 14 de alto. Está sustentada sobre una viga-puente de 210 toneladas, hecha en acero.

En un principio, los autores del proyecto contemplaron la instalación de una gigantesca escalera mecánica, que permitiese subir a la terraza directamente desde la calle. Esta idea tuvo que ser desechada por sus dificultades técnicas y por sus elevados costes.



Otro rasgo singular es la división del edificio en nueve bloques, a modo de barrios contiguos, que quedan perfectamente encajados dentro de un enorme puzzle vertical.

Cada uno alberga una tipología de apartamento distinta y son reconocibles al exterior por sus diferentes tonalidades cromáticas, su particular disposición de los vanos y por alguna que otra especificidad volumétrica y de cerramiento.

Los colores dominantes en las fachadas son los blancos, los grises y los negros, que se aplican a los espacios residenciales. También se utiliza el naranja, que aparece en determinadas franjas verticales y horizontales, sobre las zonas reservadas a la circulación.



En el año 2006, el Edificio Mirador fue galardonado con el Premio de Urbanismo, Arquitectura y Obra Pública del Ayuntamiento de Madrid. Pese a ello y a los elogios generalizados, no ha sido ajeno a las críticas, principalmente por parte de los propios vecinos, quienes han denunciado reiteradamente sus condiciones de habitabilidad y su deficiente acabado.

lunes, 4 de junio de 2012

En busca de los arcos de herradura medievales

Los arcos de herradura constituyen una poderosa seña de identidad de la arquitectura hispana. Aunque todo el mundo los asocia con los musulmanes, ya eran utilizados por los visigodos y, antes que éstos, por los romanos. Incluso, algunos autores sitúan su origen en los pueblos indígenas que habitaban la Península Ibérica antes de la conquista romana.

En Madrid no tenemos arcos de herradura tan primitivos. Los más remotos datan de la Baja Edad Media y están hechos en estilo mudéjar, con una clara influencia toledana. Vamos en su busca, intentando que no se nos quede ninguno en el tintero, pero, por si acaso, animamos a nuestros lectores a que cubran las ausencias que podamos tener.



Nuestro recorrido comienza en el corazón del Madrid medieval, en la Iglesia de San Nicolás de los Servitas, donde encontramos los arcos de herradura más antiguos de la ciudad, todos ellos del siglo XII.

De las tres arquerías ciegas que decoran la torre mudéjar de este templo, fijamos la mirada en la superior, que está integrada por un total de dieciséis arquillos ciegos de herradura, cuatro por cada lado.



Nos adentramos ahora en el interior de San Nicolás, que nos sorprende con un soberbio arco triunfal, en la unión de la capilla mayor con la nave, y con dos yeserías lobuladas, en el muro meridional del ábside. Son, junto con la torre y los cimientos, los únicos elementos originales de la iglesia que han llegado a nuestros días.



Siguiendo un orden cronológico, damos un salto hasta el siglo XIII, cuando se levantó la Ermita de Santa María la Antigua, en el antiguo pueblo de Carabanchel. En la cabecera de este templo descubrimos un pequeño vano, formado por un arco apuntado.



Regresamos al casco histórico de la villa, a la Calle del Nuncio, donde se eleva la majestuosa torre de San Pedro el Viejo, del siglo XIV. Tres de sus lados alojan otras tantas ventanas, que están enmarcadas por arcos de herradura de ladrillo.



Del siglo XV es esta portada de piedra que da entrada a la Torre de los Lujanes. Se encuentra en la Calle del Codo, haciendo esquina con la Plaza de la Villa, y es posiblemente el arco de herradura más directamente relacionado con la tradición islámica.



No abandonamos este legendario edificio, ya que tenemos que contemplar la galería de arcos que le sirve de remate. Veinte arquillos, cinco por cada cara, custodian la parte superior de la torre. Todos son ciegos, menos el central, que alberga un vano.


Fuente: Ayuntamiento de Madrid.

Nuestro paseo continúa pocos metros más allá, en la Casa de Álvaro Luján, de finales del siglo XV, que nos muestra una portada mudéjar con un arco apuntado, un magnífico ejemplo de la maestría de los alarifes madrileños en el uso del ladrillo.



Y no nos resistimos a acabar este artículo con una referencia al desaparecido Monasterio de Santo Domingo, fundado en 1218, que estuvo en la plaza del mismo nombre. En la única fotografía que se conserva de su ábside del siglo XIV, pueden apreciarse, en la parte inferior, unos arcos apuntados lobulados, que parecen tener forma de herradura.


Fuente: 'La Gatera de la Villa'.