Este recinto ajardinado, ejemplo del paisajismo dominante a finales del siglo XVIII y principios del XIX, es una de las obras más desconocidas de Juan de Villanueva (1739-1811), tal vez porque el insigne arquitecto madrileño no participó en el proyecto desde el principio, sino en las fases finales.
El diseño original data de 1772 y fue elaborado por Pablo Boutelou, a instancias de Carlos IV, por entonces Príncipe de Asturias. El jardinero real armonizó, con un nuevo trazado, los huertos y parques que se extendían al oeste del Palacio Real de Aranjuez, la mayor parte de ellos levantados durante el reinado de Fernando VI (r. 1746-1759).
Pero fue Villanueva quien dio a los jardines la fisonomía que ha llegado hasta nosotros, cuando, en 1784, se hizo cargo de la ordenación del sector oriental y, en 1790, intervino sobre el occidental, con el comienzo de las obras de la Casa del Labrador.
Fue en este contexto cuando diseñó la Puerta del Labrador, una entrada de porte monumental que conducía directamente hasta el citado palacete, hecho para el disfrute personal del rey Carlos IV (r. 1788-1808) y de su esposa, María Luisa de Parma (1751-1819).
Se trata de un lujoso pabellón de tres plantas que, si bien fue comenzado por Villanueva, tiene el sello personal de su discípulo, Isidro González Velázquez (1765-1829). Éste fue quien lo acabó en 1802, responsabilizándose, entre otras tareas, de la profusa ornamentación exterior, inspirada en motivos clasicistas.
Dibujo de Fernando Brambila, correspondiente a la serie 'Vistas de los Sitios Reales y de Madrid' (hacia 1830), con la Puerta del Labrador en el centro.
Pero dejemos la descripción de este edificio para otro momento y centrémonos en la puerta que le sirve de entrada. Fue levantada en el año 1803, frente a la fachada principal de la Casa del Labrador, de la que le separa una ancha avenida arbolada, con plantaciones de magnolios y plátanos de un tamaño considerable.
Su fábrica es sillería de piedra de granito. Está integrada por dos grandes arcos de medio punto, con dovelas dispuestas en estrella, que quedan separados por un amplio vano, en el que hay instaladas dos columnas exentas. Todos estos elementos se unen mediante una verja, en la que se abren tres puertas de hierro forjado.
Los arcos se cubren con un entablamento de orden dórico, con el característico friso de triglifos y metopas. Por encima emergen diferentes esculturas, en las que se representan utensilios de labranza y jardinería, que se han perdido en gran parte. Estos ornatos aluden a la antigua vivienda de agricultores que hubo en la zona, de la que toma su nombre la Casa del Labrador.
Villanueva asume con este toque decorativo las incipientes corrientes románticas del momento, que igualmente son visibles en los adornos que descansan sobre las columnas. Éstos consisten en cestas de mimbre con ramos de flores.
Las columnas también son dóricas, pero no están coronadas con capiteles, sino con entablamentos que guardan cierta similitud con los de los arcos, creando un efecto de continuidad de las distintas piezas, en la parte superior.
Vista de la puerta desde el exterior del Jardín del Príncipe.
Juan de Villanueva realizó cuatro de la seis puertas monumentales de las que consta el Jardín del Príncipe. Además de la del Labrador, proyectó la de la Calle de Carlos III, la de Calle de Apolo y la del Embarcadero Real, esta última considerada como la entrada principal del recinto.
Detalle desde el interior de los jardines.
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La serie "Las otras puertas de Madrid" consta de estos otros reportajes:
- Las puertas del Palacio del Infante
- Cuatro puertas fuera de contexto
- La Puerta de Felipe IV
- La Puerta Real
También puedes consultar este otro artículo:
- Villanueva en Aranjuez