Entre 1668 y 1669, poco antes de su proclamación como Gran Duque de Toscana, Cosme III de Médici (1642-1723) realizó un largo viaje por la Península Ibérica, con Madrid como uno de sus destinos preferentes.
La expedición no hubiese tenido mayor trascendencia de no ser por la amplia y rica documentación, tanto gráfica como textual, que nos ha llegado. No quedó ninguna localidad donde pararan el duque y su séquito de la que no se hiciera una crónica, además de un dibujo representativo.
Especialmente relevante fue la figura de Pier Maria Baldi, un desconocido pintor que acompañó a Cosme III y que, ajeno a las cuestiones protocolarias, no dudó en plasmar sitios insignificantes y deprimidos, que, en otras circunstancias, jamás hubiesen sido representados por ser considerados indignos para el arte.
Todo este inmenso legado, de enorme valor para entender los tremendos contrastes de la España imperial, se encuentra en la Biblioteca Laurenciana, de Florencia. En un voluminoso tomo de casi un metro de alto y medio metro de ancho, se conservan las descripciones de numerosas ciudades españolas y portuguesas, ilustradas, en la mayoría de los casos, con los esmerados paisajes de Baldi.
En lo referente al territorio actualmente ocupado por la comunidad madrileña, hay dibujos de ocho localidades: Madrid, Alcalá de Henares, Aranjuez, El Pardo, El Escorial, Valdemoro y, sorprendentemente, Las Rozas y Torrelodones, que, en aquel entonces, eran minúsculas aldeas.
Existe un denominador común en todas las valoraciones y son las constantes alusiones al mal olor y a la suciedad. Así, Giacomo Ciuti, tesorero de la expedición, se refería a Alcalá como una "ciudad de hermosa apariencia, pero sucia, según uso de España".
Mayores son los detalles que, sobre este aspecto, se daban de Madrid. "Tiene calles muy anchas, rectas y largas; pero como no hay retretes arrojan todas las inmundicias por las ventanas y sobre los tejados, o a un canalillo que las lleva fuera de casa, de suerte que toda la ciudad es una pocilga y se camina siempre a media pierna".
Hoy centramos nuestra atención en Alcalá de Henares y en la propia capital y dejamos para una próxima entrega los restantes lugares madrileños que Cosme de Médici visitó en el otoño de 1668.
Alcalá de Henares
Alcalá de Henares fue la primera parada que realizó Cosme III en suelo madrileño, proveniente de tierras catalanas, donde había desembarcado. "Es una pequeña villa floreciente por la Universidad, en la cual florecieron y se pretende que singularmente florezcan hoy todavía la Teología y la Medicina".
La Universidad "es un edificio ricamente ornamentado; sólo la primera entrada resulta verdaderamente infeliz; pero subidos pocos escalones se entra en un patio bastante amplio con tres órdenes de columnas, todas de piedra berroqueña. De aquí se pasa a otros dos patios fabricados asimismo de piedra blanca".
"Por lo general, los edificios son bastante buenos, y los peores, como más antiguos, se encuentran en los sitios principales, o sea en la Calle Mayor, casi toda ella con pórticos sostenidos por mezquinísimas columnas de piedra blanca, y la Plaza del Mercado".
'Alcalá de Henares' (Pier Maria Baldi, 1668).
"Las dos calles mejores son la de Santiago y la de Roma, así llamada por las frecuentes iglesias y conventos que en ellas se encuentran. Todas, por lo general, son intolerables a causa del mal olor que se produce por la costumbre de arrojar a ellas en pleno día las inmundicias más fétidas".
Madrid
Cosme de Médici estuvo en Madrid desde el 24 de octubre hasta finales de noviembre de 1668. Acostumbrado al esplendor renacentista de Florencia, la capital española le pareció algo humilde, calificativo que hizo extensible a algunas de las propiedades del rey, tales como la Casa de Campo o el Buen Retiro.
Su primera impresión al ver este último palacio no fue muy positiva. "La fachada carece de adornos, la construcción es de ladrillos, toscamente hecha, y su vista sólo puede disfrutarse de cerca por impedirlo los edificios que lo circundan".
Tampoco se sintió demasiado impresionado con la Casa de Campo. "A mano derecha se angosta en un paseo muy corto que conduce a la casa del rey, la cual en Toscana no sería en nada impropia de un particular acomodado. Podría decirse que es un pedazo de casa construida toda ella de ladrillo, excepto las columnas de una mísera galería que está en medio de las dos alas del edificio".
'Madrid por la parte del Retiro' (Pier Maria Baldi, 1668).
En cambio, el Real Alcázar sí que le mereció una buena impresión. "Todo este edificio tiene muy buen aspecto, situado como está en el frente de una plaza oblonga, aunque no del todo regular". No obstante, hubo salas que le desagradaron profundamente, caso de la capilla, que era "de lo más vulgar, exceptuando la tabla del altar, un Cristo que lleva la cruz al Calvario, obra de las más célebres de Rafael".
Con todo, no pudo resistirse a la belleza de la cornisa madrileña. "El paseo abajo por el río no puede ser más hermoso, extendiéndose las orillas con gran amplitud y no más altas de lo que es el lecho del río, cubiertas, en toda su extensión, de chopos altísimos y de otros árboles de sombra".
"La vista encuentra allí por todas partes su satisfacción; por un lado se contempla sobre la cima de una larga cuesta extendida por igual en gran trecho, el palacio del rey con una larga cinta de edificios interrumpida de cuando en cuando por frondosos jardines y por varias plantaciones de árboles que, rompiendo con su verdura la continuación de las casas, hacen una mezcla agradable de ciudad y de campo".
"Por encima se extiende una amplia vista que, más allá de una magnífica quinta del marqués de Castel Rodrigo, llamada la Florida, acaba en la perspectiva de unas montañas lejanas; y del otro lado, que cierra la tapia de la Casa de Campo, los árboles de ésta, alzándose por encima del muro, no dejan faltar la verdura por esta parte."
"Debajo se ve todo el bellísimo puente del Manzanares, de 770 pasos de longitud y 23 de anchura, completamente fabricado de piedra y adornado en los bordes de gruesas bolas, igualmente de piedra, colocadas encima de pedestales que descansan sobre cada uno de los pilares del mismo".
'Madrid por la parte del río' (Pier Maria Baldi, 1668).
Con respecto a las iglesias, Cosme de Médici las visitó casi todas. Ninguna le deslumbró especialmente, salvo la del
Noviciado, tristemente desaparecida, "la más bella de todas las iglesias vistas, por el tamaño, por el dibujo, por la alegría, por el adorno de las capillas y por las pinturas con las cuales está enriquecida la bóveda".
Asimismo, San Antonio de los Portugueses le dejó un buen sabor de boca. "No es muy grande, pero bonita por la arquitectura extraña, de planta ovalada, lo mismo que la cúpula, toda pintada al fresco".
Bibliografía e ilustraciones
Viaje de Cosme III por España (1668-1669): Madrid y su provincia, de Ángel Sánchez Rivero. Publicaciones de la "Revista de la Biblioteca, Archivo y Museos", volumen primero. Ayuntamiento de Madrid, Madrid, 1927.
Debido a su formato apaisado, nos hemos tomado la licencia de mostrar los dibujos de Pier Maria Baldi por partes, dividiéndolos por la mitad, con objeto de facilitar su mejor visualización dentro del artículo. No obstante, más abajo los reproducimos íntegramente, con su configuración original (para conseguir un mayor detalle, hacer
click sobre la imagen).
