lunes, 14 de julio de 2014

El río Manzanares, según Casimiro Sainz (1)

Recuperamos la serie “El Manzanares según…”, en la que repasamos a aquellos artistas que han plasmado en su obra a nuestro pequeño río. En esta ocasión le toca el turno a Casimiro Sainz y Saiz (1853-1898), tal vez el pintor que más veces lo ha utilizado como motivo de inspiración, sin menoscabo de Aureliano de Beruete, al que dedicamos un artículo específico en su momento.

De origen cántabro, Sainz tuvo una vida muy corta, de apenas 45 años, marcada por una terrible enfermedad mental, que lastró toda su carrera. Se formó en Madrid, ciudad en la que también permaneció largas temporadas, incluidos sus dramáticos últimos años, que pasó encerrado en un manicomio.

Considerado como uno de los paisajistas más notables del siglo XIX, muestra un estilo oscilante, seguramente como consecuencia de sus trastornos psíquicos, con creaciones que, en intervalos muy cortos de tiempo, tocan corrientes tan diferentes como la pintura galante, el realismo o el naturalismo.

'Lavando' (1877)


Colección particular, Madrid.

Empezamos por Lavando, un cuadro de pequeño formato, como los que Sainz acostumbraba a hacer, probablemente con la pretensión de garantizarse una venta rápida y segura. En él podemos ver uno de los canales arrebatados al río para facilitar el oficio de las lavanderas, con la silueta de San Francisco el Grande como telón de fondo y uno de los numerosos pontones de madera que cruzaban el cauce.

El Manzanares es un elemento visual más dentro del paisaje, en ningún caso protagonista, en una obra de reminiscencias tardorrománticas, como así se desprende del tratamiento lumínico utilizado, con una luz que parece filtrarse y que crea una atmósfera sugerente, casi misteriosa.

La técnica preciosista y minuciosa pone de manifiesto la influencia del pintor realista Carlos de Haes (1829-1898), al que Casimiro Sainz conoció en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, durante su etapa de formación.

'Lavando en el Manzanares' (1877)


Museo Municipal de Bellas Artes, Santander.

A pesar de que este lienzo fue realizado el mismo año que el anterior, las diferencias de estilo son significativas. Bien es cierto que Sainz continúa prestando una gran atención al dibujo, pero también a los colores, que compacta y envuelve dentro de una luz invernal.

El empeño por transmitirnos la frialdad del ambiente encuentra traslación en las lavanderas de la orilla, que aparecen como seres desamparados y desprotegidos. Muy distinta es la lavandera del cuadro analizado en primer término, concebida como un mero recurso compositivo, gracias al cual se logra una correcta comprensión de la escala óptica.

'Orillas del Manzanares' (1879)


Museo Municipal de Bellas Artes, Santander.

Orillas del Manzanares es una variante del paisaje anterior, que el artista pinta con una clara intención de experimentar con la luz y los colores. Aunque se vale de la misma perspectiva y de los mismos personajes, utiliza una gama de tonalidades bien diferente, con la que nos traslada a una estación cálida o, tal vez, a un ocaso.

La técnica también cambia. El dibujo se hace menos preciso y las pinceladas más sueltas, en busca de la modernidad. Todo ello da como resultado una mayor uniformidad en el paisaje, con los distintos elementos compositivos puestos al servicio de las manchas cromáticas, incluidas las figuras de las lavanderas, que parecen integrarse con la ribera.

'Lavanderas' (1879)


Colección particular, Madrid.

Terminamos esta primera entrega con Lavanderas, una obra con la que Sainz abandona sus inquietudes paisajísticas para centrarse en el tema de las lavanderas, ahora desde una perspectiva social. Si éstas antes estaban supeditadas al paisaje, ahora se convierten en el único foco de atención.

Este enfoque avala su acercamiento al naturalismo, pero sin los tonos sombríos que caracterizan a esta corriente artística. Más bien, el pintor parece hacerse eco del estilo de Joaquín Sorolla (1863-1923), que tanto influyó en la pintura española del siglo XIX.

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6 comentarios:

  1. Hola Jesús, no recordaba la obra de este pintor de biografía tan corta y dramática que sin duda vi hace bastante tiempo en el museo de Santander. La composición y técnica del primer cuadro es excelente, equilibrada y elegante. Los otros no quedan atrás, con diferentes estilos e influencias, como bien apuntas. Esperamos la segunda entrega y enhorabuena por la completísima serie del Manzanares según...
    Un abrazo

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  2. Hola Antonio:
    Pese a su origen cántabro, no hay muchas obras de Casimiro Sainz en el Museo de Santander (pueden contarse con los dedos de una mano). Además, son de muy pequeño formato, como él acostumbraba hacer, ya que, de esta forma, se garantizaba una clientela segura. De ahí que la mayor parte de su obra se encuentre en colecciones privadas.

    Me alegra que te haya gustado. Abrazos, Jesús

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  3. Gracias, Jesús, por esta nueva entrega dedicada al Manzanares... muy interesante según las imágenes que incluyes, y sobre todo tu análisis. La verdad es que nunca he visto un cuadro suyo (creo), pero merecería la pena. Esperamos la segunda entrega.

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  4. Hola Mercedes:
    Gracias por tu comentario. Casimiro Sainz tiene paisajes magníficos de Madrid, y no solo de las riberas del Manzanares. El Retiro, la Casa de Campo, San Antonio de la Florida, la Real Fábrica de Tapices, el Paseo de las Delicias... son lugares que pasaron por sus pinceles.

    Un abrazo, Jesús

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  5. Hola Jesús. Es de admirar lo camaleonico del estilo de este hombre. La primera obra, con un estilo, que ahora diríamos que es "fotográfico", por la Regla de los Tercios, y después, otras obras, más pictóricas.
    Un abrazo y felices vacaciones.

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  6. Hola José:
    Su estilo cambiaba de un día para otro, de modo inesperado. Todo como consecuencia, según muchos analistas, de su enfermedad mental. Aunque yo pienso que también buscaba un interés económico y que, al tiempo que hacía cuadros "para vender" (más fotográficos), daba rienda suelta a su afán experimentador con otras obras "más pictóricas".

    Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo, Jesús

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