Se trata de uno de los temas más recurrentes del arte español, sobre todo a raíz de la controversia surgida en Sevilla a principios del siglo XVII, cuando se cuestionó la creencia popular de que María había sido “sin pecado concebida”.
Los defensores de esta tradición se valieron de la pintura y de la escultura como poderosas armas de divulgación, con las que acallar las numerosas voces críticas que se habían abierto camino. Era el caso de Fray Domingo de Molina, quien llegó a afirmar que María “fue concebida como vos y como yo y como Martín Lutero”.
De ahí que la pintura española esté plagada de inmaculadas que repiten el mismo patrón, con esquemas que se consolidaron en el siglo XVII y que han perdurado hasta tiempos recientes, incluso cuando ya no hacía falta, tras procederse en 1854 a la proclamación del dogma, de manos de Pío IX.
Este modelo pictórico encuentra su fundamento en el Apocalipsis de Juan (“una mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”), así como en el Génesis, de donde proviene la imagen de la serpiente aplastada, que aparece ocasionalmente.
A ello se añade la presencia de ciertos signos típicamente marianos, como la palmera, la vara de azucenas, la fuente o el espejo, que no todos los autores incorporan.
Aunque estos principios iconográficos ya venían utilizándose desde el medievo, no fue hasta la primera mitad del siglo XVII cuando quedaron definitivamente establecidos, gracias a la labor de Francisco Pacheco.
En el tratado Arte de la pintura, el artista andaluz señaló cómo debía pintarse una inmaculada: la Virgen debía tener una apariencia infantil o adolescente (doce o trece años de edad), estar vestida con una túnica blanca y un manto azul y estar rodeada de un resplandor oval de tonalidades áureas, además de incluirse los símbolos citados anteriormente.
A grandes rasgos y con las lógicas variantes, este prototipo fue el que utilizaron todos los pintores concepcionistas de la época y de periodos posteriores, desde Zurbarán hasta Goya, pasando por Velázquez, Ribera o Murillo.
De la veintena larga de inmaculadas que integran la colección del Prado, destacamos diez, seis de ellas elaboradas en el siglo XVII y las otras cuatro en el XVIII.
Siglo XVII
La primera de las inmaculadas que traemos a colación fue realizada hacia 1630 por Francisco de Zurbarán, uno de los pintores más activos en la difusión de la teoría concepcionista. Siguiendo las pautas marcadas por Pacheco, Zurbarán nos presenta a una María hermosa y de aspecto aniñado, que consigue despertar el fervor de quien la contempla, suavizando la dureza de los signos apocalípticos que le acompañan.
También influido por Francisco Pacheco, el recurso a una fisonomía juvenil fue igualmente utilizado por Bartolomé Esteban Murillo, el pintor de inmaculadas por excelencia. En el Museo del Prado se guardan cinco de ellas, además de un dibujo preparatorio. La que presentamos aquí lleva por título La Inmaculada Concepción de El Escorial (1660-65), ya que formó parte de la pinacoteca del Real Monasterio, si bien su procedencia sea posiblemente sevillana.
Una de las inmaculadas más desconocidas es ésta que firma José Antolínez, que puede fecharse en 1665. Estamos ante una obra con un profundo sentido barroco, muy dinámica en su composición y con un lenguaje propio en el tratamiento de los símbolos concepcionistas, especialmente en lo que respecta a los ángeles y a los adornos florales que rodean a María.
José de Ribera pintó varias inmaculadas, entre ellas la que se conserva en el Convento de las Agustinas Recoletas de Salamanca, del año 1635, una de las obras maestras del tema, que, a juicio de diferentes investigadores, fue la referencia en la que se inspiraría Murillo. La del Museo del Prado, de mediados del siglo XVII, corresponde a la última etapa del artista, cuando éste, llevado por sus difíciles circunstancias personales, recuperó los postulados tenebristas de los inicios de su carrera.
Nuestra siguiente inmaculada, pintada por Francisco Rizi en la segunda mitad del siglo XVII, sorprende por su formato horizontal, en lugar del característico vertical. El espacio en el que se "mueve" la Virgen se incrementa considerablemente, con lo que composición adquiere una dimensión casi coreográfica.
Siglo XVIII
Abandonamos el siglo XVII para contemplar cuatro inmaculadas dieciochescas de gran belleza. La de Juan Bautista Tiépolo (1767-69) figura en la selección de quince obras maestras que el Prado propone a sus visitantes. Fue un encargo de la Casa Real, destinado a la Iglesia de San Pascual de Aranjuez.
Antonio Rafael Mengs tampoco fue ajeno al género concepcionista. El museo cuenta con una espléndida inmaculada atribuida a este autor. Pudo terminarla en 1774 en la ciudad italiana de Turín, poco antes de su regreso a España. Antes de ingresar en la pinacoteca, la pintura pudo verse en la Casa de los Cinco Gremios Mayores, en la actual Plaza de Jacinto Benavente.
Junto a la de Rubens y la de Tiépolo, la otra inmaculada netamente madrileña conservada en el Prado es la de Mariano Salvador Maella. En realidad, se trata del boceto preparatorio para el gran cuadro que preside la Capilla de San Antonio, en la Basílica de San Francisco el Grande, que Maella finalizó hacia 1781.
Terminamos con Francisco de Goya, que firma la inmaculada de aspecto más diferencial de todas las existentes en el museo, con rasgos preferentemente neoclásicos. Como en el caso anterior, estamos ante un sencillo boceto, que Goya elaboró en 1784 como ensayo de la pintura que cuelga en el Colegio de la Orden de Calatrava de Salamanca.
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Muy buena la selección, aunque echo de menos la "Inmaculada Concepción" de Rizi, también en el Prado. Enhorabuena por el blog.
ResponderEliminarHola jesús! Con tu blog ya no hacía falta pasearse por la Comunidad ni redescubrir Madrid. Ahora con estas nueve bellísimas imágenes ya casi no hace falta ir al Prado ni hacer la novena a la Inmaculada el dia ocho.
ResponderEliminarEnhorabuena por el post.
Abrazos.
Hola Jesus. Bonito post y bonito recopilatorio de algunas "inmaculadas".
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Jesús,
ResponderEliminarEstupendo recorrido por las inmaculadas. Coincido con el Prado en aconsejar la de Tiépolo, es maravillosa, tiene un toque contemporáneo, casi hiperrealista. No porta ese rictus de tristeza, aflicción y casi desilusión. Debería reflejar la felicidad de ser elegida Inmaculada...¿o quizá no?
Bonita selección, buen trabajo.
Un abrazo.
Buenísimo y oportuno post, Jesús.
ResponderEliminarSon todos los cuadros maravillosos, pero coincido con Anónimo, la de Ricci me gusta mucho, un cuadro pequeño pero que transmite mucha emoción.
Feliz día de la Inmaculada Concepción.
Muchas gracias, Anónimo!! Es verdad, tendré que incluir la Inmaculada de Rizi, que se me había olvidado. Gracias por el recordatorio.
ResponderEliminarHola Antonio:
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario, es muy halagador. Pero, de eso nada, al Museo del Prado no hay que dejar de ir, eso sí, cuando se acabe el puente y disminuyan las colas.
Un abrazo, Jesús
Hola José:
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado. La verdad es que las "inmaculadas" de la pintura española son de una belleza exquisita.
Un abrazo, Jesús
Hola Manuel:
ResponderEliminarCoincido contigo. La inmaculada de Tiépolo tiene un "algo" que la convierte en especial y seguramente es por lo que dices, por su gesto, tan alejado de las grandilocuencias de otros pintores.
Un abrazo, Jesús
Hola Mercedes:
ResponderEliminarPues nada, a petición tuya y de Anónimo, incluyo dentro de un instante la Inmaculada de Rizi, realmente bella.
Un abrazo y buen puente, Jesús
Preciosas todas las Inmaculadas que has puesto. Mi favorita entre todas ellas, la de Tiépolo. Una bonita copia hay en la iglesia de San Sebastián. La que no me gusta nada es la de Goya, será que nunca me gustaron los dibujos de Tin Tín
ResponderEliminarPreciosa Inmaculada de Antolinez hay en San Ginés. Si escribiéramos un post sobre todas las Inmaculadas que hay en las iglesias madrileñas sería genial, te atreves?...
ResponderEliminarHola Bélok:
ResponderEliminarGracias por tus comentarios. Pues no lo quería decir, pero con esta "inmaculada" de Goya tengo la misma sensación que tú y que tan bien defines (Tin Tin, jeje). Y me pasa con muchas obras de Goya, que la mayoría de las veces es absolutamente genial, pero que, ocasionalmente, tiene pinturas un tanto discutibles.
El trabajo que propones me da vértigo, con todas las "inmaculadas" que hay en Madrid. Pero, si lo hacemos, las fotos tienen que ser tuyas y sólo tuyas, si no no hay trato, jeje
Un abrazo, Jesús
No es mala idea, no señor... todo será pensarlo con el tiempo. No estaría mal un post que pudiéramos publicar a la vez. Tú pones el texto y yo las fotos. Pero caray... todo el trabajo que tendríamos por delante. Ya lo pensaremos, ya... jejejeje
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