La historia del Jardín Botánico es la historia de un fracaso, tal vez el más importante de toda la carrera de Francesco Sabatini, a quien en 1774 le fue encomendada su construcción, para años después tener que abandonar, ante las fuertes críticas recibidas.
Pero también es la historia de un éxito, el de Juan de Villanueva, que en 1778 hizo el diseño definitivo, con los magníficos resultados que podemos admirar en la actualidad, máxima expresión del pensamiento ilustrado de la época y del exquisito gusto neoclásico del autor.
Pero también es la historia de un éxito, el de Juan de Villanueva, que en 1778 hizo el diseño definitivo, con los magníficos resultados que podemos admirar en la actualidad, máxima expresión del pensamiento ilustrado de la época y del exquisito gusto neoclásico del autor.
Aunque oficialmente la salida de Sabatini se justificó por la imposibilidad de compaginar el trabajo con otros que estaba acometiendo simultáneamente, lo cierto es que su propuesta no complacía a nadie, especialmente a la comunidad científica.
El arquitecto italiano había ideado un espacio puramente ornamental, articulado a partir de un complicado trazado geométrico, claramente barroco, que no atendía a las necesidades expuestas por los botánicos para la clasificación de las especies vegetales.
Tampoco gustaba el sistema de riego planteado, basado en el incómodo método de transportar el agua en carros, que Villanueva sustituyó por una eficaz red de acequias de inspiración hispano-árabe, gracias a las cuales el riego llegaba a todos los planteles del jardín.
Planta del Jardín Botánico en 1781, cuando fue inaugurado. Fuente: 'Bosquejo histórico y estadístico del Jardín Botánico de Madrid', de Miguel Colmeiro (1875).
Planta del Jardín Botánico en 1781, cuando fue inaugurado. Fuente: 'Bosquejo histórico y estadístico del Jardín Botánico de Madrid', de Miguel Colmeiro (1875).
Centrándonos en la puerta que ocupa nuestra atención, se trata de una creación posterior al propio jardín. Villanueva tomó la decisión de incorporarla a su proyecto cuando, en 1785, se le encargó la construcción del Museo del Prado, concebido inicialmente como Gabinete de Historia Natural, en las proximidades del Botánico.
Era una forma de que ambos recintos tuvieran una comunicación directa. También planeó realizar una plaza en exedra, para reforzar aún más ese eje de conexión, antecedente de la actual Plaza de Murillo.
'Entrada al Real Museo por la parte del Jardín Botánico', de Fernando Brambila (principios del siglo XIX). Ministerio de Hacienda, Madrid.
Era una forma de que ambos recintos tuvieran una comunicación directa. También planeó realizar una plaza en exedra, para reforzar aún más ese eje de conexión, antecedente de la actual Plaza de Murillo.
'Entrada al Real Museo por la parte del Jardín Botánico', de Fernando Brambila (principios del siglo XIX). Ministerio de Hacienda, Madrid.
La Puerta Norte fue inaugurada el 23 de septiembre de 1789, horas después de celebrarse el acto de jura del futuro Fernando VII como Príncipe de Asturias, en la vecina Iglesia de los Jerónimos.
El heredero, los reyes y los infantes traspasaron solemnemente la entrada, mientras unos doscientos niños, portando antorchas, formaban un semicírculo en la Plaza de Murillo. Una vez en el jardín, les fue servida una espléndida cena dentro del Pabellón de Invernáculos (Pabellón de Villanueva).
La Plaza de Murillo en una fotografía de António Passaporte (entre 1927 y 1936). Fuente: Fototeca del Patrimonio Histórico.
Hasta entonces el acceso al Jardín Botánico se hacía desde la Puerta Real (o de Carlos III), enclavada en el mismo Salón del Prado, uno de los pocos elementos arquitectónicos del proyecto de Sabatini que pudieron materializarse.
Descripción
A diferencia de la Puerta Real, erigida a modo de arco triunfal, la Puerta Norte ofrece una solución más funcional, sin que ello menoscabe su monumentalidad. Juan de Villanueva integra dentro de un único volumen la función de vigilancia y la función de acceso, un planteamiento que le permite trascender el concepto tradicional del barroco para este tipo de estructuras.
Litografía de la puerta. Fuente: 'Bosquejo histórico y estadístico del Jardín Botánico de Madrid', de Miguel Colmeiro (1875).
La eficacia de este esquema queda avalada en el momento actual, ya que, dentro de la puerta, han sido habilitados un control de seguridad y una taquilla, sin necesidad de ninguna construcción anexa. No hubiese ocurrido lo mismo si el acceso al Jardín Botánico se hubiese instalado en la Puerta Real.
La Puerta Norte consta de tres partes. En el centro se abre un vano adintelado, dividido en tres por dos columnas de orden toscano, que se reserva para el paso. A los lados se sitúan dos pequeños estancias, iluminadas por arcos de medio punto, donde estaban los centinelas. El arranque de los arcos aparece remarcado por una línea de imposta, que algunos investigadores no atribuyen a Villanueva.
Para el entablamento el arquitecto utiliza el mismo tipo de ménsulas que en el Pabellón de Invernáculos, con un total de veintiocho por cada una de las caras principales. Estas piezas generan un cierto ritmo, que ayuda a romper la fuerte horizontalidad de la composición.
El Pabellón de Invernáculos en una fotografía de António Passaporte (entre 1927 y 1936). Fuente: Fototeca del Patrimonio Histórico.
La verja de cierre fue fabricada en el siglo XVIII en la ciudad guipuzcoana de Tolosa, al igual que la que cerca todo el jardín. Es obra de Pedro José de Muñoa y Francisco de Arrivillaga.
Bibliografía consultada
- Juan de Villanueva y el Jardín Botánico del Prado, artículo de Ramón Guerra de la Vega. Revista Villa de Madrid, número 91. Ayuntamiento de Madrid, Madrid, 1987.
- Bosquejo histórico y estadístico del Jardín Botánico de Madrid, de Miguel Colmeiro y Penido. Anales de la Sociedad Española de Historia Natural, Imprenta de T. Fortanet, Madrid, 1875 (copia digital del Instituto de San Isidro, Madrid, 2009).
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El heredero, los reyes y los infantes traspasaron solemnemente la entrada, mientras unos doscientos niños, portando antorchas, formaban un semicírculo en la Plaza de Murillo. Una vez en el jardín, les fue servida una espléndida cena dentro del Pabellón de Invernáculos (Pabellón de Villanueva).
La Plaza de Murillo en una fotografía de António Passaporte (entre 1927 y 1936). Fuente: Fototeca del Patrimonio Histórico.
Hasta entonces el acceso al Jardín Botánico se hacía desde la Puerta Real (o de Carlos III), enclavada en el mismo Salón del Prado, uno de los pocos elementos arquitectónicos del proyecto de Sabatini que pudieron materializarse.
Descripción
A diferencia de la Puerta Real, erigida a modo de arco triunfal, la Puerta Norte ofrece una solución más funcional, sin que ello menoscabe su monumentalidad. Juan de Villanueva integra dentro de un único volumen la función de vigilancia y la función de acceso, un planteamiento que le permite trascender el concepto tradicional del barroco para este tipo de estructuras.
Litografía de la puerta. Fuente: 'Bosquejo histórico y estadístico del Jardín Botánico de Madrid', de Miguel Colmeiro (1875).
La Puerta Norte consta de tres partes. En el centro se abre un vano adintelado, dividido en tres por dos columnas de orden toscano, que se reserva para el paso. A los lados se sitúan dos pequeños estancias, iluminadas por arcos de medio punto, donde estaban los centinelas. El arranque de los arcos aparece remarcado por una línea de imposta, que algunos investigadores no atribuyen a Villanueva.
Para el entablamento el arquitecto utiliza el mismo tipo de ménsulas que en el Pabellón de Invernáculos, con un total de veintiocho por cada una de las caras principales. Estas piezas generan un cierto ritmo, que ayuda a romper la fuerte horizontalidad de la composición.
El Pabellón de Invernáculos en una fotografía de António Passaporte (entre 1927 y 1936). Fuente: Fototeca del Patrimonio Histórico.
Bibliografía consultada
- Juan de Villanueva y el Jardín Botánico del Prado, artículo de Ramón Guerra de la Vega. Revista Villa de Madrid, número 91. Ayuntamiento de Madrid, Madrid, 1987.
- Bosquejo histórico y estadístico del Jardín Botánico de Madrid, de Miguel Colmeiro y Penido. Anales de la Sociedad Española de Historia Natural, Imprenta de T. Fortanet, Madrid, 1875 (copia digital del Instituto de San Isidro, Madrid, 2009).
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Hola Jesús, un trabajo magnífico, documentadísimo y completo, bueno... como todos los tuyos.
ResponderEliminarFantástica la descripción de la Puerta y toda su historia alrededor. Muy interesante la historia del sistema de riego. El Botánico es una maravilla, gracias por enriquecerlo.
Abrazos
Hola Mercedes;
EliminarMuchas gracias. Nos consta por tus artículos que tienes una especial predilección por el Jardín Botánico (bueno, por toda la arquitectura de Villanueva en general). Tu reportaje sobre los fontines del Botánico es antológico. Cuanto más leo sobre este jardín histórico, más admiro a Villanueva.
Abrazos, Jesús
Hola Jesús, justo ayer estuve ojeando un libro de Sabatini y vi sus plantas para el jardín botánico. En efecto, la puerta tiene, además, el mérito añadido de su funcionalidad al contener esas dependencias tan polivalentes hoy en día. La actual plaza de Murillo sigue, como bien dices, el trazado proyectado por Villanueva. En su reforma se plantaron unos magnolios de gran porte (y por ese motivo, carísimos) que remarcan la forma de exedra de la plaza. La única pega es el tosco pavimento-tuerce-tobillos. Bueno, que me ha encantado el documentadísimo artículo tan lleno de importantes detalles. Enhorabuena.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Antonio:
EliminarCreo que la Plaza de Murillo es uno de los espacios con más encanto que tenemos en Madrid, a pesar de esa pavimentación "tuerce tobillos". El espíritu de Villanueva está presente en todos sus rincones y eso es de agradecer. Los magnolios son impresionantes!!
Abrazos y muchas gracias, Jesús
No sólo magnolios, sino uno de los almeces más antiguos y colosales de la ciudad, con su tronco en pata de elefante característico
ResponderEliminarHola Lansky:
EliminarGracias por el apunte y aprovecho para decir (ya que el Pisuerga pasa por Valladolid) que el almez o lotonero o lodón es el árbol que da nombre a mi pueblo (Torrelodones) (hala, ya lo he dicho!!). Así que me encanta descubrir este tipo de especies en la capital.
Abrazos, Jesús
Hola Jesús. Interesante entrada. Parece que Villanueva era más "pragmático" que Sabattini. Sus ideas parecen más modernas. La puerta Norte, me gusta más que la Real, que la encuentro más sosa.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola José:
ResponderEliminarYo creo que en ese momento de su carrera Sabatini vivía un momento de sequía creativa y se limitaba a repetir modelos arquitectónicos ya empleados. De hecho, la Puerta Real es casi un calco de la Puerta de San Vicente, que Sabatini había diseñado años atrás.
Gracias por tu comentario. Un abrazo, Jesús