lunes, 9 de febrero de 2015

Tres obras tempranas de la arquitectura del hierro madrileña

Volvemos nuestra mirada al siglo XIX para encontrarnos con tres construcciones de hierro poco conocidas. Su denominador común es haber sido pioneras de un tipo de arquitectura que no eclosionó en Madrid hasta la segunda mitad del siglo, con varias décadas de retraso en relación a Europa e, incluso, a otros puntos de España.

Puente de hierro de El Capricho

La primera de ellas es la pasarela del Parque de El Capricho, la única obra que ha llegado a nuestros días entre las analizadas en el presente artículo. Levantada en los años treinta del siglo XIX, fue una de las muchas iniciativas tomadas por Pedro de Alcántara en esta quinta, que heredó en 1834 de su abuela, la duquesa María Josefa Alonso-Pimentel.

Hacia 1840 (Charles Clifford, Biblioteca Nacional de España).

Para algunos investigadores estaríamos ante el puente de hierro más antiguo de España, al menos entre los que se conservan, ya que con anterioridad se habían realizado varios puentes colgantes de cadenas, todos ellos perdidos, por no hablar del proyecto que Juan Bautista Belaunzarán redactó en 1815 para La Naja, en Bilbao, nunca materializado.

Puede resultar chocante que Pedro de Alcántara apostase por el hierro para un entorno paisajista, pero no debemos olvidar que era un hombre de gran cultura, que siempre estuvo abierto a los avances científicos y tecnológicos.

Además, a juicio de Pedro Navascués, se trataba de un material que, a pesar de su apariencia de rudeza, “se integraba bien en un programa entre ilustrado y romántico, junto a los tradicionales templetes, casas rústicas o embarcaderos que amenizaban el jardín”.
















De autor y origen desconocidos, el puente presenta una estructura muy sencilla. Se alza sobre la ría navegable de El Capricho, muy cerca del lago donde ésta desemboca. Está formado por un arco de hierro sobre el que se apoyan dos rampas de madera escalonadas, que convergen en un rellano horizontal. Tiene instalada una barandilla, sin apenas adornos.

Puente de hierro del Casino de la Reina

Nos centramos ahora en el Casino de la Reina, una posesión real desaparecida, situada en la zona de Embajadores, que también tuvo su propio puente de hierro. Como el de la Alameda de Osuna, fue edificado sobre una ría artificial, pero, a diferencia de aquel, su aspecto no era tan industrial, sino que respondía a un tratamiento muy elaborado.

El Casino de la Reina, en una copia de Jesús Evaristo Casariego de un grabado de la época (Museo de Historia).

El puente fue diseñado en 1843, durante el reinado de Isabel II (r. 1883-1868), para sustituir una pasarela anterior de madera. Su artífice fue el arquitecto de palacio Narciso Pascual y Colomer (1808-1870), quien concibió una estructura curvada, de pequeñas dimensiones, que en cierto sentido recordaba a los puentes venecianos.

El citado autor, al que los madrileños debemos obras como el Congreso de los Diputados, la Plaza de la Armería o la reforma de San Jerónimo el Real, introdujo un elevado número de ornamentos. De hecho ensayó con dos modelos decorativos, a cual más complejo, según puede comprobarse en el alzado que incluimos más abajo.

La ejecución corrió a cargo de Vicente Mallol, el último maestro cerrajero con el que contó la Casa Real. No solo solo se responsabilizó del armazón, sino también del emparrillado, de la barandilla y de los elementos de unión con la sillería, además de otras piezas menores.

Alzado del puente (Narciso Pascual y Colomer, 1843).

Ignoramos cuándo se decidió su desmontaje, pero imaginamos que fue a partir de 1867, cuando Isabel II donó la propiedad al Estado y comenzó un largo proceso de desafortunadas intervenciones que terminaron por desfigurar este Real Sitio, hasta dejarlo prácticamente reducido a la nada.

Invernadero del Palacio del Marqués de Salamanca

El Palacio del Marqués de Salamanca, actual sede de la Fundación BBVA, fue edificado en varias fases entre los años 1845 y 1858, en pleno Paseo de Recoletos.

Entre sus muchos atractivos figuraba la Estufa Fría, un enorme invernadero de hierro y cristal que el aristócrata encargó en Londres a la empresa Konnan y que, una vez concluido, fue transportado a Madrid, sin que sepa el momento de su montaje. Costó alrededor de setecientos mil reales, una cantidad muy elevada para la época.

Según María Jesús Martín Sánchez (1998), el marqués tuvo conocimiento de este tipo de pabellones gracias a un viaje a París, donde descubrió los invernaderos tropicales del Barón Rothschild.

Entre 1921 y 1933 (Memoria de Madrid).

Aunque la tradición de las estufas venía de muy antiguo, estamos ante una obra pionera en la capital por sus características técnicas y dimensiones, que marcó la estela a seguir a muchas otras residencias nobiliarias madrileñas. 

Su envergadura no pasaba por alto, como dio cuenta el mismísimo Benito Pérez Galdós al referirse a ella en uno de sus libros: "figúresela usted más grande que esta casa y la de al lado juntas" (Misericordia, 1897).

Era una estructura exenta, situada en la parte posterior del jardín, cerca de la fachada meridional del palacio. Su planta era rectangular y se cubría con una grandiosa bóveda de cañón, soportada por una galería de arcos de medio punto.

En su interior se cultivaban especies exóticas, adaptadas al medio gracias a varios termosifones, que garantizaban una humedad constante, y a un sistema de alumbrado a base de gas. Disponía de cuatro fuentes de ornato en su interior.

Entre 1921 y 1933 (Memoria de Madrid).

En 1876 el Marqués de Salamanca pasó por una delicada situación económica y se vio obligado a deshacerse de su palacio. La Estufa Fría fue adquirida por el ayuntamiento, que optó por instalarla en el Buen Retiro, en el lugar que hoy ocupa la Rosaleda y que, en aquel entonces, era el lecho de un lago utilizado para el patinaje sobre hielo.

Desconocemos cuándo fue llevada a su nueva ubicación, pero si nos atenemos a la fecha de publicación de Misericordia, la novela a la que acabamos de aludir, a finales de siglo todavía debía permanecer en el palacio.

Se sabe que en 1913 ya se encontraba en el Retiro y que albergó una exposición de crisantemos. Un año después el jardinero Cecilio Rodríguez levantaría a su alrededor la Rosaleda.

Con la Guerra Civil (1936-1939), el invernadero sufrió daños de consideración, que motivaron su desmantelamiento. Aún puede verse el basamento sobre el que estuvo apoyado, circundando el estanque de nenúfares de la Rosaleda, junto con las fuentes del Fauno y del Amorcillo, que igualmente fueron traídas desde de la residencia del marqués.

Año 1910 (Memoria de Madrid).

Nota aclaratoria

Todas las fotografías incluidas del desaparecido invernadero del Palacio del Marqués de Salamanca se corresponden con su emplazamiento en la Rosaleda del Parque del Buen Retiro.

Bibliografía

Arquitectura e ingeniería del hierro en España (1814-1936), de Pedro Navascués Palacio, Fundación Iberdrola, Madrid, 2007.

Hierro y arquitectura en el Madrid del siglo XIX, de María Rosa Cervera Sardá, en Arquitectura y espacio urbano de Madrid en el siglo XIX, Museo de Historia, Ayuntamiento de Madrid, 2008.

Paisaje de fondo o paisaje pleno: los paisajes y jardines del Madrid galdosiano, de María Jesús Martín Sánchez, Revista Espacio, Tiempo y Forma (series I-VII), Facultad de Geografía e Historia, UNED, Madrid, 1998.

El palacio del marqués de Salamanca, varios autores. Fundación Argentaria, Madrid, 1994.

9 comentarios:

  1. Hola Jesús. Magnifico post, en donde nos recuerdas estas obras, la pena es no poder verlas, como la del Capricho.
    N0 se porque sera, pero los puentes tienen una fascinación especial, y estos de hierro más aun.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Hola José:
    Muchas gracias por tus palabras. Yo siento fascinación por los puentes, sean como sean, pero es verdad que los de hierro tienen un encanto especial. Son testigos de un momento en el que el hombre empezó a desafiar las leyes de construcción tradicionales.

    Un abrazo, Jesús

    ResponderEliminar
  3. Hola Jesús. Me han encantado estas tres estructuras, novísimas para la época y que seguramente marcarían la pauta para las que vinieron después. Enhorabuena también por la documentación que aportas, las fotos del Retiro son sensacionales.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias Antonio. La verdad es que la arquitectura del hierro entró tarde, muy tarde en España y más en concreto en la Comunidad de Madrid. Por eso estas tres pequeñas obras son especialmente relevantes, porque fueron contracorriente de un academicismo que, en muchas casos, entorpecía la renovación de la arquitectura.

      Abrazos, Jesús

      Eliminar
  4. En realidad duraron muy poco estas arquitecturas e ingenierías de hierro, inmediatamente fueron sustituidas por el propio acero o el hormigón; terriblemente efímeras y eso les da más valor.

    Muy interesante la entrada, como todas las tuyas

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias Lansky. La apoteosis del hierro en Madrid se limitó a las últimas décadas del siglo XIX (Palacio de Cristal, estaciones ferroviarias, etc.), muy poco tiempo en comparación con otras ciudades europeas. Pese a ello, el legado fue muy brillante, con algunas obras maestras, como el citado Palacio de Cristal.

      Un abrazo, Jesús

      Eliminar
  5. Tres obras maravillosas, Jesús. Es curioso lo que comentas de la "aparente rudeza" del hierro, no lo había pensado, porque a mí me gustan muchísimo las obras "del hierro", pueden tener una gran delicadeza decorativa, curiosamente, incluso los puentes. ¡Qué pena tanta pérdida!
    Muchas gracias por el enlace una vez más, y abrazos.

    ResponderEliminar
  6. Hola Mercedes:
    Durante mucho tiempo yo no me he sentido atraído por ciertas construcciones de hierro, porque siempre las vinculaba con lo industrial, pero ahora me quito el sombrero ante ellas. Me parecen obras técnicamente magníficas y artísticamente desafiantes.

    Muchas gracias y un abrazo, Jesús

    ResponderEliminar
  7. Está confirmado que el puente de hierro más antiguo de España es el del Capricho y que el segundo es es de Triana, Sevilla.

    ResponderEliminar