Lo que vemos en estas fotografías son los únicos restos arqueológicos, de índole arquitectónica, que no fueron destrozados con la construcción, a finales del siglo XX, del aparcamiento de la Plaza de Oriente y del túnel de la Calle de Bailén.
Nos duele recordar que aquellas obras, concluidas en 1996, supusieron el descubrimiento y, paradójicamente, la eliminación de numerosos vestigios de nuestro pasado. Entre ellos, fueron arrasados los cimientos y sótanos de la Casa del Tesoro, comenzada en 1568 a instancias de Felipe II. Destrucción que fue justificada por algún político con frases del tipo "eran sólo piedras".
Los citados restos se exhiben, convenientemente acristalados, en el primer nivel del parking de la Plaza de Oriente y corresponden a la base de una torre medieval. Según el cartel explicativo instalado junto a las ruinas, se trataría de una atalaya islámica del siglo XI, levantada fuera del primitivo recinto amurallado que, dos siglos antes, dio origen a la ciudad de Madrid, durante la dominación musulmana de la península.
Su misión era la vigilancia y protección de una zona que, al encontrarse en fuerte pendiente por la existencia de un antiguo barranco, constituía un punto de peligro para los arrabales situados al norte de la muralla.
Sin embargo, autores como José Manuel Castellanos Oñate entienden que el origen atribuido a la atalaya es demasiado tardío como para ser musulmana. Hay que recordar que la conquista cristiana de Madrid se produjo en el siglo XI, concretamente en el año 1083, cuando el rey Alfonso VI de Castilla se apoderó de la plaza.
En su estupenda página El Madrid medieval, el investigador considera que los vestigios de la Plaza de Oriente son cristianos y que su origen podría datarse bien a finales del siglo XI, bien a principios del XII. Esto es, fue levantada en el contexto de las obras de la muralla cristiana de Madrid.
Según su teoría, estaríamos ante la Torre de los Huesos, que, junto con la Torre de Alzapierna, flanqueaba la Puerta de Valnadú, que estuvo ubicada en lo que hoy es la confluencia de las calles de la Unión y Vergara, cerca de la Plaza de Isabel II. Era una torre albarrana, separada del lienzo de la muralla cristiana, que, al estar próxima al cementerio de la Huesa del Raf, empezó a ser conocida con el apelativo que ha llegado a nuestros días.
Los restos conservados bajo la Plaza de Oriente presentan fábrica de mampostería de sílex y caliza, con sillares en los esquinales que reforzaban la construcción. Su planta era cuadrangular (3,65 x 3,40 metros) y era maciza en buena parte de la estructura.
Aunque estas características técnicas eran habituales en la arquitectura militar andalusí, debe señalarse que pervivieron más allá de la conquista cristiana. El recinto amurallado de Buitrago del Lozoya es un claro ejemplo de la persistencia de las pautas constructivas musulmanas en los siglos XI, XII y XIII, en pleno proceso de repoblación cristiana.
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