Éste es el lamentable aspecto que presenta Los portadores de la antorcha, obra de la escultora estadounidense Anna Hyatt Huntington (1876-1973), gran amante de la cultura española, quien decidió donarla a la Villa de Madrid en el año 1955.
La escultura preside la Plaza de Ramón y Cajal, custodiada por tres de los edificios más simbólicos de la Universidad Complutense: la Escuela de Estomatología, la Facultad de Medicina y la de Farmacia.
Ahí se encuentra desde el 15 de mayo de 1955, cuando fue inaugurada en presencia de la autora y de su marido, Archer Hungtinton (1870-1955), fundador de la Hispanic Society of America.
Por ella han desfilado varias generaciones de estudiantes, que han protagonizado numerosos actos de protesta, manifestaciones y revueltas, algunas especialmente dramáticas.
Pero sólo ahora, cuando se supone que la sociedad española ha alcanzado sus máximos niveles de desarrollo cultural y económico, es cuando ve amenaza su integridad.
Aunque ya hemos perdido toda capacidad de sorpresa, ello no hace disminuir nuestra profunda tristeza y preocupación. ¿Cómo es posible que los llamados grafiteros actúen con tanta impunidad? ¿Cómo es posible tanto desprecio por las obras de arte? ¿Cómo es posible que se produzcan atropellos de este tipo, más aún en el seno mismo del mundo universitario?
No se trata de algo nuevo. Antes que nosotros, otros muchos alertaron sobre el estado de conservación de la estatua. Así lo hicieron, por citar sólo dos ejemplos, la enciclopedia Ars Summum y el articulista Manuel Blas, que denunciaron los hechos en otoño de 2009, en sus respectivas páginas web. Es decir, que la historia viene de muy largo.
Y, sin embargo, las autoridades consienten que el monumento permanezca en estas tristes condiciones. Sin ninguna voluntad para reparar los daños, ni, mucho menos, para tomar medidas preventivas, como pueda ser la instalación de cámaras de vigilancia.
Mientras no exista sanción social, los energúmenos de los espacios públicos cabalgarán con plena libertad. Y mucho nos tememos que seguirán haciéndolo durante mucho tiempo, porque el problema no es circunstancial, sino que tiene un calado mucho mayor, al afectar a todo un sistema de valores y al modelo educativo.
Descripción
Anna Hyatt Hungtinton estuvo trabajando en este proyecto entre 1950 y 1954, al que bautizó, en un primer momento, como The Torch (La antorcha).
La obra está planteada como un homenaje a la civilización occidental y a la permanencia de sus valores a lo largo de la historia. De ahí su aire claramente épico, acorde con la trascendencia del tema abordado, y su factura clasicista, como así se pone de manifiesto en el hecho de que las figuras aparezcan desnudas. El material empleado es el aluminio.
Un anciano agonizante yace en el suelo, mientras un joven jinete intenta refrenar su caballo para recoger la antorcha que aquel le entrega, no sin muchas dificultades. Mediante esta heroica escena, con una fuerte carga simbólica, se representa la transmisión, generación a generación, del saber y del conocimiento.
Con respecto al pedestal, se trata de una plataforma circular de piedra de granito, en la que hay instalada una inscripción de bronce con la siguiente leyenda, en español y en inglés:
"El hombre lleva la sagrada antorcha de la fidelidad por las candentes arenas del desierto de los tiempos. La mujer lleva la maternidad como antorcha sublime en su camino. Con ambas luces llevan a su término la incansable tarea de las almas, hasta la eterna puerta de los cielos, ante del gozo de Dios arrebatados."
En un principio, se pensó en colocar la escultura en el Parque de El Retiro, pero, por tratarse de una alegoría del conocimiento, finalmente se determinó que la Ciudad Universitaria era un entorno mucho más apropiado. Consideración que, a la vista del estado en el que se encuentra actualmente el monumento, se ha convertido en una triste paradoja.
Vista de la escultura en mayo de 2006, limpia de grafitis (fotografía de J. L. de Diego, en Madripedia).
Existen tres copias de Los portadores de la antorcha, todas ellas realizadas en bronce. Dos están en los Estados Unidos, en concreto en la Universidad de Carolina del Sur y en el Discovery Museum de Bridgeport (Connecticut). La tercera fue instalada en Valencia en el año 1964.
Por ella han desfilado varias generaciones de estudiantes, que han protagonizado numerosos actos de protesta, manifestaciones y revueltas, algunas especialmente dramáticas.
Pero sólo ahora, cuando se supone que la sociedad española ha alcanzado sus máximos niveles de desarrollo cultural y económico, es cuando ve amenaza su integridad.
Aunque ya hemos perdido toda capacidad de sorpresa, ello no hace disminuir nuestra profunda tristeza y preocupación. ¿Cómo es posible que los llamados grafiteros actúen con tanta impunidad? ¿Cómo es posible tanto desprecio por las obras de arte? ¿Cómo es posible que se produzcan atropellos de este tipo, más aún en el seno mismo del mundo universitario?
No se trata de algo nuevo. Antes que nosotros, otros muchos alertaron sobre el estado de conservación de la estatua. Así lo hicieron, por citar sólo dos ejemplos, la enciclopedia Ars Summum y el articulista Manuel Blas, que denunciaron los hechos en otoño de 2009, en sus respectivas páginas web. Es decir, que la historia viene de muy largo.
Y, sin embargo, las autoridades consienten que el monumento permanezca en estas tristes condiciones. Sin ninguna voluntad para reparar los daños, ni, mucho menos, para tomar medidas preventivas, como pueda ser la instalación de cámaras de vigilancia.
Mientras no exista sanción social, los energúmenos de los espacios públicos cabalgarán con plena libertad. Y mucho nos tememos que seguirán haciéndolo durante mucho tiempo, porque el problema no es circunstancial, sino que tiene un calado mucho mayor, al afectar a todo un sistema de valores y al modelo educativo.
Descripción
Anna Hyatt Hungtinton estuvo trabajando en este proyecto entre 1950 y 1954, al que bautizó, en un primer momento, como The Torch (La antorcha).
La obra está planteada como un homenaje a la civilización occidental y a la permanencia de sus valores a lo largo de la historia. De ahí su aire claramente épico, acorde con la trascendencia del tema abordado, y su factura clasicista, como así se pone de manifiesto en el hecho de que las figuras aparezcan desnudas. El material empleado es el aluminio.
Un anciano agonizante yace en el suelo, mientras un joven jinete intenta refrenar su caballo para recoger la antorcha que aquel le entrega, no sin muchas dificultades. Mediante esta heroica escena, con una fuerte carga simbólica, se representa la transmisión, generación a generación, del saber y del conocimiento.
Con respecto al pedestal, se trata de una plataforma circular de piedra de granito, en la que hay instalada una inscripción de bronce con la siguiente leyenda, en español y en inglés:
"El hombre lleva la sagrada antorcha de la fidelidad por las candentes arenas del desierto de los tiempos. La mujer lleva la maternidad como antorcha sublime en su camino. Con ambas luces llevan a su término la incansable tarea de las almas, hasta la eterna puerta de los cielos, ante del gozo de Dios arrebatados."
En un principio, se pensó en colocar la escultura en el Parque de El Retiro, pero, por tratarse de una alegoría del conocimiento, finalmente se determinó que la Ciudad Universitaria era un entorno mucho más apropiado. Consideración que, a la vista del estado en el que se encuentra actualmente el monumento, se ha convertido en una triste paradoja.
Vista de la escultura en mayo de 2006, limpia de grafitis (fotografía de J. L. de Diego, en Madripedia).
Existen tres copias de Los portadores de la antorcha, todas ellas realizadas en bronce. Dos están en los Estados Unidos, en concreto en la Universidad de Carolina del Sur y en el Discovery Museum de Bridgeport (Connecticut). La tercera fue instalada en Valencia en el año 1964.
Me ha encantado tu artículo, Jesús, aparte lo bien documentado, como siempre, dices unas cuantas verdades, y tus conclusiones deberían hacernos reflexionar. Las multas no pueden sustituir a la educación, pero ¿se aplica la famosa Ley de medidas urgentes? una ley de la Comunidad para proteger el paisaje urbano que se promulgó hace dos o tres años.
ResponderEliminarDesgraciadamente, las cámaras a veces son la solución, así pasó en el Museo de Escultura de la Castellana.
Había que ponerles a limpiar la ciudad.
Es una pena que los burros que ha pintarrajeado el monumento no tengan ni siquiera la curiosidad de saber lo que significa. Un monumento que esta dedicado a ellos y asi lo tratan
ResponderEliminarNo puedo más que ratificar lo ya comentado. Paradojas de este estilo están siempre presentes en la sociedad que nos ha tocado vivir. No ya que se vulnere la misma imagen del conocimiento y los valores de la humanidad a través de este monumento, sino que los mismos valores del respeto por lo ajeno, que parece que ya no respetan ni las supuestas elites del conocimiento.
ResponderEliminarNo conocía el monumento este Jesús, así que gracias. Un fuerte abrazo,
Perdón por la frase pero son unos hijos de puta. Porque esto es hacer mal por el mero hecho de hacerlo.
ResponderEliminarEsto tambien es España: incivismo e incultura. Una vergúenza.
ResponderEliminarLas medidas preventivas podrían ser:
ResponderEliminar1.Cambiarla a un sitio más transitable o turístico.
2.Ponerla en un pedestal que mida 2 m o más, y si se quiere que se vea más baja hundir parte del pedestal en un foso.
3.O como medida extrema trasladarla a un museo.
4.Y aparte poner cámaras.
El ayuntamiento debería actuar en estas ocasiones con celeridad.
Gracias Mercedes!! Es una buena referencia la del Museo de Escultura al Aire Libre de la Castellana, que tan bien nos describiste en tu blog hace poco tiempo. A corto plazo, creo que las cámaras son una buena medida. Pero, a largo plazo, la solución pasa necesariamente por la educación.
ResponderEliminarHola Dani. Es verdad, vaya paradoja!! Un monumento dedicado al conocimiento y al saber que haya acabado en tan lamentable estado. Saludos!!
Hola Anónimo. A veces las palabras malsonantes son las que mejor definen este tipo de actos.
Gracias Anónimo!! Es verdad, da mucha pena ver el poco aprecio que tenemos en España con respecto a los espacios públicos. En países como Alemania, Suiza o los nórdicos, si
alguien hace algo incívico, no hace falta que venga la policía, sino que cualquier ciudadano te puede llamar la atención. Qué envidia, nos falta esa conciencia social. Es una lástima!!
Hola Miguel Ángel. Las medidas que comentas son todas muy atinadas. Lo que no sé es si la competencia de la conservación de la estatua corresponde al Ayuntamiento o al Rectorado de la Universidad Complutense. No tengo ese dato...
Mil gracias por vuestros comentarios
La pasividad municipal con el problema del vandalismo es lamentable.
ResponderEliminarEn total se hicieron ocho réplicas de Portadores de la Antorcha por el mundo, incluida la de Madrid. Un saludo.
ResponderEliminarUna aclaración: Existe otra escultura y se encuentra en la Ciudad de la Habana, Cuba, muy cerca de la Plaza de la Revolución, con lo cual son 4 monumentos en total.
ResponderEliminarLos universitarios madrileños no merecen esta bella estatua de una gran escultura. Son sándalo y estatuicidas
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