Real Casa de Correos, sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid.
Han pasado casi treinta años y este insólito himno (o anti-himno) no ha tenido ninguna trascendencia, ni siquiera a efectos oficiales. Curiosamente, la comunidad autónoma que el himno cuestiona, con ese soniquete tan resabiado de aquellos que nos acusan de artificialidad, se ha consolidado como una realidad rotunda y de fortísima presencia.
Siempre nos ha molestado esa mirada crítica y aniquiladora de todo lo que tiene que ver con Madrid. Que si no tenemos historia, que si somos un invento, que si nos lo han regalado todo... Pero lo que más nos molesta es que este discurso negador haya prendido entre nosotros, hasta el punto de haberlo incorporado en un himno oficial.
No sabemos si una comunidad como la de Madrid precisa de un himno o no, pero de lo que no nos cabe duda es que, si esto fue un invento, ¡hay qué ver lo bien que nos ha salido y la de siglos que nos está durando!
Yo estaba en el medio
giraban las otras en corro,
y yo era el centro.
Ya el corro se rompe,
ya se hacen Estado los pueblos,
y aquí de vacío girando
sola me quedo.
Cada cual quiere ser cada una:
no voy a ser menos.
¡Madrid, uno, libre, redondo,
autónomo, entero!
Mire el sujeto
las vueltas que da el mundo
para estarse quieto.
Yo tengo mi cuerpo:
un triángulo roto en el mapa
por ley o decreto
entre Ávila y Guadalajara,
Segovia y Toledo:
provincia de toda provincia,
flor del desierto.
Somosierra me guarda del Norte y
Guadarrama con Gredos;
Jarama y Henares al Tajo
se llevan el resto.
Y a costa de esto,
yo soy el Ente Autónomo último,
el puro y sincero.
¡Viva mi dueño!,
que, sólo por ser algo,
¡soy madrileño!
Y en medio del medio,
capital de la esencia y potencia,
garajes, museos,
estadios, semáforos, bancos
y vivan los muertos:
¡Madrid, metrópoli, ideal
del Dios del Progreso!
Lo que pasa por ahí, todo pasa
en mí, y por eso
funcionarios en mí y proletarios
y números, almas y masas
caen por su peso;
y yo soy todos y nadie,
político ensueño.
Y ése es mi anhelo,
que por algo se dice:
de Madrid, al cielo.
Castillo Nuevo de Manzanares el Real, donde, en 1982, tuvo lugar la ponencia redactora del Estatuto de Autonomía de Madrid.
Y que nos perdonen los conquenses, que también existen.
ResponderEliminarUna cosa en la que los madrileños somos bastante negativos (y hablo en términos generales): en el poco empeño en que ponemos en cuidar nuestra ciudad, en mantenerla limpia, en preservar sus edificios y monumentos, somos tolerantes con los políticos que nos destrozan la ciudad y nos sacan la pasta, no levantamos la voz cuando nos quitan árboles, espacios urbanos, servicios, etc. Tenemos una especie de sentimiento de culpa por ser la capital y pocas veces nos damos cuenta de que eso de tener aquí tanta autoridad y tanta institución nos da más problemas que beneficios.
ResponderEliminarY, al cabo, presumir de madrileño me parece tan absurdo como ser presumir de ser villanubla de abajo. Somos de un sitio por casualidad, porque el azar nos podía haber llevado a nacer en cualquier otro sitio. De lo que podemos presumir es de haber contribuido a hacer esa ciudad o ese pueblo más humano y habitable, porque eso sí sería esfuerzo nuestro.
Hola Anónimo:
ResponderEliminarGracias por el apunte. No había caído que en el himno no se menciona a Cuenca, una de nuestras provincias limítrofes!!! Como bien dices, que nos perdonen nuestros vecinos conquenses.
Gracias y un abrazo, Jesús
Hola Cecilia:
ResponderEliminarMe gusta mucho lo que dices. Nacer en un sitio o en otro no depende de nosotros, sino que es algo completamente circunstancial. Lo que sí depende de nosotros es el esfuerzo colectivo para mejorar, aunque sólo sea un poquito, nuestro entorno.
Muchas gracias y un abrazo, Jesús
Jesus, yo tampoco se si necesitamos un himno, pero estoy totalmente de acuerdo con tu ultimo parrafo: "lo bien que nos ha salido y la de años que nos esta durando", incluso a pesar de nuestros dirigentes.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola José:
ResponderEliminarNo parece que el himno se utilice mucho, más bien todo lo contrario. Y no nos hemos muerto... será que no hacía tanta falta.
Un abrazo, Jesús