Cuando hablamos de puertas monumentales en Madrid, enseguida se nos vienen a la mente las de Alcalá, Toledo, Hierro y San Vicente. Pero existen otras, que, no por menos conocidas y grandiosas, pierden en interés. A ellas va dedicada la serie "Las otras puertas de Madrid", que inauguramos hoy con la Puerta Real o de Carlos III.
Pese a su porte majestuoso, este monumento suele pasar inadvertido a los muchos viandantes, tanto madrileños como forasteros, que transitan por el Paseo del Prado. Pero ahí está, custodiando uno de los lados del Real Jardín Botánico, del que llegó a ser su acceso principal.
La puerta fue levantada por Francesco Sabatini, en el contexto de las obras de construcción del Botánico. Al arquitecto italiano se debió el primer diseño de este recinto, pero fue tan modificado por Juan de Villanueva que, de su intervención, apenas perviven esta puerta y algunos rasgos básicos de su planta y disposición en niveles.
Sabatini comenzó a trabajar en este conjunto ajardinado en 1774, con la asistencia de Casimiro Gómez Ortega y José Pérez Caballero. Era el primer paso para la creación de una gran área de divulgación científica en el entorno del Buen Retiro, según se recoge en la Real Orden de 25 de julio de ese mismo año. En ella el rey Carlos III ordenaba el traslado del modesto jardín botánico del Soto de Migascalientes, que había fundado Fernando VI en 1755, junto al río Manzanares.
Sin embargo, su propuesta arquitectónica fue objeto de numerosas críticas, hasta el punto de cuestionarse seriamente por su complejidad y falta de unidad. Todo ello determinó la salida de Sabatini en 1780 y la elaboración de un nuevo proyecto, que fue encargado a Villanueva en 1778, dos años antes de la retirada de aquel.
El arquitecto madrileño integró dentro de su plan algunos de los elementos ideados por su antecesor. La Puerta Real, en concreto, se convirtió en una de las piezas más destacadas de todo el conjunto. Su función de entrada principal quedó subrayada, al construirse a sus espaldas el Paseo de Carlos III, uno de los ejes más importantes del jardín, en cuyo extremo se eleva, a modo de telón escenográfico, la Estufa Fría o Pabellón de Invernáculos (en la actualidad, Pabellón de Villanueva).
La Puerta Real fue inaugurada, junto con todo el jardín, en 1781, como así se recoge en la inscripción instalada debajo de su frontón. El protagonismo con que fue concebida no perduró mucho, ya que, en 1789, Juan de Villanueva, el mismo que la había bendecido años antes con todos los honores, abrió un nuevo acceso en la cara septentrional del Real Jardín.
La Puerta Norte, que así se llamó, o Puerta de Murillo, como hoy se llama, le arrebató la condición de entrada principal prácticamente desde el primer momento. La razón hay que buscarla en la construcción, al norte del jardín, de un gabinete de historia natural (el actual Museo del Prado), cuyas obras se iniciaron en 1785. Se trataba de que ambas instituciones, jardín y gabinete, tuvieran una conexión rápida y eficiente.
Con este magnífico edificio, se daba un paso de gigante para la puesta en marcha del magno complejo de divulgación científica planeado por Carlos III. Años más tarde, la gran acrópolis de las ideas ilustradas quedaría completada con el Observatorio Astronómico, iniciado en 1790.
Descripción
La Puerta Real guarda similitudes más que evidentes con la Puerta de San Vicente, igualmente diseñada por Francesco Sabatini, según puede comprobarse más abajo. Ésta fue terminada en 1775, un año después del comienzo de las obras del Real Jardín Botánico, que, como se ha comentado, fueron dirigidas en un primer momento por el arquitecto italiano.
Puerta de San Vicente, en una pintura de Fernando Brambila (hacia 1830).
Puerta Real, en el Paseo del Prado.
Concebida como una entrada triunfal, la Puerta Real presenta tres vanos, que se cierran con verjas de hierro forjado. El central, el elemento más destacado del conjunto, está configurado por un arco de medio punto, que, al más puro estilo clásico, se corona con un frontón triangular.
Debajo de esta última pieza, se sitúa una lápida rectangular, en la que hay grabada una leyenda, alusiva al rey Carlos III como promotor del Real Jardín Botánico y al año de inauguración del recinto, 1781. La inscripción está colocada en saliente y descansa sobre dos columnas dóricas, que enmarcan la abertura central.
Con respecto a los otros dos vanos. su estructura es muy sencilla. Se trata de dos postigos adintelados, rematados con una cornisa corrida. Se disponen simétricamente a ambos lados del arco, con una altura sensiblemente menor.
La fábrica es de sillería, combinándose el granito gris, utilizado preferentemente en las partes estructurales, y la caliza blanca, reservada para los contornos y los salientes.
Hay dos elementos singulares relacionados con esta bonita puerta. Son dos curiosas garitas de granito situadas por detrás y antes de la escalinata del paseo de Carlos III. La curiosidad está en las cúpulas bulbosas, achatadas y acabadas en bola que las cubre, de un estilo exótico dificil de definir. Yo las clasificaría entre tardo-manierista y proto-romántico. En cualquier caso, contrastan vivamente con la pureza clásica de la Puerta Real que tan bien nos has descrito.
ResponderEliminar...Es que paso todos los dias andando por delante para ir al trabajo.
Saludos y enhorabuena por este blog con tanto rigor.
Hola!!!!
ResponderEliminarMadrid cuenta con varias puertas monumentales, algunas muy poco conocidas, pero con mucho encanto. Y se trata un poco de divulgarlas, en la medida de lo posible. Muchas gracias por el comentario, Mercedes.
Gracias Antonio. ¡Qué suerte pasar diariamente por el Paseo del Prado! A mí me toca la periferia, je je... Me encanta cómo calificas esas dos garitas, que, es verdad, que son realmente singulares. Pero, fíjate, tengo la sensación de que la mayor parte de la gente pasa por ahí sin percatarse ni de la puerta, ni de las garitas, ni siquiera del jardín.
Un fuerte abrazo, Jesús
Hola Jesús!
ResponderEliminarYo vengo de la periferia (y un poco más allá: Torrelodones)y cojo cercanias o autobús, según el mejor horario y si que es una suerte pasar diariamente por el Paseo del Prado.
Por cierto, ¿sabías que hay puente y calzada romana y entre los términos de Galapagar y Torrelodones?
En realidad el puente de la Alcanzorla pertenece a Galapagar aunque hasta hace poco aparecía entre los monumentos de Torre. Está a unos 500 m aguas arriba del puente herreriano de la carretera que une los dos pueblos. Algo parecido ocurre con la presa del Gasco,compartida al 50% entre los dos municipios. Es increible la cantidad de patrimonio que hay alrededor del rio Guadarrama.
Saludos
Vaya Antonio, qué casualidad!!! Yo soy de Torrelodones, aunque ahora vivo en Madrid y trabajo en la periferia. Lo del Puente de la Alcanzorla y la calzada da para mucho. Pese a que se le atribuye un origen romano, en realidad es andalusí y la calzada es un antiguo camino militar construido por los musulmanes para defenderse de los cristianos. El camino iba desde el valle del Jarama hasta el del Alberche y tenía la finalidad de defender las vías fluviales. Hay más puentes andalusíes, como el del Grajal (río Manzanares, entre Hoyo de Manzanares y Colmenar Viejo) o el del Pasadero (río Perales, Navalagamella), todos formaban parte de ese camino militar. Aún recuerdo cuando de niño íbamos de excursión al Puente Romano, creyendo que era romano. Pero, bueno, tampoco está nada mal este origen medieval, siglo IX o X. Me ha encantado que lo conozcas, porque mucha gente ignora incluso que Torrelodones tiene río. Menuda sorpresa!!! Un abrazo, Jesús
ResponderEliminarPD. Ya hice un pequeño post sobre la Presa de El Gasco. Quedó cortito, pero tengo intención de ampliarlo más adelante.
A veces pasas por delante de una puerta, de una fuente, de un monumento y llevas tanto sueño en las pestañas o tantos asuntos girándote en la cabeza que no reparas en el interés de lo que ves. Está bien que se nos haga notar que la historia está delante de nuestros ojos cada día, que se nos incite a abrir los ojos cuando paseamos por Madrid.
ResponderEliminarNo se como lo he hecho pero todas las veces que he pasado por esa puerta ha sido de noche, asi que nunca la he podido contemplar. Interesantisimo. Que pena que pasen tan desapercibidas estas puertas a psear de ser tan importantes.
ResponderEliminarGracias Cecilia y Dani!! Entre todos y poco a poco vamos descubriendo esas pequeñas cosas que nos pasan inadvertidas en nuestro día a día!! Un fuerte abrazo, Jesús
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